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Después de lo que sucedió aquél viernes por la noche en el micro no volvimos a hablar del tema durante casi una semana, aunque por las noches cuando hacíamos el amor era inevitable hablar del tema, tratando de recordar a detalle lo que el chico del portafolios había logrado hacer con ella, bueno ..... más bien con una de sus nalgas y su rodilla.
Como les había platicado antes, nosotros somos de clase media y la verdad es que el dinero que llega a casa es limitado ya que mi esposa no trabaja, ella se queda en casa haciéndo las labores que corresponden al hogar.
Cada vez que iba yo al trabajo y regresaba, al subirme al micro se me venía a la mente lo que había pasado con mi esposa, entonces me aventuré a tratar de hacer lo mismo (pero ahora solo) y saber hasta donde puede llegar un hombre, o más bien, saber hasta donde te permite llegar una chica.
Intenté muchas veces sentarme cerca de alguna mujer vestida especialmente con pantimedias y falda por arriba de las rodillas, pero era más el miedo que sentía porque me fueran a golpear o a hacer el ridículo entre tanta gente que siempre dude en hacer algo tan atrevido, hasta que finalmente sucedio una tarde de un jueves.
Al ir de regreso a casa me senté junto a una chica que, por el uniforme que llevaba puesto, entendí que trabajaba en Sanborn's (Tienda Departamental y Restaurante en México). Mientras el micro avanzaba, mi mente solo daba vueltas y vueltas en saber como comenzar, nunca antes lo había hecho. Me decidí y poco a poco acerqué mi pierna a la suya y mi mano rozaba el costado de una de sus rodillas. En ese momento no aguantaba la dureza de mi verga ya que pensé que me estallaría en cualquier momento.
Fue en ese instante cuando me dí cuenta que eso era lo que yo estaba esperando toda mi vida, manosear a mujeres especialmente con pantimedias, o ver a mi esposa mientras alguien más la manosea. Esa prenda me ha vuelto loco y he hecho hasta lo imposible por hacer para que ahora mi esposa las use a diario.
Un día llegué con mi jefe para solicitarle que me firmara una hoja para solicitar un préstamo a la delegación; creo que se le hizo muy raro, ya que yo nunca había solicitado ningún tipo de apoyo ni había hecho mal uso de los derechos que como trabajadores tenemos, no dudó en firmarme la hoja; recuerdo que me prestaron $5,000.00. Con esa cantidad, nos fuimos a las bodegas de ropa que hay en el centro de la ciudad y me fui a comprarle docenas y docenas de pantimedias de todos tipos y colores (aunque en realidad, los colores que más me gustan son los claritos, como el color natural, el juvenil o uno que creo que se llama ala de mosca). También aprovechamos algunos centavos para comprarle algunas falditas cortitas de mezclilla, unas dos de lykra y algunos shorts también de lykra, que los luce estupendos.
Para estrenar un par de pantimedias de color beige le pedí que usara una de las falditas nuevas que le había yo comprado. Salimos de la casa y nos fuimos al súper.
Como vivimos muy cerca de ahí, lo único que pudimos hacer es que ella se sentara en un asiento largo que es para 5 pasajeros y que regularmente va hasta el final de los microbuses (bueno, casi en todos). Entonces cada vez que subía algún hombre, le pedí que se hiciera un poco la desentendida y que abriera ligeramente las piernas. Como era de esperarse, más de uno pudo verle las piernas hasta el fondo, y aunque no era tan obvia para hacerlo, si lo hacía con cierta coquetería (la cual toda mujer sabe aprovechar al máximo, y creo que muchos de ustedes estrarán de acuerdo con un servidor).
Así lo hizo, tanto de ida como de vuelta a la casa y eso fue suficiente para llegar con la verga a reventar de tanta excitación.
Recuerdo perfectamente que le pregunté que como se había sentido, pero al meterle la mano en la entrepierna por encima de las pantimedias entendí su sentir, su humedad, la besé y me la recosté en el sofa, le subí la faldita, de un fuerte tirón le baje los chones y las pantimedias y sin dudar, de una sola estocada le metí mi verga hasta el fondo, estaba bastante humeda y se sentía hervir dentro de ella.
Entonces me confesó que por primera vez mientras cogíamos, que se había sentido como una puta pidiendo verga y ofreciéndose a todos los hombres, que le hubiera gustado que uno de ellos (un muchacho de no más de 30 años) se hubiera acercado a ella y con sus manos le abrira las piernas para poder admirarla en todo su esplendor de mujer, estaba como poseida.
Pero eso fue cierto, el muchacho al cual ella se refería volteaba constantemente a verla y ella abría un poco más las piernas, cada vez que el chico volteaba.
Es algo probablemente muy simple lo que les he contado el día de hoy, pero para nosotros que no habíamos hecho algo juntos, fue lo máximo, y es que solo así fuimos aprendiendo y conociendo más de nostros mismos.
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