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Suceden cosas lindas en una familia, sobre todo en vacaciones, cuando todos estamos más relajados, entregados al relax y a pasarla bien.
Es el momento cuando la familia acuerda que es tiempo para pasarlo juntos, sobre todo cuando se dispone de una casa en la playa del Atlántico, como era la familia de esa noviecita. Por esos tiempos, los años más suertudos podría decirse, éramos tan jóvenes, muchas ganas de pasarla bien y pocos problemas.
Ese verano los padres de mi novia me habían invitado a pasar todo ese mes de enero con ellos, una familia numerosa y muy apegada a los preceptos de moralidad, bastante ligados a la religión y sus normas, diría que bastante cerrados para aceptar las relaciones prematrimoniales, sus conceptos de orden lo bastante estrictos e inculcados a los más jóvenes, sobre todo cuando se trata de mujeres.
De este modo, bastante anodino transitaba nuestro noviazgo esperando hasta tener libreta “para ponerla”, no era que mi novia me lo negara por falta de ganas, las tenía y muchas, nos costaba conservar la castidad, solo transgredíamos con el franeleo, pajas y alguna mamada como juego extremo en la sexualidad, como diríamos entre mis amigos “de coger ni hablar”.
Son una familia numerosa, todos con muchos hijos y parientes, mi cuñada es una joven de mi edad y solo dos años mayor que mi novia, madre de una bebe, que supongo debió ser producto de una relación prematrimonial, sin confirmar.
Esta muchacha estaba realmente muy buena, tetoncita y con un culito como para competir en un certamen de “mis bum bum”, que realmente me tenía totalmente obnubilado mirándoselo.
Esa tarde la suerte estuvo de mi lado, pues las causalidad de tener que ir a una localidad cercana a buscar información en las oficinas del municipio local. El trayecto en auto y la demora nos permitió tener tiempo bastante para tener contacto y hasta que se soltara y hablara de sus cuestiones más íntimas, algo infrecuente en esta familia donde los trapitos sucios se lavan en familia.
Por eso mismo esta cuñadita, que llamaré René, se mostró afable y confiada, no se sentía tan apegada a los preceptos de moralidad religiosa, ella estaba casada con el hermano de mi novia, por lo tanto venía de otro ambiente pero terminó adhiriendo a la forma de vida de ellos.
Ahí confirmé las sospechas de que el bebé fue concebido “sin libreta” pero el esposo no se podía permitir esta afrenta familiar y por eso tan pronto ella notó “la falta” se lo informó y esa misma semana decidieron casarse con una justificación poco o nada creíble, pero bien armada cubrió las culpas y todo el mundo en paz. Por este tiempo su marido está haciendo un posgrado en el exterior desde hace seis meses y aún le quedan otro tanto para concluirlo, cuando terminó de contar este tiempo que faltaba noté que la mirada perdía el brillo de un momento antes.
- Se te nota que lo extrañas mucho, pero seis meses no es tanto tiempo…
- Bueno, según como se lo mire, pero es que soy una mujer de veinte años, y estoy tan… tan…
- Caliente?
- Sí. Se me nota? Mucho?
- Diría que se nota, no sé si mucho, yo lo he notado.
- No debería haber contado esto, sabes cómo piensa la familia.
- Pero… nosotros dos somos de fuera. Ja! -sonrió. También yo necesito… necesito “eso” pero ella no accede…
- Entiendo perfecto, y vos también “estas a pan y agua”
- Sí, a mano y muchas veces propia. – risas de ambos.
Sentía que ese era el momento preciso, venía lanzado, el deseo de sexo siempre va por el “sí”. Detuve el auto a un costado de la ruta, la miré, nos miramos, el beso solo estaba esperando el contacto de labios para desatarse, soltarse en ese contacto húmedo de lenguas ansiosas de sentir ese momento de osadía y atrevimiento que haga amortiguar el fragor del sexo insatisfecho.
Nos matamos en ese beso de lengua que nos hizo estremecer, quedamos temblando por calentura o por no habernos animado a concretar más que unos manotazos íntimos.
Sin hablar del tema, un poco asustados por los momentos vividos retomamos viaje al municipio. Concluido el trámite emprendimos el regreso, a poco de andar había un barcito al costado de la ruta, paré para tomarnos un café, en un rincón del local desierto nos tomamos de las manos, nuevamente sentimos ese calor que nos sube desde la entrepierna, sentimos la necesidad de estar en la intimidad del coche.
Nos estacionamos detrás del local, lo bastante oculto y sombreado para que nadie note que nos estamos revolcando en el asiento, abrazos y besos lo suficiente obscenos para suavizar las ansiedades propias de la falta de sexo.
Nos comimos la boca, introducía la lengua en su boca y los dedos en la conchita.
Tengo dedos gruesos y hábiles para hacer maravillas en una conchita caliente, mi novia me hizo experto en conseguir esos delirantes orgasmos, también en este caso fue fácil, su abstinencia era mi cómplice, pero ir despacio y con cuidado consigue más que la prisa ansiosa.
Había metido la mano dentro de la bombacha, hurgando con habilidad abrir paso entre la selva de pendejos, agitándolos dentro de la vagina, empapados en ese caldo caliente, moviéndolos con la maestría adquirida voy llevándola sin escalas intermedias a la excitación de máxima. Su cuerpo vibra entre mis brazos, se aprieta, contrae los músculos, rígidos y tensos para luego expirar el último suspiro y dejarse estar en mis brazos, latiendo su orgasmo en mis dedos.
La pausa digital permite ese momento de aspirar el aire, retomar el ritmo de agitarlos dentro la conmueve, le hace decir incoherencias, y babearse. Busco la forma de sacar las tetas de su encierro, solícita ayuda ofreciéndome el pezón para mamarla. Exprime el pecho como se hace con un bebe, solo que esta vez cuando lo hace y la fuerte mamada vino con un poco de leche materna?, primero sorpresa, luego una segunda mamada y tragué, probando el sabor espeso y dulzón que mana de sus tetotas.
Nos miramos, sonríe cuando siente fluir el producto de mi mamada, su gesto considerado agradece esa forma de degustar el sabor de la mamá que estoy subiendo al cielo de los orgasmos.
Un segundo orgasmo bien gemido y mejor abrazado la conmueve hasta las lágrimas que brotan de sus ojos, el abrazo contiene y agradece ese momento de paz con su deseo, sentía ese delicioso reencuentro con sensaciones olvidadas.
Quedó entregada en la gratitud de la hembra que necesita dar al hombre un poco de esa felicidad interior, devolver esa necesidad de sexo.
No hubo palabras, entendimos la necesidad de compensación, el respaldo del asiento bien reclinado, suelto el cinto y bajo pantalón y calzón, el miembro totalmente erecto y rígido, rodeado hasta donde podía con mano de René. – Wowww, qué gordota la tenés, más que la de…
- Te gusta?
- Si, está buena, qué gorda, esta debe doler e…
No terminó la frase, entusiasmada por sentir una verga comenzó a moverla, agitarla en sus manos. Escupió sus manos para lubricarlas y poder agitarla en una paja que se subía a la épica de la trasgresión. La masturbación crecía en intensidad, agitando la pija con vehemencia, alternando la mano cuando se le cansa, me entrego a su habilidad manual, inclina el pecho poniendo sus tetas en mi cara sin dejar de pajearme. La calentura me hace vibrar agitar las caderas, elevar la pelvis en cada sacudida, el momento supremo se acerca, galopando al ritmo de sus manos.
- Ya, ya... estoy por venirme. Hacé algo, estoy por largar la leche
- Qué querés que haga? Que te hago?
- Poné la boca encima, o la mano, o… poné algo que me vengo…
Ese momento de indecisión, no supo o no quiso pone la boca sobre el glande, la mano encima contuvo el chorro que provoca agitando a todo dar la otra.
- Ah, ahhhhh me voyyyy. -Sigue moviendo la mano. – Ah, despacio, despacio, despacito, sigue despacito, así, así… hasta que sala toda la leche... ahhhhh
Ese postrer gemido fue con el último chorro de semen brotado con la fuerza de un geiser. La mano puesta encima contuvo el chorro de semen, que comenzó a escurrirse por el tronco de la verga.
Sus manos y mi vientre quedaron hechos un estropicio de semen espeso y caliente esparcido sobre mí.
Buscó en la guantera pañuelos de papel, realizó una prolija limpieza de la vega y sitios aledaños, frotando entre sus dedos apreciaba la textura del semen.
- Uffff, cuántas ganas, me hacía falta una pajota de este calibre.
- También yo necesitaba ese orgasmo. Eres bueno para eso.
- También tu para pajearme. No quisiste poner la boca para recibirme?
- No me animé, no supe cómo, nunca lo hice.
- En la próxima me lo harías, me gusta mucho que me lo hagan.
- Y luego que te vienes ella se lo traga?
- Ella quién?
- Tu novia.
- No, ella no sabe, no fue con ella. Me lo harás? Me gusta, lo necesito
- Bueno… ni se si habrá próxima…
- Sí, habrá. Sabemos que habrá próxima.
- No lo sé, sabes de qué modo pensamos de la infidelidad..
- Y… bucal y manual no es infidelidad. No lo es, solo estamos supliendo carencias que nos niegan, es un caso de necesidad extrema. Entiéndelo de este modo, somos náufragos en el mar del deseo, yo estoy sobre un madero a la deriva, te subes y…
- Ja!, flor de madero, un tronco de gordo y duro. –risas.
Miramos la hora, se nos estaba haciendo tarde, acomodamos las ropas, ventilamos el habitáculo para quitar el olor a sexo. Volvimos como si nada hubiera sucedido.
Durante un par de días la encontré como esquivándome, evitaba ese momento comprometido de quedarnos a solas. Esa tarde, a la hora de la siesta, casi todos duermen, nos encontramos casi al fondo de la casa, en el parque, ella estaba leyendo, yo caminando y me la tropecé.
- Por fin, hace tres días que no tenemos un momento a solas.
- Y… al tercer día resucitó de entre los muertos.
- Si lo dices por ésta (la pija) no está muerta, tan solo esperándote.
- Y bueno, si está vivita y coleando, podemos hacerla jugar…
- Vamos yo conozco un lugar donde jugar.
La tomé de la mano y la llevé a un galponcito donde se guardan los elementos de jardín, detrás de unos añosos pinos.
La entré en el galpón trabé la puerta con el mango de una pala, me abracé a ella y le comí la boca, apreté las tetas y comencé a mamarlas. – Si me las aprietas saldrá leche y te la tienes que tragar sino se notará en la ropa la marca de la leche, mama y limpia bien.
La tomé de la cintura y la senté sobre una lavadora, las piernas colgando, saqué la bombacha y metí manos y cara en ese templo del deseo, los dedos abrieron el camino a los primeros gemidos, ahogados por mi mano en su boca. Cuando introduje la cabeza entre sus piernas, la boca y la lengua hicieron contacto con su sexo, el shock fue tan intenso que debí sostenerla para no caer, apretó los labios, mordiéndose la mano para no aullar por las sensaciones inesperadas de una mamada de concha impensada, nunca había sentido la boca masculina sorbiendo sus jugos y excitando con lamidas, estaba descubriendo inéditas experiencias eróticas.
Las primeras sacudidas la estremecen, agitan y exceden su capacidad de asimilar tantas emociones, el sexo oral puede hacer maravillas en una mujer, incentivando en mucho cuando ésta nunca había sentido esas sacudidas internas que alteran el sentido de la realidad, elevan a un orgasmo tormentoso y alucinado, no para de morder sus labios y manos, agitarse, apretando sus pechos, apretando mi cabeza para nunca deje de seguir comiéndome su nido.
Agotada en su resistencia, de un orgasmo tan batallado, se dejó estar, derrumbada en mis brazos que la sostienen de la cintura, las piernas atenazando fuertemente mi cuello, impulsa con sus talones en mi espalda para elevar la pelvis y ofrecer a que no deje de comerle el chochito.
Fue un glorioso orgasmo debatido entre mis labios, entregada al hombre que había descubierto la piedra filosofal de sus placeres supremos.
Bajó de la lavadora, me deshice del pantalón así podía acariciar y hacerme una paja. Ambos estamos desnudos de la cintura para abajo, el abrazo es la excusa para frotar la pija bien parada, el ángulo me permite frotarla sobre los pendejos húmedos moviendo de forma que se apoye entre los labios vaginales, subiendo y bajando, enjugándose e los flujos remanentes del orgasmo.
Ninguno de los dos se atreve a dar el gran paso, entrarle en la conchita, ellas siente que no está preparada que estamos haciendo algo impropio, sus gestos dicen lo que sus palabras no se atreven. La calentura apremia, siento la molestia de una dureza que necesita encontrar consuelo, se lo hago saber, que me urge una satisfacción. Más dudas, es tiempo de hacer y no dejarla pensar.
Coloqué un trozo de alfombra para que se pueda hincar y orar al dios del falo, se lo puse en la mano, comenzó a agitarlo, la cara está próxima, voy empujando con delicadeza para llevarla bien cerca, que sienta el aroma y el calor de la carne caliente, frotada en sus labios, no los retira.
- Un beso, solo uno… otro más… con los labios abiertos…
En la última orden un movimiento de pelvis hizo lo que restaba. No le sabía mal, despacio fue lamiendo aprendiendo los primeros movimientos de su primera mamada.
- No te vengas en mi boca, por favor, no estoy preparada…
Ese pedido cambió mis planes, me gustaba estar en su boca pero la idea de hacerle el culito rondaba mi cabeza desde mucho antes de entrar a ese escondite de sexo.
- Déjame hacer a mí, no te voy a obligar a nada que no desees, vos déjame hacer, no vamos a fornicar, solo te la voy a meter por el culito. Chuparla es algo que no le haces a tu marido, entiendo que tampoco te lo hace por el ano, son lugares que él no te ha usado, entiende que esos lugares donde él no estuvo, como que no es infidelidad.
No me creyó casi nada, pero ese razonamiento hecho a medida de mis necesidades pareció tirarme un salvavidas, sin decir más nada la coloqué de espaldas, el pecho tendido sobre la lavadora, la falda levantada, las nalgas expuestas al mi calentura. Todo ese maravilloso culito a mi disposición, urge la acción, no darle tiempo a pensar. Voy con la pija súper dura a frotarla entre los labios vaginales para tomar la humedad, mientras juego con el dedo ensalivado en el hoyo del ano.
- No, no, por ahí no! Habías dicho que solo por mi culito?
- Sí, claro no te asustes, solo para tomar tus jugos…
La empuje un poco más, elevé las nalgas, mas afuera, y me acomodé para calzarla justo. El glande enjugado en su flujo vaginal, frotando los bordes del esfínter, le pedí que se agarre de las nalgas, que se las abra para poder entrar bien en ella, es la excusa para distraer mientras voy jugando a entrarle. Se siente bien estrecho, el grosor tropieza también con la inexperiencia para relajarse, necesitaré de toda la astucia y conocimiento para comerle el culito.
Jugando con la cabeza en el esfínter conseguí con paciencia y perseverancia entrar la cabezota, atravesar el aro. La sentía suspirar y jadear por la resistencia natural y la dilatación que no podía controlar.
- Ya está! tranqui, ya la tengo toda dentro…
- Mentira, falta…
Su mano comprobó que ni había metido la mitad. Ahora era calmar su ansiedad enseñarle a relajarse, jugando y avanzando despacio fui ganando su permiso, las caricias hicieron el resto, la mano en la vagina completó el combo para poder entrarle de un golpe todo el resto.
Quedé ensartado, a fondo en su ano, está confiada pero los jadeos por soportar el grosor de la pija no la dejan relajarse del todo. Comencé a bombear la verga en su culito, despacio, disfrutando cada movida, cada apretón de su anillo anal. Le indiqué que debía aflojarlo cuando me retiro, aprisionar cuando me mando dentro.
Estaba en lo mejor de la sodomía cuando escuchamos la voz de mi novia buscándome.
- La puta madre, justo ahora esta cabrona me anda buscando.
- Debemos volver antes que nos encuentren.
- Ni loco me salgo de este delicioso culito, me muero por hacerlo.
- Piensa, estoy también en esto… hazlo rápido, sí?
El tiempo urge, la calentura también, me aferré a sus caderas y comencé a bombear con la urgencia y la vehemencia de acabar pronto, de conseguir esa eyaculación cuanto antes. Estaba en una cogida realmente intensa, hasta brutal por momentos, pistoleando con la fuerza de un toro bravo, abriendo el culo de René como había fantaseado en esos días previos.
- La puta madre, me lo estás rompiendo, me das muy fuerte. Bueno no importa, termina de cogerme, métela, acaba ya, me está doliendo mucho, ya no te aguanto. La puta madre que la tienes bien gorda. Acaba de una vez no te aguanto, me salgo...
No la hubiera dejado por nada del mundo, era el momento supremo, cuando se sienten las punzadas de la inminencia, los empellones más bruscos me llevan a forzar ese culito estrecho y virgen, entrarle más allá del dolor y de las prevenciones. Un par de sacudidas me llevan hasta el borde del abismo, donde el semen caliente y espeso sube y se lanza en un violento chorro que se derrama dentro del culo de la mujer.
Los chorros siguientes fueron casi sin moverla, vaciándome por completo dentro de René.
No había tiempo para delicadezas, me salí de su culo sin esperar que baje algo la erección, sacarla fue como el efecto de descorchar una botella de espumante, ella recibió el doloroso efecto de la sacada del pene.
Nos acomodamos con la premura del caso, me subí a una ventana que daba sobre el fondo de la casa, saltando a la calle del fondo, de ese modo mientras llegaba al frente de la casa me daba tiempo a bajar la erección. Cuando llegué las encontré a mi novia y a René conversando.
- Hola, me pareció escuchar que me llamabas? Estaba en el fondo de la casa...
Mi novia se alejó sin sospechar nada de nuestra aventura.
- Cabrón, me hiciste doler, me sangró un poco.
- Pero te gustó, verdad que te gustó?
- Bueno, sí me gusto.
- La próxima te lo voy a hacer mucho mejor.
- Bueno, pero… solo por el culo, eso no es “infidelidad”
El resto de ese mes se lo volví a hacer, también aprendió a mamarla y tragarse mi leche. No sé qué pase en el futuro, esto fue durante esas vacaciones. Sépanlo mujeres, que el sexo anal no es un acto de infidelidad, mamar y tragarse el semen tampoco lo es.
Si no es cierto al menos sirve para justificarte.
Te gusta el sexo anal? Cuánto? Me gustaría saberlo, estaré esperándote para contarte de otras experiencias parecidas, pero tu opinión es importante.
Lobo Feroz
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