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~~Aquel día había planeado darle una buena sorpresa a mi pareja. Habíamos quedado para ir al cine y yo estaba dispuesta a no mantener la atención en la pantalla. Así que me arreglé esmeradamente, me puse una falda cortísima y una escotada blusa y me olvidé, como quien no quiere la cosa, de ponerme ropa interior. El cine estaba medio vacío y no me extrañó demasiado ya que era una de esas películas de arte y ensayo que te hacen entrar sueño nada más ver la presentación. Le susurré a Carlos que quería sentarme lo más alejada posible de la pantalla, ya que no me había puesto las lentes de contacto y se me habían olvidado las gafas y de lejos podría apreciar mejor la película. Nos sentamos en una esquina del fondo del local, y nada más apagarse las luces le susurré al oído: ¡no llevo bragas!. Se me quedó mirando con cara de sorpresa y con ojos excitados pero no dijo nada. Cuando empezó la película, yo entré en acción. Le cogí de la mano y la acerqué a mi escote, dispuesta a que él disfrutara de mis encantos que sólo de pensar en la situación ya estaban duros y puntiagudos. Él no se hizo de rogar y, a la vez que me besaba tiernamente en los labios, se puso a masajear con mucha lentitud cada uno de mis pechos pasando del izquierdo al derecho. Yo me dejé hacer aunque no pude evitar que se me escapara algún que otro gemido silencioso. Volví a cogerle la mano para dirigirla a la parte más sensible de mi anatomía, a la vez que entreabría mis piernas para facilitarle en camino. Mi otra mano fue a posarse en su entrepierna que a esas alturas ya había adquirido un tamaño más que considerable. Ocultos por la oscuridad del local y por lo desierta que estaba aquella zona, nos dejamos llevar por nuestros instintos y, mientras él me acariciaba el clítoris cada vez con más entusiasmo, yo desabroché su bragueta y empecé a prodigarle toda mi atención a aquella zona que de tan caliente, parecía a punto de reventar. Primero dibujé círculos con dos dedos en la punta de su sexo y luego la agarré por la base para poder moverme hacia arriba y hacia abajo muy lentamente al principio y más deprisa después. Él no se quedó atrás y pasó de acariciarme el clítoris a introducir dos dedos en mi vagina y moverlos fuera y dentro cada vez con mayor rapidez. Cuando estaba a punto de alcanzar un orgasmo inolvidable, él se detuvo e hizo que yo tb parara de acariciarle. Ven conmigo me dijo, y de la mano me dejé llevar hasta el servicio de señoras. Esperamos en silencio a que saliera una chica joven que acababa de usar el excusado mientras nos besábamos apasionadamente. Cuando estuvimos solos, Carlos, que estaba excitadísimo, me agarró y me sentó sobre el lavabo y, de forma salvaje, me abrió las piernas y me penetró. Empezó a moverse muy rápido diciéndome al oído: ¿Te gusta dentro? ¿Hasta el fondo? ¿Así? Sí, sí, así, no pares, no pares. Le contestaba yo entre susurros mientras me dejaba llevar por aquel placer exquisito. Al poco rato los dos tuvimos un tremendo orgasmo simultáneo, al final del cual y sin separar nuestros cuerpos, quedamos abrazados, besándonos y dejando que nuestra respiración volviera a la normalidad. Luego, volvimos a nuestros asientos del final del cine, con cara de satisfacción y como si allí no hubiera pasado nada. A la película todavía le quedaba un rato y, como no nos interesaba volvimos a empezar con las caricias sin darnos cuenta que a nuestro lado se había sentado un hombre y nos estaba observando. En un momento dado en que ladeé un poco la cabeza lo ví. Estaba masturbándose de forma disimulada mientras no quitaba los ojos del panorama que le estábamos ofreciendo. Era un hombre bien parecido de unos cuarenta años, y pude apreciar como de sus tejanos abiertos sobresalía un falo de tamaño nada despreciable. Se lo dije a Carlos y él contestó: No importa, deja que disfrute. El saberme observada y ver cómo aquel hombre se masturbaba me excitó mucho más si cabe y así se lo hice saber a mi chico. Pues entonces, espera. Me dijo. Le susurró algo al oído, y él fue a sentarse a mi lado de manera que yo quedé entre los dos.
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