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Durante el resto de la semana, Miguel no se pudo quitar de la cabeza ese momento en que se había masturbado pensando en su suegra, e incluso su novia le notaba a veces como ausente. Cuando ella hablaba por teléfono con su madre, Miguel disimuladamente se acercaba, no sabía muy bien porqué. Llegó el día en que Miguel tuvo que acercarse a casa a recoger a su suegra, y la perspectiva de estar a solas con ella en su casa le atormentaba, sentía una mezcla de culpabilidad y morbo, aún más morbo. Sólo pensaba en el momento de llevarla en el coche: ¿y si se ponía falda?. No podría dejar de mirarla las piernas...
Ella le recibió con naturalidad, le dijo que se sentase en el sofá, que aún no estaba lista. Miguel lo hizo, y la siguió con la mirada por el pasillo, hasta que entró a su habitación. Entonces se dió cuenta de que al colocarse junto a la puerta de la cocina, podía disimular mientras la veía reflejada de espaldas en un espejo de la habitación. Era evidente que ella estaba a su aire y no había caído en ese detalle. Miguel no podía creerlo, se lo estaba poniendo muy fácil, pero era increíble estar vigilando a su suegra, era una señora...
Pero no pudo evitarlo. Disimuló mientras disfrutaba de una vista lejana pero razonable de su culito desnudo, y sus pechos colgando, no estaba pero que nada mal. Al moverse la perdió un poco de vista y se la jugó, acercándose más. Sus bragas negras de encaje se deslizaban por sus piernas hasta caer sobre la alfombra, y para su sorpresa se puso nada menos que un tanga. Luego se puso un jersey azul claro muy fino y unos pantys de brillo color gris. Miguel estaba a cien, mientras veía cómo se subía una falda, y casi pudo sentir el siseo de la tela al rozar por sus piernas de lycra. La visión de ese culito redondo y brillante, y el deseo repentino de apoderarse de su braga, hicieron que esperase a que ella entrase de nuevo al servicio para hacer el recorrido que le separaba de la habitación a la velocidad del rayo, para al menos sentir sus bragas calientes un segundo, mientras ella salía del baño. Era increíble pero eso deseaba, con todas sus fuerzas. De puntillas llegó hasta el cuarto, y al sentir las bragas en su mano se puso a cien, y las apretó contra su boca, sintiendo el tacto y el aroma de una mujer que le había cautivado definitivamente.
Entonces ella salió del baño y se lo entontró de frente, con las bragas en la mano. Miguel se quedó de piedra, y no supo qué decir. Ella le miró con condescendencia y arrebatándole las bragas de la mano le dijo en su cara:
- "Así que te gusta masturbarte con tu suegra, eh?".
Miguel no pudo pronunciar palabra, y ella continuó:
- "Ya decía yo que aquél día en tu casa, el baño olía raro, sé distinguir el olor a semen".
Miguel interpretó eso como una provocación, y decidió tirarse a la piscina. Se acercó a ella y cogiéndola de la cintura la besó en los labios co toda la pasión de que fué capaz, esperando su reacción. Ella se quedó unos segundos como pensando, y entonces le dijo al oído:
- "Miguel, llevo mucho tiempo sin echar un buen polvo. Si realmente provoco excitación en tí, y te vas a correr en el baño, por favor, fóllame ahora".
Él no se lo podía creer, tenía delante a una madurita que le ponía a cien, pidiéndole que se la tirase. Pero era la madre de su novia... Por un segundo dudó, pero inmediatamente se fué hacia ella y metiendo su mano bajo la falda, empezó un vaivén sobre la lycra de los pantys, justo sobre la vulva, mientras recorría su cuello y su boca con besos y caricias. A continuación entró bajo su jersey y descubrió unos pechos suaves, sobre los michelines que ahora le parecían tan sexys. Al pasar por sus pezones notó que ya estaban duros, y después de soltarle el sujetador, la provocó aún más, rozando sus pezones con el fino jersey. Ella se pegaba a él, y sus piernas se retorcían de placer, mientras Miguel ya notaba humedad bajo la lycra de los pantys. Entonces la tumbó sobre la cama y la desnudó, haciéndolo también él. Se sentó sobre su cintura, en cuya postura ella estaba aún más buena. Recogió las bragas de encaje del suelo y se recreó en ellas, delante de ella, aspirando y lamiendo cada costura. Ella se contoneaba sobre las sábanas, ya tan sólo con el tanga y los pantys grises. Le provocó acariciándose la entrepierna y llevándose los dedos a la boca:
- "Vamos, ven a probar mi sabor".
Entonces se rasgó los pantys y dejó al descubierto su vulva, perfectamente depilada. Miguel cogió por las rodillas y clavó su polla hasta el fondo, a lo que ella soltó un gemido que le hizo excitarse aún más. Sin bajarla los pantys empezó a follar sin parar, hasta que cambiaron de postura y con ella encima, rememoró su fantasía, sintiendo ahora sus pechos acariciarle y restregarse contra él. Sólo el tacto de sus piernas ya le estaba llevando directo hacia el orgasmo, pero sentía que con una mujer con tanta experiencia, debía aguantar. Así que sustituyó su pene por dos dedos y empezó a masajearla el clítoris, despertando sus placeres más intensos. Ella suplicaba que la penetrase, y volvió a hacerlo, manteniendo la intensidad del masaje en los labios vaginales, mientras con la otra mano se dedicaba a sus pechos, a punto de reventar.
Fué el momento en que ella, a fin de provocar aún más a su yerno, le suplicó:
- "Abre el segundo cajón y hazme disfrutar aún más!".
Miguel sacó un vibrador de látex de tamaño considerable, y entendió las intenciones de su suegra, o al menos le echó imaginación. Sacando su polla de la vagina, le introdujo el vibrador hasta el fondo, poco a poco sin demasiada dificultad, y con los flujos que resbalaban hasta su culo, inició la tarea de penetrarla por detrás, a lo que ella soltó un sonoro quejido que se transformó en rítmicos gemidos de placer cuando inició el vaivén por detrás, manteniendo el vibrador dentro de su otro agujerito. Sus pezones iban a estallar, y Miguel a provocaba girando el pene de látex dentro de ella mientras aumentaba el ritmo al darla por el culito. Al notar que su cuerpo se estremecía, y notando que él mismo estaba a punto de perder el control, activó la vibración del aparato, y entonces ella se retorció de placer, hasta que expulsó la polla de Miguel, que no tuvo tiempo ni de masturbarse sobre ella, y acabó soltando su carga sobre el cuerpo de la madre de su novia, que acababa de disfrutar del primer orgasmo desde hacía años. Miguel por su parte acababa de confirmar que su suegra seguía estando en plena forma para echar un buen polvo como cualquier jovencita.
Los dos se quedaron inmóviles durante unos minutos, hasta que el móvil de Miguel emitió un pitido, y respondió a su novia con un: "ya salimos para allá"...
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