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Tengo 65 años. Hace 2 años que satisfago a mi esposa con masturbaciones y cunnilingus, ya que la polla no se me levanta y Viagra no puedo tomar.
Hace unos días, mi esposa se fue a Irlanda, ya que nuestra única hija, dio a luz a nuestro primer nieto. Yo me quedé en España para atender el negocio. Una sobrina de mi esposa, de 21 años, se quedó a cargo de las tareas domésticas que hacía mi mujer.
Cerré el negocio a las nueve y me fui a casa. Al entrar en casa me llegó el inconfundible olor del cordero asado. Ella, me recibió con una sonrisa en los labios, unos jeans, su largo cabello negro recogido en dos trenzas, una blusa azul con un gran escote, que dejaba ver parte de sus tetas, y con unos tenis azules.
-¿Saco el cordero del horno? -me preguntó.
-Saca. Yo voy a la bodega a buscar el vino,
Poco después estábamos comiendo.
-¿Cómo le fue el día? -me preguntó.
-Mal. Casi no hay ventas. ¿Y a ti?
-Bien.
Cambié de tema.
-El cordero está buenísimo. Eres buena cocinera. ¿Al final te quedas a dormir o vuelves para tu casa?
-Ya la tía me preparó una habitación. ¿Está pensando en verde?
-No te preocupes. Ya no estoy para esos trotes.
El cordero estaba tan bueno que acabamos el vino. Fui por otra botella y también la acabamos. Después vino el café, que yo no acostumbro a tomar de noche, y con el café el chopito de brandy. Al acabar de cenar, Ella, estaba contentilla. Le ayudé a recoger la mesa y poco más tarde estábamos en la sala de estar mirando la televisión.
Ella, sentada a mi lado, en el sofá, sonriendo, me puso la mano sobre la polla. La acarició por encima del pantalón. Me abrió la cremallera. La sacó. Estaba morcillona. Empezó a menearla. Me besó. Fue un beso largo, muy largo. Al sentir la frescura de sus labios, lo que hacía años que no sucedía, sucedió, mis 22 centímetros de polla se pusieron en erección.
-¡Qué maravilla! -exclamó Ella, antes de lamerla y chuparla.
Era una maestra haciendo felaciones. A punto estuve de correrme en su boca. Pero soy perro viejo y sabía que eso sería mi perdición.
La aparté, con delicadeza. Le saqué la blusa y el sujetador. Tenía las tetas pequeñas, duras, con grandes areolas y grandes pezones. La tumbé en el sofá. Acaricié, lamí y chupé tetas, areolas y pezones. Le saqué los jean y las bragas rojas, en las que vi una gran mancha de humedad. Tenía el sexo rodeado de una gran mata negra. Lamí su chochito desde el periné hasta el clítoris. Un gemido se escapó de su garganta. Pasé mi lengua por los labios superiores y inferiores. Metí y saqué mi legua de su vagina varias veces. Me detuve en su clítoris. Mi lengua se movía de arriba abajo, de abajo arriba, hacia los lados y en círculos...
-Si sigues me corro - me dijo.
-Mueve la pelvis y córrete cuando quieras -le dije, y después presioné mi lengua sobre su clítoris.
Comenzó a mover la pelvis. Metí mi lengua en su vagina, sin dejar de presionar con ella su clítoris. Comenzó a correrse. Su corrida fue un cálido torrente que inundó mi boca. Ella, se deshizo entre gemidos y convulsiones. Fue una corrida deliciosa.
Al acabar, me besó, como queriendo saborear en mi boca la corrida que había echado, y luego me preguntó:
-¿Me follas o te follo?
-Te follo.
La puse a cuatro patas en la alfombra de la sala de estar.
Mi lengua lamía y entraba y salía de su ano. Dos de mis dedos buscaron su punto G, y otro acariciaba su clítoris... No tardó en decirme:
-¡¡Méteme la polla en el culo, méteme la polla en el culo que de sentirla dentro ya me corro!!
Le metí un dedo, húmedo, de los que le metiera en la vagina, después dos. Les di vueltas. Se los metí y se los saqué. Con los dedos de la otra mano volví a buscar su punto G. Estaba muy abultado. Segundos después, sentí como una fuerte riada iba inundando mis dedos. Los músculos de su vagina los apretaron. El orgasmo era inminente. Le metí la polla en el culo y... ¡cómo se corrió! Parecía que la estaba matando de placer. Sus gritos se iban a oír en todo el vecindario. Le tapé la boca.
Sin esperar a que se recuperara, saqué la polla de su culo. Dos reguerones de flujo vaginal salían de su sexo y bajaban por el interior de sus muslos. Se la metí en el chochito. A pesar de estar empapada, entraba apretada. Fue maravilloso lo que sentí al ir metiéndosela. La follé duro. Me iba a correr, y me sorprendió diciendo:
-¡¡¡Córrete conmigo!!!
¡Cómo no iba a correrme con ella!, si ella, mientras se corría, con las contracciones de su vagina me iba sacando la leche
Esta es mi confidencia. Espero que les gustara.
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