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Llueve, la tarde es triste, me pongo sentimental…, momento para el recuerdo, esta mi historia de cuando la “tía Mary” me hizo sentir bien hombre.
Fue durante unas vacaciones, un tiempo de aprendizaje, ese verano me hizo hombre esa mujer inolvidable, que aún sigue latiendo en mis recuerdos más entrañables.
Había terminado el colegio secundario, según decía mi abuela era un “lindo pibe”, claro que las abuelas no son creíbles siempre exageran, pero también se lo escuchaba decir a la tía Mary, algo más creíble, era trigueño y bien parecido. Como mi madre tenía ciertos problemas de motrices, pasábamos mucho tiempo al cuidado de la “tía Mary”, no si realmente era tía en por línea de sangre o era del modo que solíamos llamar así a las amigas de la familia que nos visitaban tan asiduamente, pero esta tía, además de visitarnos seguido, solía pasar mucho tiempo viviendo en casa, a veces por meses.
Ese año, igual que el anterior, nuestro padre había decidido que él y mi madre no se podían ausentar, la tía Mary nos llevara al campo familiar, propiedad de mi abuela, cercano a la ciudad de Dolores en la prov. de Buenos Aires.
La tía Mary hacía las veces de aya o cuidadora, como de cuarenta años, una mujer que le gustaba ver a los hombres, sobre todo al capataz de la estancia que no le despegaba los ojos de su trasero, sobre todo cuando lucía esos pantalones súper ajustados que hacían lucir su figura, y que me hacían poner de muy mal humor, sobre por no poder hacer nada para evitarlo.
Ella siempre tuvo una especial forma de atenderme, diría que podía entender mis estados de humor, me conocía como nadie, también era la confidente de mis cuestiones de súper intimidad. Ella me había descubierto en actitudes de sexo, o como se llame, a cuando entró al cuarto de huéspedes y me encontró enseñándole a mamar mi verga a esa compañerita del colegio, y en otra ocasión, también por accidente intentando hacerle “la cola” y mamarle las tetas a una amiga de mi hermana.
En ambos casos ella guardó riguroso silencio y hasta discreción porque no me hizo comentario alguno. Sobre este segundo caso a los pocos días, me llamó a su cuarto, en la hora de la siesta, cuando nadie pudiera molestarnos, las cortinas ponían el ambiente de penumbra.
- Luisito, puedes darle una vuelta de llave a la puerta.
Me gustó así, la penumbra y que nadie pudiera molestar era parte del acuerdo de mantener ese secreto entre los dos. Creo que lo hizo para hacerme sentir mayor, y así lo sentía.
- Ven. Aquí, recuéstate que te voy a enseñar como debes hacer para que tu chica se sienta bien. Ya le hiciste el amor? -puse cara de asombro. – Bueno, digo si… tuvieron sexo?
- No, bueno sexo… sexo… no. Aún lo hice con ninguna, tampoco por la que me viste la vez anterior. – Nada de nada… -dijo Mary. –Nada de sexo, digo de… metérsela -Por ningún lado? –pregunta algo incrédula. – Ya te dije, que no se la metí… no por falta de ganas, sino por… por… no sé… ellas no se dejan y yo ni sé cómo “apurarlas”…
- Hay… mi bebé… Perdón por lo de bebé, solo es una expresión, quiero que sepas que te siento un hombre, joven pero hombre total, no es para ponerte mal pero sé de tus ganas, he visto tus calzones “almidonados” sé bien que significa, mi hijo también dejaba esas señales luego de estar “franeleando” (arrumacos y frotamientos) con su chica. Ahora déjame a mí…
Me hizo tender a su lado, arrimarme bien, que le diera un abrazo, que me fuera haciendo amigo de su cuerpo de mujer, que sintiera latir su corazón, que bajara los breteles del vestido, que más abajo hasta la cintura. Enderezó su cuerpo para que aprendiera a soltar el broche del soutién, se giró para darme espacio y visión para realizarlo, decía que esa poca visión era mejor, que debía de aprender a hacerlo de memoria, y de ser posible con una sola mano, de esa habilidad muchas dependerá que puedas conseguir “el favor” de ella, son herramientas de conquista y posesión que debes aprenderte, dijo.
Desprendí el soutién, ella retomó la posición de semi recostada sobre una mullida almohada, ahora me tocaba bajárselo, me llevaba de la mano. – Despacio, lento, debes despertar la calentura en ella, despacio, acariciarle los pechos, así… - habla y me guía con sus manos
Aprendí a acariciar, a mamar esos pezones gruesos que sabía a miel, me ponía los senos en la boca, me enseñó a humedecer los dedos en mi boca o en la ella antes de mover el pezón. Hacerla sentir bien hembra, por cierto que lo estaba consiguiendo cuando comencé a olvidarme de todo y solo sentir mi propia calentura interior. Me había subido a la locomotora de la excitación, que se las exprimía y hasta se las mordía. Ella también se subió a mi calentura y se dejó llevar, comenzaba a excitarse, movía sus piernas, frotaba sus muslos. Todo era poco para calmarnos.
Hábil para manejar la situación, elevó las rodillas, para dejarme estar más cómodo para mamarla. Le había hecho sentir la dureza del miembro frotarme contra su muslo, por eso me fue llevando hasta quedarme entre sus piernas, contenido entre sus rodillas, la pelvis bien elevada para que pudiera seguir frotándome sobre su pubis.
De algún modo estábamos teniendo sexo, con ropas y sin mencionarlo seguimos frotando nuestros sexos, ella podía sentir mi verga presionando sobre su vagina. Comenzó a controlar sus gemidos. Ahora puedo que ese momento que sus gemidos fueron más estrangulados en su garganta, pero más intenso el abrazo, y sus besos y todas esas expresiones tan vibrantes, que se repetían varias veces hasta dejar de apretarme, suspirar como recuperando el aliento, que eso que le sucedió fue un prodigioso orgasmo conseguido a expensas mías.
Yo también estaba lidiando con mis propios demonios, ya sin importarme casi nada, comencé a moverme, a agitarme entre sus piernas sobre su pubis, pero sin dejar de oprimir sus bubis y lamerla toda. Cuando me llegó el momento sublime de eyacular, lo hice sin reparos, unos chorros incontrolables surgieron de la vega, dentro del calzón podía sentir la inundación de semen que había tenido. Para contener y poder aguantar el gemido propio de cuando me venía los ahogué en una mamada que se transformó en mordida, que dejé mi marca por varios días entorno de su pezón.
Acabados, quedamos en silencio, no hubo palabras ni explicaciones todo se quedó ahí.
El único rastro de todo este momento maravilloso, fue la marca de mi prodigiosa eyaculación y el breve elogio de Mary: - Cuánto… te… le salió a “mi hombre” -remarcó mi hombre.
Me escabullí hasta el cuarto de baño para lavarme semejante acabada, nunca pensé que me saliera tanto semen.
Ahora es tiempo de vacaciones en la estancia, mi hermana pasa casi todo el tiempo con la prima, en el campo vecino. La tía Mary, o simplemente Mary, como me exige que la llame, compañera de cabalgatas, de nado en el arroyo y compinche en todo y para todo..., esa calurosa tarde, pies en el agua, diálogo íntimo.
- Luis vos ya lo hiciste, no?
- Sí... – No! - Bajando la vista.
- Y cuándo?
- Con? Es que lo más cerca que estuve de una mujer fue… fue esa vez… que… te recuerdas que me estabas enseñando… bueno con estas amiguitas no me dejaron más que unas “franeleadas” así como las que me enseñaste. No creas que por falta de ganas sino porque ellas… tienen miedo a quedarse preñadas.
- Y no probaste hacerlo con forro (condón)…
- Ni así. Pero es que tengo ganas.
- Cuántas ganas tienes?
- Muchas… bueno todas…
Hasta ahí llegamos esa tarde calurosa, volvimos caminando, pero sentía que algo había cambiado, en un momento que posó su mano sobre la mía, podía sentirla húmeda, temblorosa, sin dejar de mirar el agua, podía sentir esa vibración interior que nos estaba poniendo en la misma sintonía. Era una sensación deliciosa, que no encuentro adjetivos ni forma de describir ese hormigueo que me producía en mi sexo y hacía todo por disimular la erección, que no hizo comentarios.
Regresados cada quien volvió a sus cosas, yo me puse a escuchar música, luego mi hermana me pidió ver una película, voy a buscar el reproductor de dvd que estaba en una parte de la cochera, pero cuando voy saliendo de la galería, en la parte de atrás de la caballeriza escuché voces, en tono bajo, que decían algo que no podía entender.
Pensando que podrían ser algún intruso, me acerqué si hacer el menor ruido, la puerta entreabierta me permitió ver como Eladio, el capataz, tenía a María volcada sobre unos fardos de pasto, con el pantalón y la bombacha en los tobillos y al señor acomodado tras de ella, tomado fuertemente de su cintura y embistiéndola. Me retiré con el mismo sigilo con que había llegado.
Volví a la casa llevando el reproductor de dvd y puesto a funcionar para que mi hermana y la abu pudieran ver la peli. Yo hacía que estaba atento al desarrollo de las acciones, pero esa imagen de María siendo acometida sexualmente por el capataz era algo que golpeaba mi entendimiento.
No podía entender como ella se había dejado coger por ese tipo, sin darme cuenta estaba sintiendo celos por alguien que no me pertenece, con alguien con quien no existe un vínculo carnal ni de obligación de fidelidad. Pero si recién tengo edad para la licencia de conducir y con Mary nunca hubo más que conversaciones y una breve demostración de cómo mamar tetas.
Y ahora sentía esos sentimientos, mis pocos años no me ayudan a procesar estas emociones.
Durante la cena no podía hacer otra cosa que rehuir la mirada de Mary, tenía miedo de que se notara ese sentimiento de bronca, celos, y hasta un amague de rebeldía cuando nos cruzábamos. Para colmo ella actuaba como si nada, claro está que no sabía que yo la había visto teniendo sexo.
Pasó la cena, Mary había hecho un delicioso postre con frambuesa, era el que más me gustaba, pero no precisamente esa noche.
- Qué pasa no te gusta este pastel de frambuesa? Lo hice especialmente para ti…
- Es que… hoy no tengo ganas, no sé… creo que no me siento bien… Ya está, mejor me voy a dormir…
Sé bien que no estuve para nada amable, que cada palabra que decía me dolía, sentía ganas de gritar mi rabia, expresar el encono. Estaba celoso, ahora puedo comprenderlo, solo quería molestarla, maltratarla, que sintiera lo que me había hechos, me sentía… engañado, cornudo?...
Daba vueltas en la cama sin poder dormirme, me levanté para ir al baño, tal vez con la idea de espiarla, de hablarle, pero cómo, qué decir, si era solo un pendejo molesto, celoso pero de qué?
Me detuve con la determinación de golpear y encarar la situación, pude ver la luz encendida bajo de la puerta, Volví a mi cuarto, un poco de cordura y otro poco de amor propio me evitaron el mal momento. Traté de volver al sueño…
La noche era lo bastante calurosa, la luz de la luna se había deslizado por la ventana entreabierta para iluminar de plata buena parte del cuarto. Entre sueños siento como si alguien se deslizara en la cama, que estuviera a mis espaldas y si ese alguien pusiera su mano en mi cintura.
En un primer momento me parecía estar en medio de un sueño, podía ver el reflejo de la luna alumbrando parte del cuarto, entonces no era parte del sueño, con mi mano puedo sentir que estoy tocando otra mano?.. Shh, shh.
Me quedo estático, respondo a la indicación de silencio. Espero sin saber de quién se trata. No siento temor, sólo inquietud, de quien sea. Por la suavidad y la forma de decirlo sé que es una mujer. Espero…
- No digas nada! Ni te des vuelta, sólo escúchame. Sabes quién soy, necesito hablarte, no digas nada hasta que termine. Necesito que me entiendas… sé bien que esta tarde fuiste a la caballeriza y me viste con el capataz, te vi pero no te diste cuenta que yo te había visto.
Luego durante la cena no tuve oportunidad de explicarme, quería decirte, contarte… que soy una mujer activa sexualmente, que hace tiempo que no tengo una “alegría” y que este señor ya viene buscándome con indirectas y proposiciones desde el año pasado, que nunca había pasado nada entre nosotros, pero esta tarde, conversando contigo a la orilla de arroyo toda esa conversación y luego ver como se te había puesto de dura me había excitado mucho, De pronto vino a mi memoria esa vez hace poco más de un año cuando te explique cómo tratar a una mujer, recordé como te habías puesto de caliente, frotaste ese pedazo de verga que tienes y como te viniste en tus calzones. Todo eso que paso en la tarde y ese recuerdo me pusieron a mil, llegué totalmente mojada y ardiendo, la causalidad hizo que se apareciera Eladio, y no le costó demasiado vencer mi resistencia. No te imaginas cuanto había deseado ese polvo que se echó conmigo.
La verdad no fue todo lo bueno que necesitaba el tipo se vino muy rápido y para que lo sepas no lo disfruté tanto como te piensas, el señor me regó de leche, pero mis ganas quedaron conmigo. Eso fue lo que sucedió, ahora estoy aquí, con todas mis ganas intactas, con toda mi calentura, esperando que me eches de tu cuarto, y me voy sin decir nada más o ser tuya para que puedas hacer tu debut sexual con Mary. Sobre todo me gustó tu actitud, tus celos me hicieron sentir deseada, me gustó que me sintieras tuya. Ahora tú decides? Me quedo o me voy?...
No supe o no pude decir nada más, solo darme vuelta, enfrentarme al cuerpo desnudo de Mary, se puso de espaldas, en la cama, corrí la sábana, quedó con su desnudez tendida al baño plateado. Podía ver y tocar esa deliciosa mujer que tantas noches imaginé de este modo y ahora como si se cumpliera un deseo, se me aparece y la tengo tendida, desnuda a mi lado pidiéndome sexo.
Me sacó el calzón, me ofreció sus pechos, eran dos melones que se me ofrecen para mamarlos.
So le pide que no hagamos ruidos, que no se entere nadie de esto, que no me ponga loco, me recuerda que ella por dos meses será toda para mí, que no hace falta comer todo de un bocado, que no se termina, que no muerda y todas esas prevenciones a un debutante.
Mientras me engolosino con sus tetotas, ella comienza a sobarme la pija, con sus manos rodea todo el conjunto, acaricia y pajea suave, me va recordando que no me deje llevar por los impulsos, que la deje hacer. Luego se acomoda, gira el cuerpo quedando su cabeza entre mis piernas, la pija pasa a ser de cautiva de su boca, agitada y lamida de todas las formas y modos, pajeando y chupando.
Tiene tiempo para llevar mis manos a su sexo, que se acostumbren a sumergirse en su mar salado, se impulsa para quedar con la herida del deseo abierta cerca de mi boca. No me fuerza, puedo entender que no quería apresurar los tiempos, que la madurez del aprendizaje me fuera llevando a desear hacerle sexo oral.
Volvió a gira, colocarse fuera de la cama, arrodillada, orando al dios del falo. – Qué gorota, que dura la tienes. Ahora voy a comérmela toda, sacarle esta leche caliente que tienes aquí (rodea los testículos) ahora es tiempo de mamar a mi hombre. Cuando sientas ganas de venirte, hazlo, yo sabré como tratar esa leche que tienes, que me pertenece.
Comenzó a pajearme, sentirme entrar en su boca, agita y sacude con ritmo afiebrado, maestría en caricias y doctorada en mamonas, me está subiendo por el ascensor de la calentura, comienzo a balancearme, elevar mi pelvis y apretar su cabeza contra mi sexo. Es una formal cojida en su boca, la fiebre ahora es mía, siento arder mis venas cuando el semen comienza el camino rumbo a la libertad. Disfrutamos, pajea con ritmo sostenido. Se me nubla la visión, elevo cuanto puedo la pelvis, el grito se me atraganta en la boca cuando una sabia mano me lo impide, ahora vuelve a tomarla entre las dos manos, agitar rápido hasta que siente la vibración de la venida, ahora lento, despacio sabe que necesitamos que sea lento, despacio… un fuerte chorro de semen se dispara en fondo de su boca, un segundo, un tercero y siguen los disparos de leche calentita. La saliva y la leche vertida colma su boca, hasta la hace toser y perder un poco de fluidos. Me saca de su boca, con los dedos recoge los restos que rebasan sus labios, los lame y termina de tragar mi esencia masculina.
Vuelve a tomar la pija entre sus manos, a recoger la última gota que asoma en el glande, limpia todos los restos lamiendo y chupando la verga hasta dejármela súper limpia.
- Hmm, cuanta lechita tenía mi hombre.
Me acerqué a sus labios, para besar a esa mujer que me había tragado todo. Era la primera vez que sentía un beso de ese modo, su lengua activa se apropió de mi boca, yo comí la suya.
Estaba sintiendo el sabor del hombre y de sus jugos, todo era algo mágico.
- Te amo…
Fue algo inesperado, también en mí, me surgió decirlo sin entender ni porque, o lo estaba entendiendo y sabía que esas dos palabras significaban algo más que una declaración de calentura, era una sensación de algo que no tenía explicación. – Yo también, eres mi hombre, yo tu mujer…
Quedamos abrazados, disfrutando las mieles de un relax bien merecido, las tensiones nos habían dominado, ahora esta sensacional acabada en su boca fue como haberme recibido de hombre, ella firmaba el aprobado con sus labios enlechados.
Escribir esta parte de la historia fue recordar esos primeros avances en el sexo, Mary una maestra más que ejemplar, pero este tan solo fue el comienzo el resto del verano sirvió para seguir aprendiendo y consolidando un vínculo que no terminó con las vacaciones, pero tampoco es cosa de agotar a la lectora que sepa apreciar la veracidad y potencial del relato.
El Lobo Feroz aún tiene mucho que decir sobre él y Mary, Quien no se ha enamorado de su maestra?
Lobo Feroz
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