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Salieron eufóricos de la reunión que habían tenido con los más altos directivos de la empresa. La exposición de Carlos había deslumbrado a sus interlocutores y gracias a ello habían conseguido uno de los más importantes contratos como consultores de empresas, el que les reportaría una buena suma de dinero a repartir para cada uno.
Sonrientes y hablando de cualquier tema, caminaron las tres cuadras que los separaba del estacionamiento donde el hombre había dejado su auto. Nora estaba muy emocionada y no dejaba de alabar la brillante labor de su compañero. Siempre lo había admirado como profesional y ahora más que nunca, luego de esa fructífera reunión.
Llegaron a la playa subterránea donde estaba el auto estacionado en un lugar apartado. Se ubicaron en él y antes de arrancar el hombre propuso celebrar el éxito obtenido yendo a tomar algo juntos lo que fue aceptado con agrado por la mujer. Fue entonces que, imprevistamente éste le dio un beso sin que ella, quien se sorprendió un poco, opusiera resistencia, por lo que siguió avanzando acariciándole los senos por arriba de la ajustada blusa.
Hacía tiempo que la deseaba, mucho antes de que estuviera casada y ella algo presentía (Carlos era amigo del marido y desde que la conoció no se la pudo sacar de su mente, la deseaba y se había puesto como meta tener algo con ella y de ahí que le ofreciera trabajo no solo por su capacidad sino porque quería tenerla lo más cerca posible para tratar de cumplir su máximo anhelo).
Comenzaron a besarse y luego de un instante, Nora le susurró que en agradecimiento a todo lo que había hecho le quería hacer un regalo muy especial. Lo hacía no porque estuviera caliente con el amigo de su marido sino más bien porque lo admiraba cómo se desenvolvía profesionalmente, cosa que su esposo no hacía y era motivo de discusiones frecuentes.
Fue entonces que dirigió su mano hacia la entrepierna de Carlos, le bajó el cierre del pantalón y le sacó el miembro, que a esta altura estaba casi por estallar. Lo empezó a acariciar suavemente subiendo y bajando su mano con lo que provocaba que la piel se deslizara de arriba a abajo, dejando al descubierto la rojiza cabeza y excitaba sobremanera al hombre.
Casi sin que éste se diera cuenta del movimiento, ella se inclinó y posó sus labios sobre esa brasa caliente y comenzó a succionarla como una aspiradora. La boca de la contadora se tragó toda la verga. La llevó suavemente hasta el fondo dejando visible únicamente el cuello de la misma. Lo pajeó con la boca, sin la ayuda de las manos, las que estaban entretenidas en acariciar los velludos testículos.
Carlos no aguantaba más, quería apretar su miembro para evitar descargar su leche sobre Nora pero ésta se lo impidió. Nunca había gozado así con una mujer. A su esposa le daba asco chupársela y desde que era joven que no le habían dado una mamadita. Así que estaba enloquecido, sobre todo por quién era la que se lo hacía,
Metió su mano por detrás y comenzó a masturbarla delicadamente. Ella movía su trasero como deseando tenerla dentro. Pensó que debía detenerla para no eyacular, ya que la situación se le hacía insostenible. Se lo hizo saber pero ésta continuó con su tarea sin inmutarse. Solo emitía sonidos de placer cada vez que la hacía entrar y salir de su boca.
De pronto sintió escapar unas gotas de semen y tiró de la cabeza de la mujer para que dejara de chuparlo, pero ésta gemía y mandaba al miembro más adentro de su boca. La descarga fue tremenda. Profusos chorros de semen fueron directos a la garganta de Nora, que se tragó toda la leche y no derramó ni una sola gota. Era toda una experta. Luego pasó la lengua sobre las gotitas que quedaban adheridas todavía a la pija y recibió gustosa un beso en la boca del agradecido hombre.
Salieron del estacionamiento sin que nadie de los que circulaban por allí se hubiera dado cuenta de lo acontecido. El auto rumbeó hacia la casa de la mujer donde la esperaba su confiado marido, pero se detuvo a mitad de camino, en uno de los tantos albergues transitorios que existen en la zona del Once, ya que Carlos estaba recuperado y no quería perder la ocasión de cogerse a la mujer de su amigo.
Nora opuso un poco de resistencia pero no la suficiente. Estaban los dos muy calientes y deseaban continuar. Apenas ingresaron a la habitación sus bocas se buscaron y estuvieron un buen rato abrazados. Se desvistieron rápidamente y se metieron en la cama. La mujer tomó la iniciativa volviendo a acariciar el pene de Carlos. Se agachó, se tragó la verga y con una especial succión lo llevó a una espectacular erección. El le devolvió la atención y tomando las piernas de su ocasional amante le hundió su cara en la ya humedecida concha, al momento que abría la boca y le devoraba el clítoris.
El cuerpo de Nora reaccionó con fuertes convulsiones y el orgasmo llegó de inmediato. Dos de los dedos de él, aprovechando la catarata de flujo que se derramaba por su raya penetraron en su culo. Subió una de sus manos y le apretó los pechos de donde sobresalían duros y calientes, sus rosados pezones, que comenzó a chuparlos con ansias.
La verga estaba en su plenitud. Entonces la mujer giró, abrió sus piernas y se preparó para montarlo. Tomó esa pija dura, la apoyó en su concha y se la introdujo suavemente. Luego comenzó con un movimiento acompasado que fue "in crescendo" hasta llevarla a acabar rápidamente. Era un mujer multiorgásmica.
Mientras ello sucedía Carlos, al que a esta altura le costaba un poco -por el trajín llevado- alcanzar el climax, le acariciaba las sugestivas tetas y sus endurecidos pezones. Nora le sugirió que la cogiera por el culo y él no lo podía creer. Con su mujer cogía de vez en cuando y en la forma tradicional y nunca le había permitido ni que la apoyara por detrás.
Descubrió así imprevistamente que su ocasional compañera era una hembra espectacular y fuera de la común. Estaba sorprendido. No conocía esta faceta de su socia.
Continuando con su tarea la mujer le lubricó la pija con saliva y le pidió que se la pusiera suavemente. Cuando el miembro empezó a penetrarla exhaló un gemido pero lo instó a continuar. Tenía maestría en manejar sus glúteos, apretándolos cuando el miembro entraba y aflojándolos cuando salía. Los movimientos eran coordinados y realizaban una perfecta conexión. Como ya estaba dilatada el miembro entró hasta los testículos. Cuando Carlos notó que la concha se humedeció rápidamente aceleró el trámite y ahora sí, acabaron casi simultáneamente. Quedaron exhaustos tendidos sobre la cama.
Se ducharon, pidieron una botella de champagne mientras se vestían en silencio y luego de brindar continuaron hablando del éxito de la reunión mantenida unas horas antes como si nada hubiera ocurrido. No combinaron ningún otro encuentro furtivo y se despidieron con un beso normal en la puerta de la casa de ella. Carlos no aguardó a saludar a su amigo porque pensó que los nervios lo iban a traicionar y se fue rápidamente con la mente puesta en la fogosa contadora..
Como se ven continuamente por su trabajo, es de suponer que esto recién comienza y que la seguidilla de encuentros amorosos continuarán mientras sus cónyuges no empiecen a sospechar.
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