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Categoría: Lésbicos

Sex shop

Nunca tuve suerte con el sexo opuesto, desde mis noviazgos de adolescencia deambulé de fracaso en fracaso, tal vez ser bonita me jugara en contra, los chicos solo me buscaban para tener sexo, pero una vez que lo conseguían se terminaban olvidando de mí. Así deambulé de fracaso en fracaso, mis relaciones amorosas eran explosivas, mucho al principio, pero todo se terminaba con rapidez. Tuve varias parejas estables por poco tiempo, asumo que seguramente parte de la culpa de los fracasos estuvieron de mi parte tal vez fuera buena para coger, pero mala para convivir y fui tropezando de piedra en piedra por casi diez años.



Es que tal vez yo solo me empecinaba por tener una pareja estable, por encontrar el hombre de mi vida, al príncipe azul, pero solo lograba sentirme como el repuesto de turno, como una pieza perdida en el rompecabezas de cada hombre que pasó a mi lado. 



Tenía veinticuatro, casi veinticinco cuando Alberto me dejó, después de dos años de dura convivencia, yo me había enamorado una vez más y una vez más me había quedado sola, estaba muy deprimida y me le pasaba llorando todo el día, y como tantas veces, me aferré a Natalia, una amiga de la adolescencia que siempre estaba para mi cuando necesitaba un hombro para ahogar mis penas. Ella era bisexual, nunca me lo había ocultado y eso no era problema para mí, nada impedía que fuéramos buenas amigas.



Una noche me arrastró a bailar para sacarme de mis angustias, nos divertimos, bebimos, nos embriagamos hasta perder la cordura, hasta olvidarnos de todo.



El nuevo amanecer me sorprendería completamente desnuda, enredada entre sábanas, abrazada a Natalia, con el recuerdo de haber hecho el amor con una mujer.



Sería mi primera vez, traté de negarlo, de ocultarlo, pero repetí la experiencia y me gustó, una vez y otra vez, aprendí a amar de un modo diferente, a dejarme amar de un modo diferente, al fin de cuentas, tuve que aceptar la realidad, era homosexual, y seguramente a eso se debieron mis continuos fracasos con los hombres, tal vez siempre me había negado a abrir los ojos, a ver la realidad, al fin salía del closet.



Y no me fue fácil, en esos años vivía mi sexualidad entre sombras, me daba mucha vergüenza, lo oculté a mi familia, a mis amistades, a mis conocidos, para el mundo era una mujer como todos decían que debía ser, pero en la intimidad, donde nadie podía verme ni juzgarme, era gay, y no es fácil explicarlo, pero en verdad muchas mujeres pasaron por mi cama.



Pasaron algunos años y lo que en un principio me pareció anormal, se fue transformando en mi día a día, si me gustaban las mujeres, bueno, por qué diablos ocultarlo, se lo confesé a mi madre, a algunas amigas y poco a poco no me molestó que me vieran tomada de la mano de otra chica, darle un beso, recibir una caricia, cruzar una mirada cómplice, aunque me significara perder parte de mi familia, amistades, conocidos y sentir desprecio de parte de algunas personas, aprendí a diferenciar, a darme cuenta ante los rechazos que el problema no era mí, era de quienes no me aceptaban como yo era.



Pasaron varios años más, jamás volví a estar en la cama con un hombre, y era gracioso que me llamaran 'la burla de la naturaleza', los chicos solo se lamentaban por el hecho de que 'una mujer tan bonita no estuviera disponible para ninguno de ellos'



Y me enredé con mujeres, aunque al igual que con los hombres mis relaciones no duraban mucho tiempo.



Mi camino se cruzó por casualidad con el de Celeste, ella era una chica que conocía de mis estudios primarios, la vida nos había separado pero las redes sociales nos habían acercado nuevamente, y si bien estábamos distanciadas, compartíamos un rico secreto, el lesbianismo. Así que nos pasábamos largas horas chateando en charlas calientes, cosas de mujeres, donde nos excitábamos mutuamente hasta llegar a la masturbación, y fuimos subiendo la vara, llamadas por teléfono, tipo hot line, video llamadas y todo terminó como debía terminar, nos cruzamos y fuimos a la cama.



Y si bien todo empezó por el sexo, nos terminamos enamorando, Celeste estaba muy cambiada de los recuerdos de infancia, ya no era una regordeta de cabellos castaños, ahora era una mujer muy bonita, apetecible, de senos más grandes que los míos, delicada cintura y hermosas caderas, de estilizadas piernas y cola del demonio, ahora, al igual que yo se tenía de rubio brillante, solo que a ella naturalmente se le formaban gruesos y largos rulos en su sexi cabellera.



Con treinta y pico parecía que todo se acomodaba, pero la vida da sorpresas, yo trabajaba de empleada en un negocio céntrico de la ciudad, y de un día para el otro los dueños decidieron cerrar y me quedé en la calle con unos cuantos pesos de mi indemnización, a Celeste por su parte no le iba mejor, tenía una casa de revelados fotográficos y se estaba muriendo de hambre, hoy en día ya nadie hace revelados fotográficos. Así que debimos emprender una nueva aventura. Ella liquidó todo el mobiliario que tenía, yo aporté mi parte, el salón ya lo teníamos y experiencia en ventas también, así que el único problema fue decidir que íbamos a hacer, a que nos íbamos a dedicar.



Pensamos muchas salidas, hablamos con contactos, evaluamos propuestas en la web y entre bromas, en algún momento Celeste dijo de poner un sex shop. 



Fue solo una moneda al aire, pero fuimos descartando opciones y la idea del sex shop cobraba cada vez más fuerza, yo no me decidía, pero mi mujer le agregaba a la idea una pizca de erotismo, decía que nos divertiríamos mucho y en fin, ella era siempre la que tomaba las decisiones.



Hicimos contactos con mayoristas, acomodamos precios, pintamos todo el ambiente, cambiamos las decoraciones, nuevas vitrinas, algunos sillones, mostradores y algunos mobiliarios más, incluso cambiamos todas las luminarias, luces fluorescentes, y en un abrir y cerrar de ojos el lugar triste de tonos claros donde de revelaban fotografías, se transformó en un sitio dark, moderno y hasta con un toque tenebroso, en mezcla de negros con lilas fluo, todo estudiado para evidenciar un antes y un después. Hicimos publicidades, de boca a boca, panfletos, internet, armamos todo y nos lanzamos a la nueva aventura.



Abrimos las puertas un lunes, era todo un desafío, y asumo que en esos días me sentía un tanto acalorada, Celeste insistía en que nos vistiéramos un tanto provocativas, que diéramos imagen de putas y eso en un sex shop era dinamita pura.



Y la verdad es que nos fue bien, el negocio prosperó, los hombres en general se mostraban excitados ante nosotras y eran capaces de cualquier cosa con tal de conseguir algo más, asumiendo que estábamos a la venta como los demás productos, pobre ingenuos, son tan predecibles, además las mujeres, para ellas se les hizo más natural ser atendidas por otras mujeres y podían expresarse con total libertad, sin miedos, sin tapujos.



Abrimos nuestra tienda online y empezamos a vender por catálogo, organizamos reuniones de tuppersex y además de hacer negocios nos divertíamos a lo grande, el dinero empezó a caer a montones.



Pasaron dos años, nuestras arcas estaban llenas  y le dije a mi mujer que teníamos que festejar, fuimos a cenar a un lugar un tanto privado, reímos, nos erotizamos, y antes de irnos, compramos una botella del mejor champagne que tenían, fuimos al coche y empezamos beberlo del pico, estábamos ya un poco pasadas de copas, y Celeste enfiló para nuestro local, yo no sabía que se proponía pero solo la seguí como de costumbre, llegamos, entramos, hecho llave a la puerta y me besó apasionadamente, mientras terminábamos de ingerir lo poco que quedaba en la botella. 



Empezamos a jugar cono tontas, las dos a gatitas a solas encerradas en un sex shop éramos como dos niñas encerradas en una dulcería, fuimos por lencería, teníamos todo a disposición, nos desnudamos al mismo tiempo, sentía mi concha mojada y los pezones duros y marcados de Celeste me dejaban notar que pasaba por la misma situación, nos mirábamos intercambiando sonrisas de complicidad, revolcamos un poco por cada lado, Celeste se soltó sus cabellos, regalándome una imagen felina, se puso unas medias de red con gruesos elásticos que ajustaban sus muslos, botas de tacos finos a la rodilla, un top de cuero con cadena que de ajustaba al cuello dejando sus pechos sexualmente casi desnudos, muy dark, además de unos guantes mitones con tachas muy de perra, todo en negro, estaba muy puta contrastando con el rubio de sus cabellos.



Por mi parte yo no quería ser menos, elegí unas botas en gamuza, tipo bucaneras, llegaban a mis muslos, acordonándose por detrás, una pequeña tanga colaless que no podía ocultar demasiado, preferí no usar nada más, yo sabía que ella me comía con la mirada, y la verdad que solo quería coger, modestia aparte, hubiéramos deleitado a cualquier hombre con el espectáculo, dos putas hambrientas en la mejor edad, muy bellas, vestidas para matar.



Si había algo que siempre había estado claro en mi relación con Celeste, eran los roles de cada una en la intimidad, ella era la dominante, yo la sumisa, ella era la que tenía todas las ideas, y yo quien las ejecutaba sin chistar, ella era la cazadora, yo la presa.



Empezamos a besarnos acaloradamente, mis pechos se refregaban a los suyos que estaban custodiados por las frías cadenas del top que se había puesto, la sensación en mi piel del roce de sus guantes era nueva, su respiración se cruzaba con la mía y nuestras miradas intercambiaban amor y pecado, dulzura y pasión.



Ella hizo que girara sobre mi eje, me abrazó por la espalda, sentí sus tetas por detrás mientras me besaba el cuello y me decía cuanto me amaba, cuanto me deseaba, sus manos acariciaban mis tetas y cada tanto bajaban por mi vientres colándose discretamente bajo la tanga, llegando al límite de mi clítoris, pero sin llegar a rozarlo, haciendo que me inundara en calientes jugos, giraba mi cabeza hacia sus lado, buscando desesperada sus labios con mis labios, pero ella sol me evitaba, y seguía en un juego eterno de provocaciones.



De pronto solo me dejó donde estaba y se retiró un par de metros, solo para sentarse sobre uno de los escritorios en los que diariamente atendíamos a nuestros clientes, me miró por un par de minutos, entonces disparó una orden



Perra, de rodillas! - dijo en tono amenazante - te quiero ver de rodillas y que te arrastres a mi lado



Yo sabía de esos juegos, así que solo me arrodillé y como una perra obediente caminé en cuatro patas hasta llegar al escritorio, ella observaba sentada sobre el mismo, balanceando inquietamente sus piernas que no llegaban a tocar el suelo



Ahora me vas a dar placer como a mí me gusta, quiero ver cómo me chupas la concha... - volvió a disparar en tono amenazante 



Yo estaba rendida a su voluntad, empecé a lamer y besar las botas arrodillada a sus pies, Celeste solo observaba en un plano superior, pasé mi lengua por el cuero en una forma muy provocativa, subí lentamente y me detuve a jugar en el entramado de la red de sus medias, muy caliente su sexo estaba a centímetros de mi rostro, podía verlo, completamente depilado, rebalsando flujo, podía olerlo, su aroma a mujer llegaba a mis fosas nasales y ella se moría en deseo, avancé lentamente al centro del pecado, y a medida que lo hacía ella se abría como una flor en primavera, había apoyado los tacos de las botas a los lados del escritorio, su enorme y sabrosa concha estaba esperándome, solo pasé mi nariz lo suficientemente cerca como para embriagarme de ella, para exhalar mi respiración sobre su clítoris, arrancándole un suspiro contenido.



Pasé entonces mi lengua lentamente por sus jugos, luego por sus delicados labios, por su pubis, por su botón, para volver una y otra vez, cambiando ritmos, cambiando juegos, la penetré con los dedos, una y otra vez, la llené de besos...



Celeste solo reclinó su cuerpo un poco, recostándose sobre sus brazos, inclinó la cabeza hacia atrás, perdimos el contacto visual, sus endemoniados rulos caían hasta tocar el escritorio, solo empezó a llenar el local con gemidos, más y más calientes...



Honestamente ese era el único momento de nuestra relación en la que yo tenía el poder, cuando le daba sexo oral Celeste caía irremediablemente rendida a mis juegos, las cosas se hacían a mi manera, ella solamente quedaba perdida en el limbo del placer, llegaba el final, su pecho aspiraba y exhalaba aire de forma apresurada, sus tetas estaban firmes y sus pezones duros como piedras, solo de vino en mi boca, se desarmó de golpe, se llenó de espasmos y aferré sus muslos entre mis manos sin poder evitar como acto reflejo que los cerrara apretando mi cabeza entre ellos, a pesar de todo solo seguí chupando hasta sentirla suplicar para que me detuviera.



Cuando Celeste recobró el aliento, me miró fijamente, en sus ojos vi la perversidad, la maldad, supe que llegaba mi turno de ser sumisa, a ella le encantaba tomar un rol activo, hasta agresivo, me dio una bofetada en el rostro y me dijo



Perra... ahora me la vas a pagar...



Me llevó hacia uno de los sillones de cuero negro que habitualmente estaban para decorar un poco el ambiente y me dejó sobre él.



Solo me quedé a la espera mientras ella fue a elegir algunos de los juguetes que teníamos a la venta, volvió al tiempo con varias cosas y también trajo un trípode consigo, me quedé tratando de adivinar sus intenciones, tiró las cosas a mi lado, luego acomodó el trípode a prudente distancia y montó su celular sobre él, me di cuenta que tenía intención de filmar todo, y eso subió mi cuota de erotismo, a que mujer no le gusta sentirse un poco observada, un poco puta.



Luego de acomodar todo y asegurarse que la cámara del móvil tomara el ángulo correcto y ajustar la iluminación del lugar, volvió a mi lado y me dijo



Nena, seremos famosas...



Solo me reí por sus locuras y me dejé llevar en el juego, sería su actriz porno, solo para ella. Sacó de su empaque una mordaza con bola y me la metió en la boca, ajustándola por detrás de mi cabeza, de manera de tener la esfera entre labios y dientes, me dijo



Esto es para que no grites, puta...



Luego se colocó un arnés con una hermosa prótesis roja, me hizo parar frente al sillón, empujó mi espalda hacia delante logrando que mis pechos se pegaran a la superficie, tomó mi pierna izquierda e hizo que también la pusiera sobre el mismo, solo me quedé haciendo equilibrio sobre mi pie derecho, mi generoso culo quedo expuesto a su lado, apuntando a la cámara, indefenso, deseoso a cumplir sus fantasías, Celeste corrió la tanga a un lado, puso un preservativo y lo llenó de lubricante, vino sobre mí, apoyó la punta en mi esfínter y empezó a empujar, me hizo doler, protesté por el dolor pero ella me dio una fuerte nalgada y me recriminó



Aguantátela perra, te voy a hacer el culo, no protestes o será peor



Un sordo 'mmmm' salía de mi boca que estaba impedida por la mordaza, me hacía doler, pero no le importaban mis quejas, hasta que al final lo sentí entrar todo, era grueso, podía notarlo. Celeste me la daba por el culo, atrás adelante, una y otra vez, ella tenía una manía con dármela por la cola y desde que estaba con ella se había vuelto parte de mi sexualidad, ella me había desfigurado mi culito y le encantaba. Solo me la daba por atrás, cuando podía giraba mi cabeza para mirarla, es su cara se dibujaba el placer de tener el control, de hacerme su perra, de humillarme, en mi cara, adivinaba que se dibujaba mi entrecejo fruncido, con mis labios anulados, solo con mi mirada podía pedir un poco de clemencia, un poco de piedad.



Era todo tan erótico que intentaba masturbarme, pero Celeste me obligaba a sacar mi mano de mi clítoris y me daba una fuerte nalgada como respuesta, y me enterraba hasta el fondo el grueso juguete en el culo.



Celeste me hacía mirar a la cámara de su celular, realmente parecía que estábamos actuando, tomó otro de los juguetes que había traído antes de empezar, esta vez un plug anal inexpulsable, me acomodó y me lo enterró sin problemas, ya me tenía toda dilatada, se acomodó recostada, era su turno de descansar, hizo que la montara y sentí el consolador meterse en mi vagina  que estaba inundada en deseos, entró limpita hasta el fondo y empecé a mover mis caderas, empecé a sentir el placer infinito de mi sexo, Celeste me miraba y me acariciaba los pechos, la electricidad recorría todo mi cuerpo, mis pezones estimulados por las yemas de sus dedos, mis clítoris, que lo rasgaba una y otra vez contra el cuerpo de mi mujer, que mierda, los orgasmos empezaron a caer como piezas de dominó, uno tras otros y no pude resistir masturbarme con vehemencia, ni siquiera la mordaza que tenía en la boca pudo acallar mis gemidos, ya no pude mantenerla la mirada a Celeste, solo cerré mis ojos y me entregué al placer, ella solo notó lo que sucedía y me cogió con más fuerza aun, las contracciones involuntarias de mis orgasmos eran interceptadas por el plug anal, y mi esfínter me daba un plus de loco placer...   



Caí rendida, ya no quería más, era suficiente, pero como de costumbre, Celeste tenía otros planes, aún quedaba otro blíster por ahí, contenía una enorme imitación de verga, transparente, de tamaño atemorizante, solo me puso sobre sus faldas, con mi culito para arriba, solo me la metió en el culo, por suerte ya estaba bastante dilatado pero esto era aún peor, puedo asegurar que a ella le gustaba hacerme el culo más que a cualquiera de los hombres con los que alguna vez había estado. Me la dio por un buen rato, asegurándose que mi trasero apuntara a su móvil que seguía registrando todo lo que sucedía.



Cuando todo terminó nos reímos cómplices, nos besamos dulcemente y nos quedamos largo tiempo dándonos besos y haciéndonos caricias, hasta que concluimos que era demasiado tarde y debíamos acomodar las cosas, mientras juntábamos todo hacíamos cuenta de todo el dinero que habíamos tirado, esas prendas, esos juguetes ya no estarían a la venta, pero bueno, no había dinero que pudiera comprar todo el placer que habíamos tenido.



Pasaron unos días, y Celeste me sorprendió, había captado varias tomas de la filmación y las había impreso, ciertamente nos veíamos muy putas, para disfrutarlas en la intimidad, todo lo había hecho a mis espaldas, sin decirme nada.    



Y fue cuando tuvo una loca idea, me dijo muy suelta de cuerpo, algo así como que, si los bares que pasan música ambientan el lugar con fotos de músicos famosos, o cuelgan sus guitarras, o como en las agencias que venden coches, decoran las paredes con fotos de prototipos, pues entonces por qué no podíamos ambientar nuestro sex shop enmarcando esas fotos para que todos pudieran disfrutarlas, como un sello del local.



Ciertamente pensé que estaba loca, y al principio me reí asumiendo que era una tonta broma, pero claro, un detalle, Celeste raramente bromea y cuando algo se el meta entre ceja y ceja, no hay quien la haga cambiar de parecer.



Así fue como una vez más fui cómplice de sus locuras y entre las dos decoramos el sitio, asumo que fue una experiencia increíble, muy erótica, muy sexual, pero muy vergonzante al mismo tiempo, estaba toda mojada imaginando la situación, que les diríamos a nuestros clientes cuando nos viera dibujadas en la pared?



Y en verdad fue muy risueño, y ocurrieron las más locas situaciones, algunos miraban y solo no decían nada, otros se quedaban embobados, y al vernos a nosotras no podían creer lo que veían, me miraba a la cara y luego a uno de los cuadros, y otra vez, como que en su mente no podían conectar una cosa con la otra, algunos aprovecharon para intentar sin éxito llevarnos a la cama, incluso un par de chicas se mostraron dispuestas a ser más que clientas.



Hoy en día ya estamos acostumbradas, las fotos ya son parte del decorado y hasta nos saben normales, pero sí que seguimos disfrutando día a día las más insólitas reacciones de los casuales visitantes, como sea, el sex shop SANDRA Y CELESTE está en su mejor momento.


Datos del Relato
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