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Mi hermana es dos años menor que yo, nunca antes le conté a nadie sobre esto y ahora ya viejo necesito contarlo porque puede servirle a otros que se hallen en una situación parecida.
Mi hermana siempre fue muy bonita, ella representaba para mí una amiga, una persona digna de admiración y en secreto... lo que yo anhelaba ser, una mujer. Nací niño, desde chico me di cuenta que no me sentía bien en el papel que la vida me impuso, sino que me fascinaban los vestidos, pantaletas y toda la parafernalia que envuelve a una mujer. Mi hermana dos años menor siempre se veía linda, femenina, coqueta por naturaleza y precoz era mi modelo a seguir. Ella se daba perfectamente cuenta de mis necesidades y disimuladamente dejaba ropa o aretes y maquillaje para que yo los usara, se lo agradecía sin palabras y con miradas cómplices.
Pasaron los años y más que hermano y hermana parecíamos dos hermanas, una hermosa y otra una versión más tosca de ella. Mi hermana se embarazó siendo muy joven, yo la ayudé a cuidar a su hijito, lo amamantaba frente a mí y fue así como la empecé a necesitar aún más.
En esa época dejé de estudiar y ella también, yo no pude pasar unas materias y tuve que suspender un año mi preparatoria. Pasábamos mucho tiempo a solas en casa cuidando a mi sobrinito recién nacido. Tal vez sus hormonas o algo así la pusieron caliente, platicábamos mucho y notaba que ella quería saber mucho de mi vida sexual, aunque esta solo eran masturbaciones ocasionales y deseos secretos con hombres que me hacían su putita.
Lentamente me fue sacando la sopa, una mañana solos en casa me pidió que me vistiera con un vestido de ella amarillo cortísimo y de tirantes, que me pusiera un brasier y pantaletas, yo fingí sorpresa y que no lo iba a hacer pero, ella con dulzura me pidió hacerlo por ella. Después, ya vestido de mujer me maquilló y me puso una peluca que era de una tía. El resultado fue sorprendente para mí, de verdad parecía una mujercita. Se solazó mirándome y acomodándome la ropa y la peluca. Nos paramos junto al espejo de su tocador juntas una al lado de la otra, nos parecíamos mucho, como yo no soy velludo ni me sale pelo en las piernas, me puso crema en las mismas y logró un efecto muy femenino en mí, sus manos recorrieron mis piernas desde los tobillos hasta las nalgas para untarme la crema y sentí muy lindo, ella se excitó y rozó mi erecto pene atrapado bajo una pantaleta sedosa rosada, ahí arrodillada frente a mí lo comenzó a acariciar encima de la prenda íntima, yo no pude detenerla, un deseo acallado y secreto se había apoderado de mi cuerpo, la dejé manosearme a gusto, yo me hallaba recargado en su tocador, ella sacó mi pene de esa pantaleta y lo comenzó a acariciar suavemente con más crema untada en sus manos, lo besó y lo metió a su boca, estuve a punto de venirme, se lo sacó y nos sentamos al borde la su cama, yo no sabía que decir y ella menos, le puse una mano en su muslo izquierdo y mirándola con los ojos húmedos le dije: Te quiero, tomó mi rostro y comenzó a besarme en los labios, no me pude contener y le metí la mano ansioso buscando su vagina, la sentí sobre sus pantaletas, había mucha humedad ahí, logré sentir su raja, ella se levantó un poco y se bajó las pantaletas hasta los pies y de un tirón fueron a dar cerca del tocador, separó sus perfectas piernas y me tomó suavemente de la mano guiando la mano izquierda mía hacia esa vagina ardiente, pulsante húmeda y misteriosa, metí mi dedo anular lo más adentro que pude y ella enseñó a acariciar su clítoris. Se recostó en la cama y por instinto supe que debía montarla, me levanté el vestido, me bajé las pantaletas hasta las rodillas y guie mi miembro a punto de reventar a esa cueva caliente, húmeda, suave y tierna.
Solo me moví un poco, ella comenzó a gemir dulcemente, de repente abrió sus hermosos ojos mirándome fijamente y se vino en un orgasmo que hizo que yo me derramara adentro de ella.
Apenados, nos separamos, me quité su ropa, se la di en la mano, sin atreverme a mirarla. Ella me dio un beso en la mejilla y me dijo: Nunca le digas a nadie de esto.
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