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Aquel domingo, mientras me dirigía a casa de mis padres, no podía imaginar ni remotamente lo que iba a suceder unas horas después, la aventura más excitante que he tenido a lo largo de mis treinta años, y la única que no he podido compartir con nadie, ni siquiera con quien me hizo gozar aquellos inolvidables momentos.
Por aquel entonces yo tenía veinte años y apenas hacía dos que me había independizado, viviendo mi vida un tanto aparte de mi antiguo hogar, limitándome a asistir a las obligadas reuniones familiares y poco más. Con mi hermana Nuria, que contaba dieciocho años, la relación no era mucho más estrecha, ya que por la diferencia de edad no teníamos mucho contacto y jamás habíamos compartido amistades comunes. Por eso me sorprendió cuando esa mañana recibí su llamada invitándome a comer en casa y diciéndome que quería pedirme una cosa pero no podía hacerlo por teléfono.
Aquello, así como el hecho de que aprovechara justamente el fin de semana en que mis padres se encontraban de viaje, despertó mi curiosidad, por lo que acepté la invitación y me dirigí a su encuentro.
Una vez en casa, tras la tópica conversación sobre los estudios y el trabajo, al ver que no se atrevía a decirme el motivo de su llamada, opté por sacar el tema yendo directamente al grano.
- Bueno -comenté- me imagino que no me has hecho venir para preguntarme por mi trabajo, así que dime qué es eso que querías pedirme y que veo que tanto te cuesta decir a juzgar por lo inquieta que estás.
- Bien -contestó- ya sabes que sigo con mis estudios de publicidad y que me va muy bien, pero no te he comentado que con la idea de ampliar estos estudios me apunté hace no mucho a un curso de fotografía. Resulta que uno de los temas de este curso es la fotografía artística, y a mí me ha tocado como trabajo de fin de curso realizar un álbum sobre el cuerpo masculino. El problema es que, por más que he buscado entre mis amigos no he encontrado a nadie que quiera hacer de modelo y he pensado en ti.
Aquello, si bien me halagaba en mí interior, me cortaba bastante por lo que inmediatamente le manifesté mi negativa a hacerlo, ya que, siendo hermanos como somos y criados en un ambiente en el que la exhibición del cuerpo desnudo no ha sido asumida de forma natural, ello me incomodaba bastante.
Inmediatamente me replicó que no tenía forzosamente que posar desnudo, sino que podía hacerlo en ropa interior, que no se trataba de exhibir el cuerpo al natural, sino de captar las formas masculinas, etc.
Dada su insistencia, aunque todavía con bastante corte, acepté.
Para romper el hielo propuse salir a tomar un aperitivo, pues hacía un día estupendo, y no me atrevía en frío a entrar en materia directamente. Pasamos dos horas tomando Martinis, tiempo tras el cual, y ya más entonados de lo que necesitábamos decidimos volver a casa.
Al llegar a casa, para despejarme, decidí tomarme una ducha, idea que mi hermana compartió de inmediato. Después me llevó a su habitación y de uno de sus cajones sacó un "slip" blanco de algodón, de los que se ajustan muy pegados al cuerpo, y me dijo que lo había comprado para la ocasión y que me lo pusiera al salir de la ducha. Me acompañó entonces al garaje donde me sorprendió ver cómo había montado una especie de estudio con focos, cámaras con trípode y un panel blanco de los que usan los fotógrafos como fondo. En ese momento, y aún hoy todavía, me asaltó la duda de si no habría preparado todo, y lo que vino posteriormente, de forma consciente y premeditada.
Tomé mi ducha, mientras mi hermana hacía lo propio, y una vez puesto el muy ajustado "slip" que me había dado me dirigí al garaje. Allí me estaba esperando ya Nuria, vestida únicamente con una camiseta larga, mientras preparaba su equipo.
Empezamos la sesión, al principio muy cortados y según pasaban los minutos más relajados y buscando el lado divertido de la situación, lo que nos hacía reír de continuo. Creo que era más una risa histérica que algo natural, pero el caso es que al cabo de un rato ya me había hecho un bueno número de fotos en todas las posturas y desde todos los ángulos.
Le dije que por mi parte creía que ya era suficiente y que lo podíamos dejar, pero ella no parecía satisfecha con el resultado, y fue entonces cuando empezó a complicarse la situación. -Verás -me dijo-, no consigo plasmar lo que estaba buscando, me gustaría darle un toque más original y un poquito más atrevido. Por favor, -me pidió- metete la parte posterior del "slip" por el culo, como si fuera un tanga.
Aquello me dejó boquiabierto, pues no pensaba que pasaríamos de lo que hasta ese momento habíamos hecho, e intentando salir del paso le dije que no entendía lo que me estaba pidiendo, pensando que así desistiría, pero lejos de ello lo que hizo a continuación provocó mi mayor sorpresa.
Se me acercó y ella misma me metió el "slip" entre las nalgas, a la vez que me enrollaba el elástico superior del calzoncillo, lo que dejó mi trasero prácticamente al descubierto y marcó todavía más mi ya suficientemente apretado paquete, dejando entrever de forma clara lo que había allí debajo. En este proceso no dejó de aprovechar la ocasión para masajearme el culo descaradamente y al mismo tiempo, haciéndose la descuidada, me pasaba la mano por los testículos y el pene.
Fue entonces cuando entreví como se estaba excitando, contagiándome esa excitación a mí mismo, que hacía todo lo posible por evitarla. Atribuí su atrevimiento a los Martinis sin ser consciente de que lo más fuerte estaba todavía por venir.
Me hizo otro buen número de fotos de espaldas, tumbado, de pie, en posturas forzadas, etc. Pero seguía sin estar satisfecha, así que, muy turbada y con risa entrecortada, dio un paso más.
- Quiero pedirte otra cosa, pero casi no me atrevo.
- Ya no sé qué se te puede ocurrir -contesté- pero ya me parece que me da un poco igual seguir. Si me hubieran dicho que iba a estar en esta situación enseñándote el trasero no me lo habría creído, así que pídeme lo que sea.
- Quiero que te acaricies y te excites para que puedas marcar un inmenso paquete por debajo del "slip".
Eso era demasiado, sin embargo obedecí sin rechistar y empecé a masajearme los huevos y la picha. Enseguida, dada la cada vez mayor excitación que me iba invadiendo, logré una considerable erección que despertó la admiración de Nuria. Me pidió que me la colocara a un lado y proseguimos con la sesión. Tan sólo un par de fotos después se dio cuenta de que se había acabado el carrete y no tenía en el garaje, así que tenía que subir a buscarlo a su habitación, lo que hizo de inmediato. Volvió, metió el nuevo rollo en la cámara y decidió que prosiguiéramos. En ese ir y venir a mí se me había bajado todo, y ella, al darse cuenta me dijo que ya casi habíamos terminado y que por favor volviera al estado anterior.
- Bueno, de acuerdo, -repliqué en un estado máximo de excitación y sin importarme lo que pudiera suceder a continuación- pero hasta ahora sólo he jugado yo a este juego, si quieres que continuemos deberás poner algo de tu parte.
- Y que quieres que haga -contestó ante el imprevisto, pues mi contestación no parecía entrar en sus planes.
- En primer lugar, ya es hora de que tú también muestres tus encantos así que ve quitándote esa camiseta para que te pueda ver, y además, si quieres que vuelva a estar empalmado tendrás que acariciarme tu misma.
Se quedó parada un instante y pareció dudar, creí entonces que la sesión terminaría ahí, sin embargo dio el siguiente paso. Se despojó de su camiseta y apareció ante mí con unas braguitas blancas minúsculas, sin sujetador, enseñándome su cuerpo magnífico, sus no demasiado grandes pero si muy firmes senos, y sus deslizantes caderas. Se acercó y empezó a restregarme el paquete, que enseguida respondió a sus atenciones, a la vez que me succionaba los pezones, algo que yo no había pedido y que me colocó al borde del paroxismo.
Me hizo otra foto pero dijo que no le gustaba, que se me notaba el prepucio por encima del glande, ya que no estoy operado de fimosis y tengo una cantidad apreciable de piel en la punta del pene. -Hay que arreglarlo- dijo, y ni corta ni perezosa, ya no había rubor ni tapujos, me sacó la polla del calzoncillo y con mucha delicadeza y cuidado estiró la piel descapullándola por completo. -Así está mucho mejor- añadió y siguió con sus fotos, pero no había tenido bastante, con lo que decidió dar la última vuelta de tuerca.
- Puesto que hemos quedado en que esto es un juego me parece que ha llegado el momento de jugar al doble o nada -dijo al mismo tiempo que se despojaba de sus braguitas- sí es que te atreves -añadió.
Al contemplar su precioso coñito cuidadosamente depilado, mostrando una estrecha y fina capa de vello en medio, mi excitación volvió a subir un grado más, aceptando gustosamente la invitación. Le pedí entonces que anduviera por la habitación para poder admirarla al completo, lo que aceptó gustosa, mientras restregaba mi polla que ya estaba a punto de estallar
Me hizo una última batería de fotos con mi erección al descubierto, acariciándome y en varias posturas, incluidas las más obscenas que se pueda imaginar, hasta que decidió dar por concluida la sesión.
- Bien, creo que ya tengo más que suficiente -concluyó-, has sido un modelo estupendo así que ahora me toca pagarte, y sólo se me ocurre una forma de agradecértelo.
Llegó hasta el sillón donde estaba recostado cogió mi pene y comenzó a acariciarlo al tiempo que me lamía el torso. No sabía cómo reaccionar, ya que aunque era consciente de que no debíamos estar haciendo lo que estábamos haciendo, estaba absolutamente cachondo y era incapaz de protestar. En cualquier caso no me dio la menor opción a hacerlo, pues de sopetón me encontré con mi polla dentro de su boca mientras me masajeaba frenéticamente el culo.
No parecía ser la primera vez que lo hacía, sino más bien que era una auténtica experta. Acompasaba el movimiento de su lengua y sus labios perfectamente a mis sacudidas, y en honor a la verdad he de decir que ésta fue con diferencia la mejor mamada que me han hecho en mi vida, así que no tardó mucho en sobrevenirme el orgasmo derramando mi chorro de semen en su boca, que ella aceptó sin rechistar y con total naturalidad no permitiendo que se derramara una sola gota, tragándolo, o al menos eso me pareció a mí con sumo placer.
- Ya estamos en paz, hermanito, así que podemos ir a comer -comentó como si allí no hubiera pasado nada, mientras que yo, por contra, ya una vez pasado el éxtasis y de vuelta a la realidad, comenzaba a sentir cierta vergüenza por lo que habíamos hecho.
Así hicimos, comimos uno frente al otro, apenas dirigiéndonos la palabra y sin hacer ningún comentario sobre la sesión. Nunca más hemos hecho ninguna referencia al tema, ni hemos vuelto a tener otro encuentro como aquel. Jamás le pregunte por el resultado del curso ni del reportaje, ni siquiera llegué a ver las fotos, y aún hoy, todavía me pregunto si hubo tal curso y si aquella cámara llegó a estar cargada en algún momento.
FIN.
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