La relación con mi marido no era buena, ni nuestra relación de pareja ni nuestras relaciones sexuales, él trabajaba mucho, siempre estaba fuera de casa, en sus viajes de negocios, o mejor debería decir de placer porque me enteré de que se veía con una secretaria de su oficina que se iba con él a esos viajes, cuando me enteré me dolió bastante, pero ahora lo pienso y me da igual, no tenemos hijos, así que no teníamos nada que perder ninguno de los dos, cuando unos amigos me contaron lo de su infidelidad, la rabia se apoderó de mi, pero la venganza es un plato que se sirve frío (o eso dicen) así que preferí esperar a que llegara el momento oportuno para disfrutar de la vida un poco más.
Las siete de la mañana, sonó el despertador, nos levantamos, desayunamos y me dijo que se iba de viaje que volvería a la semana siguiente, le di un beso y me despedí de él por la ventana, me senté en le sofá y pensé en lo que iba a hacer durante esa semana sola, era el momento perfecto para vengarme, una mujer perdona pero no olvida y precisamente yo menos que soy la mar de rencorosa. Me duché y me puse lo más sexy que encontré en el armario, una falda con dos aberturas a los lados hasta el muslo, medias de rejilla, zapatos de tacón de aguja y una blusa negra un tanto transparente, me maquillé y me miré ante el espejo, me dije a mí misma que estaba muy bien, que hoy era mi día, pero cuando salí por la puerta me quedé en blanco ¿con quién me iba a ir? ¿qué iba a hacer? .... las dudas me asaltaron y volví a casa, me quité esa ropa y me desmaquillé, me senté en el sofá insultando mi estupidez ¿él podía y yo no? puse la tele, me quedé dormida y me despertó el sonido del timbre de la puerta, me levanté despeinada y abrí, era mi amiga Rosa, venía excitadísima, me contó que había ido a una sala de intercambio de parejas y que se lo había pasado muy bien, así que aprovechando la ocasión le pedí que me llevara con ella, pero al llegar al local cambié de idea cogí un taxi y volví a casa .... otra vez no había sido incapaz, así que desistí de la idea de engañar a mi marido y esperé a que llegar la semana siguiente para hablar con él e intentar solucionarlo.
El lunes me llamó y me dijo que el viaje se había alargado, que se quedaría otra semana, lo acepté de la mejor manera posible, si es la hay, me dijo que estuviera en casa que iban venir a instalar el aire acondicionado en esa semana, así que me resigné y esperé.
El chico del aire acondicionado llegó puntual, era un chico joven, pero bastante atractivo, le recibí y le dije donde debía poner la máquina, me subí a la habitación dispuesta a darme un baño caliente. Al rato él subió y me asustó:
- Pero ... ¿qué haces aquí? - le grité tapando mis vergüenzas.
- Lo siento, es que no la he encontrado abajo y .... quería decirle que ya está listo cuando quiera le explico como funciona - dijo dándose la vuelta y saliendo del baño.
Salí con mi albornoz azul y le seguí hasta la parte trasera de la casa, me dijo donde estaba la máquina, como funcionaba y donde debía llamar para averías o consultas.
- ¿Quieres algo fresquito? - le ofrecí, hacia mucho calor.
- Si tuviera una cerveza - dijo un poco avergonzado, fui a la cocina y se la traje - gracias - dijo, mientras se paseaba de un lado a otro de la sala mirándome fijamente. Se quitó la camiseta y debió darse cuenta de mi turbación, tenía el torso moreno, un torso joven, depilado y bien marcado. Se acercó ofreciéndome un trago, pero en realidad se acercaba para ver de cerca mi escote y es que no me había dado cuenta de que se me veía un pezón, él me miraba deseoso y yo le miré un tanto enfadada y dijo - no se enfade, tiene un pecho precioso - acercándose un poco más, me quedé de piedra, de vergonzoso no tenía nada, se acercó a mi y abrió de golpe el albornoz dejando todo a la vista.
- Tiene un cuerpo precioso para su edad ¿cuántos años tiene? - preguntó, pero no le contesté, no podía ni moverme - ¿me deja? - dijo acercando su boca a mi pecho con la intención de lamerlo, no pude resistirme, pensé que otra oportunidad así no la tendría en mi vida, así que me dejé llevar por la pasión que en ese momento sentía.
Él lamió mis pechos vertiendo la cerveza en ellos, jamás me habían hecho nada similar, tiró el albornoz al suelo y me sentó en la mesa de la sala, se agachó entre mis piernas y lamió mi sexo que ya estaba rosa y palpitante. Puso su mano en mi abdomen y me obligó a tumbarme encima de la mesa, mientras seguía lamiéndome, subía poco a poco haciendo círculos alrededor de mi ombligo, apretando mis senos con sus manos, dándome suaves mordiscos, .... llegó a mi boca y me dio el beso más lascivo que jamás me había dado nadie, haciéndome disfrutar sin ni siquiera llegar a tocarme.
Se puso de pie, se bajó los pantalones y su sexo saltó como un resorte, con el glande amoratado y totalmente duro, no hizo falta que me dijera nada, salté de la mesa, me arrodillé ante él y comencé a lamer su sexo que me excitaba más que cualquier otro, no me dejó explayarme a fondo, se apartó de mi y me puso contra la mesa, él estaba detrás pasando sus dedos por mis labios, metiéndolos y sacándolos despacio, excitándome como nadie, entonces sentí como hacia presión en mi sexo con la punta de su enorme glande amoratado. Sentí como si me rompiera por dentro, pero no dolor. Mis pechos rebotaban contra la mesa mientras él empujaba fuertemente, casi me dolían, pero me gustaba aquella manera de hacerme el amor.
Paró de golpe y sentí como metía la lengua en mi ano, nunca jamás me lo habían hecho, introdujo un dedo, pero no me dolió es más me gustó de tal manera que comencé a humedecerme más aún, entonces apuntó con su sexo y de un certero golpe ¡zas! me la introdujo entera, sentí algo de dolor, pero él parado iba marcando el ritmo, muy lento hasta que noto que mi ano se había agrandado hasta el tamaño de su sexo, entonces empezó a moverse, muy lentamente yo le cogí de la pierna frenándole, para que fuera más despacio y él lo aceptó, cuando ya no sentía absolutamente nada de dolor le dije que lo hiciera más aprisa y volví a sentir mis pechos golpeando la mesa y mis muslos calientes, chorreando hasta el suelo.
Comenzó a empujar más fuerte hasta que sentí como se venía en mi ano, se quedó quieto, muy quieto, teniendo espasmos sobre mi espalda, ..., se separó y nos quedamos mirándonos pensando ¿qué habíamos hecho?, le ofrecí otra cerveza y yo me tomé un gintonic sentados en la mesa donde acabábamos de consumar el acto, después se fue, pero como le dije que mi marido no volvía hasta el siguiente lunes estuvimos toda la semana juntos.
El siguiente lunes cuando llegó mi marido y le miré a los ojos, descubrí que no sentía remordimientos por lo que había hecho, (él había hecho lo mismo), así que no le dije nada, él siguió con sus viajes y a mí ya no me importó que no viniera, había conocido otros placeres de los que pensaba disfrutar.
amiga:comparto las veces que esquivaste pecar, pues yo también pase por eso; es más, todavía las esquivo y luego me arrepiento. (excelente tu relato).