~~Este
es un mensaje reenviado Remitente: gabriel latorre <> DLas cosas
iban más o menos bien unos meses después de haberme
mudado a mi nuevo departamento; tenía todo un poco revuelto,
pero con los días fui encontrándole a todo su lugar
hasta dejar el sitio en orden. El tiempo era algo que siempre me faltaba,
y aunque mis horarios eran buenos, por un motivo u otro nunca tenía
tiempo para un encuentro con amigas, o al menos un rato para mi misma.
Ese viernes había vuelto del trabajo bastante sofocada y con
intenciones de darme una ducha fría, cuando recordé
que todavía no había hecho las compras de la semana
y ya faltaban unas pocas horas para que cierre el supermercado. Corriendo,
agarré el teléfono y luego de marcar hice el pedido
de todo lo que tenía que comprar, pidiendo que me lo trajeran
a casa. Ya más tranquila luego de la ducha, fui a cambiarme
y descansar un poco hasta la llegada del empleado del supermercado.
Revolviendo el cajón de la ropa interior en busca de algo cómodo
encontré todo el conjunto que use aquella noche en el escenario
del boliche, con los cuatro chicos de color: el corpiño, la
tanga y el portaligas con sus respectivas medias brillantes, todo
blanco y tal cual estaba esa noche. Sentada desnuda en el borde de
la cama, tomé todo el conjunto en mis manos, y apoyando la
mejilla en él pensaba en silencio en las noches en que todavía
era libre de ir a bailar. Al volver a recordar la noche en que usé
esa ropa y lo que me hicieron en ese escenario, el corazón
me dio un vuelco y me encendió como nunca, por lo que decidí
usarlo nuevamente para recordar viejos tiempos y aventuras. Dentro
de todo era algo cómodo y tenía tantas ganas de usarlo
que no me importó el cansancio. Recordaba más cosas
de esa noche con cada prenda que me ponía, en especial con
las medias y el portaligas, que siempre me dieron grandes satisfacciones.
Mis sandalias blancas de taco aguja y una blusa de seda medio abrochada,
holgada y suelta hasta por debajo de la cola, terminaron de vestirme
para después ir a sentarme en mi sillón a seguir recordando,
sin más nada que hacer. El
sonido insistente del timbre de mi puerta me sacó de mis pensamientos
para dejarme paralizada de la sorpresa. Era el empleado del súper.
Evidentemente el portero lo dejó pasar para subir directamente
a mi departamento (eso explica por qué no sonó el portero
eléctrico) y ahora lo tenía plantado en mi puerta. Desesperada
y un poco nerviosa por no haberme vestido del todo, intenté
ir a ponerme algo pero era tarde, además al ver lo que tenía
puesto pensé en aprovechar la situación, por lo que
salí a recibirlo así como estaba. Le pregunté
el nombre y disculpándome por mi aspecto lo hice pasar. Eduardo
(que así se llamaba), esforzándose en vano por ocultar
una amplia sonrisa me dijo que no me preocupe, y enseguida le deje
pasar para que acomode mi pedido. Era rubio y de ojos claros, de muy
lindo perfil y con un cuerpo robusto y musculoso, producto del trabajo.
Traté de que no viera como se me hacía agua la boca
al mirarlo de pies a cabeza y debajo de su cintura, pero inevitablemente
mojé la bombacha del calor. Entre bolsa y bolsa sentía
su mirada recorrerme muy obviamente de pies a cabeza clavándose
en mis ligas y luego en mi jugosa entrepierna, apenas cubierta al
final de la blusa, pero más que nada en mis demasiado grandes
pechos, que asomaban apretadísimos aún con los dos primeros
botones desabrochados. Ya
se le había parado bastante, y a pesar de seguir mirándome
tan descaradamente, aproveché que estaba arrodillado y me paré
"distraídamente" de espaldas a él, agachándome
a centímetros de su cara. Ahora
su mirada era más detenida pero tan lujuriosa que creí
que me quemaba la piel; subía lentamente por mis piernas hasta
fijarse en mi ya medio húmedo culo, dándome la impresión
de que hasta podía verlo a través de la bombacha. Había
un extraño silencio, y sin decir nada fui a la mesa a buscar
el monedero para pagarle cuando creí escuchar el sonido de
la traba en la puerta. No le presté atención, pero tampoco
oculté mi sonrisa y me había puesto a contar la plata
cuando de repente siento que me apoyan algo duro y grande por detrás.
Sorprendida me doy vuelta casi sentándome en la mesa y Eduardo
se me tira encima, ya sin pantalones y aprovechando mi blusa abierta
y caída para comerme la boca de un beso. Apoyando la cola y
las manos en el borde de la mesa, separo las piernas y levanto una
de ellas para rodear su cuerpo mientras me saco el corpiño.
Entregada, me recosté en la mesa y al ver el tamaño
de tan enormes tetas se me tiró encima a besarme el cuello
para luego bajar por mi piel hasta mis gordas pechugas, donde sus
húmedos labios y su lengua hicieron las delicias en mis grandes
pezones erectos. Excitándose cada vez más, me chupaba
las tetas y me mordía los pezones con vigor, mientras yo me
mojaba toda del deseo. Sin
poder aguantarme más lo abracé rodeándolo con
ambas piernas, y el me llevó así a la cama, donde me
sentó en la orilla a escasos centímetros de su abultada
pija. Le bajé el slip de a poco y enseguida apareció
ante mi una enorme y dura berga, gruesa, larga y colorada, que mí
boca voraz no tardó en engullir. Debajo, dos hermosos huevos
colgaban llenos de esperma, listo para mí. Corrí la
piel con los labios empezando a descubrirlo y a mamarlo con todo mi
arte, mirándolo a los ojos con toda su cabeza en la boca. Chupaba
toda esa pija de ida y de vuelta, despacio, envolviéndola con
mi lengua mientras mis labios la acariciaban apretadamente a lo ancho
y a lo largo en cada movimiento. Chupaba sin parar, tragándola
toda entera hasta taparme la garganta y luego hacia afuera, siempre
despacio y con dedicación. Movida por la terrible calentura
de tan espectacular mamada empecé a hacerlo mas rápido,
tomándola por la base y comiéndome todo ese largo y
grueso tronco, saboreando sólo la cabeza de vez en cuando,
lamiendo y chupando esos colorados huevos que estaban cada vez más
gordos. Estaba hirviendo del calor que me invadía. De lamer
sus huevos subí a seguir chupándole la pija entre gemidos
de toda clase, por lo que supe que ya la tenía tan dura como
a mi me gusta. Terminé
de darle un buen chupón a la cabeza y luego de bajarme la bombacha
empecé subirme a la cama hasta acostarme boca abajo con las
piernas abiertas y las nalgas separadas, un poco nerviosa. Levanté
el torso apoyada en mis antebrazos, dejando descansar mis grandes
y gordos pechos sobre la sábana. No tenía el culo demasiado
abierto así que me unté un poco de saliva con los dedos,
para facilitar la entrada de tan enorme berga, ya mojada por mi boca.
Con el pulso acelerado esperé ansiosa la penetración,
que llegó enseguida y con un poco de dolor. Me forzó
el ano hasta abrirlo y una vez que me metió toda la cabeza
fue enterrándome toda la pija hasta el fondo de un solo empujón,
haciéndome gritar a medida que avanzaba hasta acostarse completamente
sobre mi espalda con toda la tranca metida hasta los huevos. Me sentía
brutalmente empalada y llena por completo por un pito tremendo y grandioso,
del que no esperaba menos que una espectacular cogida. Al
acomodarse sobre mí seguía haciendo presión adentro
y su cipote se me clavaba aún más, haciéndome
delirar de placer. Se incorporó hasta quedar sentado sobre
mi culo y empezó a bombearme normal, pero con cierta fuerza,
pronunciando cada entrada y llegando lo más adentro posible.
Gemía
y gritaba como loca con los ojos cerrados y la cara contra la almohada
mientras la cama entera se movía por las fuertes sacudidas
que atravesaban mi colita abierta y enrojecida. Sentía
su berga dura entrar y salir de mi culo una y otra vez, agrandándome
el agujero hasta el dolor y golpeándolo furiosamente con los
huevos en cada arremetida, hasta que después de un rato cambiamos
de posición; Eduardo se acostó y yo me senté
sobre su berga para clavármela a gusto y gana hasta donde quería.
Agarré su berga por la base y al apoyarla sobre mi ano su cabeza
lo abrió nuevamente con mucha facilidad, mientras yo bajaba
con las caderas hasta cubrirlo por completo, sentada sobre sus huevos.
Los dos gozamos a lo loco, por su pija endurecida que me daba sin
piedad y por mi culo estrecho que pedía por más, mientras
él me agarraba de la cintura y yo empezaba a subir y bajar,
con los ojos cerrados, mordiéndome el labio del placer. Al
levantar los brazos para acomodarme el pelo sus manos dejaron mi cintura
para apretar fuertemente mis pechugas, que subían y bajaban
por mis movimientos, manoseándome y pellizcándome los
pezones para volverme loca de calentura. Nuestros
continuos gritos y exclamaciones sumados a la presión en mis
pezones y en mis pechos me hicieron inclinarme hacia delante para
sentir su boca succionarlos y morderlos, envolviéndome de placer
y lujuria como nunca antes, haciéndome mover y gritar de una
manera casi salvaje. Así estuvimos casi veinte minutos, y su
pija se inflamó hasta explotar de tal manera que me levanté
de encima de él segundos antes de que acabara. Se paró
enseguida, y masturbándose y gritando de placer delante de
mi cara, su pito me escupió grandes y calientes gotas de semen
que yo, sentada al borde de la cama frente a él, lamía
levantando y juntando mis grandes tetas a medida que iban saliendo
y que me empaparon de la frente a la barbilla. Aún habiendo
tragado bastante y con la cara completamente cubierta de leche me
acercó la boca al pito todavía acabando para que me
lo comiera y así llenarme la boca de crema. Escupió
algo más, y eso comenzó a mezclarse con mi saliva y
a hacerse más abundante dentro de mi boca a medida que yo chupaba.
Con ambas manos sujetándome por la cabeza, se movía
haciéndome mamar su gran pijota hasta la garganta, ahogándome
un poco al tragar su leche y babeando el resto por las comisuras de
mis labios, que ocupados en chupar esa tremenda manguera no podían
contenerla más. Después de tragar todo el semen que
no cayó sobre mis medias seguí chupando sólo
para saborear un poco más aquella delicia antes de obligarlo
a que me cogiera por el culo otra vez hasta reventármelo. Con
la berga dura por la espectacular chupada que le di y sin siquiera
limpiarme un poco la cara de su leche, me miraba ponerme en cuatro
patas sobre la cama, abriendo las piernas y separando las nalgas para
mostrarle el negro fondo de mi agujero y dejarlo abierto a su disposición,
una invitación al placer. Con
el ano medio abierto y el pulso acelerado esperaba ansiosa la entrada
de esa tremenda tranca, que no se hizo esperar para hacerme temblar
de gusto. Me montó por detrás para abrirme el culo a
la fuerza con su ancha y gorda cabeza, y entre gritos míos
y puntadas en el esfínter terminó de atravesarme y de
dejármela atorada bien adentro. Sus
fuertes manos me agarraron de la cintura y enseguida empezó
a bombear enérgicamente, haciéndome sentir todo su tronco
de principio a fin, huevos incluidos, que golpeaban mis nalgas en
cada entrada aumentando mi calentura. Sentía su cipote endurecerse
y agrandarse todavía más a medida que me cogía
sin parar, lo que hacía más lento el bombeo; por lo
que después de unos segundos de seguir así la sacó
casi del todo lentamente para luego clavármela hasta lo más
profundo, en una arremetida brutal que me dejó boquiabierta.
De
gemir despacio pasé a gritar pidiéndole por más
y más duro, duro por el culo y sin parar. A esa fortísima
envestida siguieron muchas más, bombeándome durante
un cuarto de hora de esa manera mientras yo, en cuatro patas, gozaba
a lo loco gritando como una marrana por la espectacular enculada que
me estaban dando. A medida que me la daba por el culo tan fuerte y
sin piedad, de vez en cuando me daba una palmada en las nalgas y me
las separaba para hacerme sentir que tan adentro me la estaba metiendo.
Ardiendo de deseo seguía recibiendo esa enorme berga una y
otra vez, mientras mis gordas tetas se sacudían violentamente
hacia delante y hacia atrás y mi culo se colmaba de placer
con cada empujón. Ya con las tetas notablemente hinchadas y
con los pezones ardiendo de excitación, sentí una gran
sensación de placer expandirse por todo el cuerpo, a la vez
que Eduardo no paraba de dármela un poco más duro cada
vez. Entre gemidos que parecían lamentos, mi placer aumentó
y mi culo reventó en un orgasmo anal terrible, que disfruté
como una puerca durante varios minutos. Temblando exhausta por semejante
cogida, me dejé caer hacia delante para retomar el aliento,
esperando ansiosa el momento en que la berga de Edu explote adentro
mío. Sin
darme descanso, Eduardo gritaba bombeándome más corto
pero rápido hasta que me la clavó profundamente como
antes, gozando un gran orgasmo. De su cabezota inflamada salían
largos chorros de leche caliente y espesa que mi colita tragaba sin
parar hasta llenarse. Yo sonreía de placer con los ojos cerrados
al sentir todo ese semen hirviendo fluir hacia mi interior cada vez
más adentro, mientras su duro falo seguía llenándome
la cola hasta rebalsar, enterrado demasiado adentro de culo en una
mezcla de dolor y placer. Blancos hilos chorreaban de los bordes de
mi enrojecido y dilatado ano, cayendo por mi entrepierna a la cama,
mezclándose con mis jugos. Unos segundos después de
tan abundante eyaculación, Edu bombeó un poco más
antes de sacármela del todo, dejándome el culo roto
y todo cubierto de leche. De mi enorme y negro agujero comenzaron
a saltar blancos y pequeños chorritos hacia afuera, de toda
esa leche que no se tragó y que todavía me quedaba adentro.
Mentiría
si dijera que no lo disfruté. Rendida, me acosté tratando
de recobrar el aliento mientras veía como Edu se vestía
para volver al trabajo. Me hubiera gustado que se quede un poco más,
ya que el fuego de deseo que llevo adentro es difícil de apagar,
pero tampoco quería ser la causante de su despido, por lo que
una vez vestido me puse la blusa otra vez y con las piernas temblorosas
por tan brutal culeada le pagué por el pedido y lo acompañe
a la puerta. Prometiendo volver y con un beso en la boca, me dio un
apretón cariñoso en los pezones y se despidió
de mí. Y yo, al volver a recostarme en mi cama y con la cola
y la boca todavía sucias de semen, sonreía y me relamía
satisfecha por el estupendo servicio personalizado de esta empresa.