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Categoría: Infidelidad

Secreto de un santero

El frío entraba por la ventana mientras Pablo trataba de encender su duodécima vela negra al dios de todos los santos, especialmente al santo que ayudaba a los pobres hombres infelices que tratan de conseguir el amor de sus vidas a través de un brujo hechicero o de un santero con poderes sobrenaturales.

Laura lo tenía loco, arrebatado, no podía dormir, ni pensar, cada instante se nombre se apoderaba de su mente. Aquella mujer lo había seducido de tal manera que se había olvidado que tenía una esposa encantadora y dos bellas niñas.
Ya casi no iba al trabajo por estar pendiente de aquella dama fascinante, de ojos color café, de labios pronunciados, de sonrisa linfomaniática, de caminar pausado y sensual.

¿Qué sería ete mundo sin las mujeres? -se preguntaba a menudo- Sería un jardin sin flores, una paloma sin alas, una fuente sin agua cristalina, un mar sin color y una estrella sin brillo.

Cuando caminaba por la ciudad parecía ver en cada mujer a Laura. Laura, Laura, nombre poético que le envolvía en una nube que lo transportaba hacia las más románticas regiones del universo.

Eran las 8:00 de la mañana, ya no iría al trabajo. Se levantó y apagó sus velas negras y se dirigió a la ciudad. Esta vez lo haría, qué importaba que fuera un fiel cristiano... se había cansado de pedirle a Dios que le permitiera poseer a Laura... había leído en la biblia cómo ëste le había conseguido mujer a Moisés y a Jacob... No sabía cómo lo lograron... pero ya no podía con sus llagas en las rodillas de tanto pedir, después le pidió a cuanto santo se le antojara, pero nada, le imploró e hizo promesas a la Virgen, lo mismo... no había respuestas del cielo... visitó cuanto Centro Espiritista le recomendaron, pero siempre el resultado era igual, Laura seguía apegada a su esposo.

Pablo sabía que Laura lo amaba, pero no estaba conforme que estuviera con él dos veces por semana. La quería tener cada noche, cada hora, cada minuto, cada segundo... la necesitaba las veinticuatro horas y lucharía hasta lograrlo.

Ya había dado un paso al frente, no había reversa, se había ido de su casa y dejado a su mujer después de veinte años. Laura lo había cegado.

Llegó a la plaza de la ciudad. Camino hasta una pequeña caseta. Allí estaba su limpiabotas preferido, su consejero espiritual, su siquiatra, limpiabotas pero sabio como ninguno.

__¡Buenos día!- exclamó con su voz cansada y ronca-

__¡Vaya pana, cómo te trata la vida en este día tan hermoso!-respondió el limpiabotas con alegría-

Pablo permaneció callado. El limpiabotas seguía haciendo demostración de su arte. Era un experto. Dejaba aquellos zapatos como un fino cristal en el cual uno se podía ver.

___¿Sabes, dejé a mi mujer?

___Muchacho, tú si tienes suerte... No hay cosa mejor que la libertad. Si supieras que he intentado dejar a la mía como cien veces, pero ese diablo se pega como las lapas y no me deja...
además es un chulería de mujer y la quiero apesar de sus peleas y gritos...

___ Estoy muy enamorado de Paula, esa es la dama de mis sueños, mi sirena del mar, mi perdición...
He hecho cuanto he podido por conquistarla pero todo me sale alrevés...

___¡Oye, yo tengo la solución para tu problemita?- exclamó el limpiabotas con seguridad-
Cerca de aquí, a dos calles, está la botica del Indio. Ese tipo es un fenómeno. Te consigue la vieja que tu quieras... joven, linda, fea, gorda, pobre, rica, alta, bajita... sólo tú ordena y el obedece.

___Eso son cuentos de caminos. He visitado a muchos y nada, todos son unos falsantes...

___¡Mira varón!, ¿Cuándo yo te he fallado?- le respondió un poco molesto el limpiabotas-

___¡Nunca!, por ti lo haré... Caundo termines me voy a consultar al Indio, ¡Qué importa una gestión más!

Paulo llegó sudando como un cabllao viejo a la Botica del Indio. Sólo había un cliente y ya se iba. Mientras tanto el aspiraba aquel olor a demonio y miraba con desconfianza la figura de aquel santero.

Era alto, negro, tenía su cuello lleno de cadenas gruesas, dos tatuajes en sus brazos, tenía un sueter negro con figuras de dragones, un bigote que le cruzaba sus labios y su cabello largo terminado en una trenza. Tenía como treinta años.

Lo llevo a su consultorio. Era un lugar recogedor, con luces muy tenues, cortinas negras, con varias figuras de yeso sobre los santos más importantes. En el centro un cuadro de Jesús en manos de su madre María.

Ambos hombres se sentaron frente a frente. Pablo apenas se atrevía mirarlo en la cara.

___ Veo que tienes un problema amoroso- exclamó el santero-

Pablo reaccionó muy impresionado. ¿Cómo era posible que lo supiera?... él no lo conocía...

Durante varios minutos establecieron el diálogo. El Indio hablaba con tanta seguridad que Pablo quedó convencido que por fin había encontrado la respuesta que buscaba.

Entonces estuvo de acuerdo con pagar quinientos dólares adelantados por el "trabajito" y pagar los otros quinientos cuando el "trabajito diera resultado"... Estaba tan contento y emocionado que sentía entre sus brazos desmayada a su adorable Laura...

___ Pablo, así me dijo que se llamabas, necesito algo de Laura para poder comenzar, puede ser un pañuelo, una cinta, un escrito, lo que sea- le dijo el Indio

___Sólo tengo un retrato de ella junto a mí.- le dijo Pablo-

___¡Fantástico, más facil para mí!-murmuró el Indio

Pablo sacó su cartera. Extrajo el retrato. Por unos mopmentos quedó petrificado. Allí estaba ella junto a él. Hermosa, radiante, sexy y con una sonrisa hermosa.

Cuando el Indio recibió la fotografía miró con fijeza a Pablo. Su semblante se transformó. Hizo unos movimientos brusco, los cabellos se erizaron, abrió sus ojos como dos bolas de fuego.
___¡Qué!, Esta es mi mujer...

Fin
Datos del Relato
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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 16-05-2003 00:00:00

Ja, se nota que ambos andaban más que en la luna, pero después pudieron unirse a llorar...Ja...Mis saludos.

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