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Sexo a domicilio

~~Ella es Tamara
 y antes siempre hacía el amor con su novio de
 toda la vida. Yo soy Ana y antes siempre follaba basándome
 en un sistema que consideraba perfecto. Ahora las dos nos follamos
 haciendo el amor. Son las 7 de la mañana del último
 viernes del mes de febrero. Todos los días me despierto a esta
 hora ya que mi cuerpo se ha acostumbrado, es como si tuviera un reloj
 interno, y no tengo necesidad de que suene alarma alguna. Y yo lo
 hago de buena gana, ya que esta hora es La Hora. Normalmente mi padre
 está acabándose de vestir para salir pitando para el
 trabajo (y hoy no era una excepción), y yo se supone que me
 estoy arreglando para ir a la Universidad mas en verdad lo
 que hago desde ya hace 3 años (tantos como llevo en la Universidad)
 es perder el tiempo hasta que mi padre definitivamente se va; entonces
 hago una llamada perdida y al rato aparece mi amante semanal (dicho
 así puede parecer que llamo a una pizzería, jaja). Sí,
 el número de amantes que llevo puede parecer elevado, pero
 yo creo que es una situación ideal. Por supuesto, si de esto
 se enterase mi madre, me llamaría puta, no lo entendería.
 Es comprensible, ella es de otra época, está chapada
 a la antigua (sus padres eran muy católicos); pero gracias
 a Dios –nunca mejor dicho es poco probable que todo esto llegue
 a sus oídos, ya que se encuentra en París, donde triunfa
 como diseñadora. Mi padre en su condición de separado
 (hace 5 años que cada uno siguió su camino por motivos
 laborales no intentes comprenderlo), está disfrutando
 al máximo del cambio de mentalidad en la sociedad (¡algunas
 de sus conquistas parecen más jóvenes que yo!). Y luego
 está mi querida hermana pequeña Laura, la cual es testiga
 muda de mis correrías, y no sólo auditiva sino también
 visualmente, me consta que la mayoría de las veces nos espía.
 Laura ya ha llegado a la mayoría de edad, pero no ha tenido
 ni un solo novio ni ha estado con ningún chico (o chica), al
 menos hasta donde yo sé; la pobre no es muy agraciada físicamente.
 Alguna vez barajé la posibilidad de invitarla a participar,
 pero no me he atrevido, no sé cómo reaccionará
 (igual se asusta y se chiva a mi madre, rompiendo así su tan
 apreciado silencio); pero me imagino que aliviará su necesidad
 sexual masturbándose con nuestras imágenes en su retina.
 Mas hoy no está Laura en casa, llevaba desde anteayer de excursión
 con los compañeros de clase (a ver si ha tenido suerte y alguien
 se coló en su cama). La luz se cuela por la parte superior
 de la persiana, iluminando ligeramente la habitación. Me adapto
 a la luz y dirijo la mirada hacia la izquierda, a la cama supletoria
 en que dormía Tamara. Es una amiga que he hecho en el nuevo
 curso, con quien estoy preparando un trabajo para clase. Ayer nos
 quedamos acabándolo hasta muy tarde, tan tarde que le dije
 que se quedara a dormir (no tenía que avisar en casa ya que
 comparte piso con 3 estudiantes más). Parece un ángel
 durmiendo, su cabeza esta rodeada de un brillo especial, quizá
 se deba a la luz que entra en la habitación; pero la verdad
 es que por primera vez la miro de otra forma, no sólo como
 amiga. Me encanta su larga y rizada melena negra oscuro, y el contraste
 que se crea con su tez blanca; pero en este momento mis ojos no dejan
 de mirar sus labios rojos, gruesos, muy carnosos tiene
 unos morritos irresistibles. Su novio puede sentirse muy afortunado,
 no sólo por su belleza, inteligencia y simpatía, sino
 también por su fidelidad (al menos hasta ese momento). Ella
 me había contado que se conocieron hace la friolera de 9 años
 y que desde entonces no había mirado a otro hombre. Quedó
 muy sorprendida cuando le conté mi sistema: mis relaciones
 más largas eran durante los meses de vacaciones de verano,
 el resto del año era una persona distinta cada semana. Cuando
 le expliqué el motivo me dijo que le parecía una buena
 solución, pero ella no había tenido ese problema; me
 explico, el curso anterior a mi entrada en la Universidad yo salía
 con un chico majísimo que me tenía loca, pero loca,
 loca tan loca que me era imposible concentrarme en los estudios.
 Todo me afectaba: su presencia, su ausencia, su ir, su venir, su recuerdo
 en mi cuerpo, y sobre todo, los celos. Casi me llevó a repetir
 el curso. Mis padres, mi tutor, y el psicólogo al que me habían
 mandado decían que el divorcio me estaba afectando, pero yo
 bien sabía lo que era. Finalmente había logrado superar
 el curso con mucho esfuerzo y posteriormente tuve mucha suerte con
 las pruebas de acceso (en la mayoría de los exámenes
 me tocó justo las pocas cosas que tenía bien preparadas).
 Pero uno de esos primeros días de mis merecidas vacaciones
 apareció Juan (mi novio) muy triste y me contó que sus
 padres le obligaban a irse a estudiar Económicas a Barcelona
 (donde vivían sus abuelos). Él ya me había comentado
 tiempo atrás esa idea de sus padres, pero con toda la tensión
 se me había olvidado totalmente. Aquello me hundió durante
 semanas porque él además había dicho que era
 mejor que cortáramos, sería imposible mantener la relación.
 Tras todos aquellos días de calor que me pasé llorando
 como una boba, tomé la decisión actual: sólo
 tendría novios en las vacaciones largas de verano, y el resto
 del año tendría rollos. En un principio eran rollos
 de fin de semana, pero no era suficiente, necesitaba mi dosis diaria.
 Y hasta ahora puedo decir que he sido afortunada, ninguno se ha quedado
 colgado, ninguno me persigue, todos aceptan que dure únicamente
 una semana; aunque a veces también me hace dudar de mí
 misma, como si no fuera capaz de atraer lo suficiente para ser más
 que algo sexual. Sea como sea me funcionaba a las mil maravillas:
 yo sacaba curso por año con notas muy altas, sin necesidad
 de estudiar en el verano (todo limpio durante el curso), y mi vida
 sexual era muy excitante (sí, efectivamente, soy adicta al
 sexo. Ya desde que era una enana, todo lo que encontraba me lo introducía
 en la vagina y disfrutaba). El ruido de la puerta de la calle cerrándose
 anunciaba que mi padre ya se iba a trabajar. Si fuera otro día,
 en unos minutos avisaría a mi amante semanal, pero hoy no,
 hoy estaba Tamara conmigo, de lo cual ya me estaba arrepintiendo
 ¡¡¡Necesitaba mi sesión diaria!!! El portazo,
 aunque ligero, también despertó a mi amiga. Abrió
 sus grandes y brillantes ojos marrones y se encontró con mi
 mirada.
 Hola, ¿qué tal has dormido?
 Hmmm. Muy bien – Dijo mientras se estiraba, de manera que la
 sábana resbaló un poco hacia abajo, mostrando parte
 de su blanco pecho.
 ¡Y tanto que tan bien! ¡Anda que no has disfrutado de
 tus sueños húmedos! ¡Qué manera
 de gemir!
 ¡Ehhh! ¿Pero qué dices?
 ¡Sí, tonta! ¡Y lo que susurrabas! –Mientras
 me levanté de mi cama y me puse en la suya, mostrando mi cuerpo
 completamente desnudo.
 Yo no hablo en sueños, ¡mentirosa! –Al tiempo
 me daba un golpe con la almohada.
 ¿Cómo era que decías? –Yo continuaba tomándola
 el pelo mientras forcejeabamos ¡Fóllame toda, más,
 más, dame más, así, así!
 Ja, ja, ja, ¡tonta! –Con tanto forcejeo habíamos
 quedado las dos tumbadas en la cama, ambas desnudas . Yo no follo,
 yo hago el amor. Nunca he follado.
 Pues yo todo lo contrario, siempre follo, nunca hago el amor. –Y
 nos echamos las dos a reír. Y volví a tomarla el pelo
 ¡Fóllame toda, más, más, dame más,
 así, así métemela entera!
 ¡Cállate se puso encima mía cerda!
 Maleducada, ¿no te dijo tu mamá que no se deben escuchar
 los sueños ajenos? –Volviamos a forcejear, pero esta
 vez nuestros cuerpos estaban en contacto, sin almohadas de por medio.
 Acabó completamente acostada sobre mí, podía
 notar sus pechos junto a los míos, y el escaso pelo de su pubis
 contactar con mi pubis depilado. Entonces llevé mis manos a
 sus nalgas, empujé su culo hacia mí. Para mi sorpresa
 no dijo nada, y además se movió hacia arriba y abajo,
 haciendo que nuestros cuerpos friccionaran. Yo volví a poner
 mis manos en su culo y lo apreté, acerqué mi boca a
 la suya, nuestros labios se rozaban, nuestros alientos se unían.
 Tenía a menos de un centímetro esos morritos tan apetecibles.
 Ella me miró.
 No, déjame, esto no está bien.
 Vamos, sé que lo deseas. Ayer me fijé en la manera
 en que mirabas mi cuerpo mientras me desvestía . Besé
 sus labios ligera y suavemente, y otra vez nuestros labios se mantuvieron
 a escasos milímetros. –Ahora puedes hacerme todo lo que
 quieras.
 No, déjame, no puedo hacerle esto a Keko. –Pero no hacía
 ningún ademán de soltarse, nuestras cabezas se movían
 ligeramente hacia los lados, sin perder la distancia. Nuestros labios
 volvieron a contactar y yo deslicé mi mano hacia arriba, por
 su espalda. Y volvimos a juntar los labios, ahora los probé
 con mi lengua. Nos seguimos besando lentamente, nunca lo había
 hecho de manera tan lenta, pero estaba excitadísima, y ella
 se derritía. Giré más mi cabeza y volví
 a besarla, y penetré con mi lengua (el punto de saliva era
 el justo, era exquisito). Notaba mis sentidos del gusto, tacto y olfato
 más que nunca. Abrí mis ojos hasta ese momento los
 había tenido cerrados o ligeramente entornados y volví
 a la carga: nuestras bocas se abrían y cerraban, besaba su
 labio inferior, ella me besaba el superior, o viceversa pero
 todo muy lentamente, mientras ella me tocaba el pelo, me acariciaba
 la cara, el cuello, y yo sus hombros, toda su espalda y su culo. Y
 en ese momento me pasó, jamás me había pasado
 nada parecido, estaba tan excitada que tuve un orgasmo. Me pilló
 por sorpresa, sería por el frotamiento de nuestras tetas, la
 dulzura de nuestros besos, las caricias, su agradable olor, sería
 todo junto (claro).
 Hice que se tumbara boca arriba y esta vez me puse yo sobre ella.
 Le besé el cuello, metí la punta de mi lengua en su
 oreja derecha, chupé su lóbulo, y me deslicé
 hacia abajo a sus pechos. Mi boca estaba a la altura de su pezón
 derecho. Mientras con la punta de mi lengua lo lamía, mis manos
 bajaban por su canalillo y puse la palma de mi mano sobre su teta
 izquierda. No tenía unos pechos voluminosos ni mucho menos,
 así que casi quedaba completamente cubierto por mi mano. Estrujé
 su teta y moví la mano, tomé su pezón izquierdo
 entre dos dedos, mientras su pezón derecho era rozado por mis
 labios, deslizándose por toda su longitud. Ella abrió
 sus piernas y las juntó sobre mi espalda, aprisionándome.
 Fui variando mis besos, caricias, lengüetazos, tomándome
 mucho tiempo, a ella se veía que le encantaba. Puse mis pechos
 a la altura de los de ella e hice que nuestros pezones se rozaran
 y volví a atacarlos con mi lengua húmeda durante un
 rato más. Me deslicé para abajo y besé su hermoso
 ombligo, metidito para adentro, mientras mis manos seguían
 en sus tetas. Puso sus manos sobre las mías, indicándome
 que siguiera masoseándolas. Ella es como yo, nos encanta que
 nos presten mucha atención a nuestros pechos, y aunque los
 suyos son un poco escasos, no por ello dejan de ser muy sensitivos.
 A mí me habían dicho que los míos parecen dos
 imanes, atraen de gran manera por su gran tamaño y forma bien
 redondeada, pero los hombres no ven las desventajas que tienen. Yo
 prefiero los pechos discretos de Tamara, muy juguetones, ligeramente
 puntiguados (sensacionales para mamarlos). Seguro que ella no sufre
 dolores de espalda por su peso, y que con el paso de los años
 no perderán su encanto.
 Dejé de besarla y acariciarla, y le dije que se incorporara
 mientras yo hacía lo mismo.
 ¿Qué quieres?
 Reclínate, ponte así, a cuatro patas . Ella agarró
 la almohada y así lo hizo.
 Separé sus piernas y me recosté sobre ella, mis pechos
 estaban aplastados contra su espalda, la besé mientras volvía
 a palpar sus tetas. Si fuera un tío la estaría penetrando,
 pero en cambio aún no habíamos estimulado nuestros genitales.
 Bajé a su culo y lo besé y acaricié repetidas
 veces. Separé sus nalgas y lamí con la punta de mi lengua
 entre su ojete y su coñito. Al primer contacto ella lanzó
 un gemido, y ya no dejaría de hacerlo. A la punta le siguió
 el resto de la lengua, y la zona se fue ampliando poco a poco, pero
 no quería atacar aún su coñito. Repartía
 mis besos y lengüetazos, y mis suaves caricias por sus mulos.
 Ella llevó su mano a su entrepierna, pero yo no se lo permití;
 así que llevó sus manos a sus pechos y los estrujó.
 Me puse cabeza arriba entre sus piernas y ligeramente lamí
 sus labios con la puntita de la lengua. Metí mi dedo en mi
 boca y lo embadurné bien, y con él rocé sus labios
 a la vez que hacía lo mismo de nuevo con la punta de la lengua.
 Volví a repetir pero esta vez con toda la lengua. Con mis dedos
 separé sus labios, su olor era muy fuerte, pero no me repugnaba
 (igual en otra situación sí lo haría, pero en
 ese momento estaba a cien), le dije que tenía un cuerpo increiblemente
 sexy y que me iba a comer ese coñito tan apetitoso. Lamí
 su clítoris y ella lanzó el gemido más intenso
 hasta ese momento. Hice círculos lamiendo su clítoris
 y lo atrapé entre mis labios, sus gemidos aumentaban, y de
 pronto tenía toda mi cara empapada ¡Se había
 meado! Ella se disculpó, que no lo había podido evitar.
 Me quedé paralizada, no reaccionaba, pero ella se acercó
 y empezó a lamerme toda la cara, secándome.
 ¡Lo has hecho a propósito! Te gusta esto, ¿verdad?
 Eres una guarrilla viciosa. –Ella no dijo nada . Déjame
 intentarlo a mí.
 Se tumbó en la cama boca arriba, y yo me puse sobre ella, a
 la altura de su cabeza. Llevé la mano al bajo vientre e hice
 fuerza, pero no podía; nunca había hecho nada parecido.
 Muchas veces hice pis delante de amigas en los servicios de discotecas,
 así que cerré mis ojos e imaginé que estaba sentada
 en la taza del W.C. Tras varios intentos, empujando y empujando, solté
 un chorrito y, acto seguido, vacié completamente mi vejiga,
 cayendo sobre la cama, su cara y sus hombros. Yo no lo encuentro nada
 erótico pero a ella le excita mucho. Con la cara aún
 mojada se puso a lamerme el chochito. Me imaginé que con su
 novio hacía lo mismo y en ese momento era cuando se la mamaba.
 ¡Así, chúpame putita! Está rico.
 De pronto sentí que me penetraba con su lengua, de un tamaño
 más largo de lo normal, así podía profundizar
 más y mejor la notaba (en mi boca ya había sido exquisita,
 pero esto era sublime). Tras mamársela a su novio, éste
 seguro que la penetraba, eso mismo haría yo, pero no sabía
 con lo qué, ya que no tengo ningún juguete de esos;
 pero ya me preocuparía de buscar algo luego, ahora quería
 correrme en su boca, y notaba que estaba a punto. Tamara estaba haciendo
 verdaderas maravillas con esa prodigiosa lengua, su boca y sus dedos.
 Aunque me gustaba sentir como su dedo rozaba las paredes interiores
 de mi vagina, como lo giraba y lo sacaba y volvía a meter,
 lo que me volvía loca era cuando estimulaba mi clítoris,
 y en ese momento lo estaba haciendo con sus dedos.
 Parecía que me lo estuviera haciendo yo misma porque era tal
 y como me gustaba, lo hacía tan bien que al fin llegué.
 Nos abrazamos y la besé, probando así mis fluidos. Le
 susurré al oído:
 Te voy a penetrar sin piedad.
 Hmm Hazlo pronto, lo necesito, ¡fóllame!
 Salí de la habitación y cuando volví observé
 cómo jugaba con su chochito. Era hermoso ver cómo se
 acariciaba. Cuando vio las velas que tenía en las manos, me
 urgió a hacer uso de ellas ya. No la atormenté más,
 había cogido velas de varios tamaños, empecé
 con la más pequeñita pasándola por sus labios.
 Ella me dijo que esperara, que mejor se ponía otra vez a cuatro
 patas. En cuanto estuvo en postura froté bien una de las velas
 medianas con la vaselina que había traído y la penetré.
 Primero simplemente un mete saca de manera muy lenta, incrementando
 el ritmo poco a poco. Posteriormente fui añadiendo giros de
 muñeca y/o profundizaba y la dejaba unos segundos para que
 la notara toda dentro. Procuraba variar, así otras veces se
 la metía y sacaba rápidamente. Ella con cada embestida
 chillaba de placer, y me solicitaba que no parase (no pensaba hacerlo
 hasta que estuviera completamente satisfecha). Esto no era una polla
 que te deja a medias (eso con suerte, la mayoría de las veces
 la primera vez todo se acaba cuando una empieza a sentir algo). No
 tenía bastante, también quería la vela pequeña
 por su culo, así que la embadurné con vaselina mientras
 ella misma seguía con la otra. Se la metí con tanta
 calma cómo pude, pero no era realmente necesario, su Keko le
 daba a todos los agujeros. Tras un ratín sincronizando ambas
 velas, alcanzó el orgasmo. Tenía mi almohada hecha una
 pena ya que había estado ahogando sus chillidos en ella.
 Estábamos abrazadas, besándonos, acariciándonos,
 y hablando:
 Ha sido el mejor sexo que he tenido en años.
 ¿En años dices?
 Sí, ya no siento nada cuando Keko me hace el amor.
 Para mí también ha sido inmejorable, dejaría
 mi sistema por ti.
 Sí y yo me lo creo.
 Te lo digo en serio
 Pasados 3 meses ella rompió con su novio y yo rompí
 mi sistema, y aquí dejamos fe del 1º de nuestros tantos
 días de pasión.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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