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Mi hijo de 18 años y yo salimos a una boda. Llevaba puesto mi vestido amarillo de una pieza ajustado, a decisión de la novia que quería que las damas de honor se vean muy putonas. Luego de la fiesta salí con mi hijo tomé un taxi. El vehículo tenía un vidrio que protegía al pasajero del conductor, un gas salió y perdimos la conciencia.
Al despertar teníamos unos collares. La habitación tenía una serie de lámparas y cámaras y en medio había una cama kingside y las sillas donde nos encontrábamos. Una voz me sacó del estupor en el que nos encontrábamos mi hijo y yo.
—Voz: ¡Despierten!
—Iván: ¿Quién eres? ¿Dónde estamos?
—Voz: Están secuestrados. Si se portan bien podrán salir rápido.
—Yo: ¿Q… Qué quieren de nosotros? –Mi cuerpo se sentía más caliente e incluso el roce de las telas del vestido enviaba señales placenteras.
—Voz: Parece que la droga que le inyectamos está haciendo efectos. Sus cuerpos se volverán más sensibles y serán incapaces de mentir. Si no hacen lo que les digo ambos sentirán una descarga eléctrica.
Hizo una demostración. Caímos al suelo por el dolor. La voz continuó:
—Voz: Digan sus nombres y edades.
—Yo: Soy Carmen y tengo 42 años
—Iván: Soy Iván y tengo 18 años.
—Voz: ¿Son familia?
—Iván y yo: ¡Sí! Somos madre e hijo.
—Voz: ¡Muy bien Iván! ¡Desnúdala!
—Yo: ¿Cómo? ¡No lo hagas!
—Voz: ¡Silencio! –Una fuerte descarga me tumbó al suelo.
—Iván: ¡Déjala, por favor! ¡Hazme lo que quieras pero no le hagas daño!
—Voz: ¡Calla! –Otra descarga sacudió a mi hijo.
—Yo: Es mejor que hagas lo que dice.
—Iván: Lo siento mamá –susurró en mi oído.
Me bajó el vestido lentamente, deslizándolo por mis piernas. La sensación del roce de sus manos se sentía bien. Se quedó masajeando mi estómago.
—Mamá, tienes la piel muy suave. Hueles tan bien, mamita linda. –mi hijo se quedó oliendo mi cuerpo y empezó a besar mi estómago.
—¡Uhmmm! ¡De… detente hijo, por favor. Soy tu madre. Pa… para… ¡qué no soy de piedra! ¡N-no, Dios mío, d-debo controlarme, esto es sólo por la droga, debo controlarme…!
Mis instintos sexuales comenzaron a ganar la batalla. “N-no, Dios mío, no, no puedo sentirme así, ¡no puedo!” Casi jadeaba. El corazón no había dejado de latirle con fuerza. Estaba excitada. Tenía los pezones duros, marcados en la tela. La tanga negra se empezó a humedecer. La humedad entre mis piernas aumentando con cada minuto que pasaba. Mi respiración ligeramente agitada, mi piel brillando con un poco de sudor. Mi hijo continuó y me quitó el bra.
—Voz: ¡Basta! Ahora Carmen mastúrbate mientras tu hijo se quita la ropa.
El morbo de ser vista hacía que mis pezones se pongan erectos. Estaba muy mojada. Recorrió la rajita de su coño con las yemas de sus dedos, se frotó con suavidad el inflamado clítoris. El placer la inundó. Necesitaba un orgasmo que liberara la tensión acumulada en su cuerpo. Deseaba correrse sin tener a Iván en su mente. Luchó con todas sus fuerzas por pensar en otras cosas, en otros hombres, pero su mente volvía una y otra vez hacia su hijo. Dejó de tocarse. No quería correrse así, pensando en él. No podía.
—¡Ya basta! ¡No sigas! ¡Déjalo ya! ¡Es tu hijo! –dije en voz alta mis pensamientos.
Mi hijo se acercó a ver mi coño peludo brillante y chorreante de jugos. Empezó un cunnilingus salvaje…Y perdí el control. Abrí la boca todo lo que pude y empecé a devorar su verga con voracidad, sintiendo como cada vena se deslizaba ásperamente por mis delicados labios, hasta que finalmente la gruesa cabeza pegó contra mi garganta y vi que me había comido poco más de la mitad. En ese momento mis mejillas se hundieron y empecé a moverme lentamente de atrás para adelante, sintiéndome la peor de todas las mujeres.
Sus dedos se deslizaron por mi cabello, tímidamente al principio, aunque después de algunos intentos sujetaron mi cabeza con firmeza. Entonces su miembro comenzó a bombear mi rostro con movimientos suaves pero contundentes: de lado contra mis mejillas, hacia mi garganta, de atrás para adelante. Mis suaves gemidos ahogados se escuchaban, ya que mi cuerpo seguía acelerándose como nunca antes, con un hambre sexual tan voraz que me tenía frotando mis manos por mi cuerpo, como si fuera una perra en celo.
-Voz: Carmen, acuéstate boca arriba en la cama. –Abrí ligeramente las piernas– Ahora, muchacho, hazla tuya.
Mi hijo apoya mis manos sobre el colchón. Estoy está casi aplastada debajo de su cuerpo, pero al hacerlo su glande se abre paso y se cuela unos milímetros dentro de su coño. Abro los ojos asustada. Su glande está completamente dentro de mi coño. Aprieto con fuerza tratando de detener el peligroso avance. Siento el calor de las paredes de mi vagina envolviendo la punta de su polla. Estoy en la gloria.
—Carmen: ¡Sácala, Iván! – ordeno a mi hijo con un hilo de voz.
Ambos estamos muy excitados y hace lo posible por retirarla. Saca ligeramente unos milímetros su glande de mi interior. Su polla se adentra de nuevo en mi coño materno. Ya no puede más. La tensión, el momento, la rabia o vete a saber qué, hacen que apoye con fuerza sus manos sobre el colchón y empuja su polla contra mí. La primera embestida es bestial, porque estaba intentando frenarlo, pero la fuerza de su cuerpo ha hecho el resto y noto como su verga entra por entero en mi coño hasta llegar hasta el final. Ni yo mismo me lo creo, pero me la ha metido de golpe, ¡Con todas las ganas y hasta lo más profundo!
− Yo: ¡Ahhhhh! –gimo, abro mi boca intentando captar algo de aire.
− Iván: ¡Joder! – dice apresado en mi conducto prohibido, la cueva del pecado. Aquel sexo que envuelve tan maravillosamente su polla pudiendo sentir un calor más que gratificante.
Se va retirando lentamente y ese movimiento hace que mi gusto sea aún mayor. No quiero que termine nunca. Es tanto el placer que siento que no puedo controlar mi cuerpo y hago que empuje de nuevo con todas las ganas mi pelvis para ser clavada de nuevo hasta lo más profundo de mi coño.
− Ambos: ¡Ahhhh! – La vuelvo a sacar hasta que su glande llega a las puertas de mi coño que lo abraza y vuelve a la carga siguiendo un ritmo lento pero constante. Mis piernas están completamente abiertas y mi cuerpo se aprieta contra el suyo en un vaivén cada vez más acelerado. Miro a sus ojos. Mis ojos están desorbitados y en el momento del climax los pongo en blanco, mi boca abierta que hace que su aliento impregne mis labios con una bocanada caliente. Noto con fuerza la palpitación de mi corazón y las contracciones de mi coño.
—Iván: Lo siento. No sé qué me ha pasado. - dice intentando disculpar algo que está fuera de nuestro control pero sin dejar de continuar con el mete-saca.
Va sacando su polla de mi conducto sagrado y el placer de ese movimiento es más agradable cada vez. Un largo gemido invade la habitación. Es tanto el placer que siento que vuelve a la carga insertando toda su barra de carne en su interior. Empieza a bombear dentro de su madre, sintiendo las paredes de mi vagina aferrándose a su polla. Ya no hay mundo a nuestro alrededor, solo nosotros dos, él y yo.
Los jadeos se multiplican, las respiraciones son intensas y nuestras bocas están tan cerca que no pueden por más que unirse y empezamos a besarnos sin que yo deje de empujar con mis caderas hacia su cuerpo. Muevo mis caderas para ayudar a que mi hijo siga metiendo y sacando su miembro de mi interior. En un momento reduce el ritmo pues está a punto de correrse. El hacerlo despacio no le ayuda absolutamente nada, sino al contrario lo excita aún más hasta dejarlo a las puertas del orgasmo. También estoy descontrolada. Nuestras lenguas se unen de nuevo en nuestras bocas intentando combinar la respiración a través de la nariz y en jadeos de nuestros respectivos alientos.
—Iván: ¡Mamá, me corro!, ¿la saco?- me pregunta. Sé que desea oír un “¡no!”
Tengo cerrados los ojos, mis piernas apretando sus caderas. Mi cabeza echada hacia atrás y mis manos agarrando fuertemente las sábanas.
Cuando intenta sacar su miembro lentamente, mis pies empujan su culo hacia él, mientras no deja de gemir con más fuerza cada vez, hasta que veo como se está corriendo sin contemplación. Decido seguir mi ritmo y no parar, así que inserto varias veces más mi polla dentro de su sexo, hasta que en una de esas embestidas lo dejo completamente metido y noto el calor que me viene desde los pies a la cabeza sintiendo cómo se tensa mi polla y parece querer explotar dentro de ese lugar maravilloso. Y me corro soltando varios chorros que inundan la vagina de mamá.
Seguimos gimiendo y apretando sus pies contra mi culo en señal de que desea que siga brotando mi semen dentro de ella hasta vaciarme por completo. Son varios más los espasmos hasta que pierdo la cuenta. Siento que ha inundado mi lugar maravilloso. Siento la felicidad plena y cómo se puede detener el mundo en un instante. Mi hijo permanece sobre mí y ambos jadeamos intentando recobrar el aliento e intentando asimilar al mismo tiempo todo lo que ha sucedido. ¡Acabamos de follar! y se ha corrido dentro.
Lo miro a los ojos y acaricio su pelo suavemente. Así, abrazados con su cuerpo sobre el mío permanecemos callados.
Luego de unos minutos un hombre se acerca a mi hijo y le inyecta algo. Al cabo de 10 minutos su mirada cambia. Se ve más agresivo y me mira con lujuria. Su erección es mayor que hace un momento. Luego me inyectan algo a mí. Trato de cubrir mi cuerpo de la mirada lasciva de mi hijo.
—Yo: Hijo. No me mires así. Recuerda que soy tu madre.
—Iván: ¡Calla mamá!, hace 18 años me tuviste en tus entrañas, ahora me tendrás nuevamente dentro y seguro que esta vez te gustará más. ¡Te la voy a meter hasta dentro por puta!
Apretó con fuerza y me taladró, no pude resistir los embistes de su polla contra mi coño, follaba como un toro de lidia, no se cansaba de follar y follar, sus embistes eran cada vez más fuertes.
—Yo: ¡Siiiííí, follame, soy tu puta!
Gritaba como una puta barata, con los ojos casi cerrados y la lengua fuera, babeando de gusto, totalmente cachonda, con el coño en remojo y el pene de mi hijo entrando y saliendo de mi rajita. Estaba tan cachonda que no reconocí las palabras que salieron de mi boca:
—Yo: ¡Por el culo hijo!, ¡ahora, métemela por el culo, quiero sentir esa gran polla tuya en todo el culo por favor!
Arqueé mi espalda en un ángulo de 90° y mostraba mi culo virgen. Abriendo mi hoyo enseñando las nalgas.
—¡Muy bien, mamá, como tú quieras ¡POR EL CULO!
Mi hijo me puso sobre la cama nuevamente a cuatro patas, después de lamerme el culo con increíble pericia, luego clavó su polla en mi apretado agujero.
—Yo: Eso es cariño, dame tu polla, la quiero bien adentro, toda dentro, destrózame el culo.
Me tenía en cuatro. Me cogía del cabello y me lo halaga. El placer era intenso. Gritaba como una loca mientras la polla de mi hijo me perforaba el culo sin clemencia para con su madre.
Abriendo mucho los ojos, la boca y exhalando unos aullidos de placer brutales. Mi niño, por su parte, sacó la polla del agujero mi culo y con increíble fiereza, me dio la vuelta de nuevo hasta ponerme de rodillas, aplastada, frente a él.
—Yo: ¡ay cariño!, ¡ayyy!… ¡que gusto!… ¡que gustazo!… ¡ay cariño!… ¡me voy a correr!, ¡me corro!, ¡mami se corre!, ¡AHHH! ¡AHHHH!…
Mi cuerpo empezó a temblar como un flan y tuve un orgasmo largo y muy intenso. Mi coño echaba una gran cantidad de flujo, que mojé hasta sus cojones. Poco a poco empecé a relajarme y a respirar más tranquilamente.
Pero él no había terminado aún, sin sacarla poco a poco empezó de nuevo a bombear en mi concha. Amasando mis tetas. Agarró mis piernas y las subió hasta ponérmelas en los hombros, haciendo así que las penetraciones fueran más profundas. Al rato la sacó de pronto y gritó:
—Iván: ¡Abre la boca, puta, que voy a darte de beber!
Obedecí sin rechistar y un segundo después, mi hijo me metió la polla en la boca hasta el fondo. Era la primera vez que mamaba una polla. Me tragué aquel tronco hasta donde pude, entonces mi hijo empezó a follarme la boca, metiéndome y sacándome la polla de la boca una y otra vez.
No tardé en sentir como un imparable torrente de semen caliente inundó mi boca y mi garganta. Mi hijo golpeó con su polla mi cara tres o cuatro veces, sacudiéndose así las últimas gotas de semen.
Me relamí tragándome todo el semen que pudo y después, me puse a limpiar la polla de mi hijo con la lengua hasta dejársela reluciente y limpia del todo sin que él me dijera nada. El sabor de su semen era realmente delicioso. Tras recuperar el aliento el tipo salió de las sombras.
—Voz: ¡Muy bien! Ahora pueden vestirse y retirarse.
Recordamos nuestra situación de secuestro y como sea nos vestimos. Como sea me alisé el cabello con los dedos y salimos a la calle y fuimos rápidamente a casa.
Al caer la noche intenté dormir, pero no pude quitar la imagen de lo que nos pasó. La puerta se abrió lentamente y mi hijo entró desnudo:
Iván: Ya no puedo más, mamá. Esto tiene que acabar. De una u otra manera. Mamá...Te deseo. Quiero... follarte.
—Yo: ¡Ummm!, qué durita tiene mi niño la polla. ¿Es por mí? ¿Mami te pone la polla así?
—Iván: ¡Sí, es por ti, mamá! ¡Llevas años poniéndome la polla así de dura!
No recocía las palabras que salían de mi boca. Las drogas habían pasado. Asumí que es por sentirme deseada. Esa pasión, esa mezcla de amor, deseo y lujuria. Empieza a lamer y besar mi cuerpo. Levanto las piernas dejando mi culo al aire y empieza con la embestida del mete-saca. El placer era tan grande. Lo cual ya era por nosotros mismos, sin ninguna sustancia. Cuando su orgasmo cesa, abre lentamente los ojos y se encuentra con los míos. Nos sonreímos.
—Yo: ¡Ummm, tesoro! ¡Qué bien te has follado a mami! Siento el coño lleno de tu leche caliente.
Me besa ahora con dulzura, sin prisas. Y, sin prisas, vuelve a follarme. Gozando de las sensaciones. Siento sus manos acariciar mi nuca.
—Yo: ¡Ummmm, que placer, mi amor! Me estás follando otra vez. Mi coño rebosa tu leche y me estás follando otra vez. Eres maravilloso.
—Iván: Quiero llenarte de placer. Demostrarte que nadie en el mundo te follará jamás como yo. Entrelazamos nuestras manos. Chupo su lengua.
—Yo: ¡Agggg!, ¡no puede ser, mi vida! Vas a hacer correr a mami otra vez...
—Iván: Eso es lo que busco. Darte más placer. –No dejó de follarme con suavidad hasta que mi cuerpo vuelve a tensarse. Mi espalda vuelve a arquearse, sus ojos a cerrarse y mi cuerpo estalla.
—Iván: ¡Nada más hermoso que mirar tu cara en pleno orgasmo!
—Yo: ¡Mi vida, mi amor, me vas a matar! ¡No puedo más... Para... para...!
El placer es demasiado grande. Apoya sus manos en la cama, se incorpora un poco y me folla salvajemente, con grandes empujones que hacen que toda la cama se mueva.
—Yo: ¡Aggggg! Iván... hijo... no puede ser... esto es... maravilloso...
Nos corremos a la vez. Su polla descarga una segunda andanada se leche dentro de su madre. Son varios chorros de semen que se mezclan con mis jugos y su anterior corrida. Ahora sí estamos los dos agotados. Ahora sí que no puedo casi ni moverme."
Al pasar los días ya follábamos como una pareja de esposos. Una tarde de domingo llegó a la puerta un correo. Se trataba de un DVD de nuestra follada. A los minutos esto nos puso cachondos y empezamos a follar de forma brutal. No reconocí las palabras que salieron de mi voz:
—Yo ¡Así, golfo, cabrón! ¡Así, cerdo, bastardo! ¡Así, maldito hijo incestuoso! ¡Fóllate, bien follada, a tu madre, cerdo, cerdo! ¿Cuánto, cuánto deseas a tu madre? Dímelo, cabrón, que me inflama, me pone cachonda saberlo, me pierde, cerdito mío, pensar en ello, que mi hijo me desea, desea follarme; follarme a mí, a su madre; a su más que puta madre. Me “pone”, me “pone”; me vuelve loca pensar que deseas follarme maldito hijo mío, maldito hijo de puta, maldito hijo de la puta de tu madre…
—Iván: Sí mamá; te deseo; te deseo más que a nada más que a nadie en este asqueroso mundo. Y con toda mi alma, como nunca he deseado a nadie; a ti mamá; a ti, madre y puta. ¡Puta, puta, puta madre mía!...
—Yo: ¡Sí hijo!, ¡sí! ¡Así; llámame puta, puta, puta! Seré tu puta; tu madre puta. Te haré lo que ni imaginas que pueda hacerse, lo que la puta más puta, la puta más experimentada, sabría nunca hacerte. Te deseo hijo, Iván, maldito hijo mío, te deseo casi más que tú a mí. ¡Fóllame hijo, fóllame! ¡Aggg, aaggg! Así cabrón, así, cerdo. Fuerte; más, más fuerte. Cerdo, cabrón.
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