SEXO ORAL

Uno de mis placeres favoritos cuando estoy en la cama con una mujer es regalarle una deliciosa mamada. Para mi ese juego es todo un rito de placer. Lo gozo tan intensamente como ella aunque muy rara vez tengo una eyaculación con sólo ese estímulo y ella indefectiblemente lo tiene. Le pido que se coloque boca arriba con las piernas abiertas y levantadas, rodillas flexionadas como una ranita. Apoyo la pelvis con una almohada para exponer lo más posible la vulva con todos sus atributos y también el orificio anal. Voy llegando desde los pies, subo por las pantorrillas, las espinillas, los muslos, beso las nalgas, el culo y poco a poco llego con mi lengua a la vulva que ya está llorando a cántaros y lista para una real venida. Aviento lengüetazos desde el ano hasta el clítoris pasando por los labios menores que son delicadamente sensibles. Me prendo del clítoris como caramelo y le doy pequeños chupetes, lamidas. Lo pelo a mano para exponerlo más y juego la lengua intensa ahí y bajo a los labios y el culito. Con el dedo o un pequeño vibrador introduzco el ano y al tiempo que mamo doy masaje profundo y si puedo busco el punto g y le doy presión como quien aprieta una bombilla que contuviera un líquido para sacarlo. La mujer grita como loca y se deja venir echando chisguetes de ese líquido blanquecino que no son orines, pero salen por la uretra igual que si estuviese orinando.
Bueno, una vez me pasó lo siguiente con una dama. Después de haber hecho lo anterior varias veces en diversas ocasiones (unas quince veces). Un día le pedí como ya era costumbre se pusiera en posición de ranita: boca arriba, piernas arriba recogidas, rodillas al hombro y pies al aire. Dos almohadas para exponer todo el pastel. Me acomodé como otras veces; pero esta vez hubo un cambio. Parece increíble lo que voy a contar pero es cierto. Le di leves besitos en las piernas y muslos. Me acomodé como otras veces pero no la toqué. Sólo merodeé con la nariz sin llegar a tocarla ni con la lengua ni con la mano. Me cuidé mucho de no tocar el clítoris, ni los labios, ni el ano, ni el monte de venus, ni las piernas; vaya, ni siquiera un centímetro de piel y ¿qué crees?. Se derramó entre gritos y sollozos, igual o más que cuando le hago el tratamiento. Cuando terminó me preguntó ¿qué me hiciste?. Hoy fue diferente. Lo sentí más fuerte, más intenso el orgasmo. Le pregunté ¿te gustó?. Me dijo, sí, algo me hiciste que no sé que es pero me encanta, me fascina, me vuelve loca. Cuando le dije la verdad no lo podía creer. Todavía piensa que no le quise decir mi secreto. No hay ningún secreto. En la mente se fabrican las mas exquisitas sensaciones y pueden estar acompañadas de estímulos táctiles, olfativos, visuales auditivos o gustativos o no. El estímulo mayor, el que no puede faltar es el estímulo psicológico. Desafortunadamente ese juego sólo se puede hacer mientras la mujer sea ignorante del secreto. En futuros encuentros la dama de la historia se aseguraba de que mi boca siempre estuviese en contacto con su vulva y nunca pude repetir con ella la experiencia.