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"Tres matrimonios amigos van de acampada por Los Pirineos"
Nos conocemos desde hace unos veinticinco años. Todos estábamos estudiando en la Universidad Autónoma y fue Nando quien una tarde nos presentó a Charo y esta, días después, en la cafetería de la Facultad de Ciencias, a sus amigas Mabel y Pura. Berto y yo, Alfonso, fuimos a ver si las tías estaban bien y molaban y con un poco de suerte podía haber posibilidades de pillar, y han pasado ya un montón de años desde que las tres parejas (Mabel-Nando, Charo-Berto, Pura-Alfonso) nos casamos a la vez un frío y lluvioso día de mediados de enero en la alcaldía de Alpedrete, el pueblo madrileño cercano a la Sierra segoviano-madrileña en donde nos fuimos a vivir todos porque no encontramos otro lugar que mínimamente nos gustara en donde las casas fueran suficientemente baratas. Se puede decir que los tres matrimonios (tenemos sólo un hijo cada uno, al estilo maoísta) conformamos una familia muy unida que, además, tiene intereses económicos comunes, porque tras los muchos problemas que tuvimos al acabar los estudios para encontrar un trabajo medianamente decente, aprovechamos la oportunidad que se nos presentó de quedarnos a buen precio (constituyendo una empresa en la que los seis figuramos a partes iguales a todos los efectos y a la que el banco en donde trabajaba el padre de Charo hizo un préstamo) con un estupendo amplio local de dos plantas y sótano en donde pusimos un bar-cafetería-restaurante-pub-terrazadeverano-salademúsicaenvivo-saladeexposiciones-cineclub-celebracióndefiestasybanquetes, que a fecha de hoy sigue funcionando perfectamente (de hecho, vivimos bastante bien) y es un referente en todos los pueblos de la zona, e incluso nos viene gente desde Madrid, Segovia, Ávila.
Cuando se cumplieron veinte años de las bodas, hicimos los seis un viaje de una semana a París, celebrándolo por todo lo alto en un lujosísimo hotel y sin reparar en gastos. Hubo de todo un poco, con anécdotas nocturnas sabrosas que podrían ser tema para otro día. Debo decir que somos gente bastante sencilla provenientes de clase obrera (mi padre era soldador en la fundición Jareño y mi suegro dependiente en Maxcali, una tienda de ropa masculina de la Puerta del Sol). En el viaje de vuelta hacia casa Mabel, esposa de Nando, nos dice: ¿os acordáis de las acampadas que hacíamos en los Pirineos y lo bien que lo pasábamos? Deberíamos repetirlo para recordar y demostrarnos que aún seguimos vivos. Para mi sorpresa (soy el más urbanita de todos y el menos ecologista, no puedo pasar más de una semana sin ir a Madrid a pasear por El Rastro o ir al fútbol a Chamartín), mi mujer, Pura, le hace eco: sí, estamos tan aburguesados que quizás nos viniera bien el contacto con la naturaleza sin casas rurales de muchas estrellas ni tanta tarjeta de crédito. El asunto no quedó ahí, sino que en los días siguientes fue tomando cuerpo y a pesar de mis reticencias iniciales, quedamos en organizar una salida de una semana después de la Semana santa. Internet lo pone todo fácil, me dijeron.
Bueno, pues ya estamos en la bonita ciudad oscense de Jaca tomando un café en la oficina de la agencia de viajes especializada que nos ha preparado una serie de recorridos de senderismo no muy duros, fundamentalmente por la comarca turística de la Jacetania, y lugares en donde podremos acampar durante esta semana loca en la que nos hemos propuesto recuperar nuestro antiguo espíritu deportivo (yo recuerdo que iba de acampada, fundamentalmente, para poder follar con mi novia, lo del espíritu deportivo lo dejaba para el Bernabéu) de cuando teníamos poco más de veinte años, ni un duro, muchas ganas de vivir y todas las necesidades sexuales del mundo.
El primer día es estupendo. Hace frío, pero el sol algo calienta, vamos provistos de todo tipo de ropa deportiva adecuada y la caminata no es muy dura por paisajes preciosos, por lo que como una hora de marcha después de una estupenda merienda-cena en una especie de albergue perdido entre los árboles, decidimos acampar en una pequeña campa porque la noche se echa rápidamente encima. Montamos fácilmente tres tiendas de campaña juntas una al lado de las otras porque se pueden unir y crear un único espacio si así se quiere.
No se puede encender fuego, en teoría, pero se nos pasa la legalidad en cuanto empiezan a caer algunos blandos copos de nieve y a la puerta de las tiendas charlamos, reímos, nos mostramos a gusto, tomamos té caliente con ron y calentamos las manos en el pequeño fuego que hemos preparado. A pesar de los años transcurridos, la verdad es que nos llevamos muy bien y no nos agobia ni la compañía de gente tan cercana y conocida ni el hecho de que estemos juntos casi siempre (excepto en las vacaciones anuales, que solemos tomar en octubre una vez solventada la avalancha de trabajo propia del verano serrano, y que por norma respetada al máximo, cada matrimonio se marcha por separado del resto, para desconectar). El cansancio y la falta de luz nos llevan a dormir a la tienda de campaña tras apagar el fuego.
Pura y yo nos desnudamos sin luz (apenas se ve nada salvo el resplandor grisáceo tenue propio de las nubes cargadas de nieve) y sin decir nada nos abrazamos y besamos con pasión, con ganas, sobre los suaves sacos de dormir abiertos puestos encima de una estrecha blanda colchoneta. ¡Cómo me gusta mi mujer, qué buena está! Es guapa, morena de piel con el pelo corto muy negro, unos ojazos oscuros que parece te van a comer cuando en ti fijan la mirada, unos labios gruesos y rojos que hacen pensar en lo bien que los utiliza; bastante alta, grandona y un cuerpazo que con el paso de los años se ha hecho más rotundo en sus curvas, con unas tetas grandes, duras y levemente caídas hacia los lados, coronadas por unas anchas areolas rojizas oscuras que rodean unos pezones gruesos y largos que me vuelven loco. Sus anchas suaves caderas albergan un culo que para mí es el rasgo fundamental de su excitante cuerpo: grande, redondo, duro, prieto, sin vello, sin ninguna imperfección; maravilloso, único. Piernas largas, muslos duros, musculados, gruesos, enmarcando su sexo protegido por una mata muy poblada de vello púbico muy negro, denso, siempre suave y poco rizado. Ni el haber parido, ni el paso de los años, ni algún quilo de más pueden oscurecer el hecho de que sigue siendo una maciza fabulosa, que me excita, que me vuelve loco y sabe darme gusto como jamás me ha dado nadie (tampoco es que haya sido yo un picha brava, pero algo he practicado por ahí).
No hables ni metas ruido Alfonso, que nos van a oír. No deja de ser candoroso el asunto porque en los últimos veinticinco años nuestros amigos nos han oído follar innumerables veces y también nos han visto algunas veces, igual que nosotros a ellos.
Sí, cariño, sí, pero chúpamela como tú sabes que me gusta. Pura es una estupenda chupapollas y además le gusta hacerlo porque se excita un montón con la polla en la boca, sintiéndola crecer y ponerse dura dentro. Cómo me ha puesto en apenas un par de minutos de una mamada suave, con mucha saliva. Se la tengo que meter ya mismo.
Sube amor, ven, mira que dura la tengo. Se sube sobre mí poniendo una rodilla a cada lado de mis caderas y sujeta la polla para introducírsela bajando suave y lentamente. Siento que está muy mojada, como en los días de máxima excitación. Le hace falta follar.
Cómo me gusta, cabronazo, cómo me gusta tenerla dentro, tan grande y larga. Ya no dice más. Empieza a subir y bajar lentamente en toda la extensión de la polla y así estamos un par de minutos (está mi rabo que parece el mango de una pala), hasta que se dobla por la cintura, me abraza, besa mi boca y empieza a moverse deprisa, muy deprisa, a derecha e izquierda, arriba y abajo, en círculos, así durante un buen rato en el que con mi mano derecha masajeo con suavidad y ritmo sostenido su hinchado clítoris y mantengo la mano izquierda en su cintura o acariciando sus excitantes glúteos (a ella y a mí nos gusta que le dé algún que otro azote fuerte y sonoro durante la follada, pero hoy no me deja, no quiere que se oiga ruido). Se corre intentando no gritar, tapando su boca con la mía, jadeando, casi llorando de gusto, sin decir nada durante los muchos segundos que dura su orgasmo.
Pura está tendida a mi lado recuperándose de su sentida corrida, acariciando muy suavemente mi polla (niña, ya me hace falta, dame gusto), de repente oímos unos jadeos fuertes, ansiosos, muy seguidos, provenientes de la tienda situada a la izquierda, presagiando la corrida de Charo (siempre ha sido muy escandalosa para el sexo, al contrario que su marido Berto, que se queda callado todo el rato, como si gozara de manera muy íntima y personal), que termina dando un grito alto, prolongado, que se debe oír en varios metros a la redonda. El grito del orgasmo de Charo ha sido el resorte que activa la mano de mi mujer, que en pocos minutos me hace una paja perfecta, tapando mi boca con la suya para que no se oigan mis fuertes resoplidos cuando tengo mi orgasmo. No ha estado mal. También se oyen las risas de Mabel y Nando. Esta noche hemos debido mojar todos.
Despierta el día frío y con algún leve aguacero de vez en cuando. Localizamos con alguna dificultad (por aquí el GPS funciona mal en cuanto hay nubes un poco densas y del teléfono móvil mejor no hablar) la pequeña aldea de cuatro casas (dos de ellas son casas rurales que vienen en todas las guías top de internet) en donde comemos muy bien y en vez de quedarnos por si acaso (es mi idea, pero los demás me animan a seguir ante la aparición momentánea de unos tibios rayos de sol) tal y como nos aconsejan los lugareños (que son realmente hosteleros de Barcelona trasplantados a esta comarca), seguimos el sendero marcado, hasta que poco después de las seis de la tarde no se ve apenas nada, llueve ya de seguido y el frío se nota de manera intensa. Por supuesto, nos hemos perdido.
Veinte mojados minutos después nos parece distinguir unos cincuenta metros más arriba, entre una densa masa de árboles, lo que parecen restos de una casa de piedra. Hacia allí nos dirigimos porque necesitamos descansar y buscar refugio ante la constante y molesta lluvia y el frío que comienza a notarse más de la cuenta. Son las ruinas de una construcción que tuvo que ser medianamente grande. Se mantienen en pie una parte de dos de las paredes formando ángulo recto y el techo correspondiente, por lo que ofrece buen refugio ante lluvia y viento. Al entrar por el hueco de una gran ventana descubrimos que al fondo hay dos pequeñas tiendas de campaña y escuchamos una voz seca que dice: vaya, gente por aquí; pasad al fondo, vamos, cerca del fuego, que os veamos. A mí me parece una orden más que un saludo.
Son tres hombres de unos treinta y cinco años el mayor y como diez menos los otros dos, con aspecto de llevar algún tiempo viviendo a la intemperie: delgados, piel muy morena, pelo largo mal cortado, barba sin rasurar de varias semanas, ropa arrugada de usarse muchos días seguidos, … En ningún momento se presentan o comentan quienes son ni que hacen allí, simplemente dicen que nos sentemos cerca del buen fuego que hay encendido y en donde sobre una rejilla están puestos un par de calderos cuyo contenido uno de ellos remueve lentamente, fuman tabaco rubio constantemente y el que lleva la voz cantante (tiene una fea cicatriz en la frente que llega hasta la mejilla derecha) mantiene una corta charla con nosotros: ¿os habéis perdido?; es normal si no se conoce bien la zona. Por aquí no pasa nadie, bueno, nosotros con nuestro tema (lo que provoca risas entre los tres hombres y gestos de complicidad) y a veces los picoletos. Vaya nochecita de mierda, eh, cabrones.
Nos da muy mala espina esta gente, no hablamos entre nosotros, pero las miradas que nos cruzamos son significativas desde el primer momento. La lluvia y el viento arrecian, así que ni pensar en irnos. Me levanto para mirar donde podemos plantar las tiendas de manera que queden resguardadas (y nosotros también, lo más separados de la vista y la presencia de estos tipos) y veo que tras una de las tiendas hay dos escopetas apoyadas en la pared y semi tapadas con un trozo de manta. El único que habla de estos hombres (los otros dos más jóvenes parecen sus subordinados) ha seguido mi mirada, se acerca hasta mí y con un rápido movimiento saca una negra pistola con la que me apunta ante las exclamaciones de sorpresa y miedo de todos nosotros. Ahora vamos a estar tranquilitos, sin malos rollos. Hacedme caso y no os pasará nada chungo, ¿entendido?
Rápidamente nos han atado entre los tres las manos a la espalda y las piernas muy juntas a los seis con unas cuantas vueltas de cinta aislante. Imposible moverse. Antes nos han quitado los anoraks y parkas (son mejores que los nuestros, así que gracias por el regalo) y las botas (por si tenéis malos pensamientos y os queréis escapar), dejándonos sentados con la espalda pegada a una de las paredes cercanas al fuego, los tres hombres juntos y las mujeres un par de metros a nuestra izquierda.
No habéis elegido un buen día para venir por aquí. Esta noche tendremos visita para terminar un negocio. Por vuestro bien, no prestéis atención, ni miréis ni os deis por enterados de nada. Es un consejo.
De nada vale que intentemos dialogar con él para que nos dejen marchar (los otros dos no abren la boca para nada) pues no nos deja ni hablar. A Berto le golpea duramente en la cabeza varias veces con un palo cuando intenta decirle que nos dejen en paz, que nos vamos y no sabemos nada de nada, que a nadie se lo contaremos ni les crearemos problemas.
Me parece que ya vais a ir entendiendo. Una palabra más y os apaleo a los seis. Queda claro.
Deben ser las nueve de la noche cuando se oyen un par de cortos silbidos de alguien que está cerca. En un minuto un hombre y una mujer hacen su entrada en el recinto, se saludan afectuosamente con el cabecilla de los que ya conocemos y en una mezcla bastante malsonante de francés y español (quizás también catalán o un argot de la zona, apenas entiendo lo que dicen a pesar de que yo hablo francés) se quejan de la lluvia, el frío y la ubicación del lugar, porque han estado cerca de perderse y han pasado dos veces al lado sin verlo. Se ríen (de eso se trata, que sea un sitio seguro) y enseguida el mayor de los recién llegados (se nota que le tienen respeto o temor, quizás porque el tipo es muy alto y grande) pregunta por nosotros: turistas que se han perdido y no han sabido darse cuenta de que aquí no pintan nada. Peor para ellos.
Se reúnen todos en la pared más resguardada, enfrente de donde nos tienen a nosotros, se tumban sobre nuestras colchonetas (qué cabrones, lo bien preparados que salen al monte) y compartiendo el contenido de las perolas que hay al fuego, riendo, comentando lo que supongo son sus negocios (me parece entender que se dedican al contrabando de tabaco y alcohol que venden en Francia y Cataluña) y pasándose varias botellas de una conocida y cara marca de whisky. Joder, que mal veo esto, tengo un acojone tremendo por la situación en la que estamos y lo que pueda pasar.
Desde hace un buen rato el hombre de más edad (es un tipo de tamaño grande de verdad) se está besando y dando el lote con la joven chica que le acompaña, hasta que ella se desnuda por completo y después quita la ropa al hombre, que se deja chupar su gran polla que ya está dura y tiesa, mientras habla en voz alta. Los otros tres hacen como que no le dan importancia, se ríen y siguen bebiendo, pero minutos después, cuando la pareja ya está follando con la chica encima, se levantan hacia donde estamos, y cogen de los brazos a Charo. Nuestros gritos y protestas sólo consiguen que nos peguen varios golpes con palos en la cabeza, los hombros y la espalda, de manera que Berto, quien más protesta y más palos recibe, queda inconsciente con una pequeña brecha sangrante.
Charo está de pie completamente desnuda entre los tres hombres. No la he descrito: bastante alta, delgada, muy morena de piel, siempre sin marcas de bikini, pelo corto teñido de color castaño-rojizo, musculada (le encanta ir al gimnasio a diario), con tetas no muy grandes, redondas, aplastadas, muy duras, con unas areolas pequeñas muy oscuras y llamativas por sus pezones marrones bastante grandes; un culo pequeño muy masculino, fuerte y duro con forma de pera, piernas largas preciosas y completamente depilada, uno de sus gustos predilectos que despierta la admiración de los tíos que la están mirando. Es una tía buena, desde luego.
El grito alto y corto que da la joven al correrse excita más a los hombres y se desnudan con rapidez mientras Charo, lloriqueando, les pide por favor que la dejen en paz, que no le hagan nada, lo que lleva al mayor de los hombres (desnudo parece un gran oso peludo) a acercarse rápidamente hacia nosotros y golpearnos de nuevo duramente con un palo. ¿No queréis aprender? Os vamos a moler a golpes si estas putas no hacen lo que deben y seguís protestando.
Desde hace varios minutos Charo está arrodillada y los tres hombres a su alrededor le van introduciendo las pollas en la boca por cortos turnos, mientras le urgen a que se las mame rápida y profundamente, sin utilizar las manos, dándole algún que otro golpe de atención en la cara y la cabeza. Uno de los más jóvenes no aguanta más y cuando se la tiene metida sujeta la cabeza con ambas manos empujando muy dentro durante unos segundos hasta que se corre con un resoplido y una frase dicha en voz alta: qué bueno es tener putas que la chupen. El segundo joven tampoco tarda mucho en eyacular dentro de la boca de la mujer, quien tiene pringados la cara, las tetas y los muslos tanto del semen que no quiere tragar como de sus propias babas y de las lágrimas que derramó al principio. El tercer hombre, el de la cicatriz, se lo toma con más calma y durante muchos minutos obliga a Charo a mamársela sin pausa, sin utilizar las manos y dándole de vez en cuando algún fuerte pollazo en las mejillas, como si fuera una bofetada de desprecio (mi leche te la vas a tragar toda o te corto los pezones, puta mamona). Cuando siente llegar su orgasmo, el tío coge del pelo a la mujer y tirando hacia él se corre cerrando los ojos y dando un largo bufido mientras dice en voz apenas audible: qué bueno; bebe todo, traga, puta, traga.
Dejan a Charo separada de nosotros, desnuda, tapada con una manta y le pasan una botella de whisky de la que bebe ávidamente. Tiene pinta de guarra de película porno tan pringada como está de semen, babas y lágrimas.
Vosotras dos iros preparando. Tengo ganas de mujer y me vais a venir bien. El hombre alto y grande, que sigue desnudo, lo dice en un horrible español, pero todos entendemos que va dirigido a Pura y Mabel.
Durante más de una hora, tras alimentar de nuevo el fuego, han estado bebiendo y fumando hachís (¿no hay coca?; ¿los turistas tampoco llevaban nada para meterse?). El tío grande y peludo se ha estado excitando con la joven (desnuda está muy buena: muy morena con una tremenda mata de pelo negro en el pubis que parece un bosque y un cuerpazo joven en donde hay de todo, pequeño pero muy bien puesto; es la única que habla un francés entendible para mí, y no deja de decir que está muy mosqueada porque su hombre tiene ganas de follarse a otra tía aparte de ella). El tío, después de recibir unas chupadas tranquilas, largas, muy húmedas por parte de su hembra, presenta un pollón impresionante, largo, muy grueso, un poco curvado hacia arriba. Se levanta, avanza hacia Pura y la levanta del suelo. La lleva hasta una de las colchonetas y con cuidado corta las ligaduras de mi mujer y le dice suavemente que se desnude. Como Pura parece dudar, dice algo a su chica y esta viene corriendo hacia nosotros con un palo que utiliza con saña, dándonos ocho o diez duros golpes a cada uno de los tres que estamos allí atados. Me parece que Berto sigue medio inconsciente y yo tengo los labios, una oreja y un ojo muy castigados. No veo bien a Nando. Nos están dando con ganas y la cabeza me duele por todos lados.
El tipo grande ha estado tocando y chupando a Pura durante mucho rato, haciendo elogios de su cuerpo. Le ha comido las tetas, primero con mucha suavidad, y luego mordiendo y pellizcándoselas, atacando también con dureza sus pezones. Se ríe cuando se da cuenta que la mujer se está mojando a pesar del miedo y la pone a cuatro patas (este culo es una maravilla, no se puede despreciar un regalo como este), de manera que queda mirando hacia mí. Se la mete en el coño de un solo golpe (me da la impresión de que Pura está cachonda sin poderlo evitar) y da como dos docenas de lentos y profundos pollazos, hasta que saca la polla bien mojada de los jugos vaginales y se la sujeta con la mano derecha para empujar en el ano. Le cuesta un poco y al tercer o cuarto intento logra meter su grueso capullo (mi mujer se queja en voz baja y cierra los ojos; me parece que le está gustando), lo que celebra soltándole a Pura media docena de fuertes azotes, que suenan como un tambor, provocan las risas de todos los que están mirando y la follada tremenda por parte del oso peludo. Durante muchos minutos el metisaca en el culo de mi esposa es fuerte, rápido, duro, profundo, aderezado con algunos azotes que le dejan los glúteos de color rojo sandía. A mí me gusta penetrar el culo de mi mujer de vez en cuando y mi polla es grande, pero no tanto como la de este tipejo. El tío saca la polla de golpe y da la vuelta a la mujer para metérsela en la boca, toda entera, hasta tocar los huevos con los labios de Pura, mientras sujeta la cabeza tirando del pelo. En apenas unos segundos se oye una especie de bramido animal, alto, fuerte y largo, señal de una corrida acompañada de una lechada que parece no tener fin y que Pura intenta tragar a pesar de algunas arcadas, aunque se derrama una parte por sus tetas. El tío mantiene la polla en la boca hasta que mi mujer se la limpia suavemente con la punta de la lengua durante muchos segundos. Cuando terminan (no sé si mi mujer se habrá corrido, parece tranquila), se acerca la joven francesa y golpea a Pura en la espalda y el culo, muchas veces, mientras dice: puta, ya te voy a enseñar a darle gusto a mi hombre. Las risas y comentarios de los hombres que miran se acaban cuando el jefe da un grito y se tumba tranquilamente sobre una de las colchonetas junto a la joven a fumar y beber.
Dejan a Pura junto a Charo y ambas se miran con expresión entristecida en la cara, dolientes, mientras beben de la botella de alcohol que les han dado.
El tío malencarado de la cicatriz dice algo a los dos más jóvenes y estos cogen a Mabel, cortan sus ataduras y le ordenan que se quite toda la ropa, lo que hace sin dudar ni un momento. Mabel es la más bajita de las tres amigas, pero también la más guapa de cara (es muy rubia con larga melena, unos ojos azules preciosos y unos rasgos muy finos) y con un cuerpo impresionante; es la típica mujer que no destaca vestida, incluso puede parecer que tiene excesivos quilos, pero desnuda es un monumento.
La desnudez de Mabel llama la atención, en especial sus especiales tetas: son muy grandes, parecen un flan alto y tieso moteado de pequeñas pecas, terminado en punta con pezones largos de un bonito color tostado, rodeados de unas pequeñas areolas del mismo color en donde crecen media docena de largos pelos rubios (nunca se los quita porque a su marido le excita sentirlos cuando se come las tetas). Una cintura más bien ancha da paso a un pubis con vello muy rubio y poco denso, por lo que parece que está depilada y a un culo redondo y bonito, con muchas pecas, que se sujeta en muslos gruesos y fuertes. La de veces que he fantaseado que me comía esas tetas y ese coño rubito.
Eso es lo que hacen los dos tíos más jóvenes, se comen las tetas de Mabel los dos a la vez, con gula, como si estuvieran ante el manjar de sus sueños, lamiendo, chupando, mordiendo, amasando con las manos, pellizcando. Nando comete el error de decir algo que no entiendo bien (cerdos cabrones o algo parecido) y el animal de la cicatriz le levanta del suelo, le da dos fuertes puñetazos seguidos en el estómago, le pone de rodillas enfrentado a su mujer y le arranca los pantalones y el slip mientras él también se desnuda. La joven francesa se levanta y sujeta a Nando de los hombros muerta de la risa cuando la polla de buen tamaño del tío malencarado entra en el culo del marido arrodillado, lo que provoca un fuerte grito, supongo que de dolor o quizás de rabia e impotencia.
El matrimonio está siendo follado a conciencia, ambos a la vez, enfrentados de manera que tienen muy cerca las cabezas. Mabel ha sido penetrada por todos sus agujeros por los dos jóvenes, que se van rotando y, cada poco rato, vuelven a ocuparse de las golosas tetas de la mujer. Nando está sufriendo un duro castigo en su culo con la tremenda follada que le está dando el hombre de la cicatriz y en la cara, porque la joven, que le sigue sujetando de los hombros, se las ha ingeniado para restregarle el coño por toda la cara, sin parar, intentando correrse, supongo.
Los dos tipos que están con Mabel ya se han corrido en la cara de la mujer, como en un bukake de película porno, y después de exigirla con algún que otro golpe que chupe y trague el semen acercándoselo a la boca con sus propias manos, la han llevado junto a Charo y Pura. Todos estamos pendientes de la enculada a Nando que parece no tener fin, lo que sucede cuando la francesita abre una navaja y se la pone a nuestro amigo en el cuello, mientras su follador acerca la dura y tiesa polla a la boca de Nando, quien sin resistencia la chupa y deja entrar en su boca, momento en el que tras un bufido largo y sonoro el tipo se corre con al menos media docena de lechazos de semen que extiende por la cara del sodomizado cuando este no lo quiere tragar.
Aplausos, risas y cachondeo a nuestra cuenta durante un buen rato. De repente cogen de nuevo a las mujeres y las llevan rápidamente a empujones hasta nosotros, nos golpean para colocarnos de manera que los seis estemos muy juntos (estamos asustados, todos nos tememos lo peor y nuestras caras reflejan miedo) y se colocan todos nuestros captores rodeándonos. A un grito del hombre de más edad empiezan a orinar sobre nosotros. Nos están meando, los cuatro hombres y la chica, que se ha colocado en una esquina para hacerlo más fácil. Nos mojan durante un buen rato, riendo sin parar, intentando apuntar a nuestras bocas, y cuando todos terminan nos echan por encima un par de mantas. Quietos ahí, que no os oigamos ni respirar o volvemos con los palos. Aprovechad para dormir un poco.
No sé en qué momento me quedé dormido pero despierto sobresaltado porque me están moviendo. No sé qué está pasando, pero hay más gente con nosotros y está hablando un hombre que parece lo hace en tono amable: estén tranquilos, ya han ido a buscar al médico y ahora mismo les soltamos y damos ropa.
Los dueños del albergue al que en teoría íbamos a ir a cenar y quizás a dormir dieron el aviso de que no habíamos aparecido y como también se perdió otra pareja por estos lugares, han dado una batida que nos ha encontrado alrededor de las diez de la mañana. Pura se acerca y me besa mientras me están quitando las ligaduras (vaya cara que te han puesto, estás para una foto). Todos estamos magullados y con golpes y pequeñas heridas, pero no especialmente mal, menos Berto que sigue conmocionado. Apenas recuerdo el camino de vuelta, parte del cual hemos hecho en todoterreno. Nos han mandado al hospital provincial de Huesca y tras distintas pruebas (incluyendo las del SIDA), sólo Berto pasa un par de días en observación, hasta que se recupera. Nosotros no salimos del hotel en el que nos alojamos salvo para ir a verle.
De nuestros maltratadores nada se sabe. Desaparecieron bastante antes de que llegaran en nuestro auxilio y la Policía nos dice que saben quiénes son (están seguros de que la joven francesa es la jefa de todo el tinglado de contrabando que tienen montado), que no tardarán en caer y que se pondrán en contacto cuando los detengan.
Cuando Berto tiene el alta médica no volvemos a nuestro pueblo. No queremos dar explicaciones y preferimos que las huellas de los golpes desaparezcan, así que pasamos unos días en Soria, en el Parador de Turismo, prácticamente sin salir, durmiendo, descansando, en las amplias bañeras y sin hacer referencia alguna a los que hemos vivido.
Han pasado ya varios meses cuando esto escribo. Hemos retomado nuestra vida cotidiana, pero sigue siendo un tema tabú entre nuestro grupo y Nando llega a enfadarse si alguno intenta sacar el asunto. Pura y yo si hemos hablado, claro, y me ha reconocido que se excitó mucho, pero no llegó a correrse. A ella, Mabel le ha reconocido que lo pasó mal, pero que se puso muy cachonda con los dos tíos que le hicieron de todo.
Cuando Pura y yo follamos, últimamente me pide más a menudo que la sodomice. También me ha pedido varias veces que quiere penetrarme el culo con algún consolador. Lo probaremos pronto, supongo, dado que insiste.
Hace unos días nos citaron en una comisaría de Madrid para informarnos que la policía francesa había detenido a dos jóvenes que parecen ser de los que nos agredieron. Iban con dos hombres más y una mujer joven que se enfrentaron a tiros con la Guardia republicana en un control de carretera cercano a la frontera española. Los tres han muerto y los dos detenidos se enfrentan a más de treinta años de cárcel. Hemos renunciado a presentar denuncia alguna contra ellos, no merece la pena.
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