~~Después de la primera cita con aquel hombre que había conocido chateando, volvimos a quedar. Esa noche antes de la cita, nos encontramos en el chat, y pensé que nada perdía diciéndole lo que quería de él. Así que aunque le dije lo mucho que me apetecía estar a solas con él, insistió en quedar en el café.
No negaré que me decepcionó un poquito, e incluso pensé en no acudir a esa cita. Pero por otro lado sabía que iría, tantas eran las ganas que tenía aunque solo fuese de verlo. Pero tramé una pequeña venganza. Al día siguiente como si en vez de acudir a una cita, fuera todo un ritual, me preparé un baño, me relajé, me perfumé con la crema corporal, repartiéndola por todo mi cuerpo, recreándome en aquel auto masaje. No negaré que incluso me excité con aquellas caricias, que por otro lado me hubiera encantado que me hiciera él. Una vez lista para vestirme, decidí ponerme una camisa blanca, escotada, con un cierto aire entre hippie y retro, pero tremendamente sexy, debajo llevaba un coqueto sujetador blanco que realzaba mi pecho. Me puse medias en vez de pantys y un liguero blanco a juego con el sujetador, pero ahí llegaba mi venganza, no me puse ni bragas, ni tanga que tanto sabía yo que le gustaba a él. Terminé de vestirme con una falda tejana y unas botas altas, una bufanda y un chaquetón de piel vuelta. Había llegado la hora, cogí mi bolso y me encaminé hacia aquel café, hacia mi cita.
Cuando llegué, él ya estaba sentado, había pedido y estaba tomando un café. Al pasar por la barra antes de ir hacia la mesa pedí otro y me senté junto a él.
Nos dimos un beso, que sorprendió el camarero trayendo mi café. Me dijo que estaba muy guapa, muy sexy. Yo le sonreí maliciosamente. La mesa donde estábamos no sé si por casualidad o por su elección, estaba algo distanciada del resto, en un lugar bastante discreto, casi se podía decir que estratégico.
Le pregunté si después del café, iríamos a pasear o a algún otro sitio. Ahora fue él el que sonrió.
Pensé que era el momento perfecto para poner en marcha mi dulce venganza. Así que muy sensualmente, mojé uno de mis dedos en la crema del café, para llevarlo a sus labios y dárselo a saborear. Él abrió su boca, y atrapó mi dedo siguiendo mi juego, mientras sus ojos se dirigían a mi pecho. En aquella postura en la que estaba, algo echada hacia delante hacia él, debía de tener un bonito panorama de mi escote.
Cogí su dedo y lo metí en la taza, para traerlo hacia mi boca, y ser yo la que disfrutara de la crema del café de aquella forma tan particular.
Yo no me dediqué solo a saborear la crema, metí su dedo en mi boca, para al sacarlo lamer su yema morbosamente. Sabía que aquel juego le estaba excitando igual que a mí.
El siguiente paso fue llevar mi mano hacia su paquete. Noté lo excitado que estaba, y pensé que había llegado el momento de que viera como estaba yo. Así que agarré su mano y la acerque a mi muslo, por debajo de la falda. Su mano subió por la media hasta llegar al borde elástico y de blonda. Se paró justo ahí, disfrutando de aquel trocito de piel de mi pierna que no cubría la media. Yo mirando fijamente a sus ojos, con los míos llenos de deseo, le pedí que siguiera subiendo. Al llegar a mi sexo libre, sin ataduras, sin tela que lo aprisionara cual reo en su cárcel, me miró con deseo y al mismo tiempo con asombro.
Y mientras él acariciaba mi humedad, me metía su dedo, yo le preguntaba si estaba seguro de querer ir a pasear.
Una sonrisa maliciosa al mismo tiempo que pícara se dibujó en sus labios, y mientras notaba como subía hasta mi clítoris me decía que como había pensado que íbamos a pasear.
Realmente él tenía razón, no me lo había dicho. o quizás sí. ya no sabía, porque su dedo juguetón me estaba llevando al límite de mis fuerzas. Aquella mezcla de placer y al mismo tiempo tensión porque alguien se diera cuenta de lo que estaba pasando en nuestra mesa me excitaba hasta tal punto, que tuve que hacer verdaderos esfuerzos por controlar mis gemidos y guardar cierta compostura mientras me corría.
Él manteniendo aquella sonrisa, sacó su mano y lamió y chupo tan morbosamente su propio dedo como lo había hecho yo antes. Y sin dar tiempo a mas, llamó al camarero para que nos trajera la cuenta. Pagamos y nos levantamos. En el momento en que salíamos de la cafetería, le iba a preguntar que a donde íbamos, pero él acalló mi pregunta con un beso, diciéndome luego, que no preguntara.
Cogimos el coche y nos dirigimos a una parte bastante céntrica de la ciudad. Allí en un edificio muy bonito, metió el coche en un parking y subimos por el ascensor hasta el ático de aquel edificio. Yo no sabía si era su casa, pero no me atreví a preguntar.
Me dijo que me pusiera cómoda y se perdió en la terraza de aquel ático. Minutos más tarde volvió a entrar. Yo me había sentado en un sofá intentado relajarme, estirando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Oí como se acercaba hasta donde estaba yo. Y sentí como su lengua me acariciaba la oreja, para después hacer lo mismo en mis labios, y mordisquearme. Abrí los ojos y vi que estaba desnudo. Y que mientras me seguía besando hacia lo mismo conmigo.
Abrió los botones de mi camisa, perdiendo su boca entre mis pechos. Mientras lamía mi piel justo en el borde del sujetador, tiraba de mi camisa para quitármela y desabrochaba mi sujetador. Su boca se dirigió hacia mi pezón mientras sus manos desabrochaban mi falda. Después su boca bajo hasta el liguero, pasando por encima, y mientras sus manos lo abrían para quitarlo, su lengua ya estaba en mi coño. Aquello me estaba resultando tan placentero y excitante como había sido lo de la cafetería, hasta el punto de que era incapaz de moverme, para no romper el encanto.
Noté que su lengua bajaba por el interior de mi muslo hasta el borde de la media, igual que sus manos. Y mientras su lengua recorría mi pierna, por encima de la media, desde la pantorrilla hasta el pie, sus manos bajaban la media, hasta que estuvo fuera. Hizo lo mismo con la otra pierna.
Y en ese momento subió con su lengua por el mismo camino que había bajado hasta llegar otra vez a mi coño, que le esperaba ansioso, húmedo y cachondo. Pero fue una lamida solo de pasada, de abajo hacia arriba, pasando por mi clítoris, pero sin detenerse. Subió por mi vientre, mi canalillo, mi cuello, mi boca, hasta llegar a mi oreja y susurrarme que le acompañara a la terraza.
Una vez allí en la terraza, destacaba una luz que iluminaba tenuemente un jacuzzi. En ese momento le miré, y volvía a tener aquella sonrisa maliciosa.
Nos metimos en el jacuzzi, mientras ya, sin poder controlarnos, nos besábamos, nos mordisqueábamos, nos lamíamos y acariciábamos el uno al otro. Y unido al placer de todo aquello, estaba el del roce del agua con nuestros cuerpos. Después de un rato de continuar de aquel modo, él se sentó en el borde del jacuzzi. Sabía que era lo que quería. Y no lo dudé.
Acerqué mi boca a sus huevos mojados. Los lamía, los introducía en mi boca y notaba como disfrutaba. Empecé a subir por su polla, para sin intermedios meterla en mi boca. Estaba muy dura, y yo muy excitada. Mientras mamaba aquella polla dura, pensaba que en aquella postura pocas caricias me podía hacer él, y me moría por notarle, por sentir sus caricias como en la cafetería.
Mientras su verga seguía penetrando mi boca, y yo seguía perdida en esos pensamientos, note que con sus pies agarraba mis caderas y me movía. Por un momento no entendí aquello que hacía. Hasta que empecé a notar. mmmm. me había dirigido hacia un chorrito de agua burbujeante del jacuzzi. Estaba dando directamente en mi coñito. y mmmm. era delicioso.
Me empecé a mover como si estuviera follando, como si su polla me embistiera, tan solo con el objetivo de que aquel chorrito de agua llegara a todos los rincones de mi coñito. Ahora notaba el chorrito en mis labios, ahora en mi clítoris, ahora casi se me metía en mi vagina. Todo eso unido al placer de mamarle la polla, y notar como disfrutaba él de esa mamada.
Era un día extremadamente caliente y excitante. Me notaba como si de un volcán se tratase. Y seguía, arriba y abajo con su polla en mi boca; arriba y abajo con mis movimientos para el chorrito. Hasta que noté como el volcán volvía a entrar en erupción y me volvía a correr.
Él se dio cuenta y bajando hasta el agua, dentro del jacuzzi donde estaba yo, me penetró. Era justo lo que estaba deseando, su polla dura dentro de mí. Me agarré con los pies a su cintura, y comencé a moverme, con movimientos ondulantes, con ayuda de mi culo y cadera hasta mis hombros. Él agarraba mi espalda, mientras me besaba y mordía suavemente mis pezones. Estaba fuera de control, me agarraba a su cintura fuertemente como si lo fuera a partir con mis piernas, y a sus brazos casi arañándole. Pero sabía que no había dolor, que él estaba disfrutando tanto como yo.
Noté como así en aquella postura, casi llevándome en vilo, andaba hacia fuera del jacuzzi. Se pegaba espalda contra la pared, y entonces yo, notando que aun me sujetaba fuertemente, apoyé los pies contra la misma pared donde él estaba. Así casi como un mono, me empecé a mover descontroladamente, al borde del clímax.
Sus movimientos también eran fuertes, bruscos, notaba que estaba como yo, casi poseído por el placer.
Y justo en aquel momento, me acerqué a sus labios para besarlo, y decirle. cielo. ohh. que gusto. me corro, y oí sus gemidos y como me decía, siiiii. . siiiii, ya. . ya. . ohhhhh.
Después de recuperar el aliento, estuvimos un rato más en el jacuzzi, relajados, disfrutando de aquel burbujeante placer, y besándonos y acariciándonos más suavemente.
Así fue como lo que yo me planteaba como una cita algo aburrida, incluso como un simple paseo, se convirtió en un gran placer. Yo que pensé que aquella cita sería muy aburrida, incluso me plantee el no ir. ahora estaba en posición de decir. me encanta el aburrimiento. viva el aburrimiento.