~~Hacía
algún tiempo que mantenía una relación con un
compañero de trabajo. Vivíamos en distintas ciudades,
ciudades lejanas, y manteníamos encuentros esporádicos.
Está vez era él quien viajaba hasta mi ciudad. Habíamos
quedado en la puerta de su hotel, en un paseo céntrico de la
ciudad.
Cuando nos encontramos, decidimos ir a dar un paseo. Entre besos y
miradas cómplices como si de unos adolescentes se tratará
pensamos parar en algún sitio para comer algo y luego volver
al hotel.
Una vez en el hotel, y nada más cerrar la puerta de la habitación,
dimos rienda suelta a nuestro ímpetu y pasión, y empezamos
a besarnos y a acariciarnos, tirando el bolso, el pañuelo de
cuello, los zapatos y las chaquetas de cualquier forma por el suelo
de la habitación.
Realmente la impaciencia era tanta, ya que hacía algún
tiempo que no habíamos estado juntos.
Nos besábamos, nos lamíamos, mientras mis manos torpes
por la impaciencia intentaban quitar el nudo de su corbata, y sus
manos recorrían mi espalda buscando la cremallera de mi vestido.
Por fin habíamos conseguido despojarnos el uno al otro de nuestras
ropas. Yo llevaba un bonito y sexy conjunto de ropa interior negro.
Sujetador y tanga semi transparente con unos discretos bordados rematados
por algunas lentejuelas negras. Él un bóxer de lycra
ajustado. Ya notaba sus manos en el cierre del sujetador para librar
mis pechos cuando le dije que se tumbara en la cama.
Mientras lo hacía cogí del suelo el pañuelo de
cuello y me dirigí hacia la cama. Ya estaba tumbado y le tapé
los ojos con mi pañuelo, mientras lentamente deslizaba mi lengua
por sus labios, y le quitaba el bóxer dejando su cuerpo desnudo.
Había llegado el momento de despertar y desarrollar los sentidos.
Le propuse que intentara adivinar con que le hacía mis caricias.
Y sin darle tiempo a contestar empecé a pasar mi lengua por
su oreja. Lamía todo el borde, jugueteaba con ella por el interior,
mordisqueaba el lóbulo de la oreja. Y mientras me decía
que eran mi lengua y mi boca las que lo acariciaban notaba como aquello
le gustaba.
Cogí una rosa de un ramo que había en la habitación,
y comencé a acariciar sus labios con ella, la deslicé
por su barbilla, bajando por su cuello. Rocé ligeramente primero
un hombro y luego otro, bajando por su pecho, deslizando los pétalos
de la rosa por su pezón, bajando por su ombligo.
Notaba como aquella suave caricia lo relajaba como si de un masaje
se tratará. Seguí bajando con la rosa, pasándola
esta vez por encima de su pene, dejándola deslizar hasta sus
testículos. Ahora había pasado de la relajación
a la excitación.
Tiré la rosa al lado de la cama y desabrochando mi sujetador,
dejé que fuera mi pezón duro el que rozara su polla,
de arriba abajo. Acariciando suavemente su capullo mojado, impregnando
con esa humedad mi pezón. Le pregunté si sabía
que era aquello, y enseguida me contestó que si, que lo subiera
hasta su boca que quería chuparlo. Subí hasta rozar
sus labios, y notar como su lengua se movía en círculos
alrededor de mi pezón. Me encantaba que hiciera aquello, bueno
en realidad me encantaba que me chuparan y lamieran cualquier parte
de mi cuerpo.
Separé de su boca mi pecho. Su lengua seguía fuera,
intentado encontrar su premio. Yo acerqué mi lengua a la suya,
así fuera de nuestras bocas nos lamimos, hasta que atrape su
lengua en mi boca, succionando. Volvía a ser el turno de la
lengua. Bajé por su cuello hasta llegar a su pezón.
Dibujaba círculos alrededor de el, como momentos antes me lo
había hecho él a mí. Aprisionaba el pezón
entre mis labios, y así teniéndolo dentro de mi boca,
pasaba mi lengua con movimientos rápidos por el. Lo mordisqueaba
suavemente. Y notaba todo lo que le gustaban aquellas caricias.
Tenía la boca abierta, la lengua humedeciendo sus labios, secos
por el placer y el deseo. En ese momento tiré de los lazos
laterales de mi tanga para que se soltara, y mi sexo quedará
al descubierto. Me acerqué a aquella lengua y abriéndome
de piernas dejé que notará mi humedad. Al principio
su lengua se movía lenta, tímida, intentando saber que
era esta vez, pero tardó poco en darse cuenta. Y ohh, sus movimientos
serpenteantes me gustaban. Recorría mis labios de arriba abajo,
subía hasta toparse con mi clítoris, lo lamía,
lo apretaba. mmm. Aquello además de excitarme aun más,
hizo que quisiera tener su pene en mi boca, como él me tenía
a mí. Así que me di la vuelta. Poniéndome a cuatro
patas sobre él, haciendo que su lengua quedará justo
debajo de mi coñito húmedo y cachondo, y mi boca a la
altura de su verga.
Empecé a pasar suavemente mi lengua de arriba a abajo, hasta
llegar a sus huevos. Los chupé, notaba como le gustaba, igual
que seguía notando su lengua saboreando mi clítoris.
Mí lengua recorrió su pene hasta llegar a la punta,
allí empecé a lamer, lentamente, primero lametazos de
un lado a otro, luego lametazos en redondo, como si saboreara un chupa chups.
Su lengua seguía dándole gusto a mi coño húmedo
y ardiente. Los dos sabíamos lo mucho que disfrutaba el otro.
Mi boca atrapó su polla, entraba y salía en mí,
con movimientos rítmicos, al mismo tiempo que noté que
su lengua entraba en mi vagina. Mis labios aflojaban cuando su polla
estaba bien dentro de mi boca, y cuando salía de ella apretaban
más, no dejando que escapara y dándole más placer.
Tanto él como yo ardíamos en deseos de unir nuestros
cuerpos. Así que me incorporé, y le quité el
pañuelo. Ya no necesitaba agudizar sus sentidos para saber
que era, ahora solo había que sentir y disfrutar. Me arrodillé
encima de él dándole la espalda, y cogiendo su polla
la metí dentro de mi vagina. Me tiré hacia atrás,
apoyándome en mis manos y moviendo mis caderas. Sus manos acariciaban
mis pechos, apretaban mis pezones. Aquello me enloquecía.
Él movía su culo hacia mí, queriendo entrar más,
yo seguía con mis movimientos acompasándolos a los suyos.
Una de sus manos se deslizó por mi vientre, hasta llegar a
mi clítoris. Lo acariciaba con movimientos circulares, lo apretaba
suavemente. Sabía que aquello unido a su verga penetrándome
me llevarían al clímax. Y justo cuando le iba a decir
que me corría, que mis fluidos salían de mí,
noté como él se contraía. Aquello sólo
podía significar que él también estaba apunto.
Y me empecé a mover aún más fuerte, quería
que estalláramos, y así fue, dos volcanes en erupción,
juntos, las lavas de ambos cuerpos mezclándose.
Caímos exhaustos en la cama, uno al lado del otro, mojados,
ardientes, y satisfechos.
Ambos habíamos disfrutado mucho, y él había desarrollado
sus sentidos.