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Categoría: Incestos

Secretos de familia. Mi cuñada, quería dogging

Desde que se hizo popular “las sombras de Gray”, las mujeres dieron un salto de calidad en sus fantasías eróticas, potenciándose al comentarlo entre sus iguales.



Mi cuñada es una más entre tantísima que agigantan sus fantasías más erótica, no por carencia de sexo, que por cierto sé que lo tiene y mucho, pero siempre está en la búsqueda de nuevas experiencias. Le comentaron que la práctica del “dogging” se hizo muy popular en Europa y fue una fantasía que comentó con su marido, él le dio el permiso para concretarlo, y entre ambos me pidieron si podía encargarme de buscar el lugar más adecuado y que me confiaba fuera el artífice que pudiera asistirla para concretarla.



Para los que tal vez no estén informados de qué se trata la práctica del dogging, explicaré en breves palabras, que es una práctica sexual donde la mujer tiene sexo en público con desconocidos con los que solo tendrá contacto esa noche no volverán a verse, puede acudir con su pareja y hasta intercambiarse con otra pareja. No se trata de una actividad swinger, sino solo exhibicionismo a la vista de todos y con desconocidos.



Me puse a buscar cómo, quién y cuándo concretar el delicado encargo.



Tomé esta obligación con toda la seriedad y responsabilidad que la situación amerita. Conozco un reducto, una especie de anexo de un club de barrio, donde nos reuníamos luego de los partidos de fútbol para tomarnos unas cervezas, algo así como es el tercer tiempo de los jugadores de rugby y jugarnos unos partidos de pool. El fútbol lo jugamos por la noche, luego de la jornada laboral como forma de esparcimiento y reunión con amigos.



Este es mi lugar en el mundo para compartir con los amigos, al mismo tiempo me pareció el sitio perfecto para cumpliré la fantasía a la cuñada, una perfecta desconocida por cuanto estaba a resguardo la identidad. Lo primero que hice fue hablar el tema con los amigos más cercanos y proponerles que me ayuden a cumplirle la fantasía a… “a una entrañable amiga”, no me pareció prudente decir la verdad, solo que era una muy querida amiga y quería que tuviera esa experiencia pero sin que hubiera alguna alternativa desagradable o no deseada.



Los compañeros de tragos, sorprendidos gratamente, accedieron a ser parte del staf de “jugadores” por llamarlos de algún modo, hasta habíamos resuelto cuales serían los partícipes necesarios y cuáles harían de público. Obviamente también participaría el encargado del buffet (el dueño del lugar), por supuesto acordamos que fuera la noche del martes, que habitualmente hay poca concurrencia y el propietario del local cerraría, con la excusa de que era una fiesta privada. El escenario estaba dispuesto, los roles estipulados unos serían participantes activos otros solo parte de los curiosos observadores de como tienen sexo.



Acordé con Stella, cuando pasaría por ella y las formas de ir vestida para el encuentro, los demás detalles se los iría dando en el trayecto.



Ese martes pasé por ella, vestía falda lo bastante corta e insinuante para llamar la atención al más desprevenido. Durante el trayecto le aporté la seguridad a sus atrevidas ganas, pero dejando que la adrenalina del riesgo de ser observada fuera incrementando el placentero morbo que estaba buscando. Hice una parada en un lugar medianamente concurrido, indiqué subirse la falda, bajar la tanga hasta la rodilla, echarse hacia atrás y mostrarme el sexo, cuestión de que si alguien pase cerca pueda ver lo que hacemos, luego que me saque la verga, que durante el resto del trayecto vaya pajeándome, luego mamándome mientras conduzco, que se acostumbre a ser visualizada desde los colectivos, precisamente me detenía en los semáforos al costado de alguno para que los pasajeros pudieran disfrutar del espectáculo que Stella les daba mamándome.



Interrumpimos el espectáculo gratis, era tiempo de llevarla al pub, entramos, nos sentamos en la barra, pedí dos tragos, escocés para ambos, sobre todo para ella que necesitaba estar bien “colocada”.



Le indiqué que apoye los pies en el soporte, suba como al descuido la minifalda, se gire mirándome para que podamos espiar el color de la tanga. Con el segundo vaso de “chivas regal” ya estaba bien “alegre” y dispuesta para entrar a la segunda fase.



Mientras subía la falda de Stella, hice señas a los elegidos, que se aproximaran para presenciar bien de cerca como metía mano en la tanga, buscando separar el pequeñísimo triángulo, dejar visible la mancha de vello enrulado, reclinada en la altura del taburete, abierta de piernas ofrecía al resto de los hombres la raja brillando de jugos por el trabajo previo.



El barman trajo cubos de hielo, los dos primeros hombres los tomaron y pasaron cada uno por un pezón. El contacto con frío se los erizó, un tercero llegó para descorrer el tanga y poner sus bigotes en contacto con el velos púbico en una lamida de concha que la estremeció toda. Entre los cuatro la transportamos hasta colocarla sobre la mesa de pool.



Tendida sobre el paño verde, las piernas colgando, los que juegan con los cubos “pelan” (sacan) verga y se pajean para frotarlas en los pezones antes de darle a lamer, el tercero levanta las piernas y le saca la tanga, comienza a lamerla, frotar sus bigotes sobre la vagina. Se retira con la boca toda embadurnada de jugos, los dos hombres pajeados por ella, se dejan estar en su boca, alternando en la chupada.



Obviamente tenía el primer lugar en entrarle, nunca había tenido un acercamiento erótico con ella, ahora estaba a mil, urgido por metérsela. La tenía al palo, ansioso por penetrarla. El pantalón en los tobillos, la verga en la mano listo para hacerla mía, agarrado de su cintura, se la mandé de un golpe.



De un envión se la entré toda, tengo un grosor importante, tan húmeda que costó poco vencer la estrechez vaginal, la arremetida la sorprende en plena mamada, sus dientes rozaron la verga de su ocupante, para el segundo bombeo, se limitó a pajearlos, entre los jadeos propios de la sacudida que le estoy dando.



Arrastro su cuerpo hasta dejar el culo colgando del borde de la mesa, ahora me pongo loco y la estoy garchando con toda la vehemencia de mi calentura. Otro hombre se sube a la mesa, desde atrás de su boca para ofrecerle una tercera verga en orden de mamada.



El calentón me llevó a concretar un polvo muy breve para mi costumbre, tampoco son las circunstancias habituales, la tenía fuertemente apretado, tenso y vibrante en la intensidad de la cogida, empujando con cierta brusquedad hasta que bramé con la fuerza liberadora que me impone la eyaculación.



El semen se lo dejé bien el fondo de la vagina, breve movimiento hasta vaciarme por completo, sosteniendo la vibrante potencia del macho dominante.



Pero toda es potencia demoledora se desvaneció cuando me retiré del estuche húmedo. Bastó solo retirarme unos centímetros, unos segundos de pausa para sentir como me temblaban las piernas que hasta un instante antes eran toda energía y potencia.



Uno de los tres que ofrecían su verga en la boca, ocupó el lugar de la penetración. Entró en su conchita cuando los primeros rastros de leche asoman entre los labios.



Una pija bien larga, pero menos gruesa, se hizo cargo de bombearla sin piedad y sin pausa. Se lo nota exacerbado en su calentura bombeando sin prisa, pero sin pausa, intenta atravesarla de un pijazo. En continuado si pausa se lo nota concentrado en la tarea de perforarla a como diera lugar.



- Ahhhh, me voyyyy. Toma, toma.



Se dejó ir dentro, vaciándose todo en una intensa eyaculación.



La dejaron apoyar los pies en el suelo, en cuclillas, estaba dejando fluir las dos descargas seminales, puso la mano como para ayudar a descargar el producto de sus dos primeros hombres.



- Acá, acá en la mesa estará mejor y más cómodo para seguir cogiéndola -dijo el barman, dejando el lugar de espectador detrás del mostrador para espera su turno para coger.



Tendida sobre la mesa, patitas al hombro un tercer macho la está penetrando, otro le ofrece su miembro para dejarse pajear y lamer, el barman se acerca para mamarle las tetas y otros dos, verga en mano se pajean esperando su oportunidad de metérsela.



El ambiente saturado de lujuria y erotismo, varios tipos pija en mano tocándose esperan su oportunidad, el cogedor de turno sigue agitándose, el ambiente propicia que la intensidad de la penetración sea una constante. Las risas y los comentarios soeces dominan la escena, el volumen fuerte e intenso de los jadeos se confunden con los gemidos, los bramidos de los que consuman la eyaculación enredados con los jadeos y orgasmos de Stella.



Todo es voluptuosidad y lujuria, urgencia y apremio por conseguir esa eyaculación que les calme el ardor de la calentura. Le dieron una pausa, un momento para recomponer fuerzas, una vuelta para todos permite ordenar el desorden de las pasiones, casi pensamos que todo había terminado, pero la sorpresa partió del objeto de la lujuria…



- Qué, ya terminó todo el espectáculo??? No queda alguno con ganas de cogerme… vamos no sean tan flojos…



Nos había tocado en el orgullo de machos, uno de los que aún no había hecho sino observar, tocándose por encima mientras bebía, se levantó y “peló” verga, un buen ejemplar de pija, en largo y gorda. La tomó de la cintura, la puso con las tetas sobre la mesa, le separó las piernas, con una servilleta limpió el exceso de semen que se escurría. Una sonora nalgada anticipó el polvo por venir. Se afirmó de sus caderas y se la apoyó entre los labios de la vulva.



- Quería coger!!! Ahora vas a tener lo que buscas, putita. Tomaaaa!!!



Las palabras secundaron brusca penetración, el grueso miembro entró en toda su extensión y en todo su esplendor. Un gemido ahogado en su garganta denota que la penetración es tan intensa y profunda como la frase amenazante.



El tipo comenzó a bombearla con tanta intensidad que hacía temblar y estrujar las tetas sobre la mesa. Los embates intensos, sacuden y desplazan en cada bombeo, el proceso adquiere la importancia de darnos un espectáculo vibrante, los gemidos el hombre se complementan con los gritos de la hembra acuciada por la penetración y el goce.



Todo se mezcla y retuerce, la pareja se convierte en una masa de sexualidad vibrante y enloquecida. El hombre retira la verga y sin previo aviso se la acomoda en el ano. Una estridente nalgada la desconcentra y sorprende, es la forma de poder evitar que esté atenta cuando produzca la forzada penetración.



Cuando quiere reaccionar el tipo la presiona de los hombros y se aprieta contra sus nalgas. El resto del polvo se lo termina por el ano. Los jadeos del hombre tienen eco en los gemidos de Stella. El hombre se corre dentro, bufando todo el tiempo que se prolonga la eyaculación. Permanece, latiendo los últimos momentos de la corrida.



Estamos concentrados en la acción del hombre que le está haciendo el culo, mientras el barman termina de desnudarse, acariciando la espalda de Stella, esperando que el culeador le ceda el lugar de montarla.



Al perfilarse, pudimos ver que su verga es algo digno de admirar, el que se está retirando tiene un buen tamaño, sobre todo en grosor, pero el dueño del pub es algo que supera a todos, aún a los que nos sentimos privilegiados por tenerla bien gruesa, comparado con él es para pasar vergüenza, no es tan larga pero de un grosor más de lo creíble.



Stella, sigue moviéndose luego de una cogida que la dejó estremecida, cuando siente el “grosso” miembro del hombre acomodarse entre los labios vaginales, ella siente la notable diferencia de tamaño, se inquita cuando el señor toma posición para mandársela dentro.



Las sacudidas se tornan bruscas, no por la fuerza de la metida, sino para contenerla al responder a los golpes del pistolón que le abre la vagina. Acostumbrada a este tamaño que supera con creces a todos lo que han viajado por su conchita, va adecuándose al tamaño de su verga.



El hombre se nota afiebrado en una calentura que lo consume, mientras bombea introduce un dedo en el ano, lo mueve entrando y saliendo del conducto lubricado por su antecesor, se excita, ahora dos de sus gruesos dedos entran y salen, giran y evolucionan dentro del ano de la mujer que comienza a asustarse, nos mira como pidiendo ayuda.



Los gemidos del hombre y los comentarios del público machista, lo alientan para asumir el riesgo de ir por el culo de la mujer…



Intuimos que está pensando, saca la verga de la concha, podemos percibir el sonido del chapoteo al desocupar la conchita, apoya la cabeza, afirma sobre el esfínter. El intento de ella por salirse no produce ningún efecto, el hombre está bien afirmado, con su manaza presiona la cintura de Stella, la otra mano se apoya sobre la nalga, empuja la pelvis para forzar la cabezota del pene en el hoy lubricado de semen.



Dos empujones suaves, el tercero más intenso consiguen vencer la resistencia del esfínter.



- No te resistas, déjate estar, flojita, te dolerá menos…



Totalmente “sacado” de calentura, tiene la humanidad de aconsejarla, es consciente del calibre de la “herramienta” que tiene entre sus piernas. Se afirma en los hombros de Stella y comienza moverse, tiene ritmo y cadencia en el balanceo, va penetrando despacio pero sin pausa hasta que envainó todo el miembro. – Ya está, mamita, ya está todo dentro. Déjate llevar, solo acompáñame…



Sus palabras no anestesian, solo tranquiliza, el jadeoso malestar de soportar tremenda poronga la inquieta.



La culeada adquiere ribetes épicos, los cuerpos se sacuden, agitan al compás que marca cada embate de la tremenda pija que horada el culo de Stella.



El barman deja se gemir, cierra los ojos, las manos crispadas en los hombros de la mujer, saca las caderas para entrarle con todas sus fuerzas, más rápido, más fuerte, más profundo.



El hombre emite un sonoro y oscuro gemido, profundo y atronador… Está corriéndose, acabando dentro del ano, descargando toda la leche para ahogar el dolorido intestino de Stella.



Ella se ahoga en el dolor que le produce la penetración que la dilató como jamás hubiera supuesto.



La eyaculación se corresponde con la intensa culeada, sacarle la vega fue como sentir descorchar una botella de champán, así dijo la sufrida hembra cuando el tipo se la sacó de su tripa.



- Hmmmm, este sí que me rompió el orto…



Le ayudé a salirse de la postura que la sometieron estos últimos hombres, sobre todo el barman, con esa tremenda pijota la había dejado sin fuerzas para moverse.



Me pidió que la sacara del pub, no quería llegar en esas condiciones a su casa, me pidió que la llevara donde pudiera recomponerse y llegar de regreso con mejor aspecto. En el viaje hasta mi casa, fue sentada de lado, decía que sentía el culo dolorido en exceso, ni sabía cómo había podido aguantarse tremenda pija sin morir en el intento.



El maquillaje borró parte de las secuelas de una cogida épica, el café y un momento de relax calmó la excitación de la experiencia vivida. Llamó al esposo para decirle que una hora estaría en casa, que todo había concluido.



En el viaje a su casa me comentó que esta era la experiencia que necesitaba vivenciar, que la semana entrante iría a la ginecóloga para quitarse el diu porque habían pensado en ser padres, me agradeció un par de veces más el gran favor y sobre todo la discreción. Le repetí “somos familia y no se te olvide que los secretos de familia no prescriben”.



Pidió que detuviera el auto, que me tenía un obsequio para darme. Me abrió la bragueta, sacó la verga y ahí mismo, en el auto, en la calle, me prodigó una soberbia mamada de pija. En la calentura empujé su cabeza varias veces hasta llegarle a la garganta, siguió mamando y pajeando.



- Ya, ya, despacio, despaaaciooo. Estoy acabandoooo



Se tragó hasta la última gota, me la dejó súper limpita, se tragó toda mi leche.



Llegados a destino me besó y un graciasss.



Lobo Feroz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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