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Señoras de la alta sociedad

El vestido cayó sobre la cama y se apiló encima de los que había debajo.

María se miró al espejo y resopló con un gesto de cansancio. Estaba cubierta solo con sus bragas, y su piel brillaba por el reflejo de la luz en una tenue capa de transpiración.

-Que calor... - suspiró.

Había estado probándose ropa desde hacía dos horas, para fiesta de beneficencia en la casa de su amiga Blanca, a la que había sido invitada la semana pasada. Blanca era famosa por sus fiestas. Toda la alta sociedad de la ciudad moría por ser invitado a ellas. María, sin ser una persona rica, podía asistir a las mismas gracias a su amistad con la anfitriona, que si bien se codeaba con las altas esferas, provenía de una raíz de clase media, como ella.

Además tenía la ventaja de que podía ir sola, ya que podía quedarse a dormir en lo de su amiga, lo que implicaba que no necesitaba de un hombre que le hiciera de partenaire para llevarla a su casa, opción especialmente conveniente ahora que se había peleado con su novio y no tenía pretendientes a la vista.

De todas maneras, no había grandes prospectos en ese tipo de fiesta. Solo iban unos vejetes ricachones y sus mujeres, casi ningún joven. Estas fiestas le servían como vía de acceso a este círculo social, el cual anhelaba que se convirtiera en futuro cliente. Para poder independizarse algún día, era requisito indispensable tener antes una buena agenda de clientas propias y estas fiestas eran el lugar óptimo para hacer sociales.

El problema era la elección del vestido. Debería encontrar algo que le fuese bien para no quedar mal parada ante la exuberancia de la ropa de las damas de sociedad.

La mujer trabajaba como asistente de una famosa diseñadora de modas, que le prestaba vestidos para ocasiones como ésta, ya que de paso le servía como estrategia de marketing.

Había recogido algunos para probarse y los había llevado a su casa, en donde se encontraba en estos momentos.

El espejo era grande, de tres cuerpos, de un metro y medio de altura. María se había enamorado de él no bien lo vio en una casa de antigüedades del centro de la ciudad. Lo compro sin objetar el precio.

Suspiró suavemente y giró hasta quedar de frente al espejo, donde fijó su atención en sus pechos. Luego de la cirugía estética habían quedado firmes, turgentes y redondeados... como los tenía de adolescente. Antes de la operación nunca les había dado mayor importancia, pero a partir de la misma, todos los días se paraba unos instantes ante su imagen y los contemplaba como marchand admirando una obra de arte. En cierta medida eran, en efecto, una escultura. Su propia obra de arte individual para deleite personal y envidia de sus amigas. Subió ambos brazos y los cruzó por arriba de la cabeza.

A continuación, giró levemente mirando la caída de sus senos de perfil. Las cicatrices casi no se notaban en absoluto. La cirugía estética había sido un éxito. Puso la palma por debajo de uno de sus pechos y lo acarició de abajo hacia arriba hasta llegar al pezón. Un gemido de placer salió de su boca. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender plenamente, sus pechos habían quedado mucho mas sensibles luego de la operación, por lo que solo bastaba acariciarlos levemente para obtener sensaciones de deleite.

- Mi cirujano es un genio- pensó.

Tomó otro de los vestidos y se lo probó. Calzaba perfecto en su cuerpo delgado.

- Tal vez use éste- se dijo a si misma.

El maquillaje le llevó también casi una hora. María se perfumó tomando especial detalle en colocarse una gotita de perfume francés en la parte superior de sus pechos. Nunca se sabe si se conocerá a algún caballero, y en ese caso, nada mejor que sugerir las virtudes personales de cada uno.

-Es uno de los principios del marketing: debes anunciar el producto... - se dijo a sí misma.

Acababa de enfundarse el vestido, cuando llegó a su casa su hermano menor Tomás con la novia, ambos de dieciocho años. A sabiendas que ella se iba a quedar a dormir en lo de su amiga, le había pedido permiso para ir a su casa y pasar la noche en ella con la novia, con lo cual se ahorraba el dinero del motel. María se había mostrado reticente con el muchacho.

-Acepto porque eres mi hermano, que si no...- le había dicho al jovencito con tono severo.

Muy en sus adentros, le deleitaba pensar que en su ausencia su cama sería usada para fines mas nobles que el simple dormir. Después de todo, ella no le daba tal uso desde hacía tiempo. Por lo menos, que la disfrutara su hermanito.

Ella los saludó y se introdujo nuevamente al cuarto de baño para terminar de arreglarse.

Al rato, escuchó que los novios empezaban a levantar la voz, como preludio a una discusión.

-Ves, esto tienes que usar, y no lo que te pones. Esto es ropa de mujer y no de niña.- Escuchó vociferar a su hermano. Las voces salían de su habitación.

María se dirigió hacia allí y cuando ingresó encontró a su hermano con un brassier suyo en una mano y unas bragas en la otra. Se trataba de un conjunto negro de encaje semitransparente, que posibilitaba al observador ver los atributos que cubría sin ningún problema. Las estaba agitando ante su novia, tan cerca de la cara de la novia que parecía que se la fuera a refregar con las prendas.

-¿Que haces con mi ropa interior?. Suelta eso inmediatamante! - le ordenó enérgica.

-Solo le estaba mostrando a esta tonta la diferencia que hay entre una mujer y una niña- respondió el hermano de mala gana.

Tiró las prendas en la cama e hizo un gesto como si se tratara de ir.

-Iré a comprar cigarrillos, y de paso me calmaré un poco.- señalo el hermano.

Cerró la puerta rápidamente. El ruido de sus pasos alejándose se hizo pronto inaudible, símbolo de que se había alejado.

-Se está convirtiendo en un reverendo machista, el muy cretino... Deberé hablar con él en otro momento y aclararle un poco las cosas. La culpa es mía, hace tiempo que no hablo con él. Lo que pasa es que tengo mucho trabajo...- meditó María.

Desde que los padres de ambos habían fallecido, ella había tomado el rol sustituto y había pasado a ser una madre-hermana mayor.

Miró a la joven a los ojos, y descubrió que estaba haciendo esfuerzos para no llorar, mordiéndose los labios para contener los gemidos.

La abrazó y ella puso la cabeza sobre su hombro y empezó a llorar vivamente.

Cuando se pudo descargar, María le preguntó:

-Creo haber entendido algo de la causa de tu discusión, pero cuéntamelo tú, a ver si te puedo ayudar en algo.- dijo a la jovencita.

Con la voz entrecortada y sin mirarla a la cara, la joven susurró:

-El siempre me dice que debo ser mas sexy, mas sensual, para que pueda erotizarse mas, pero yo... yo no se como hacerlo mejor... Siempre que quiere tener relaciones yo lo dejo, nunca le digo que no...

Ahora, entramos a tu cuarto y el vio tus bragas y se puso como loco, me empezó a decir que yo tenía que usar este tipo de ropa, y que la que yo usaba era de niña, y no se que mas...-

La joven interrumpió su relato y empezó a llorar nuevamente.

-Bueno, bueno, ya...- la consoló María.

-¿Dime, deseas que te ayude?- le dijo piadosamente

-Por favor, muéstrame como lucir bonita para él, - le respondió la joven.

-A ver, muéstrame lo que estás usando- quiso saber la mujer

La joven se quitó la chaqueta y el t-shirt y se bajó los pantalones de mezclilla, dejando al descubierto un conjunto de algodón blanco liso, sin ningún tipo de encaje ni volados.

-Este tipo de ropa interior es bueno para cuando estás con el período, o cuando haces gimnasia, pero es muy sensual que digamos.- comentó María con aire didáctico.

-Mira mis cosas. Fíjate lo que yo uso. -

Ambas mujeres se acercaron a los armarios, y empezaron a revolver entre varios cajones llenos de lingerie.

-Yo no me pondría esto ni loca- dijo la joven mientras alzaba un par de ligas negras de un cajón.

-Nunca digas de esta agua no he de beber... Sobre todo en estos temas- le sugirió la mujer a la joven.

-Tengo algo que creo que es para ti. - prosiguió -Verás, hace como un año una amiga me regaló un juego de brassier y bragas que me iban chicas y que nunca fui a devolver a la tienda. Creo que deben ser exactamente tu talla. Dejame ver..-

Luego de revisar un rato, emergió de uno de los rincones una bolsa conteniendo un conjunto de ropa interior de encaje de color rojo.

-Puébatelo- le animó María

La joven ya estaba enfundada solo con su ropa íntimas, así que no tardó en quedar totalmente desnuda.

Se aproximó al espejo, se calzó la ropa y empezó a observarse.

-Mira, me calza perfecto, parece que hubiesen estado pensando en mí- expresó a la mujer.

María contempló el cuerpo de la joven: Su vientre chato, sin un gramo de grasa, su cola firme y enhiesta y sus juveniles pechos firmes como roca. Una ráfaga de cólera nubló sus pensamientos.

-Encima que tiene ese cuerpo fantástico y todo duro, yo tengo que venir a enseñarle...- se dijo a si misma en un ataque de celos femeninos.

-¿Esto tiene que quedar así?- le dijo la joven mientras señalaba a su pubis.

La prenda ajustaba en esta parte, dejando contorneados visiblemente los labios vaginales, cuya forma se delineaba a través de la tela.

-No te preocupes, que si el lo ve, no se va a horrorizar precisamente- respondió María con sarcasmo.

Mientras la joven posaba así en ropa interior, Tomás aparece por la puerta y descubre a su novia.

-Mira lo que le he regalado a tu chica, no me vas a decir que no está bueno...- le susurró la hermana mayor con parsimonia.

El joven admiró embelesado el cuerpo de su amante, y María observó como su cara pasaba del asombro a expresar una mirada libidinosa.

-Gracias hermanita, tu si sabes como hacerme sentir feliz- No te preocupes por la casa. Cambiaremos las sábanas antes de irnos y dejaremos todo limpio-

La dueña de casa se despidió de ambos y partió rumbo a la fiesta.

Cuando llegó a la residencia, se encontró sorprendida al ser atendida por una empleada desconocida.

Ella iba seguido a esa casa por lo que conocía a todo el servicio domestico.

-Soy amiga de la señora Blanca, y me ha invitado a la fiesta- manifestó la mujer.

La empleada titubeó unos instantes, pero la dejó entrar cuando la invitada sacó de su pequeño bolso la tarjeta de invitación.

-Le voy a decir a Blanca que este personal nuevo que ha tomado no es muy amable que digamos- pensó

Le dijo a la empleada que conocía el camino y se dirigió por el pasillo hacia las escaleras que comunicaban con el primer piso del palacete. Subió al mismo y entró despaciosamente en el salón principal, desde el cual se escuchaban ruidos y bullicios.

Cuando pudo observar la escena, lo que vio la dejó paralizada...

Se encontró con un grupo de personas, la mayoría con la cabeza cubierta por máscaras y totalmente desnudos!!!.

Atónita, María cruzó el salón, en dirección al cuarto de baño. A su paso, podía ver a hombres y mujeres desnudos charlando animosamente (todos ellos muy jóvenes) y a hombres que charlaban sentados en sillas contiguas mientras que dos mujeres desnudas les practicaban un fellatio a cada uno.

Una mujer completamente desnuda se había recostado boca arriba en una mesa, y tres hombres sosteniendo botellas en sus manos le derramaban champaña sobre su cuerpo. Un cuarto hombre se dedicaba a lamer el brebaje que caía en la piel.

María llegó a su destino, se sentó en el inodoro, y dejó descansar su cabeza sobre las palmas de sus manos.

Una mujer entró a continuación. Usaba una máscara de zorro, que ocultaba sus facciones. Por lo demás, estaba totalmente desnuda. De quitó la máscara y María pudo ver el rostro de su amiga Blanca, la dueña de casa.

-¿Que haces aquí?, le dijo en un tono que mezclaba la sorpresa y el enojo

-Vine a tu fiesta- contestó incrédula la invitada al tiempo que sacaba nuevamente la invitación y la agitaba frente a su anfitriona. Esta ultima leyó la misma y su cara se puso blanca.

-No se como explicarte... Ha habido un terrible error... Bueno, que sea lo que tiene que ser. Te contaré todo. - expresó

La dueña de casa le confesó que en forma paralela a sus actividades con la alta sociedad y la gente influyente de la ciudad, tenía tratos frecuentes con otro grupo de amigos, los cuales tenían la particularidad de ser bastante abiertos sexualmente hablando. De hecho, ella ofrecía regularmente su casa como lugar de encuentro, en donde se terminaban armando verdaderas orgías en forma permanente. La fiesta de la alta sociedad era la semana que viene. Por un error involuntario, le había mandado a María una invitación para la orgía en vez de la invitación para la fiesta de alta sociedad.

-Por eso hay personal nuevo- dedujo María

-Exacto, los sirvientes que tu conoces tienen franco hoy, y tengo un grupo especial de gente que me asiste para estos eventos. Es mas, después de determinada hora, verás como el "servicio domestico" se anexa a la fiesta y se unen a la orgía.

-Solo vine a suplicarte que no me delates ante las señoras de alta sociedad. Seria mi ruina si descubren mis pasatiempos- expresó Blanca.

Ambas se miraron a los ojos. A medida que los segundos pasaron los labios de ambas se distendían y las risas no tardaron en aparecer, tímidas al principio y estentóreas al final.

-Reverenda hija de puta... ¿Como nunca me dijiste que hacías orgías en tu casa? - gritó María mientras se ahogaba en su propia risa y tosía.

-No se, siempre pensé que eras tan seria... Creí que te horrorizaría saber de mis otras actividades- Contestó Blanca

-¿Así que pensabas que yo era muy seriecita?. Pues déjame decirte que ni en mis mas profundas fantasías te hubiera imaginado desnuda y con una mascara de zorra!- replicó la invitada.

Ambas rieron por un buen rato. Cuando se calmaron, María dijo

He venido a pasar al noche aquí y eso mismo es lo que pienso hacer. La única diferencia es que vine vestida con demasiada ropa, nada mas.

-Estás formalmente invitada a la fiesta. Vamos y déjame que te presente a alguna gente.- ofreció Blanca.

Volvieron al salón, en donde la dueña de casa hizo un ademán a uno de sus empleados.

Inmediatamente, dos hombre jóvenes rodearon a María y le quitaron el vestido suavemente. Igual suerte corrieron las bragas. Una vez desnuda, uno de ellos le colocó una máscara de conejita en la cara.

Ahora ambas mujeres se encontraban con igual atuendo, es decir sin ninguna ropa.

-Ven, quiero hablar contigo sobre algunos detalles de la fiesta de sociedad- Le dijo Blanca

Se sentaron en dos sillones contiguos, y ante otro gesto de la anfitriona, un par de jóvenes musculosos se arrodilló ante ellas y empezó a deslizar sus lenguas en las respectivas vaginas de las amigas.

Mientras todavía tenia lucidez para expresarse, María le dijo a su amiga

-Espero que de ahora en mas me invites a estas fiestas también-

-Serás invitada de honor...- contestó la anfitriona.

Dicho esto, ambas mujeres recostaron sus cabezas en los respaldos de los sillones y dedicaron toda su atención hacia las sensaciones que provenían de sus genitales.
Datos del Relato
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1 comentarios. Página 1 de 1
daniel
invitado-daniel 30-12-2002 00:00:00

Es muy buena idea.Pero temina donde debería empezar.La escena con la cuñada está de más.La orgía debió ser más explotada.

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