A la novia de mi mejor amigo le encantan las pelís románticas, en cambio a su novio sólo las épicas y cosas así. En cambio a mi me encantan, bueno en realidad no discrimino cine por géneros.

Durante una tarde soporífera tirados en el césped de la universidad intentamos decidir que hacíamos. Ella se puso pesada porque yo le había hablado de Shakespeare in Love y quería verla. Él prefirió irse a casar y adelantar trabajo de la carrera así que ella y yo nos fuimos a mi casa a ver la pelí.

La verdad es que lo pasamos bien viendo la película, es una de mis preferidas y siempre me emociono al final. Con las últimas escenas se me escaparon un par de lágrimas. Ella, que estaba abrazada a mí, me dio un beso en la mejilla. Me sorprendí, no me lo esperaba, y giré la cara. Nos quedamos a unos centímetros y sentíamos la respiración del otro.

La verdad es que nunca me había fijado en que ella era preciosa. Me acerque lentamente y le bese muy lentamente. Ella me correspondió. Nos reclinamos en el sofá unidos por la boca. Ella es una chica religiosa y tradicional por lo tanto yo no esperaba más, en esos momentos que unos castos besos.

Después de besarnos durante cerca de una hora, o eso creo porque no puedo calcularlo, al final de ese tiempo yo estaba sentado y ella encima mía. Por primera vez me había enrollado con una chica sin meterle mano, ella me imponía respeto. Cogió mi mano y se la puso en el culo. Yo ya estaba muy caliente y eso me puso más, pero sabía que no podía aspirar a más. Pero lo necesitaba.

Por eso le dije. “Cuando quieras que pare tú sólo dímelo”. La puse debajo mía y seguí besándola. Su boca, sus orejas, su cuello y me detuve y la miré. Ella me sonrió.

Decidí seguir. Me arrodille en el suelo. Cogí sus pies. La descalce. Le quité los calcetines. Acaricié sus delicados pies. Ella temblaba levemente y seguía sonriendo. Me llevé el piel derecho a la boca y lo bese muy suavemente. Ella se estremeció y con su otro pie rozó mi entrepierna. Me acerque de nuevo a su boca y nos besamos. Ella recorrió con su mano mi torso hasta llegar a mi erección.

Sonrió, me apartó y se arrodilló mientras me desabrochaba los pantalones. Me hizo el gesto para que me sentara. Me negué. Le cogí en brazos y le lleve a mi cuarto. Allí le tendí sobre mi cama. Le desnude con cuidado. La contemple y me di cuenta que su mirada no se apartaba de la mía.

Recorrí su sutil cuerpo con las yemas de mis dedos. Sólo rozándola. Besé sus pequeños senos, bajando hasta su ombligo, y llegando a su vagina. El olor tan suave de su sexo me atraía. Bese, lamí y respire en sus muslos para llegar a sus otros labios y encontrar su clítoris. Ella empezó a gemir muy bajo y a retorcerse. Me desnude y la penetre. Lo hicimos despacio. Durante horas. En distintas posiciones pero con toda la dulzura y suavidad que pude porque ella no era una chica, era una diosa y su novio me había dejado de importar. Sólo la deseaba a ella y ella sólo me deseaba. Dormimos todo el día siguiente abrazados y desnudos.

Nos despertó el sonido del móvil. Era mi amigo que me llamaba.
- Tío, ¿Dónde estás? Llevas todo el día desaparecido.
- Una princesa me dio un beso y me convirtió en un príncipe.