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Sexo, vinos y Bossa Nova

La vida de un músico suele ser un compendio entremezclado de claroscuros, los momentos de inigualable placer que regala el arte, se suceden con períodos de incertidumbre y dudas. Algo que es seguro en la vida de un artista es que todo el tiempo se presentan situaciones imprevistas, impensadas, como la que les contaré a continuación.



Tenía por aquel entonces 23 años. Vicky y yo nos presentamos, como cada jueves desde hacía un par de meses, en un pequeño restaurante de Balvanera, en la Ciudad de Buenos Aires. Vicky es una cantante tan bella como talentosa y yo la acompañaba en la guitarra. Nuestro repertorio giraba alrededor de la música popular de Brasil con algún que otro tema de jazz o folclore. La sensualidad y el tono de voz de Vicky le daban un toque muy especial a nuestros conciertos. El público solía ser cálido y muy tranquilo, gente a la que le gustaba ir a comer y tomar algo rico mientras disfrutaba de un poco de música en vivo, en un contexto bastante íntimo.



Esa noche una pareja llegaría para romper con el molde y dejar en mi recuerdo una marca imborrable.



Se sentaron en la mesa mas próxima al escenario, bien pegada a nosotros. A mi siempre me molestaba esa mesa, justamente por la extrema cercanía que la hacía un tanto incómoda para nosotros. De hecho casi nadie elegía sentarse ahí a no ser que fuera la única mesa disponible. Sin embargo, la pareja en cuestión lo hizo con el restaurante a medio completar y sin dudarlo un segundo. La ofuscación que ello me produjo sería completamente transformada mas tarde.



Nosotros ya teníamos el set preparado y tomábamos algo en la barra. Luego de unos 20 minutos, arribamos al escenario para empezar con nuestro show.



Ante nuestro saludo habitual de buenas noches, al que el público solía responder tímidamente, la parejita de adelante nos devolvió altisonante la expresión y mirándonos fijamente y sonrientes dijeron "buenas noches". Sus sonrisas estaban llenas de carisma y sinceridad. Arrancamos como casi cada noche con Dindi, de Jobim, nos gustaba el clima que generaba ese tema. Vicky, con su vestido rojo, largo y ceñido, comenzaba el tema a capella. Siempre, cada noche, ese era para mi un momento mágico, donde la excitación sensual y musical se fusionaba en una sola sensación de una potencia abrumadora. La belleza de Vicky se multiplicaba en cada nota que salía de su voz y la tensión física y emocional que me producía me inspiraba de manera especial para comenzar a tañer las cuerdas de mi guitarra como forma de expresar y liberar esa tensión a través de la música.



La expresión en el rostro de la parejita de adelante delataba en ellos un estado similar, los ojos grandes y atentos por un momento, al siguiente, los ojos cerrados y una inspiración profunda, para luego volver a abrir los ojos y exhalar el aire y el éxtasis recientemente incorporados, todo con sus sonrisas amplias y plácidas. Claramente era el público mas empático que habíamos tenido hasta el momento.



Con el pasar de los temas y el bajar de las copas de vino, ellos empezaron a cantar, casi sin voz, como haciendo mímica con los labios, todos los temas. Conocían el repertorio mejor que yo. En las canciones mas rítmicas, la dama hacía gestos sensuales de baile con los brazos y ambos nos regalaban su entusiasmo, lo cual era altamente motivador.



Después de unos 40 minutos hicimos un corte en la mitad del show, como siempre, para dar lugar a los pedidos de las mesas y seguir un rato mas tarde. Volvimos a la barra y pedimos un poco de agua para cada uno. Al rato, el caballero de la parejita de adelante se acercó, nos felicitó, nos presentamos y nos invitó a tomar algo con ellos al finalizar el concierto. Le contamos que solíamos sentarnos a comer algo siempre tras terminar la presentación, y que si querían podíamos compartir la mesa



La segunda parte del show siguió en la misma tesitura. Esta vez, pude notar como la parejita ponía le echaba el ojo a Vicky de manera insistente, pero a la vez sutil. Sumado a esto, intercambiamos algunas bromas entre los cuatro al finalizar algunos temas y realmente pasamos esa segunda mitad muy placenteramente sobre el escenario.



Al finalizar todos fueron aplausos y aprobación, y nos sentíamos completamente realizados. Una vez acomodados los instrumentos y el equipo de sonido vimos que la parejita había ya pedido a los mozos que ampliaran su mesa para poder comer los cuatro.



Pedimos pastas como casi siempre, ya que era la especialidad de la casa y la parejita insistió en invitar la bebida. Con muy buen criterio Andrea y Gastón eligieron un tinto exquisito.



Tendrían ellos unos 30 años. Gastón era un tipo fachero, pelo oscuro y frondoso, ojos negros, buena vestimenta, rostro estilizado y bronceado, con un gesto corporal de soltura y seguridad pero sin arrogancia. Andrea era una mujer realmente muy sexy, cosa que no había notado hasta ese momento por la sobriedad de su vestido y la poca luz del lugar. Ya mas de cerca y con la oportunidad de mirarla mejor durante la charla, pude apreciar su belleza mas detalladamente. Pelo castaño lacio, estatura media, misteriosos ojos color miel, que destilaban sensualidad y ternura a la vez. Sus labios eran particularmente atractivos, carnosos y delicados, y su sonrisa era absolutamente cautivadora. Su blusa negra había ocultado hasta entonces lo que ahora se revelaba como un detalle atrapante, sus pezones se marcaban debajo de la tela y regalaban juegos exquisitos a mi imaginación.



Me resultó sencillo observarlos ya que sus ojos y su atención se enfocaba en Vicky. Por momentos era un poco grotesca la situación pero con un par de copas de vino encima todos la pasábamos muy bien y yo estaba intrigado acerca de las intenciones de la pareja. Eran realmente muy agradables, cultos y divertidos y parecía que podríamos estar toda la noche conversando y riendo.



Todo cambió radicalmente cuando Vicky anunció que debía irse, dando como pretexto que al otro día debía levantarse temprano, cosa que yo sabía que era falsa, un indicio de que algo la incomodaba. Ellos tuvieron que esforzarse por disimular la frustración en sus rostros, entre bromas insistieron dos o tres veces en que se quedara pero ella estaba decidida y me pidió si la acompañaba a tomarse un taxi.



- Con permiso, les dije a ellos -vuelvo en rato



- Si, tranquilo, acá estaremos los tres -Dijo Gastón abrazando a su mujer con una mano y tomando una botella de vino con la otra.



Ya en la calle, Vicky entre risitas nerviosas se excusó, diciendo que la pareja le parecía agradable pero rara y que realmente estaba muy cansada. Yo asentí sin ánimo de discutir el tema y le sugerí que en todo caso ninguno de nosotros zafaba de ser un poco raro en esa mesa. Ahí nomás pasó un taxi y nos despedimos con un beso afectuoso. De vuelta al restaurante pensaba que probablemente Andrea y Gastón ya se estarían retirando o lo harían próximamente ya que su interés, sea cual fuere, estaba en Vicky.



Al llegar los vi efectivamente con actitud de noche cerrada y me senté a la mesa, que ya había sido despejada por los mozos.



- Que pena que Vicky tuviera que irse, con lo lindo que la estábamos pasando, ¿no? -dijo Andrea.



- Si, bueno, ella estaba muy cansada, tuvimos un día largo hoy.



- Vos también estás cansado?



- No realmente, la verdad que fue una linda noche y ni me di cuenta de que hora se hizo. Y estuvo buena la charla



- A nosotros nos encanta todo esto, buena música, charlar, comer y beber, todo lo que sea placer es lo nuestro.



Andrea remató esta frase con un gesto por demás sugerente y me clavó la mirada para ver mi reacción. Entonado por las copas, logré hacer justicia a la situación, sostuve la mirada contra la suya, sonreí y respondí lentamente, asintiendo:



- Del placer, de eso se trata todo...



Tuve la sensación certera de haber descubierto un acertijo, de haber dado con la contraseña indicada que abría la puerta a algo que todavía no imaginaba que sería. Gastón, entrando en la conversación, sería el portero que terminaría de abrir esa puerta



- En casa hay discos, hay vinos... si tenés ganas podemos seguir con esto de los placeres.



Tengo que reconocer que fue un momento tenso, era una invitación que parecía obvia por un lado, pero también era un poco sorpresiva y desconcertante. A uno se le pasan mil cosas por la cabeza, la mayoría sin sentido o causadas por nuestros miedos sociales, en parte justificados y en otra parte mucho mayor, ridículos. Por suerte el instinto aventurero me hizo decirles que si, y les pedí que me dejaran guardar las cosas para poder pasarlas a buscar en otro momento.



Mientras me encargaba de esta molesta tarea que nos suele tocar a los músicos, ellos pagaron la cuenta y se dirigieron a tomar aire fresco en la puerta del restaurante. Cada tanto, al levantar la vista, los veía besarse y abrazarse con mucho cariño. En una de esas ocasiones, ellos notaron que los miraba y con mucha naturalidad, mientras ella me saludaba con la mano, él se ponía pegado detrás suyo, pasaba sus brazos por delante, juntándose bajo la línea de sus pechos y la besaba en el cuello. Ella movió la cabeza hacia el costado buscando la boca de su amado. El facilitó ese encuentro y se dieron un beso profundo, de lenguas que se tocan, ella volvió a mirar hacia donde estaba yo, para comprobar si había apreciado el espectáculo. Yo no pude sostener la situación y bajé la mirada casi con vergüenza.



Finalmente salí y allí estaban ellos esperándome. Gastón se arrimó a la vereda para pedir un taxi. Al llegar el taxi, abrió la puerta trasera, yo esperaba que ella entrara mientras me disponía a sentarme en el asiento del acompañante.



- No seas aburrido -dijo ella- vení acá atrás con nosotros



Sonreí y accedí a su sugerencia. Andrea entró después y finalmente lo hizo Gastón. Él indicó una dirección en Belgrano, estábamos en Balvanera, así que fue un viaje relativamente prolongado. Andrea comenzó a ponerse bastante mas charlatana que antes, haciendo bromas muy ocurrentes y mostrando una inteligencia y rapidez mental que me sorprendieron y me parecían muy seductoras. Esta circunstancia sumada al contacto corporal y al aroma de su piel y su perfume tan cercanos eran caldo de cultivo de una excitación creciente. El detalle de sus pezones marcados en la blusa ahora se me brindaba desde una perspectiva lateral. Sus piernas envueltas en un fino pantalón elastizado rozaban con las mías y podía sentir su calor. Ya estando por llegar, cosa que yo no sabía, hubo un rato de silencio luego del cual ellos se besaron otra vez muy íntimamente. Entre dos de esos besos, ella le suspiró un “te amo” con un tono de voz disfónico, casi inaudible, como gimiendo. Fue un momento tan excitante como incómodo. Mientras volvían a besarse sentí que una erección se disparaba sin control y temía ser descubierto y pasar un papelón. Fueron apenas segundos, estábamos llegando y el trámite de bajarnos del taxi logró darle un respiro a mis sentidos.



Entramos en su casa. Un PH bastante amplio. Exquisitamente decorado, impecable pero muy cálido. Me invitaron a sentarme en un sillón ubicado en el living comedor que conectaba a la cocina a través de una barra lo cual permitía el contacto visual entre los dos ambiente. De a poco nos fuimos acomodando. Mientras cada uno fue al baño, ellos fueron preparando el ambiente adecuado para lo que vendría. La iluminación era en mayor parte con luces dicroicas, a las que se les podía regular la intensidad. Andrea fue la encargada de preparar el living ajustando las luces, trayendo almohadones y moviendo algunos muebles para que estuviéramos mas cómodos. En medio de estas maniobras, ella mostraba toda su gracia en cada movimiento, hacía pasos de baile, me miraba y me sonreía. Yo estaba deleitado, cada minuto que pasaba notaba que ella me atraía un poco mas y al ver que no le incomodaba que la mire, empecé a observarla sin temor a que lo notara.



-¿Estás cómodo? -preguntó



-Si, claro. ¿te ayudo con algo?



-Gracias divino, vos ponete cómodo, relajate, ya trabajaste hoy.



-Ok



-Si querés sacate los zapatos, vas a estar mas cómodo, sentite como en tu casa



Recién ahí noté que ella estaba descalza, y decidí que realmente me vendría bien estarlo también, así seguí su consejo.



Mientras tanto, Gastón contemplaba la situación desde la cocina. Estaba preparando algo para tomar y comer y puso música baja muy acorde al nuevo arreglo.



En breve estábamos los tres sentados en almohadones en el piso. Comiendo una especie de picada agridulce que improvisó Gastón, tomando un vino exquisito y charlando, riendo, contándonos cosas de nuestras vidas. Disfrutando de la situación a cada segundo. Ellos se tocaban y se mimaban todo el tiempo.



En un momento ella dijo que se iba a poner algo mas cómodo, que tenía calor, besó a Gastón brevemente y se paró con cierta dificultad debido a alcohol que había ingerido. Mientras ella se iba, bromeando con su inestabilidad, el la miraba atentamente hasta que se metió en el baño. Acto seguido me miró y dijo:



-¿Que hermosa mujer, no?



Yo lo tomé como una pregunta retórica y asentí apenas con la cabeza.



-No, te estoy preguntando en serio, ¿Te parece linda? ¿Te gusta?



-Si, por supuesto -dije aun tímidamente, sin saber que se pretendía de mi



-Te gustaría estar con ella?



Yo no sabía que responder así que él se me anticipó



-Mirá, a ella le gustaste… y quiere saber si a vos te gusta ella, hablá sin miedo, somos una pareja muy abierta, ya te dijimos, nos gusta el placer. Si fuéramos amigos y la vieras entrar a un bar, que pensarías



-Que es hermosa -dije yo, como desprendiéndome de algo que me pesaba, y agregué: -además tiene una onda bárbara.



-Si pero no me contestás, no tengas miedo ¿Te gustaría estar con ella? ¿Te calienta?



-...Si, la verdad que si, mucho



-Listo. ¿Viste que no era tan difícil? Vos relajate, tranquilo, dejate llevar y la vas a pasar diez puntos.



Y me sirvió una copa de vino y me invitó a chocar las copas



-Salud, Jorge



-Salud, Gastón



-Mi amor, vení a brindar con nosotros



-Si, ya voy



Tiempo después entendí que era una especie de código. El llamado a brindar indicaba que había luz verde para dar rienda suelta a su plan.



Minutos después se escucha la puerta del baño. Desde la oscuridad se fue acercando ella y revelando a cada paso lo que me dejaría sin aliento. Ella venía en una especie de camisón con un nivel de transparencia casi total. Uno podía entrever cada centímetro de su cuerpo detrás de la delgadísima tela que lo cubría. Ella nos miró entre seductora y un poco tímida, como esperando mi reacción para sentirse gustada.



- Decile si no es hermosa -dijo Gastón



- Y te quedás corto – respondí



- Hay gracias, mis amores -Dijo Andrea, dando una vuelta completa para deleitarnos con todas sus curvas.



Cuando estaba llegando a nosotros, comenzó a moverse el pelo con las manos y a mover las caderas al ritmo de la música que sonaba. Era la sensualidad total. Con el dedo nos invitó a bailar con ella. Yo esperé, aun timorato, a que Gastón tomara la iniciativa. Se puso a bailar frente a ella y jugueteaban con sus bocas y sus cuellos, amagando a besarse pero apenas rozándose. Ella me miró y me repitió el gesto de invitación que ya era inequívoco. Me levanté, me acerqué a ellos lentamente y me puse detrás de ella intentando acompañar sus movimientos. Me moría de ganas de tocarla, de besarla, de apoyar mi cuerpo contra el suyo, pero aun sin saber las reglas del juego, preferí ir despacio y esperar el momento indicado. Ella percibió mis dudas, tomó mi mano y la colocó en su cintura, mientras con la otra mano me acarició la nuca y me jalaba hacia ella. Yo venía lento pero no era tonto. La tomé de la cintura con decisión y posé mis labios sobre su cuello. Mi pelvis rozaba sus nalgas a cada movimiento y en escasos segundos aquella erección indeseable del auto volvió a aparecer, ahora con mas fuerza y sin temor a ser descubierta. Ella notó la nueva presencia y ahora movía sus caderas mas fuerte y empujando un poco hacia atrás, para maximizar el contacto de su cola con mi pija erecta. Estuvimos así hasta finalizar el tema. Luego Gastón le susurró algo al oído que no llegué a entender. Se fue diciendo que sigamos, que ya volvía y así quedamos Andrea y Yo, solos. Esta nueva situación me hizo tomar la iniciativa. Comencé a besarla con pasión en el cuello, en la nuca, en la zona descubierta de la espalda, mientras mis manos acariciaban su cintura y su vientre por sobre el camisón. Ella disfrutaba plenamente de mis besos y mis caricias y lo demostraba con breves gemidos que me excitaban al máximo y me incitaban a seguir descubriéndola. En un momento percibí que al besarla ella buscó mi boca con la suya. Yo deseaba esos labios con ansias, la invité a girar con mis manos en su cintura, tomé su nuca con mis manos y nos besamos como dos amantes en su plenitud. Nuestras bocas estaban selladas una con la otra y nuestras lenguas se buscaron a la velocidad de la luz. Nos apretamos el uno al otro con toda la fuerza de nuestro deseo. Sus tetas de pezones erectos contra mi pecho, su pelvis contra la mía, mis manos en sus nalgas. Nuestras pieles se deseaban con desesperación. Yo aparté las tiras que sostenían su camisón sobre los hombros. La prenda cayó con elegancia y sin resistencia. Sus pechos al aire eran la gloria, tan cerca de mi alcance, sus pezones rosados, duros, prominentes llamaban a ser devorados. Empecé a descender con mi boca, desde su cuello, lentamente, hasta llegar a sus tetas. Las besé con suavidad y dedicación, quería disfrutar del fino platillo con todos mis sentidos. Lamí sus pezones, los apretaba con mis labios y sentía el pacer que le causaba a ella, que jugaba con sus manos en mi nuca y suspiraba. Cuando percibí que era el momento comencé a agacharme mientras no dejaba de besarla, ahora en su vientre perfecto y en dirección a su vulva. Ella aún vestía una tanga muy delicada. Al llegar a la prenda ya el perfume exquisito de su cuerpo se mezclaba con el de su sexo. Al bajar su tanga, noté que ella estaba tan mojada que se pegó un poquito la tela. Ahora el olor a sexo era notorio y eso me excitó de tal manera que inmediatamente lamí la parte superior de su tajito. No sería la posición mas cómoda, así que la invité a recostarse en el piso. Mientras se recostaba yo me saqué la camisa y el pantalón, quedando solo en ropa interior. Al recostarse abrí sus piernas, levanté su cadera y me dediqué a completar lo que había dejado a medio hacer. Ahora mi boca podía gozar y hacer gozar a esa vulva caliente y mojada. Comencé lamiéndola suavemente, alternando la parte externa de los labios con el tajito del centro. Luego empecé a introducir mi lengua y moverla dentro suyo. Ella movía su pelvis y gemía en señal de aprobación. Ella puso su mano en la zona del clítoris y comenzó a frotarse mientras decía



Si, si, chupamela así…



Yo no podía parar de comerme su sexo y ella aceleraba los movimientos. Después de un par de minutos ella aceleró aún mas el ritmo y finalmente logró un profundo orgasmo que se hizo sentir en mi boca en forma de abundante y exquisito fluido.



Creí que debería tomarse un tiempo para recuperarse, pero un minuto después ella se reincorporó, se abalanzó sobre mi y, sin sutilezas ni intermedios fue a buscar lo que había bajo mi ropa interior. Yo ya recostado sobre el piso, ella me desnudó y comenzó a lamerme la pija. Pasó lentamente la punta de su lengua desde los testículos hasta la punta. Repitió la maniobra un par de veces, lo suficiente para ponerla otra vez totalmente dura y hacerme temblar de placer. A continuación tomó la pija con una mano y comenzó a chuparla. Lo hacía lenta y profundamente. Realmente era muy placentera la manera de hacerlo. Me di cuenta que si seguía así en poco tiempo acabaría en su boca, así que le avisé. Ella se rió deliciosamente se detuvo y dijo:



- mmm... que rico, pero no todavía…



Inmediatamente se levantó y fue a buscar una caja de preservativos. Vino, se puso de rodillas, una a cada lado de mis piernas, de frente a mi, y mientras sacaba un condón me dijo



-Te pongo el forrito ¿dale?



Yo asentí, obviamente. Me lo colocó con suavidad y maestría. Sosteniéndolo en la punta con una mano mientras con la otra lo desenrollaba a lo largo hasta llegar a la base. Me acarició los testículos mientras contemplaba con deseo el artefacto que le daría placer. Arrimó su sexo al mio, se levantó un poco y comenzó a bajar mientras iba siendo penetrada. En un par de segundos su cola estaba apoyada en mis piernas, y toda mi pija dentro de su vagina. Ella suspiraba, se quedó así unos instantes, gozando de como se había llenado su sexo con el mio. Yo sentía el abrigo de su sexo candente y exhalé placer por mi boca jadeante. Empezó a moverse lentamente, apenas sacando la pija volviéndosela a enterrar. Posó sus manos en mi pecho y fue aumentando gradualmente la velocidad y la profundidad de las penetraciones. Este aumento en la intensidad hizo que mi pija se pusiera completamente dura y yo sintiera muchísima estimulación y comenzara a jadear. Alguna de estas circunstancias calentó poderosamente a Andrea que comenzó a moverse con frenesí, levantándose casi hasta el punto de que se saliera la pija y luego dejándose caer con el peso de su cuerpo, logrando una penetración profunda que nos hacía gritar como animales salvajes.



En medio de este trance apareció Gastón, completamente desnudo y con su erección al descubierto. Seguramente había estado presenciando la situación, o tan solo escuchando la música de nuestro placer. Arrimó su sexo a la boca de su amada, y ella, sin dejar cogerme frenéticamente, tomó con una mano y engulló el trozo caliente con desesperación. Ella ahora no podía sostener el ritmo al perder el apoyo de sus manos. Yo la tomé de las caderas y comencé a ayudarla a mantener el movimiento, y moviendo también mi pelvis para penetrarla con fuerza. Ahora sus gemidos se sentían ensordecidos por lo que ocupaba su boca por completo. La situación me tenía completamente excitado y sabía que no pasaría mucho hasta que no pudiera evitar eyacular. En medio de esto, ella suspendió su movimiento, dejó su boca libre y mientras masturbaba a su amado lo miró a la cara y dijo.



Quiero que me cojas



Ella se incorporó, Yo quedé en el piso extenuado, la pija latiendo, la pelvis y los testículos bañados en los jugos de Andrea. Se puso en posición de perrita y el se colocó de igual forma tras ella. La penetró con fuerza y comenzó a cogerla intensamente desde el principio. Ella explotaba de placer y el parecía poseído dándole fuertes estocadas Yo me senté a contemplar el espectáculo, mas allá de la excitación mi pene comenzaba a aflojarse y pensé que sería prudente quitarme el preservativo. Me paré, me saqué el preservativo y lo anudé. Estaba por ir a buscar un lugar para tirarlo cuando ella me dice, con la dificultad de casi no poder respirar de como la estaban poseyendo.



Vení, vení



Yo me acerqué sin saber exactamente que hacer. Gastón paró un instante su ritmo y me guió. Me recosté boca arriba, en sentido perpendicular a ellos dos, de forma tal que ella podía chupármela mientras ellos cogían. Y así lo hicimos, ella ahora gemía con mi sexo en su boca. Sentía como se ponía otra vez dura y ella luego empezó a masturbarme con mucha fuerza, con Gastón sin darle respiro ni por un segundo. Ahora éramos tres bestias salvajes haciendo todo tipo de sonidos, extraviados de toda civilidad, entregados al placer del momento. Al parecer Gastón se excitó mucho y mostró signos de estar por acabar. Ella lo incitó gritando:



Si, mi amor, si, llename toda



El aumentó el ritmo aún mas, y la penetró de tal manera que parecía que ambos se incinerarían. Ella me dejó por un momento y se concentró en el placer de su hombre, apoyó las manos sobre el piso y acompañaba las embestidas mientras repetía.



Si, si , siiii



En unos segundos el se contorsionó echando su grito gutural al aire que podría oírse a kilómetros. Se apretó contra ella con fuerza, y se quedó como clavado durante varios segundos. Uno podía adivinar cada eyaculación que derramaba en la profundidad de su vagina. Parecía que Andrea lloraría del gusto, emocionada por el placer de su amado y por la vehemencia con la que había sido cogida.



Nos quedamos todos donde estábamos un par de minutos, como si el orgasmo de Gastón hubiera sido de los tres, y como si los tres debiéramos lograr recuperarnos. Nuestras bocas intercambiaban con el ambientes enormes cantidades de aire.



Las primeras palabras que pudimos articular eran comentarios sobre lo lindo que había sido todo, entre risas de satisfacción. En medio de esos comentarios Gastón sugirió:



-A Jorge no lo podemos dejar así, no Andre?



-Ay, no, tenés razón… además me debe algo



Andrea le pidió a Gastón que trajera una toalla y “aceitito”. Utilizó la toalla para limpiarse el semen que brotaba de su vulva enrojecida y se escurría entre las piernas. Luego acercó hacia mi. Yo estaba parado, Se arrodilló ante mi, se puso aceite en las manos, las frotó un par de veces y comenzó a pasármelas por la pija y los testículos. El aceite olía fuerte a vainilla. Me manoseaba con dulzura y en breve mi sexo estaba otra vez apuntando hacia arriba. La tomó con su mano y comenzó a masturbarme. Su mano recorría desde la punta al tronco sin resistencia por acción del abundante aceite que me había aplicado. Se sentía exquisito, y el grado de calentura era mayúsculo. Apenas me sostenía parado y ella mantenía el ritmo constante.



- ¿Ahora si me la vas a dar? -Dijo con voz lasciva



- Siii, claro -Dije con mucha dificultad



Comenzó a masturbarme con velocidad y apretando. Con la otra mano acariciaba mis testículos. Yo empecé a jadear como claro indicio de una eyaculación inminente. Ella alejó un poco su cuerpo y apuntó la pija hacia su pecho. Yo dejé que la excitación de disparara y de repente exploté como un volcán. Los primeros chorros salieron con mucha fuerza y en abundancia, explotando contra su cuello, su mentón y su pecho. Ella se vio un tanto sorprendida y lanzó un grito gracioso, pero siguió jalándome y sacándome mas eyaculaciones, dejando que mi semen terminara contra su piel, ahora mas abajo, en sus tetas y su vientre. Mis piernas temblaban, y apenas podía mantenerme en pie. Luego empezó a lamerme la pija, bebiéndose los restos de semen que aun brotaban, mientras la sangre volvía al cuerpo y se me iba ablandando y achicando. Finalmente pasó un dedo por un resto que le quedaba en el mentón y lo saboreó. El grueso de la carga chorreaba brillante sobre sus tetas. Tomó la toalla y comenzó a limpiarse mientras bromeaba sobre la cantidad.



La noche continuó un rato mas, bebiendo los tres desnudos hasta que el sueño nos empezó a ganar. Al despedirnos quedó flotando la idea de repetir el encuentro, cosa que sucedería al cabo de unos días, pero que será materia de un próximo relato.



Flakojorge.


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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