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Salir con una chica joven tiene la ventaja de que puedes tener una suegra joven. En el caso de Miguel, su chica era una guapa estudiante de arquitectura de 21 años, y le encantaba pasar horas a su lado. A pesar de que siempre se había sentido atraído por las rubias con minifalda, Carla era justo lo contrario. Tenía unos ojos azules muy bonitos, pero era morena y era raro el día en que no se ponía vaqueros. Miguel se llevaba bien con su suegra, era una mujer muy agradable, y estaba encantada con él. No tenía claro si ella daba por supuesto que durarían poco juntos, y no le veía como una amenaza, pero la verdad era que le trataba muy bien.
No se había fijado nunca en ella ni pensaba en cómo pasaba su tiempo, divorciada desde hacía años, hasta que un día se encontró digamos, predispuesto. Estaba por la tarde en casa con Carla, viendo una película, haciendo tiempo porque habían invitado a su suegra a cenar. Era pronto, y Miguel empezó a provocar a Carla, con el fin de echar un polvo rápido antes de que llegase la visita. Carla estaba perezosa, y no tenía muchas ganas de caer en la tentación de su novio. Llevaba unos leggins de esos negros que casi son pantys, y un jersey de lana. Miguel empezó a acariciarle las caderas y en cuanto pudo le metió la mano bajo el jersey, descubriendo sus pequeños pechos recogidos con un sujetador negro. Al poco tiempo notó sus pezones erectos, y vió el camino libre. Ya estaba curioseando bajo las mallas, enredando con el minúsculo tanga rosa, y estaba poniéndose a cien. Carla empezaba a cerrar los ojos y se notaba que se estaba excitando mucho. Miguel decidió comprobarlo él mismo, y mientras con una mano seguía acariciando sus pechos, con la otra entró hasta su entrepierna, ya caliente y a punto de humedecerse...
Justo en ese momento sonó el timbre de la puerta, y Miguel ahogó una maldición, mientras Carla se recomponía y salía a ver quién era. De fondo Miguel oyó la voz de su inoportuna suegra, y sintió un poco de mala leche por su puntualidad. Al entrar al salón, Carla encendió la luz y entonces Miguel no pudo evitar que su mirada se dirigiese a su suegra como si fuese una tía buena por la calle. Fué un acto reflejo, ya que su suegra venía con uno de los modelitos que más le hubieran gustado a él para su novia: un vestido marrón entallado, con minifalda a medio muslo y medias negras de brillo. El vestido hubiera pasado inadvertido, pero llevaba un cinturón que realzaba su cintura de un modo especial, y el brillo de sus piernas les quitaba muchos años de edad, además de que se había puesto unas botas marrones altas que remataban el modelito. Cuando pudo reaccionar, se acercó a ella y le dió dos besos, aprovechando para ponerle una mano en la cadera. No sabía porqué, pero su suegra acababa de despertarle la erección, así que disimuló como pudo. No ayudó el comentario de su hija: "Pero bueno, mamá, cómo te nos has puesto hoy!... ¿a que está guapa cariño?". Miguel asintió como sin dar importancia, pero no podía dejar de dirigir miradas disimuladas a sus piernas, ciertamente eran sexys.
A sus casi 50 años, su suegra conservaba una figura atractiva, pero vaya, no dejaba de ser su suegra. Miguel se esforzó en no abusar de las miradas, además de que hubiese sido muy embarazoso sentirse pillado precisamente por su suegra. Vamos, que si le pillasen sus amigos, se iban a cachondear de él mucho tiempo. Miguel trató de pensar en otra cosa, mientras sólo le venían a la mente imágenes de su suegra en una cama dándolo todo, probablemente más joven. Le tuvieron que despertar dos veces porque se estaba quedando alelado, pensando cosas que antes ni se maginó. A Carla no se le ocurrió otra cosa que juntar el sillón al sofá, enfrentándolos de forma que pudiesen estar juntos y charlar. A Miguel le quedaba su suegra justo delante, y era bastante difícil evitar dirigir alguna mirada a sus piernas. Para colmo, entre la confianza de estar en casa de la familia, y el roce fácil del vestido con la lycra de los pantys, a su suegra se le subió la falda lo suficiente como para facilitar el upskirt perfecto a una mirada avispada. Por supuesto Miguel no lo buscaba, y trató de evitarlo durante un rato, pero cuando se acercó a ella para servirle un café, fué imposible evitarlo: Miguel tuvo una vista perfecta y nítida del que a su pesar era él el upskirt más sexy que había disfrutado en años. El brillo de la lycra se perdía entre sus piernas, revelando la raya vertical de los pantys en el fondo, donde se transparentaban unas braguitas blancas de encaje, detrás del rombo...
La visión a la que finalmente se entregó sin resistirse, y que se repitió dos veces más en lúcidos espasmos, como brota una eyaculación, dejó definitivamente KO a Miguel, que no pudo hacer otra cosa que ausentarse al servicio con la imagen de la braguita de su suegra aún en la mente. Una vez dentro, se sacó el pene duro como una piedra y se masturbó, con las voces de su novia y de su suegra de fondo. Ahora pensaba en ella no como en una señora, sino como una sexy madurita, una MILF en toda regla. A medida que sentía venir el orgasmo, se aferraba a la imagen de su suegra con esas piernas, ese brillo, esa minifalda, ese triangulito que acababa de rematar lo que estaba a punto de ocurrir, y que nunca antes se imaginó. Sintió el orgasmo sobrevenir, y con dificultad evitó salpicar el suelo, justo cuando de fondo su suegra le decía a su novia que iba a entrar al servicio. Miguel se apresuró a terminar, y aún acalorado por lo que acababa de hacer, se cruzó con ella en el pasillo, que le sonrió, mientras su mano rozaba involuntariamente su cadera. A Miguel por un segundo le vino a la mente la imagen de aquella mujer sobre él, haciendo el amor en una cama, los dos solos, sintiendo toda su experiencia de mujer madura sobre él, mientras acariciaba cada una de sus curvas y sentía su melena rozar su cuerpo... La sonrisa de su novia, que le dió un besito en los labios, le devolvió a la realidad, y Miguel creyó dar por terminado ese episodio de calentón con mucho morbo...
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