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Categoría: Infidelidad

Si no lo cuento reviento

Hola me llamo Judith y les voy a platicar la experiencia que tuve con Mauricio, mi esposo, en Alemania. Viajamos a Europa como festejo de nuestros veinte años de matrimonio. Así, que dejamos a nuestros hijos con mis suegros y fuimos dispuestos a pasar unas buenas vacaciones allá. Debo decirles que mi esposo fue mi primer y único hombre en mi vida. Aunque iniciamos nuestras relaciones sexuales mucho antes de casarnos. Llegamos a Europa y visitamos varias ciudades, y como muchos mexicanos como nosotros chilangos, no teníamos idea de cómo funcionan las cosas allá. Así que en cada ciudad teníamos que peregrinar para conseguir hospedaje barato y cosas así. Iré al grano de lo que quiero contar.

Ese medio día llegamos en tren a Francfort, Alemania. Nos hospedamos cerca de la estación del tren, e inmediatamente salimos a conocer la ciudad. De regreso al hotel, ya iniciando a anochecer, vimos un letrero que decía ‘sauna’ y decidimos preguntar si se trataba de baños con sauna para ver la posibilidad de tomar un baño ahí, ya que no nos habíamos bañado desde el día anterior. Teníamos duda porque podría significar otra cosa, ya que no hablamos nada de alemán y el inglés que habla mi marido, es limitado. Por suerte la joven encargada del lugar, hablaba ingles y pudo comunicarse con mi marido. En efecto, se trataba de un baño público, y si podíamos usarlo. Llegamos a tiempo, porque en quince minutos más ya no se admitirían clientes, y en un máximo de dos horas teníamos que dejar el lugar. Otra cosa que nos dijo la joven, fue que las saunas privadas estaban ocupadas y que solo estaba disponible la sauna general, donde encontraríamos mas personas. Nos quedamos viendo uno al otro, y él me dejo la decisión a mí. Finalmente acepté, diciéndole que seria bueno conocer y además que ahí ni quien nos conozca.

La joven nos dio tollas y sandalias, y nos indicó que adentro encontraríamos jabón, espuma y shampoo. Tan pronto pasamos a los vestidores, llegó otra pareja, quienes se disponían a salir. Llegaron desnudos sin ningún pudor, ni siquiera voltearon a mirarnos. Ya se imaginaran lo que es para los mexicanos estar en una situación así. Cuando terminamos de desnudarnos, lo primero que hice fue enredarme la toalla por arriba del pecho, mi marido de la cintura. En ese momento llegaron dos mujeres, también desnudas, sin mayor pena, nos dieron un saludo. Pasamos al área del baño y ahí encontramos varios hombres y mujeres utilizando las instalaciones. Una pareja más salió de la sauna, desnuda por supuesto. Mi marido me preguntó que hacer, si ir al sauna o tomar un baño. Le dije que el baño, que no quería oler nuestros sudores después del día tan agitado, eso hicimos. Todavía con cierto recelo, nos desprendimos de las toallas y tomamos la ducha. Mientras estábamos en la regadera, me di cuenta que nadie se fijaba en nosotros. Esto me dio más confianza y me sentí más segura de estar desnuda en público. No les vos a decir que tengo un cuerpazo y cara de modelo, como aquí describen a muchas mujeres. Pero tampoco soy un monstruo. Mido 1,63 cm, de piel blanca, pelo castaño y más bien un poco gordita, pero no obesa, mi peso varía de 60 a 63 kg. Aunque el exceso de peso se acumula en mis muslos y nalgas. Mi marido pues tiene su pancita como muchos hombres a los 46 años. El es como 15 cm. más alto que yo, moreno claro y robusto.
En fin, de la regadera nos fuimos al jacuzzi, ahí platicamos sobre el lugar, la diferencia de mentalidad de esta gente, y cosas así. Ahí le pregunte a mi marido si lo le excitaba ver a otras mujeres desnudas. Reconoció que había cierto morbo en ese, pero por la pena su pene, ni se inmutaba, estaba completamente flácido. Él me regresó la pregunta, le dije que para nada, que ni me fijaba en los hombres. Tal vez esto comenzó hacer que, muy disimuladamente, viera los miembros de los hombres que estaban ahí, pues les he dicho que hasta ese entonces solo conocía la de mi marido. En los siguientes minutos fuimos quedando muy pocas personas, la gente se fue yendo. Decidimos entonces ir al sauna, aunque sabíamos que todavía nos quedaba buen tiempo para estar ahí. Entramos a la sauna, era como del tamaño de una recamara, con varias bancas de madera para sentarse, con luz tenue, con puerta y ventanas con cristal que preemitían ver al exterior. La sauna estaba medianamente calurosa, aceptable. Ahí encontramos a dos mujeres platicando, quienes salieron a los pocos minutos, después de que llegamos.

Pusimos nuestras toallas sobre las bancas y dispusimos a platicar y descansar con ese calor agradable. Ya no se veía nadie en los baños. Sin embargo, a los pocos minutos, entró a la sauna un hombre muy alto y fornido, rubio y bien parecido. Nos saludo en alemán, le calculé unos 35 años, me fijé que tenía la toalla en su hombro, casi por instinto, dirigí mi mirada a su miembro. Que bruto! Que tamaño tenía! Y grueso! Se sentó en una banca frente a nosotros, con sus piernas abiertas, su miembro quedó colgando en medio de ellas. Disimulé hasta que ya no aguanté las ganas de comentárselo a mi marido. Le dije muy discretamente en voz baja:
- ¿Ya viste al tipo, la cosota que tiene entre sus piernas?
- Sí, ya me di cuenta – me respondió – fingiendo que hablábamos de otra cosa.
- ¡Habla mas quedito! - le dije
- No importa – me dijo- no nos debe entender.
- ¿Esta muy grande verdad? – le pregunté con curiosidad.
- Bueno, al menos más que la mía – me respondió- y eso que no esta parado, ¿te imaginas de que tamaño tendrá erecto?
- Ay, cállate – le pedí – ya no hablemos de eso.

Le pedí qué se callara, por que eso me estaba afectando. Cuando mi marido dijo que lo imaginara erecto, sentí una sensación muy rara en mi vagina, un cosquilleo y calor, y es que no solo pensé en como se vería erecta, sino que se sentiría agarrarla.

El tipo se puso de pie, y se acerco a una llave de agua. Tomó un recipiente, abrió la llave de agua, espero a que saliera fría. Se hecho agua sobre su cabeza varias veces, para refrescarse. Ya que el estaba de frente a nosotros, con los ojos cerrados mientras le escurría el agua, yo le miré con mas detenimiento su miembro, que quizá por el calor de la sauna, se veía mas grueso. Claro que me pregunté como se vería esa cosota completamente erecta. Otra vez sentí ese cosquilleo en mi panochita. Mi marido se percató donde tenía mi vista. El tipo regresó a su lugar. Muy bajito me dijo.
- ¿Nunca has visto una cosa como esa, erecta?
- ¿eh? si tú sabes que solamente he tenido la tuya. – le respondí seria.
- ¿No te gustaría verla completamente parada?
- Ay! Ya cállate -- le dije.
- No, de veras, si no creas que no me di cuenta como la mirabas.
- Ay! Ya cállate, es pura imaginación tuya.
- ¿Y tus pezones erectos? ¿También son mi imaginación?
- Es por el calor de la sauna - le dije.

Yo no me habida dado cuenta mis pezones estaban erectos. Mi marido conoce muy bien que así se ponen cuando estoy cachonda. Y además, ya sentía yo un poco mojada mi conchita.

A los pocos momentos el tipo volvió a echarse agua. No había duda, era un ejemplar masculino, que nunca imagine ver desnudo tan cerca de mí. No pude evitar verle de nuevo su herramienta. Mientras la miraba, mi marido me preguntó:
- ¿Seguro que no quieres verla parada?
- Ay tu ¿Cómo crees? – le respondí ya insegura.- ¿Cómo se le va a parar?
- ¡Si lo provocas, seguro que se le para! – me respondió.
- Ay Mauricio, ¿Cómo crees? Estas loco – le respondí, aunque por dentro me gustaba mucho su idea.

Nos quedamos en silencio, mi respiración era un poco agitada. Yo rompí el silencio.

- ¿No te molestaría que lo provocara?
- No – me respondió seguro – como dijiste tú, aquí ni quien nos conozca. Además, ya nos estamos haciendo viejos, cuando vas a tener la oportunidad de ver otra así.
- ¿Estas seguro de lo que dices?
- ¡Claro! – dijo en buen tono, dándome confianza.
- Pues creo que sí, sí me gustaría verla parada.

Me puse de pie y fui a la llave de agua, a escaso metro y medio del tipo, llené la cubetita y eché el agua sobre mi cabeza. El tipo estaba a mis espaldas, por lo que yo no sabía si me miraba. Al siguiente cubetazo, lo eche poco a poco, frotando mi cuerpo. Toqué mis tetas, estaban muy sensibles. Una parte de agua la tire a mi espalda, levanté ligeramente una pierna, y con mi mano separé un poco mi glúteo para que entrara el agua. Tallé en medio de mis nalgas con cuidado. Volví a repetirlo, levanté mi cola lo más que pude, para que en caso que me estuviera observando, mirara mi sexo. Fingí que la cubeta resbalo de mis manos, al agacharme a recogerla al piso, cuidé no doblar mis rodillas, para mostrarle toda mi panocha. El simple hecho de saber que el tipo podía estar viendo mi sexo, me hizo entrar en completa excitación. Llené la cubeta nuevamente, y la puse en el piso. Agachada, le puse agua a mi pie, tallándole lentamente, luego el otro pie. El tipo debió darse cuenta que mis labios vaginales estaban hinchados y abiertos. Volví a echarme agua y regresé a mi lugar junto a mi marido, llevando la cubeta con agua conmigo.
- ¿Qué paso? – le pregunté a mi marido.
- Mira tu misma – me respondió.

Sí le había provocado. Su miembro estaba muy crecido, aunque era obvio que no tenía la erección completa. Por mi lado, estaba muy caliente y seguía con ganas verla parada completamente. Puse un poco de agua en mis manos, y la esparcí por mi cuello y pechos. Cuando toqué mis tetas, de forma natural mi cuerpo arqueó la espalda levantando mis pechos. Así deje mis manos, acariciando mis tetas muy sensualmente. Regresé a mirar al tipo, él no perdía detalle de mis movimientos. Abrí mis piernas y dejé caer agua de la cubeta a cierta altura, cuando el chorro tocó mi clítoris, fue como recibir una descarga eléctrica muy placentera. Inmediatamente llevé mis dedos a masajear mi botoncito. Abrí mis piernas lo más que pude, con mis dedos índice y anular, separé mis labios vaginales, estimulando mi clítoris e introduciendo la punta del dedo medio en mi vagina. Mire al tipo, tenía su mirada directa a mi conchita. No se imaginan el grado de excitación que alcancé, sentía que en cualquier momento tendría mi orgasmo. Mauricio, quien había seguido mis movimientos, tomó mi mano y la puso sobre su pene. Nunca había sentido que mi marido la tuviera así de crecida. Tomé el miembro de Mauricio, lo masturbé lentamente, al mismo tiempo que yo me introducía el dedo en la vagina. Regresé la vista al alemán ¡Que bárbaro! ¡Que palote! Lo estaba masturbando lentamente, sin dejar de mirarme.
- ¡Ya esta parada! – le dije con mucha dificultad a mi marido.
- Sí - me contestó – tú me la pusiste así.
- Me refiero a la del alemán – le aclaré.
- ¿No te gustaría ver que tanta leche avienta? – me preguntó Mauricio.
- Síííííí – le respondí inmediatamente., ya no podía detener mi calentura
- Síguele y lo veras – me dijo mi marido también muy excitado.

¿Cómo no vienes aquí para que yo te la masturbe? – pensé – y como si el alemán hubiera escuchado mi pensamiento, se movió hacia nosotros. Antes de que dijera yo algo, mi esposo me dijo: - Ahí viene, si quiere que se la agarres, adelante, no te detengas. Yo ya no supe, ni podía decir algo. Solo cerré mis ojos, sin saber que sucedería. El tipo se sentó junto a mí, con cuidado retiró mi mano de mi concha, y la puso sobre su palote. El tipo estiró su brazo para poner su mano donde antes estaba la mía. Desde luego que yo tomé su miembro y lo acaricié, despacio al principio, aumenté la fuerza según fue llegando mi orgasmo. Abrí bien las piernas pues le urgía a mi conchita ser acariciada. El suavemente me masajeo mi sexo y después me metió su dedo. Ahí tuve el primero. Nunca imaginé llegar a sentir un orgasmo tan placentero al masturbar dos miembros al mismo tiempo. Ellos debieron notar mi venida porque mi cuerpo se sacudió con fuerza. Mi marido me preguntó:
- ¿Te veniste?

Sin hablar, solo con el movimiento de mi cabeza de dije que sí.
- ¿Te gustó? – me preguntó ahora – le contesté de la misma manera
- ¿No te gustaría que te cogiera?

Ya no le contesté, solo cerré mis ojos, pensando en cual seria la sensación de tener ese bultote dentro de mi cochita. Los abrí, porque sentí que el alemán se ponía de pie. Efectivamente, se paró frente a mí, dejando su palote a escasos centímetro de mi cara.
- ¿Qué hago? – le pregunte a mi marido.
- Creo que quiere que se la chupes – me respondió- ¿Lo quieres hacer?
- Si, creo que si, pero es muy grande – dije temerosa.
- Nada mas bésala entonces.

La tomé con mis dos manos, dejando la cabeza libre. Le di un beso a su cabezota, y luego otro y otro. Con mi lengua recorrí todos los bordes de su cabeza. Con mi mano, detuve su miembro contra su abdomen, y le di de besos hasta llegar a sus huevos. No dejaba de impresionarme su tamaño, pues yo le estaba lamiendo la base del pene, y su cabeza me llegaba más arriba de mi frente. Regresé besándole y dándole pequeñas mordidas ¡Que gruesa y que dura estaba! Lo empecé a masturbar con mis dos manos, hasta que el las detuvo y las puso a los lados de su cadera. Con una mano detenía su miembro para que no se doblara hacia su abdomen, con la otra, tomó mi cabeza y la acercó a su pene. Por instinto abrí mi boca ampliamente y toda su cabeza entró fácilmente. Le comencé a mamar su palote. Casi era la pura cabeza la que yo mamaba, pero lo hice con ganas, se la bese, la mordí, y con mis dientes los resbalaba sobre ella. El también llego a un punto, que me detuvo. Se sentó en la banca y balanceo su pene en señal clara que me quería coger. Yo ni voltié a ver a mi marido, también deseaba sentir esa vergota dentro de mí. Puse mis rodillas a los lados de sus muslos, hice mi mano hacia tras de mis nalgas buscando su miembro y colocándolo en la entrada de mi vagina. Dejé caer mi cadera sobre su cosota, metiéndola poco a poco. Contra lo que pensaba, entró sin dificultad. Cuando tenía casi la mitad dentro, levanté mi cadera para después empujar hacia abajo y clavarme otro poco. En unas cuantos sentones, ya la tenía yo dentro por completo. Ahí me llegó el siguiente orgasmo. ¡Que sensación de llenura tenía yo en mi vagina! Cada vez que entraba, parecía como si me tallaran con esponja muy suave por dentro de ella. Bueno, solamente las que se hayan cogido una vergota sabrán a lo que me refiero.

Al término de mi orgasmo, cuando abrí los ojos, mi marido estaba de pie sobre la banca. Me acercó su miembro a la boca, se la mamé con mucho entusiasmo. El alemán hizo una mano hacia atrás y me hurgó mi culito, metiéndome la punta de su dedo. Eso hizo que me llegara otro orgasmo. Me sacudí con tanta emoción que prácticamente estaba rebotando sobre la vergota del alemán. El orgasmo fue muy largo. Le chupe con tanta fuerza su pene a Mauricio que se vino en mi boca. La cantidad de semen que hecho fue abundante, que muchos espermas cayeron sobre el hombro del alemán. El tipo apretó su mandíbula, intuí que iba a eyacular, por lo que me salí inmediatamente y me hinqué para masturbarle con mis manos. El primer chorro se estrelló en mi pecho. Después el jalo mi cabeza para metérmela en la boca, ahí me echó otro tanto, me tragué los mas pude, pero muchos salían a los lados de mi boca. Por fin terminó, quedó con su cosota semierecta, todavía de buen tamaño, yo únicamente le di un beso a la cabeza de la vergota a forma de despedida. El tipo simplemente se levantó y salió. Yo estaba agotadísima, voltié a ver a mi marido, el estaba sudando demasiado, sentado relajado. ¿Te gustó? – me preguntó. Le contesté con un abraso, lo quise besar, pero todavía tenía yo espermas alrededor de mi boca. Salimos de ahí, sin hablar ni comentar nada. Y así ha sido desde entonces. Nuestra vida siguió normal. Solo que al entrar a internet, leí algunos relatos y me dio por escribirle a Cali y por fin, contar a alguien mi historia, de otra forma reviento. Al fin que ni me conocen.
Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 5.28
  • Votos: 128
  • Envios: 16
  • Lecturas: 8617
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
viridiana
invitado-viridiana 22-12-2005 00:00:00

Me hubiera gustado una experiencia asi... bueno Felicidades !!!!

Joe Seg
invitado-Joe Seg 11-12-2005 00:00:00

Que placer te diste... quisiera que mi esposa se decidiera a cogerse a otro y asi ella cumplera su fantasia y yo ver cumplida la mia. En verdad me exito mucho de solo imaginarme a ella gozandose a otro hombre.

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