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Sexo por necesidad y dos cornudos que consienten

Sucedió no hace tanto tiempo, ambos somos personas maduras y tenemos muy en claro nuestras necesidades y nuestras responsabilidades familiares, pero suele decirse con tantísima razón “que la necesidad tiene cara de hereje” y estás breve historia de sexo es tan solo una reafirmación más de ese dicho que conserva su vigencia.

Eran buenos tiempos, podía tener un pequeño velero “El Chobi” en un boating de San Isidro, a dos lugares de distancia anclaba, el “LauraK”, de considerables dimensiones con un porte bastante mayor al mío. Todos los que anclamos los botes y veleros nos conocemos, el ambiente náutico es cordial, el amor por la navegación nos iguala.

Después de una fuerte tormenta se torna casi una obviedad concurrir para verificar si hubo daños. La tormenta me obligó a ir a primeras horas de la mañana siguiente, también la dueña del Laura.  Sin daños a la vista, me retiro del boating en el mismo momento que ella, como buen vecino me ofrecí llevarla. En el trayecto conversamos de barcos y otras cosas, de todo y de todos, clima de simpatía y juego de doble intención, nos proporcionó la oportunidad para seguir dándole largas al tema, sobre todo cuando sin darnos cuenta comenzamos en el tema de la sexualidad.

Admiré sus formas firmes, contenidas en ajustado jean, hasta mi fantasía me estaba haciendo imaginar cosas imposibles durante ese trayecto que hicimos juntos, y aún después de dejarla en las cercanías de su domicilio. Quince días después se produjo la casual/causalidad de encontrarnos como esa mañana siguiente de la tormenta, otra vez la invitación para acercarla, aunque esta vez tenía ganas de intentar algo, de ir por más. Me pidió llevarla hasta la puerta misma de su casa, me invitó a pasar para tomar café.

Las fotos sobre la repisa decían: dos hijos y marido, del comentario familiar nos surgió que no todo es como parece, la pátina feliz escondía una mujer que sufre falta de sexo a la medida de su deseo. Mostré cuánto entendía, contando algo similar, que mi mujer había entrado en desgano a la hora del sexo y tampoco era cosa de estar mortificándola con mis necesidades. Laura, tenía en claro sus responsabilidades y prioridades, directa y franca fue directo al punto:

—¡Che!, tenemos el mismo problema. ¿Si buscamos juntos la solución?

—Y.…, la idea es tentadora... – Laura sonríe.

—Nos gustamos, sanos, discretos, ¿probamos?

—¿Probamos? —Rápida como ardilla la cuarentona.

En el trayecto pensaba en las buenas tetas, lindo cuerpo sin notorias adiposidades, cintura

estrecha, nalgas firmes, tentadora para disfrutar en la cama, lista para estallar como polvorín. Acuerdo tácito que en su casa, al menos esa primera vez, no era el ámbito más propicio, por eso mismo propuse salirnos y la llevé a un hotel de las inmediaciones, en el trayectos mis fantasías ratoneras bullían a mil.

En el hotel, la ducha fue la excusa para las primeras caricias, palpar tetas y frotar pezones erectos, perderme en la grieta de sus nalgas y animarme en la cueva oscura del sexo, sus manos encontraron la respuesta a sus ganas, el miembro totalmente erecto.

Era una loba ardiente, tan solo fue poner las manos sobre su piel para que sus gemidos llenaran el cuarto, avanzar en las caricias fue hacerla subir en la espiral de la calentura, sus gemidos subieron de tono hasta convertirse en verdaderos aullidos arrastrando sus primeros orgasmos.

La sorpresa fue prontamente justificada por las explicaciones de Laura, que perdió su virginidad con su esposo en la noche de bodas, al mismo tiempo que se descubría con una voracidad por el sexo que no podía controlar y ese mismo, cualidad o defecto, era algo que su marido no podía afrontar, que el sexo que le proporcionaba el esposo siempre era poco, por eso mismo en una ocasión había buscado satisfacer esa voracidad en un empleado pero por habladurías debió dejar de verlo, y ahora por esa afortunada tormenta se le dio encontrarse con un hombre que también siente una creciente necesidad de sexo. – Ahora nosotros dos, podemos complementarnos mutuamente y sobrellevar este deseo que nuestras parejas no pueden afrontar.

Nos secamos en el mismo toallón, en el lecho nos besamos por todo el cuerpo, sin prisa, buscando la zona erógena del otro.  Laura cedió al trabajo digital en su conchita, la boca prendida de un pezón, logró el segundo orgasmo de los muchos que se regaló esa primera tarde de amor y sexo.  Terminaba el segundo cuando se hizo sentir en mi pija, primero a mano, después montando sobre el miembro, galopa hasta llegar casi juntos.  Cuando me vine, ella había llegado varias veces.  Acabé adentro, con permiso.

Próxima a menstruar, podía sentir todo al natural, repitió varios más, un par de mi repertorio. Los encuentros de sexo se repitieron, el apartamento de un amigo nos sirvió de aguantadero para satisfacer esa necesidad extra de sexo a full.

Laura se mostró más suelta y desinhibida, abierta a nuevas experiencias, con solo un noviecito que le ganó el virgo, después, casamiento, hijos, sexo escaso y rutina mortal.  Ahora solo rutina sin sexo.

Con el primer beso de lengua, solo para el marido, entregó “las” bocas, buena alumna, todo por aprender.  La píldora la liberó de miedos, asume la iniciativa, besa y mima a mi verga como quien adora a un ídolo.  El primer 69, comenzó prudente, dos orgasmos de lengua previos a concentrarse en la mamada, se posesionó tanto que me llevó a eyacular con gran calentura y sin tiempo para avisarle.  Superó las arcadas, fue la primera degustación de semen.  

Todas las posiciones eran nuevo incentivo a su desaforado deseo, regalada, para cualquier cosa, en cuatro patitas le probé el redondo, se enojó para justificar la falta de uso.

—¡Hasta donde quieras, mamita!

—Haceme sentir ¡Muy perra!

El dedo encremado fue el aperitivo, la cabezota dejó la chocha para comerse el marrón.  La

trabajé despacio, entrando y agrandando todo en el tránsito al más adentro.  Juntos provocamos el avance final, adecua y cambia dolor por placer, el fragor de metisaca en plena culeada hace las delicias de Laura, sacude como epiléptica en trance y se frota la entrepierna.  Tomado de sus hombros, inicio el camino a la gloria: acabarle dentro.

—Nena, estoy cerca…

—¡Esperá!, no estoy lista... ¡Ahora, ahoraaa!... —Se movía, loquita.

—Ahí va, estoy llegando.  —¡Acabo, acabo! ¡Acaboooo!...

El cañón largó leche espesa y caliente en el estrecho canal, desenchufé cuando cedió la erección.

Durante más de tres años disfrutamos la cuota de sexo que nos faltaba en casa, gozamos sin culpas.  Ahora Laura y su familia viven expatriados buscando otro futuro, yo sigo acá, extrañando esos buenos tiempos.

Lobo Feroz

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