La última vez que se lo metió, mi tía se dejó adentro el consolador funcionando, dentro de su cuca y a toda velocidad, utilizando sus bien adiestrados músculos vaginales para sostenerlo sin que se saliera. Lo siguiente que hizo fue dar la vuelta girando sobre sus rodillas y codos poniendo su bello y fabuloso culo apuntando hacia el techo. Comenzó a jugar con su clítoris mientras el dildo ronroneaba en su interior. De repente su cuerpo comenzó a temblar producto de un tremendo orgasmo que hizo que se le aguaran los ojos. Era increíble verla como un animal salvaje. Su caderas y culo hacían movimientos ondulantes al ritmo de la música mientras se cogía ella misma. Mi tía hacía todos los movimientos como verdadera profesional. No lo podía creer: sin perder el ritmo ni el compás de la música, giraba de nuevo, arrodillada con las piernas abiertas. Luego se inclinó hacia atrás y sin ver nada colocó la mano sobre el borde de la mesa.

Cuando volvió a lo suyo, y a estaba sosteniendo un pene de goma que parecía de verdad, de doce pulgadas. Mi tía movía la cabeza y su cabello largo para quitarse el bonito cabello marrón de la cara. Un brillo en sus ojos mientras sostenía el enorme monstruo colgando sobre su cara. Lentamente comenzó a bajarlo para tocarlo con la punta de la lengua. Apoyándose en un codo lo levantó ligeramente doblando su cuello y espalda hacia atrás. Luego se metió el dildo pegajoso en la boca que parecía esperar. Dicho aparato estaba mojado con mostaza. Esta le cayó en los labios secos, por la mejilla y la barbilla hasta que se lo introdujo en la boca, metiéndoselo como si lo devorara, mas y mas hasta que le llegó bien profundo en su garganta y apenas se veía el comienzo del enorme eje del consolador, ella siempre gimiendo de placer en voz alta.

Traducido por Marcos Urbina
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