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Categoría: Incestos

Sexo con mi ahijada. Autor de su primer orgasmo

Sexo con mi ahijada. Autor de su primer orgasmo, ahora es mi putita



 



Noche de fiesta, body shot y tequila, culpables del incestuoso pecado carnal. La culpa se redime en la alegría de haberla hecho disfrutar de su primer orgasmo, desde ahora se siente mi putita.



Esta es una historia nacida del exceso, una noche con amigos donde el tequila fue la estrella de la reunión y culpable de que varios de los partícipes terminaran tumbados por creerse más de lo que les permitía su cultura alcohólica.



Era parte de la habitualidad, reunirnos en una cena mensual, pero por culpa de una fuerte tormenta habían faltado varios de los habitué y por la misma razón otros se fueron marchando más temprano de lo habitual, cuestión que nos quedamos cuatro hombres y tres mujeres. Esa noche, estaban invitadas dos amigas no tan habituales y mi ahijada que se encontraba ocasionalmente. Las muchachas, tenían ganas de jugar a provocar con los llamados body shot, es decir, que a su turno los hombres bebíamos el “José Cuervo especial” directamente del vertido en el ombligo de Dorys o lamiendo entre los senos de Alexia, mi ahijada Anna, también se agregó a esta práctica, con una versión diferente, me servía el trago en el chupito, luego de beberlo recogía con la boca la rodaja de lima sostenida entre sus dientes.



Tanto va el cántaro a la fuente que al final… Y como dice el sabio dicho popular, tanto beber y buscar la rodaja de lima en su boca terminamos besándonos. El exceso de alcohol y de besos habían terminado por derribar las barreras de la moralidad, dando lugar al exceso en las caricias atrevidas, sobre todo viendo como los otros dos hombres se prodigan en lamer el licor que descendía sobre la desnudez de las muchachas desde los pechos hasta más allá del ombligo, bueno digamos que lo estaban recogiendo casi en el borde mismo de la cueva de todos los placeres.



El espectáculo erótico de ver dos mujeres desnudas siendo lamidas por dos tipos excitados al máximo me exime de explicar que me había puesto con el miembro en su máxima expresión. Sus consecuencias fueron las imaginables terminamos tumbados sobre la alfombra enredados en un abrazo descontrolado.



Como para no interrumpir a las dos parejas que seguían en lamidas sexuales con el final previsible, decidimos, a pedido de ella subir a uno de los dormitorios para descansar y ver si se nos pasaba el momento de alteración alcohólica y sobre todo erótica.



Obviamente que nada de eso sucedió, asumiendo la culpa de no haber sido lo suficiente fuerte y resistente a sus atrevidos juegos eróticos, de modo que terminamos enredados y desnudos. Para cuando quise reaccionar y resistirme mi verga estaba deliciosamente jugando dentro de su boca, los ojos de Anna abiertos como el dos de oros de la baraja, decían cómo disfrutaba de hacerme gozar con esa celestial mamada.



- Vamos padrino! no soy la nenita que sentabas en tu regazo, ahora soy una mujer, mira… -sostiene sus tetotas en la palma de su mano. – Son tuyas, quiero ser tu putita, que me hagas sentir bien mujer, como no lo pudo hacer mi novio. No soy virgen, pero no pude conseguir un puto orgasmo que no sea cuando me ajusticio por mano propia. Déjame cogerte, cógeme, quiero sentirme una mujer completa…



Ante semejante argumento y esas tetotas ofrecidas no había otra opción que dejarme llevar en su boca hasta donde mi resistencia aguante, que por cierto no fue poca. Mamaba como una poseída, agitaba y movía sin dejar que la cabezota se saliera de su boca.



Sostener su cabeza con las manos enredadas en sus cabellos y elevar la pelvis para entrame todo en ella. Hizo una pausa en la mamada, dijo no estar acostumbrada a mamar tanto y menos a una tan gorda como la del padrino, que se le acalambraban las mandíbulas. Para conservarla bien “al palo” no dejó de pajearme y prodigarle lamidas todo el tiempo.



- Me gustaría seguirla mamando, en un momento te la voy a exprimir toda…



- En el mientras tanto, ven, sube sobre tu padrino. Quieres ser mi putita, móntame ya!



No se hizo repetir la invitación. Ni tiempo a meterle mano tuve, se ahorcajó sobre este hombre, casi ni necesitó abrirse los labios, el exceso de calentura la tenían súper lubricada, que solo acercarse con la conchita con un leve movimiento la poronga encontró el camino a la gloria.



Sintió el grosor no acostumbrado a entrar en su “argolla”, bajó despacio hasta sentirla como se abría espacio en esa conchita, bien estrecha, mucho más que las que había conocido. Cuando se dejó estar, sentada sobre su hombre, la verga hacía tope y ambos sentimos como la cabeza rozaba el fondo de la vagina.



- Ah!!, sí que es gorda, no pensé que tanto, bueno, solo conozco la de mi novio. El me desvirgó, sentí la rotura de la “telita” no tanto dolor y un poco de sangre fue lo más importante de mi primera vez, luego él se movió rápido, sin mucho cuidado, agitándose y se vino dentro. Menos mal que no estaba en mis días fértiles sino el “guacho” me embaraza. Desde esa vez me estoy cuidando, ahora mamá me hizo poner un diu, de todos modos el “boludo” (tonto) me coge poco y se viene tan pronto que no tengo tiempo a sentir el orgasmo y para no disminuirlo como macho le hago la actuación de un orgasmo.



Ese diálogo, mientras asimilaba la amistad de la verga con la estrechez de la vagina, sirvió para contarme su corta y anodina vida sexual, puesto blanco sobre negro sus necesidades y deseos. Ahora era tiempo de comenzar la faena de convertirla en mujer.



Un par de nalgadas la sacó del trance de saber cómo comenzar a escribir su historia sexual…



- Vamos, movete putita!!!



- Me elevé con ella empalada, tanto que la hice gemir bien fuerte, a la tercera levantada de pelvis y sentirla rozar ya estaba aprendiendo lo que es coger.



- Uffffff, esto sí que se siente bien. Como me estás garchando, que bien me estas cogiendo!



Comenzó a sacudirse, subiendo y bajando, el alcohol que circulaba por sus venas accionaba sus músculos y descontrolaba sus sentidos, las molestias de la entrada se fueron diluyendo en la calentura de la penetración. Excitada a mil, no paraba de contarme sus sensaciones, moverse en el subibaja, rotar, arquear el vientre, elevar y bajar las caderas al ritmo de su calentura.



Las tetotas eran estrujadas sin consideración, tironeando para poder darle unas lamidas a como diera lugar su incesante movimiento de subibaja. Coloqué mi mano derecha en la vagina, dos dedos dentro y el pulgar para friccionar su clítoris. Todo contribuía a elevar la lujuriosa sensación que estaba transitando. Se leer los gestos de las mujeres cuando viajan por el intrincado camino hacia el orgasmo, por eso mismo no quería que fuera tan pronto, mejor hacerla sentir la molestia de retacearle ese momento, hacerla padecer la demora es la mejor forma de incrementar el goce.



Bajé la intensidad de la penetración, disminuí la frecuencia de los empellones, de ese modo veía frustrado el acercamiento al deseado estallido emocional. Repetí esa estrategia tan segura como efectiva, esta vez sería una confirmación más.



Luego de varias reiteradas frustraciones, fue momento de poner toda mi sapiencia en el arte de hacerla sentir bien putita, ahora era su tiempo de sentir el placer de conseguir el trofeo del orgasmo tan deseado. La tomé de la cintura, presionando hacia abajo cuando me elevaba subiéndola, invitando a mantener el ritmo del vaivén. De esa forma estuvimos no menos de diez minutos subiéndola y dejándola venirse con todo el peso de su humanidad sobre el cuerpo de su hombre, de tal modo que los quejidos fueran el resultado del golpeteo de la poronga contra el fondo vaginal.



El silencioso movimiento de Anna, labios apretados, manos crispadas sobre mis hombros y los ojos cerrados eran signo evidente que está transitando los momentos postreros de una sensación desconocida. Está atravesada por sensaciones nuevas, entrando en el terreno de lo desconocido, sé que siente como millones de hormigas caminándole por dentro, siento como se tensan los músculos de sus piernas, la rigidez del torso, movimiento brusco y tenso de las nalgas y de pronto, ese momento donde toda su vida queda suspendida en una agonía…



- Ahhhhhhhh…



Sólo eso, dijo, como una especie de bramido, brotado desde la profundidad de sus entrañas, salía como si se hubiera abierto la válvula de emergencia de una caldera a punto de estallar.



- Ahhhhhhhh…



Otra vez, en cada uno de esos gemidos venidos del más allá de sus sentidos, bajaba por un momento la penetración, luego volvía a retomar el ritmo hasta conseguir otro y otro. Así fueron la seguida letanía de sus gemidos, hasta que su cuerpo fue perdiendo la tensión y rigidez. Silenciosa, permanecía ensartada hasta el mango en la verga, descansando ahorcajada sobre mí, el rostro transfigurado, los ojos llorosos, hasta un rastro de baba saliendo cuando boqueo para no ahogarse.



Seguía procesando el trance de haber experimentado su primer orgasmo, la intensidad había sido un tsunami que arrasó con sus energías, ahora estaba inerme, empalada sobre su hombre, disfrutando las sensaciones del éxtasis que había subvertido sus valores y disfrutar y dejarse disfrutar por su padrino.



Estaba, estábamos tomando conciencia del acto pecaminoso, pero la excitación sexual y el alcohol circulante por nuestros cuerpos, debilitaba los valores éticos, las lujuriosas sensaciones que vivíamos podían barrer las cenizas de la conciencia y permitirnos continuar en este delirio sexual que me mantenía enchufado en su sexo.



- Vamos… muévete! estoy caliente, muy…



- Quieres venirte dentro mío? puedes hacerlo… me gustaría sentir la lechita de mi padrino. No me vas a embarazar. Quiero mi lechita…



Como si hubiera dado la orden de partida, una nalgada puso en marcha a esta hembra, moviéndose, agitándose en el subibaja, volviendo a tomar ritmo de un polvo a todo dar.



Había probado el sabor del placer, ahora poner todo de sí para retribuir esa experiencia que aún la tenía convulsionada. Comenzó a moverse como en el mejor momento de su ascenso a la gloria, me subí al tren del placer, moviéndome dentro de ella, empujando con todas las fuerzas, con la secreta esperanza de que pudiera llegar junto conmigo al brindis del fin de fiesta.



No fue como lo deseaba, llegó un momento antes que su hacedor de goce, un gemido ahogado surgió para avisar que nuevamente estaba transitando el trance de un orgasmo inesperado.



No estaba en condiciones de atender y prolongar, estaba en pleno tránsito para inmortalizar este momento único en la vida de mi ahijada. La vehemencia de la penetración la hacían aullar por el orgasmo y por los salvajes empellones propiciados por la pija.



Nos movimos como un pistón bombeando compulsivamente, totalmente enajenados envueltos en el torbellino de la calentura que nos invadía por igual. Dos pijazos desconsiderados y a fondo fueron el inicio de la primera descarga de semen, sin abandonar la profundidad de la penetración salió el resto de los chorros de caliente semen.



- Ufffffffff, qué caliente se siente mi lechita… Hay… qué bueno padrino, me regalaste tu lechita… Cómo sigue latiendo dentro de mí, qué bueno es sentirte!…



Se quedó, dijo que necesitaba sentir los latidos que deviene de la eyaculación, era una forma de prolongar el placer, disfrutar el goce de su hombre.



Antes de salir sentí como movía los labios vaginales, desmontó lento para dejar que la descarga masculina se escurriera sobre el tronco del pene.



- Ahora es momento de hacerle los honores a mi hombre…



Fue directo a mamar, lamer y tragar el semen que había escurrido sobre el miembro, había puesto la magia para coronar un acto para recordar toda la vida.



La ducha tibia no lavó el pecado del incesto, por el contrario, encendió la calentura como para volver a repetirlo.



No estaba en condiciones de conducir, llame un taxi y la devolví a su casa, con la promesa de volver para repetirlo y seguir pecando…



Nazareno Cruz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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