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Se la metí a una apestosa perra callejera

En el país en el que vivo es raro encontrarse perros callejeros. A lo largo de varias campañas de salubridad pública, muchos cánidos fueron sacrificados, o en el mejor de los casos trasladados a albergues. Esto me resultaba una lástima, ya que siempre había tenido la fantasía de cazar perras callejeras para dominarlas en mi cama. En fin, ya me había resignado a cumplir tal fantasía. Tal vez conseguiría una mascota propia en el futuro, aunque la idea no me excitaba tanto como salir a las calles a acechar a alguna perra incauta.

Tenía casi 19 años cuando las circunstancias me llevaron a los barrios más bajos que he conocido. Ahí en una llanura abandonada, en la que la hierba me llegaba hasta la cintura, vi surgir lo que en ese momento me pareció un gigantesco labrador de pelo corto (sinceramente, no sé mucho sobre razas de perro). La bestia tenia ojos cristalinos ligeramente azules, pelo brillante muy corto y sucio de un color marrón grisáceo, y un hocico largo y babeante. Al lado de la llanura, había una pollería de apenas 10x10 cimentada con ladrillos y cemento, tenía una lona por techo y parecía que un viento fuerte sería capaz de derrumbarla. El animalito muy campante se acercó al pequeño establecimiento, y el encargado lanzo una cubeta con las sobras del día. Mientras el perro devoraba cabezas y uno que otro retazo de pollo, me percate de un detalle interesante: En realidad se trataba de una perra. Y no una cualquiera; era la perra con la vagina más hinchada y colgante que haya visto. Desde lejos se podía apreciar el intenso color rojo que tenía. Aquella concha debía estar hirviendo, y solo de pensarlo me cosquilleaba la verga.

Me acerque para mirar y note que su vagina estaba algo manchada con sangre seca, inclusive había un poco del líquido rojo brotando de su rajita. Personalmente eso me excita muchísimo, y ya solo podía pensar en tener a esa hembra para mí. No tarde mucho en ingeniármelas para llevarla a casa: En cuanto terminó de comer y volvió a esconderse a la llanura me acerque a la pollería y compre algunos retazos; “espero que tenga hambre todavía” pensé. Tan caliente estaba que entre a esa pequeña jungla en su búsqueda, con el temor de que me ataque cualquier otra cosa que esté ahí escondida. La encontré echada y sin pensarlo acerqué mi mano con un pedazo de lo que había comprado. Rápidamente se acercó a comerlo, y pude conocer el calor de su hocico y su húmeda lengua en mis dedos. Mi verga palpitaba solo de pensar cómo se sentiría su lengua pasando por mis huevos hasta la punta del miembro.

Fue un auténtico martirio guiarle hasta mi domicilio. No podía usar transporte público ni nada parecido, ya que mi hembra aparte de hermosa era terriblemente apestosa. Su olor natural a perra era muy intenso y concentrado. No me molestaba en absoluto, pero no podría subirla a ningún tipo de vehículo. Caminamos un par de kilómetros hasta llegar a mi casa: Un par de kilómetros que, en verdad, no quiero recordar. Una vez llegamos le arrastré hasta mi habitación y cerré la puerta. Teníamos unas 3 horas y media antes de que llegara mi madre, así que no tarde nada en desnudarme.

La callejera inquieta daba vueltas en mi habitación. Trate de mentalizarme y relajarme un poco; de la ansiedad ya tenía unas gotas de semen saliendo. Una vez dispuesto, hice lo que siempre quise: Con mi mano imitando una garra traté de tomarla por el cuello y someterla en el suelo. La perra naturalmente trato de morderme y alcanzo mi brazo. Comencé a gruñir metido en el papel de macho y poniendo un poco más de fuerza en mi mano. No lo suficiente para lastimarla, no era mi intención hacerle daño. Solo quería que entienda quien manda.

Sorprendentemente dio resultado. Mi hembra soltó mi brazo y se sometió en el suelo, sin dejar de mostrar sus afilados dientes. Un hilo de sangre comenzó a descender por mi brazo, y eso solo me puso más caliente.

—Mira lo que me hiciste pendeja, pero ahorita me voy a vengar —le dije mientras trataba de lamer su hocico.

Intente juntar nuestras lenguas, ella accedía y sacaba su lengua probando la mía. Quería que me babeara la verga, pero la había puesto muy violenta y en cualquier momento podría morderme. Después de pensarlo un momento y motivado por la calentura no me importa si me arrancaba la verga, quería sentir esa sucia lengua en mi verga. Subí a mi cama tomé mi falo y comencé a agitarlo a modo de invitación, la perra se levantó y de un salto embarro todo su hocico en mi pene. Rápidos lengüetazos recorrían cada centímetro de mi verga, de vez en cuando la alzaba para concentrar sus lamidas en mi escroto.

—Que rico lames los huevos puta, los tengo llenos de lechita para ti.

Mis partes estaban tan babeadas e impregnadas del asqueroso olor de su hocico que casi vengo antes de tiempo. Como pude la alejé de mi falo; empezó a gruñirme tratando de dar un último lametazo, pero ahora era mi turno. La tomé por las caderas y sin pensarlo hundí mi nariz en su culo.

—Hija de perra, se nota que nunca te han lavado ese culito —le decía mientras olfateaba su ano.

No tenía el valor para chuparle el ano, me conformaba con el embriagante olor canino que desprendía ese rico agujero. En cambio, había otra cosa que estaba deseando probar desde que vi. Ese inmenso bollito rojo que le colgaba a la muy perra. De nuevo hundí mi nariz tratando de olfatear todo lo que pude… Un olor intenso, casi indescriptible inundo mis fosas nasales, pero sobretodo muy excitante.

—De verdad que eres una perra muy sucia, ya te quiero llenar esa puchita de mi semen humano.

Comencé a lamer y ese peculiar sabor ligeramente salado que tiene la vagina me volvía loco, metía mi lengua tan profundamente como podía. Repase el interior de esa donita roja y caliente un buen rato. El sabor agrio de la sangre se hacía presente, y me encantaba. Cada segundo estaba deseando más y más metérsela hasta las entrañas.

—Ahora si te voy a preñar pendeja, te voy a llenar el útero con leche calientita.

La tomé fuerte de las caderas y empecé a hurgar con mi verga en esa cálida rajita, podía estar ahí todo el día. La punta de mi pene sentía como hervía esa vulva deseosa de sexo. La puse a lamer de nuevo. Me ponía a 100 pensar que su baba sería el lubricante perfecto para penetrarla hasta el fondo. Ya con la verga bien lubricada, intente a meterla de apoco. Esta es la parte más difícil: Aun con un falo bien lubricado la vagina de una perra no cede tan fácil.

Mi callejera se arqueaba, me daba a entender que quería ser penetrada; y yo no podía decepcionarla. Con todo el dolor di unos cuantos empujones con violencia hasta que mi pedazo rompió la resistencia de su pucha. La perra soltaba algunos chillidos, pero no se movía. Unos minutos adentro, el dolor se convirtió en un calor intenso y una sensación de cosquillo brutal. Casi instintivamente comencé con el bombeo, mi verga se deslizaba por ese caliente y elástico conducto vaginal.

La perra gemía y se sofocaba con mi pene. Volteaba a verme con la lengua de fuera, rebotando de un lado a otro, llenando mi cama de su olorosa saliva. Podía escucharla casi sollozar, su necesidad de verga era impresionante. Su pucha devora mi pene, lo succionaba de una forma casi dolorosa. Mi pedazo de carne estaba atrapado en una prisión hirviente, al puto de quemar. Quería estar así todo el tiempo posible pero no aguante más…

—Puta perra apestosa, te quiero embarazar, te voy a llenar la barriga con mi leche espesa ¿verdad que quieres? ¿quieres cachorritos pendeja? ¡AHHHH! ¡TRAGATELOS POR LA CONCHA!

La penetré tan profundo como pude y solté todo el semen que tenía acumulado. Nunca me había corrido tanto, los chorros no dejaban de salir podía sentirlos entre tanto calor, y me excitaba aún más pensando que mis espermas fecundarían sus óvulos; aunque sabía perfectamente que no podrían desarrollarse, era el símbolo de que se perra me pertenecía.

Ella nada más sentir la leche adentro trato de despegarse. Apenas y pude agarrarla para que no se sacara mi miembro. No sé cómo se dio la vuelta y quedo bocarriba aun con mi verga adentro. Satisfecho se la saque y la callejera comenzó a tragar los restos de semen que brotaban por su raja. También me limpio el miembro lleno de sus fluidos y se trago el ultimo hilo de semen que salía.

Datos del Relato
  • Categoría: Zoofilia
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