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Mi vida de casada es ajetreada. Más aún que tengo tres hijos y que tienen que estar listos muy temprano para ir a la escuela. Afortunadamente van a la misma escuela, pues allí se estudia pre-primaria y primaria. Si no fuera por eso me volvería loca.
Qué tiempos aquellos en que yo iba a la escuela con mis hermanas y de camino nos deteníamos a cortar flores y a correr. Eran otros tiempos pues mi madre sólo nos ayudaba a vestirnos y nosotras debíamos caminar dos largas cuadras para llegar.
Después de dejar a los niños en la escuela pasé rápido al super, pues pensaba cocinar una crema de brócoli y hornear unas pechugas en salsa de ciruela. Al fin chef, eso no me era complicado.
Debía apurarme, pues el pintor llegaría a las 10:00 horas. Eran apenas las 9:00 y me sentía aún embotada pues no había dormido bien. Mi esposo fue a una ciudad del sur del estado y me despertó muy temprano.
Desde un antes, yo había puesto en cajas las cosas de mis niñas y había protegido los muebles con plástico para que no se ensuciara. Además, el pintor se haría cargo de un cuarto que no ocupábamos y que sería convertido en un despacho, con escritorio y la compu. Una oficina pequeña, pero al fin y al cabo es la que me permite hasta ahora escribir mis historias.
Me duché. Disfruto mucho cuando el agua cae en mi cuerpo. Disfruto más cuando utilizo mi esponja y la paso sobre mi cuerpo. Realmente me relajo. Admito que en muchas ocasiones no quiero salir del baño pues en la ciudad el calor es insoportable y pasa que aunque yo siento calor no sudo, sino que mi cuerpo pareciera brillar por un sudor contenido y hasta me sienten fría cuando me tocan. Es algo raro.
Salí del baño y fui a mi recámara. No soy de las mujeres que se pasan horas frente al closet o la cajonera para ver qué me pongo. Soy práctica. Ese día me puse mi short favorito. Uno que ya conocen de mis fotos. Era un pantalón de mezclilla pegado a la cadera y acampanado de las rodillas para abajo. Lo corté en alguna ocasión en forma de calzón y destacaba parte de mi culo. Recuerdo que me lo puse un día para recibir con una rica cena a mi marido y sin embargo, ni siquiera se dio cuenta que lo traía puesto pues venía hambriento y cansado. Esta vez me lo puse no sólo por la comodidad sino porque soy una mujer que coquetea y me gusta que me vean.
Tomé una blusa strapless de color azul pretendiendo hacer juego con el short que traía una rosa en la parte de la nalga izquierda. Utilicé unas sandalas que hacía ver lindos mis pies y que algún compré en un tianguis.
Me levanté el cabello y me hice un chongo. Me gusté al verme al espejo.
Me puse a hacer algunas cosas y de pronto me di cuenta que eran 10:20 y el famoso pintor no venía. "Caramba y yo que tengo otras cosas qué hacer" dije, pues a mi marido le había costado encontrar a ese hombre para que pintara dos cuartos.
Me olvidé del asunto y decidí preparar las pechugas de pollo con sal, pimienta y clara de huevo. Agregué aceite de Oliva y un poco de romero y orégano. Las introduje en el refrigerador y lavé el brócoli. Estaba así, metida en mis quehaceres y poco después de 10:40 alguien tocó a la puerta. Era el pintor.
Era un hombre de unos 35 años, bajo de estatura y moreno. Tenía una cara de inocente que no se la podían quitar con nada aunque es sabido que muchos que son así llevan, como se dice acá: "La música por dentro".
Me arrepentí de estar vestida como lo estaba. O casi desvestida, como se quiera ver. Sin embargo, decidí abrir. Decir que el hombre abrió sus ojos como platos es poco. Literalmente se asustó, sin embago, se repuso y me dio los buenos días, disculpándose de haber llegado tarde.
No era el clásico pintor que viste overol y que transporta su maletín y una escaler. El traía una cubeta de pintura y allí traía sus brochas, estopa y todo lo que usan.
Entró a la casa y colocó la cubeta allí y como venía asoleado y sudando, le ofrecí agua y hielo. Desde la puerta de la casa hasta que llegué a la cocina el hombre no dejó de mirarme. Soy mujer y soy vanidosa, lo admito, pero este hombre quería comerme con los ojos. Regresé y luego de haber admirado las nalgas que se salían de mi short, se repuso y bebió el agua casi de un trago y le ofrecí más. Se repitió la operación, sospecho más que fue por mirarme el culo que porque tuviera sed. Bromée con él al ofrecerle una cerveza si es que seguía con calor. Me dijo que le mostrara los cuartos.
Fue detrás de mí y yo sentía como si quisiera irse encima de mí. Debo reconocer que soy juguetona y muy coqueta en mi casa. Allí, le he gastado bromas a hombres que han llegado a preguntar por algo u ofrecer algún servicio. Vendedores de servicio de televisión por cable. Repartidores de pizza. Trabajadores de compañías de gas, de teléfono y hasta de luz. No me he acostado con todos ellos pero me divierte ver su reacción cuando me ven en minúsculos shorts o en camisón. El pintor sintió desfallecer de pasión cuando me vio, yo iba paso a paso, muy segura de mí y de lo que pasaría.
Adrede, apagué el clima de la sala y mi cuarto que daba directamente al cuerto de mis hijas. Obviamente comenzó a sentirse calor. Mientras le mostraba la recámara de las niñas vi al hombre, olía a sudor y no dudo que debajo de su pantalón tuviera una erección. Él era apenas un poco más alto que yo y de nuevo pensaba que su timidez podría ser un obstáculo para que ocurriera algo.
Le mostré la pintura color lila que mis hijas habían escogido y le pedí de favor que hiciera un buen trabajo. ¡Ah, lo olvidaba, aquí hay otra pintura! dije mientras iba hacia el closet. A propósito, me agaché de frente pero le mostré mi culo y yo creo que ese hombre se enfermaría del corazón. Pasé junto a él, pudo oler mi perfume. Salí del cuarto y yo me fui hacia la cocina. Por espacio de 40 minutos trabajó en el cuarto. Salió poco después para preguntarme dónde estaba el despacho. Fui. Repetí la operación y esta vez me lancé un poco más al sacar de una caja la lata de pintura y entregársela en sus manos. Me miraba con deseo pero seguía sin decir nada. ¿Es difícil su trabajo? le pregunté. Sé que era una pregunta estúpida pero tenía que hacerlo reaccionar. Me dijo que no, pero se encendió cuando le toqué el pecho y le dije que qué bueno, pues quizá más adelante lo intentaría yo misma. Lo dejé allí con sus pensamientos y salí del cuarto y pude sentir de nuevo esa mirada de lujuria. ¡Coño, no reacciona, siquiera me metiera el dedo pero eso puedo hacerlo yo misma! Pensé.
Las manos de un hombre son maravillosas cuando tocan el cuerpo de una mujer. Yo recuerdo que a los 11 años tuve mi primer beso y aunque no fue tan emocionante como me habían dicho, sí disfruté que el niño que me lo dio me tomara de la mano. En una posición diferente, tuve una experiencia significativa a los 13 años con los dedos de un primo al que visitamos en Oaxaca. La segunda noche que estuvimos allí yo dormí en el cuarto de su hermana. En algún momento de la noche entró y yo sólo dormía con una blusita y un calzón. Sentí su mano en mis nalgas y me paralicé. No me moví pues sentí mucho miedo. Pese a ello, debo reconocer que disfruté las manos suaves de un chiquillo de 15 años que me metió el dedo varias veces en mi vaginaa. Repitió la operación al siguiente día. Varias veces durante el día lo vi a los ojos y desviaba la vista. Se sentía culpable, pero fue uno de los protagonistas del inicio de mi vida sexual.
Pero ahora el pintor sólo me veía pero no accionaba. Seguí en la cocina queriéndome meter un chorizo español que tenía en el refrigedor y hasta pensé en ir desnuda a verlo, pero era demasiada locura, lo reconozco.
Me llamó para informarme que esperaría a que secara la pintura para que diera una segunda mano al despacho. En ese instante aproveché para pasar junto a él entre el escritorio y un archivero metálico que había comprado mi esposo y mi culo rozó su verga. Esta erecto y listo.
Voltée. Dí el primer paso al acariciar su palo. No hubo necesidad de más. Me quité el top y le pedí que me bajara el short. Tocó mis nalgas con sus manos con pintura reseca. Yo le bajé el cierre del pantalón y toqué, por fin, su pito de buen tamaño. Me puse en cuclillas para chuparlo con frenesí y el gemía de placer. Me levanté y le pedí que me sentara en la orilla del escritorio. Me levantó y me colocó a la orilla. Se agachó y chupó mi vulva y su lengua la recorrió toda.
Yo estaba calientísima y le pedí que me penetrara. Lo hizo y sentí mucho placer cuando introdujo ese pene duro y largo aunque no tan grueso, pero realmente me excitó. Arremetió contra mí duramente y la timidez se le fue. ya casi a punto de venirse me dijo que se lo chupara. Lo hice y probé esa miel, pegajosa y con un rico saber dulcecito. Tragué hasta la última gota.
Fui al baño y me enjuagué. Me asusté de mi osadía y al minuto recibí una llamada de mi esposo. Ya estaba en Coatzacoalcos y me preguntó si había ido el pintor: "Mi amor, llegó un poco tarde y está trabajando. Lo estoy atendiendo, creo que hace un buen trabajo" le conté.
Poco más tarde, repetí la operación y le pedí que pusiera pintura en mis senos, mientras me clavaba con su deliciosa verga. Tomé una foto con mi teléfono y la guardé en un correo personal. Espero encontrarla y mostrarla en algún momento. Quizá no sea una obra maestra de Tunick o algo por el estilo, pero me recuerda a ese día en que literalmente acosé al pobre pintor hasta que me cogió tan ricamente.
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