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Categoría: Incestos

Se cumplió mi sueño con mamá

Me llamo Alejandro, aunque todos me conocen por Alex y actualmente tengo 19 años recién cumplidos. Soy moreno, medianamente alto, musculado para mi edad y algo guapo según las chicas. He tenido varias novias, con la chica a la que más quise perdí la virginidad, pero no me arrepiento para nada.

Desde bien pequeño vivo solo con mi madre, ya que mi padre y ella se divorciaron cuando yo tenía apenas 3 años, y prácticamente llevo desde que tenía 12 años sin tener contacto con él, le he visto varias veces en estos años y sé cómo va su vida (está casado con otra mujer y tiene una hija).

Mi madre es una mujer de 45 años, muy bien conservada para la edad que tiene, mucho mejor que muchísimas otras de 25. Es morena, delgada, bajita y hace mucho deporte, por lo que tiene un trasero bastante bien colocado, unos pechos de muy bien tamaño nada caídos y bastante bonitos y una cara bastante dulce.

La relación con mi madre siempre había sido de lo más normal, nos contábamos casi todo, pero nunca llegábamos a hablar de relaciones amorosas ni nada por el estilo. Nunca la había visto con ningún hombre, estaba convencido de que tenía alguna que otra aventura, como ya he dicho antes está muy muy bien, pero nunca me presentó a nadie como su novio formal, ni me había hablado de citas ni había traído a casa a ningún hombre. 

Sin embargo, cuando yo tenía 18 años, me llevé la mayor sorpresa de mi vida. Yo había ido al instituto, como de costumbre, pero ese día volví dos horas antes ya que habían faltado los profesores de las dos últimas horas. Como siempre, abrí la puerta con mis llaves y dejé la mochila en el sofá, sentándome a descansar un rato. A los pocos segundos, oía gemidos de la habitación de mi madre, que estaba abierta. Yo pensaba que estaba masturbándose, nunca la había oído, pero imaginaba que habría aprovechado que yo no estaba en casa para hacerlo. Me fui acercando poco a poco a la habitación hasta que oí voces de un hombre que yo no conocía, y con mucha tensión de que me descubriesen, me asomé al cuarto. Y allí estaba mi madre, completamente desnuda, cabalgando sobre un hombre que tendría más o menos la misma edad que ella. Me quedé brutalmente impactado, había visto varias veces los pechos de mi madre al descubierto cuando íbamos a la playa (solía hacer topless), pero nunca me había atrevido a mirárselos tan descaradamente. Nunca me había imaginado a mamá teniendo sexo con alguien, por muy buena que estuviese seguía siendo mi madre. Me quedé mirando un buen rato, desde donde los estaba viendo no me podían pillar por la posición que tenían, y mi madre me estaba volviendo completamente loco, tanto que una brutal erección brotó en mí. Con muchísimos nervios y sentimiento de culpa saqué el móvil de mi bolsillo y fotografié a mi madre desnuda disfrutando de un polvazo que nunca pensaba que iba a ver en mi vida. Muy deprisa, cogí todas mis cosas tratando de hacer el menor ruido posible y me fui de casa para que mi madre no sospechase que había estado allí mientras ellos se daban un revolcón, a su vez tratando de bajar mi enorme erección. 

Estuve dando una vuelta por mi pueblo y llegué unas dos horas después, cuando se suponía que en condiciones normales debería haber salido del instituto, y mi madre no sospechó lo más mínimo. A partir de ese momento en el que entré por la puerta de mi casa empecé a ver a mi madre no como mi madre, sino como una mujer experimentada que estaba muy buena. Llevaba un escote en el que se podía ver gran parte de sus preciosos pechos que yo había visto hace un rato. A ella la notaba mucho más contenta de lo normal, sonriendo por todo y con un genial humor. Me pasé toda la tarde pensando en la escena en la cual mi madre estaba con sus pechos al aire sobre aquel hombre, y sobre la noche me acordé de que tenía aquellas fotos, y acabé masturbándome pensando en MI MADRE. No me lo podía creer, me había tocado con una foto de mi madre completamente desnuda, me sentía sucio, un mal hijo por mirarla con aquellos ojos y no como la había mirado siempre. Mi madre acababa de despertar mi deseo sexual...

Durante esa semana coincidió que mamá se ponía unos escotes de escándalo en los que se apreciaba gran parte de su precioso y voluminoso pecho. y tenía que hacer constantes esfuerzos para que no viese mis erecciones. Uno de estos días, mientras comíamos, surgió un tema que nunca antes habíamos tratado.

— Bueno, hijo, ¿qué tal con las chicas? 

Me quedé totalmente sorprendido.

— ¿Con las chicas?  Mmmm, nada en especial, como siempre. A esta edad comprometerte con una chica es muy complicado, siempre suele salir mal.

— No tiene por qué ser así, puede salir bien...

— Ya, pero no suele ocurrir... Y tú, ¿alguna novedad con algún "gentleman"?

A lo que ella me respondió nerviosa

— ¿Yo? Bueno... Ha habido algún encuentro de vez en cuando, nada serio... Prefiero no comprometerme y probar experiencias con distintos hombres.

De piedra. ¡Mi madre me había confesado que había tenido encuentros con otros tíos, algo que nunca había hecho! Notaba que la relación con mi madre estaba cambiando, aparte de verla como una mujer madura que me empezaba a atraer sexualmente, ella me confesaba sus encuentros sexuales con hombres. Y la semana transcurrió como había contado anteriormente.

Llegó el fin de semana. Aprovechando que hacía un tiempo espléndido, mi madre me propuso un plan.

— Alex, ¿te apetece que vayamos a la playa a pasar el día?

Era otra oportunidad tremenda para ver a mi madre al descubierto.

— Vale, perfecto. Ya he estudiado bastante esta semana, tengo todo el finde libre.

— Pues cámbiate y nos vamos en media hora. Por cierto, ¿cómo me queda este bikini?

Me enseñó un bikini que le resaltaba el pecho, más bonito aún, y le hacía un culo tremendo.

— Joder, mamá, los vas a enamorar a todos, te queda increíble.

— Muchas gracias cariño, tú que me ves con buenos ojos.

Y con tan buenos ojos, estaba de maravilla. Total, que llegamos a la playa, y nada más llegar cogimos un sitio apartado de todo el mogollón de gente que cortaba el aire, pero hacía un calor inmenso. Estábamos prácticamente solos, y mi madre se quitó la parte de arriba del bikini. Traté de no mirarle demasiado los pechos y controlar mi miembro, y lo estaba consiguiendo, hasta que me pidió un favor.

— Alex, ¿me echas crema en la espalda? No creo que puede llegar.

— Sí, mamá, voy.

Me senté detrás de ella en su toalla para extenderle la crema.

— Ponme un poquito de crema en las manos, no me gustaría quemarme el pecho, jajaja.

En cuanto empezó a extenderse la crema por los pechos, una brutal erección salió de mí descontroladamente mientras me acercaba con descaro a sus pechos, y mi madre se dio cuenta de lo que había debajo de mi bañador.

— Muchas gracias, hijo, así no creo que me queme. 

Medio avergonzados nos miramos de reojo.  No era posible, no podía haberme empalmado mientras mamá se untaba crema en las tetas, iba a pensar que estaba enfermo.

El día en la playa avanzaba con tensión, nos bañábamos frecuentemente juntos, y a mi madre parecía habérsele olvidado la escena. A última hora de la tarde decidimos darnos el último baño del día. Jugábamos inocentemente en el agua como si fuéramos críos, pero cuando vi a mi madre saltar en el agua con sus pechos botando volví a tener una enorme erección. Todo hubiese ido bien, no había nadie más que nosotros en el agua y mi madre no tenía por qué darse cuenta, pero en una de esas tonterías saltó sobre mí para que la cogiese, y el bulto de mi pantalón chocó con ella. Nada más rozarnos se dio cuenta y se apartó avergonzada rápidamente, se puso bastante colorada.

— ¡Lo siento mamá! Yo... no quería que te dieses cuenta otra vez, no pienses que estoy enfermo o algo así...

— ¿Enfermo, cariño? ¡Qué va! Son cosas que le pasan a todo el mundo, y más en la adolescencia. Anda, vamos a la toalla y hablamos más tranquilos, que llevamos aquí media hora.

Fuimos a la toalla, y las cosas parecían más calmadas.

— Alex, siento la reacción que tuve de primeras, es el instinto. Para mí no ha sido fácil encontrarme con esta situación, pero lo entiendo. Tus hormonas están disparadas, eres un chico muy joven y es normal que te gusten los cuerpos de las mujeres.

— Ya... Pero... Tu eres mi madre. 

— Claro, hijo, pero el cuerpo no entiende de lazos familiares. Somos así. Dejémoslo como una anécdota más entre tú y yo, ¿vale? Por cierto, son casi las ocho, deberíamos marcharnos ya.

— Vale, mamá.

En el camino a casa (una media hora), la cosa estaba más tranquila, pero una vez pillé a mi madre mirando mi entrepierna, no sé si era para ver si había tenido otra erección o por qué le había sorprendido como había crecido su hijo. Automáticamente, mi mirada se fue descaradamente a su vestido playero con un enorme escote, de los más grandes que le había visto nunca. Ella me pilló de lleno, pero hizo como que no se había enterado de nada.

Llegamos a casa, y todo transcurrió con normalidad. No volvimos a hablar del tema, vimos algo en la tele y nos fuimos a dormir porque estábamos muy cansados.

Esa noche, tuve un sueño erótico con mi madre. Sí, era el primero. Soñaba que era yo el que estaba debajo de ella, diciéndole burradas al oído mientras cabalgábamos, y acabando en una felación que disfruté como si fuese verdad. En pleno éxtasis del sueño, entró mi madre a despertarme, además con otro escotazo, como venía siendo normal en toda la semana.

— Alex, a levantarse. Son casi las 10:30, corazón, y es domingo, tendremos que aprovechar el día.

De repente, vio mi gran erección.

— Bueno, te dejo que te espabiles tranquilo, aunque ya veo que te has espabilado por zonas.

Sin saber muy bien lo que decía, entré en contacto con el mundo, y vi a lo que se refería. Quería que la tierra me tragase (una vez más), sin embargo, actué con normalidad.

— Mmmm que pinta esto que me has preparado, ¿qué es?

— Una nueva receta que he visto de una tarta en Internet. Pruébala, a ver si te gusta. Te he esperado para desayunar juntos.

— Gracias mamá, llevamos mucho sin desayunar a la vez. Por cierto, estás buenísima. Perdona, quería decir está buenísima, la tarta, que rica...

Era una de las cosas que le decía constantemente al oído en mi sueño, "estás buenísima, mamá". Se me había escapado desintencionadamente.

— Muchas gracias mi vida, me alegro de que te guste.

Una vez más, mi mirada fue a parar a su escote, como ya dije antes, un escotazo, no tanto como el de ayer, pero se veía muchísimo. La erección en mi pantalón corto se notaba muchísimo. 

— Mamá, yo...

— Alex, esto ya no es normal, cariño. Ayer las dos de la playa lo entiendo, no tenía la parte de arriba puesta y entiendo que te excitase, pero en el coche no paraste de mirarme el canalillo apurado para que no te lo notase, hoy te levantaste como te levantaste, ahora esto, y otras veces más que te he visto esta semana, aunque creas que no. ¿Qué te pasa? Nunca te había pasado esto, ¿por qué de repente esta semana estas así conmigo?

No me esperaba esto. y rápidamente pensé en una excusa medianamente creíble para no tener que contarle la verdad.

— Vamos al sofá, mamá...

Nos dirigimos al sofá.

— Te vi hace unos días salir de la ducha completamente desnuda, y.… me encantó verte. A partir de ahí he empezado a mirarte como una mujer que estaba buenísima y que convivía conmigo, en vez de verte como mi madre. Tenía que decírtelo, si no, reviento. 

Mi madre se quedó asombrada. En un ataque de sinceridad, pese a no contarle la verdad al completo, confesé casi llorando. 

— Me he llegado a masturbar pensando en ti. Lo siento muchísimo, mamá, no debería haberlo hecho, me siento fatal... Soy una deshonra para ti, sentirás vergüenza de un hijo así. 

Mamá se fue acercando poco a poco a mí.

— ¿Cómo me voy a avergonzar de ti, cariño? No me tomo nada mal que me veas guapa, y lo otro, tampoco... Eso significa que me quieres más que como a una madre pesada. 

Me sorprendió la buenísima reacción de mamá, que fue besándome dulcemente en la mejilla, pero lentamente cambio de dirección y llegamos a los labios. Con ternura, me agarró la cara y comenzamos a besarnos, metiendo tímidamente la lengua. La agarré por las caderas mientras seguía disfrutando, muy incrédulo.

— Cariño, ¿quieres ir a más? 

— Sí, quiero, pero solo si tú también quieres.

— Claro que quiero, hijo. Tú ya controlas de esto, ¿no?

— Sí, mamá. 

Entre besos por el cuerpo, mamá me fue bajando poco a poco el pantalón, con muchísima dulzura, hasta desnudarme por completo y masajear mi pene levemente. Después, yo fui desnudando a mi madre, como hacía en mi sueño. Le quite poco a poco ese vestido de casa con un perfecto escote, y no tenía nada debajo. Mientras ella iba bajando poco a poco con la boca, yo disfrutaba con sus tetas. Al contrario que en el sueño, ella empezó haciéndome una felación increíble.

— Dios, mamá... Eres increíble, nunca pensaba que la chupases tan bien.

— Te ha gustado, ¿amor? A ver si esto te gusta todavía más.

Cogimos posición y se tumbó encima mío. Introduje mi pene en su mojadísima vagina y comenzamos a cabalgar, igual que cabalgaba con aquel hombre, e igual que cabalgaba conmigo en el sueño.

— Ay, Alex... como follas, hijo. Más fuerte, un poquito más... Ay si si siiii, ahí, ahí, ayyyy... Estoy a nada de correrme.

— Y yo mamá, y yo, aguantemos un poco más. Diooos, que buena eres y que buena estás, mamá, A ver cómo botan esas tetas, si si dioooos así así.

— Así botan, así mi amor, así... ¿Te pone como botan, eh? Pues mira como me pone a mí que me lo digas, me corro Alex, me corro. siiiiiii.

— Yo también, mami, yo también. Aaaah, vaya chorro mamá...

— Siiiiiiii hijoooo, aaaayyyy.

Acabamos de follar completamente y estuvimos un buen rato abrazados en el sofá. Después de esto, la tarde (y la vida), siguió...

Este ha sido el primer relato que he escrito en esta página, por lo que acepto todo tipo de críticas constructivas y pido disculpas si no está todo lo bien que debería estar. Comentad vuestras impresiones de este relato, si tiene buena acogida prometo escribir una continuación.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 8.67
  • Votos: 3
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