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Categoría: Confesiones

Sexo en la consulta de la Doctora

Ella volvió a notar aquel objeto en su vagina y el placer retornó, lo fue amplificando abriendo y cerrando las piernas con vigor, hasta que un nuevo orgasmo se abrió paso desde su sexo por la pelvis hasta sacudir todo su cuerpo.
Tuvo que disminuir la velocidad del todo terreno para no salirse de la carretera, conducía rápida como siempre, esa tarde un poco más, porque llegaba tarde a casa.
Notó una enrome humedad entres sus muslos y por unos momentos temió manchar la tapicería de piel de su flamante Cayenne.
Se divirtió pensando que hasta hace unos días estaba valorando comprar algún gel lubrificante, para que las muy esporádicas penetraciones de su marido no le fueran dolorosas.
Cuando llegó a casa la recibió el mismo rumor de voces de niños y la de su marido bregando con ellos, eran una música familiar, que muy a su pesar, algunas noches le producía cierto hastío y una sensación de vida algo vacía.
Ese día solo hizo un saludo rápido a la familia, impidiendo que los niños se le colgaran a cuello y subió rauda a su dormitorio.
En la intimidad de la habitación y con todas los pestillos puestos, se tumbó en la cama y abriendo ligeramente las piernas, se extrajo, no sin sentir la última oleada de placer, aquellas dos bolas unidas por un cordoncito, le parecía mentira que una bolas chinas, aquel instrumento que había visto por primera vez en 50 Sombras de Grey, hubiera estado alojado en su coño durante un tiempo.
Ella que había leído el libro y contemplado la película con cierta excitación, pero sintiendo que aquello no tenía nada que ver con ella, eso solo le pasaba a gente distinta con otra vida, con otro entorno.
Algo cansada entrecerró los ojos y rememoró las excitantes cosas que le habían pasado en las últimas semanas.
Se habían conocido hacía mucho tiempo en algún congresos médico , la nefrología no era una especialidad muy numerosa y tarde o tempano terminabas conociendo a todos los colegas de la Provincia.
Ciertamente se había fijado en él por su nivel profesional y por su forma de expresarse como ponente, con vehemencia y claridad; sin proponérselo lo había convertido en su referente y se había prometido en el futuro ser como él y solo eso, porque aunque en conjunto podía ser atractivo, era mucho mayor que ella y además ni la aventura ni la infidelidad pasaban por su cabeza.
Recordó el primer día que iniciaba su trabajo en el nuevo hospital, justo en el servicio que él dirigía y como encaró el pasillo ilusionada y sonriente hasta que él la descubrió desde su despacho con la puerta entreabierta.
Le encantó que se levantara para darle le bienvenida y más aun que la invitara a una cerveza. Charlaron de forma animada sobre el trabajo y nuevos proyectos que reforzaron aun más la admiración que sentía.
Luego se encontraría aquel posit en la mesa de bienvenida, que le hizo descubrir una vena juguetona que desconocía totalmente.
Las cervezas y las conversaciones de trabajo se fueron repitiendo todos los lunes hasta que él le propuso como ejercicio contarse lo que habían hecho ese fin de semana y así de esa forma algo sibilina e intercaladas con fiestas familiares, travesías en barco y descensos de esquí, ella descubrió a un hombre que había amado amuchas mujeres y que sentía un gran placer por la seducción.
Pero contra todo lo esperado aquel descubrimiento no la hizo recular y poner tierra y familia por medio, sino que se sintió cada vez mas atraída por él.
El tema se hizo preocupante cuando se descubrió una madrugada insomne, buscando una canción que él le había recomendado de un cantante totalmente desconocido, un tal Victor Jara, sin duda una antigualla.
Ya no pudo resistirse cuando al finalizar aquel congreso él la citó en una pequeña ermita en el camino de vuelta, era una noche de otoño todavía agradable en el Cantábrico, caminó junto a él cogidos del brazo oyendo, algo de lejos, las explicaciones sobre las energías telúrica de aquel sitio.
El primer beso fue corto y exploratorio en los siguientes recibió su lengua con agrado, eran besos profundos pero sin apremio y sin fuerza.
El encuentro fue breve, la verdad es que ella había preparado una coartada para prolongar la noche, pero él tenía prisa o el tiempo medido.
Volvió a su casa, conduciendo rápida como siempre y con una sensación de remordimiento placentero, ¡por fin le había pasado algo!.
Aquella noche con su marido el sexo fue más placentero y húmedo que de costumbre, al menos una pequeña aventura valia para esto.
No obstante no había tomado ninguna decisión de cara a continuar con la historia hasta el final. Pero aquel día cuando él la llevo al puerto de mar cercano a su Hospital, envuelta en brisa de marina comprobó cómo le electrificaban sus besos por el cuello, por las orejas y sus manos recorriendo hacia arriba el interior de sus muslos.
Después de esa mañana ya no pudo dar marcha atrás ni pensando en su familia o en sus padres: ya habían puesto fecha y buscado el hotel donde tendría lugar su entrega total.
Le sorprendió que él unos días antes aterrizara una tarde y de improviso en su consulta, se había colado cuando salió el ultimo paciente, sintió un gran vuelco de corazón, pero no dijo nada cuando el echó el pestillo la atrajo hacia él y la besó, esta vez con ansiedad en la boca, el cuello y la nuca.
Sintió una gran flojedad en las piernas cuando notó descorrer la cremallera posterior de su falda y sobre todo cuando junto a la falda le bajo las braguitas.
Le pareció muy excitante la sensación de frescura de su sexo desnudo y libre.
Ella se sintió activa y tan poco desinhibida que le intento bajar el pantalón, cuando lo consiguió se quedó sorprendida al ver de que no llevara ropa interior, le hizo ilusión pensar que su jefe había viajado hasta ella sin slips y se sintió un poco mas elegida.
Se fundieron en un largo abrazo, notando como las manos de aquel hombre se deslizaban y le acariciaban suavemente el culo a través de la delgada bata, toda su piel se erizaba con cada movimiento de manos.
Con un gesto rápido y seguro fue colocada de espalda frente a su mesa de consulta, otra mano le dobló la cintura y casi de inmediato le levantaba la bata dejando su generoso culo al aire, abrió las piernas esperando ser penetrada, pero eso no pasó, a cambio unos dedos ávidos recorrieron su vagina lubricándose con ese liquido que fluía sin cesar en su coñito y amenazaba con deslizarse muslo abajo, dio un respingo cuando un dedo perforó el esfínter y penetró en su ano .
No tenía ninguna experiencia en sexo anal, más allá de lo que había leído, por eso se vio sorprendida por un nuevo placer algo doloroso pero muy excitante, volvió su cabeza y se pudo ver reflejada en el espejo de la consulta, así puesta con la grupa al aire, la manos de su jefe en parte perdidas en su culo y la melena rubia cayendo por un lado de su cabeza, pensó en que era una escena de película porno y para su sorpresa la hizo sentirse deliciosamente sucia.
Acompaso las acomedidas del dedo que la empalaba, con movimientos de su pelvis, había algo de placer inconcluso en esas maniobras; él como si hubiese leído sus pensamientos y sus necesidades de mas placer, cogió una de sus manos y se la llevo delicadamente a su vulva. Ella comprendió que lo que él deseaba, era que se masturbase.
En general no tenía problemas con la autosatisfacción, últimamente lo hacía con más frecuencia, siempre pensando en él y sus fantasías solían derivar al terreno del trabajo y en los últimos días, se había tirado al jefe en la camilla de su consulta y había galopado sobre él en una silla del despacho.
Pero ahora sentía una enorme vergüenza de acariciarse frente a él, era una estupidez estando en aquella posición tan poco honrosa y vergonzante.
Cuando el insistió con un gesto más firme, ella ya no se resistió mas y empezó a deslizar su dedo por su húmedo clítoris, mientras que su jefe intensificaba el mete saca del dedo en su ano.
Se corrió muy pronto, con un placer global que se extendió por todo su sexo, su pelvis y que le hizo flaquear las piernas.
Después de ese primer asalto terminaron de desnudarse y los ojos verdes de él pudieron contemplar un cuerpo de mujer joven de pechos pequeños, caderas generosas y muslos rotundos que enmarcaban un sexo depilado casi a la brasileña.
La mirada de ojos azules de ella, pudieron ver el cuerpo de un maduro bien conservado, sin mucha grasa ni mucho músculo, con vello abundante y donde destacaba un pene rotundamente erecto.
No lo dudó mucho y arrodillada frente a él cogió firmemente el falo y empezó a lamerlo y chuparlo, sintiendo una turgencia que le hizo pensar en aquella frase que siempre le hizo gracia: "dura como la polla de un recluta".
Lo lamió con fruición deslizando su lengua por todo el pene y luego metiéndoselo hasta donde la cabía en la boca, sintiendo su tacto gomoso mientras se la chupaba.
Le encantaba y la excitaba el sexo oral y nunca entendía por que su marido la rechazaba cuando intentaba hacerlo, se puso a cien cuando oyó los suspiros de su hombre notando como el glande palpitaba dentro de su boca.
Unos ruidos de voces en el pasillo la sobresaltaron y el pánico la dominó unos instantes, pero eran unos compañeros que se dirigían a otra consulta.
Cesó antes de que se corriera, no porque no estuviera dispuesta a que eyaculara en su boca, sino porque necesitaba algo más de esa polla que había crecido aun más con sus atenciones.
Se encaramó en la camilla y dispuesta a cuatro patas lo invitó a penetrarla.
El se le acercó por atrás y accionó en dispositivo de la camilla para que la entrada de la vulva coincidiera con la altura de su pene, cuando observó la seguridad y la tranquilidad con la que manejaba la camilla, ella pensó que él lo habría tenido que hacer muchas veces en una consulta.
Había abierto las piernas para que la follara con gusto, pero para su sorpresa su jefe le cerró totalmente los muslos y fue entonces cuando se la metió. Noto aquel rejón pasando por sus muslos y travesar con fuerza su coño cerrado con una sensación de penetración más intensa y más placentera.
Volvió a oir voces en el pasillo pero ya no le importaba, notando el brioso mete saca que le producía una oleada de placer en cada embestida.
Se corrieron los dos a la misma vez entre suspiros que intentaban sofocarse para no ser oídos.
Se puso de pie un tanto insegura, notando por los muslos la humedad de un líquido pegajoso que salía de su vagina desbordada.
Se limpió con una toallita y cuando se deponía a vestirse, él saco del bolsillo del pantalón dos bolas negras unidas por un hilo, que deslizó con precisión en su vagina y ella no un pudo evitar sentirse protagonista de su película de culto: Las 50 Sombras de Grey, al tiempo que le oyó decir en voz baja y queda: Es para que sigas acordándote de esto hasta llegar a tu casa.
Se subió al coche, deslizando las piernas juntas, para volver a sentir el placer que las bolas chinas le proporcionaban en cada movimiento.
Antes de arrancar, apoyó su cabeza sobre el volante, dudó unos segundos de que aquello le hubiese pasado de verdad y pensó que había descubierto una zona oscura en su vida y que mas que asustarle le apasionaba.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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Noelia9000
Noelia9000 11-03-2022 06:10:42

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