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Categoría: Confesiones

Sexo y erotismo con una japonesa en Japón

La lluvia cesó en el momento en que cruzó la puerta del "combini". El calor de aquella tienda en la que vendían de todo, contrastaba con la humedad y el viento que soplaba fuera. 

       Sin pensar en ello, Manuel se desabrochó la chaqueta y metió el paraguas empapado en una bolsa de plástico. Al lado de la caja, un chico japonés cobraba a un cliente. A su lado, una joven empleada, con el pelo teñido de rubio, miró al recién llegado con rostro curioso y sonrió. Manuel ya llevaba un tiempo allí, lo suficiente como para saber que esa sonrisa artificial no significaba nada y que aquella muchacha solo seguía, cuál robot, el rígido y servicial protocolo del país nipón.

        Entonces, ¿de dónde venía ese nerviosismo?, sí, iba a comprar una caja de condones. ¿Y qué?, no tenía ni que pedirlos, solo ir al pasillo correspondiente y meterlos en la cesta con algún dulce o bebida para disimular. Frente al pasillo dedicado a la prensa, donde se podía encontrar desde periódicos a comics para adultos, encontró lo que buscaba. La verdad es que casi todo estaba escrito en japonés. Si su "amiga" japonesa le hubiese acompañado... se lo había llegado a sugerir, pero ella no había puesto interés. Estaba claro que si quería mantener relaciones sexuales con penetración tendría que ser a iniciativa propia. Sin pensarlo mucho se decantó basándose en el precio, esperando que la marca más cara se adaptase al tamaño de su pene y que Yosika, que así se llamaba su compañera, apreciase la calidad.

********************

- Tadaima (ya estoy de vuelta) - dijo el varón al entrar en casa.  

- ¿Lo compraste? - respondió en inglés Yosika.

       Manuel respondió afirmativamente mirándola con deseo. La mujer se había puesto una bata de flores a la que llaman "yukata" que sujetaba con un cinturón grueso conocido como "obi". Manuel recordaba la primera vez que ella había usado esa prenda, fue en un viaje que hicieron  a una ciudad cercana, allí, ella se había encaramado a la cama para mirar por la ventana el paisaje nocturno. Cruzando el colchón "a cuatro patas", su trasero se marcaba de una forma especialmente sensual, o al menos esa es la imagen que le quedó a Manuel en el recuerdo: el trasero, los tobillos desnudos y los calcetines azul cielo.

- Voy a meter el dulce en la nevera. - intervino la japonesa.

       Manuel, tras descalzarse, se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa y ponerse cómodo. 

         De vuelta al salón, se sentó en el sillón y se puso a mirar la tele. Unos minutos después, vio como Yosiko se acercaba para luego, en el último momento, cambiar de dirección. La espera era algo tensa, pero excitante, y el miembro de Manuel comenzaba a responder. Un rato después, Yosika se sentó a su lado, tomó el mando, apagó la tele y apoyó la mano en el muslo de Manuel mirándolo. Este acercó su rostro y la besó en los labios y le dijo lo bien que sabía su boca.

- El preservativo - dijo ella dejando la cajita sobre la mesa.

Manuel quitó el plástico, abrió el envase y sacó una "goma".

- ¿Te ayudo? levántate.  

   El hombre obedeció y Yosiko, poniéndose en cuclillas, tiró de pantalones y calzoncillos dejando el colgante miembro al aire. 

     Luego se reincorporó y de manera sensual comenzó a quitarse la yukata. Manuel seguía cada movimiento. La japonesa se quedó en ropa interior, tanga que dejaba desnudas las nalgas y sujetador. Luego, girando sobre si misma descubrió sus pechos y sus pezones erectos. Por último, contoneando el culo, bajo el trozo de tela que ocultaba la rajita. El espectáculo erótico dio sus frutos y el crecido miembro estaba listo para vestir el plástico protector.

     Yosiko se sentó en el sofá y se abrió de piernas exponiendo sus partes íntimas. El dedo de Manuel, curioso, exploró la zona y se adentró en la vagina provocando los gemidos de su compañera. Los fluidos no tardaron en mojar el orificio dejándolo listo para la penetración. Mirándola a los ojos, mientras le acariciaba una teta, Manuel le metió el apéndice sexual. Yosika gimió y se abrazó a su amante recostándose a lo largo del sofá. Manuel se colocó sobre su chica cubriéndola, luego apoyó los codos a ambos lados de su rostro, la besó y empujó penetrándola de nuevo. Pronto la frecuencia del coito aumentó de ritmo. El primero en alcanzar el orgasmo fue él, luego le llegó el turno a ella por partida doble.
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