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Las dos parejas de amigos habían decidido ese sábado efectuar una salida de camaradería. Irían primero a ver una película y luego a cenar. Las mujeres se pusieron de acuerdo y eligieron un comedia romántica que recién se había estrenado y tenía buena crítica.
Sacaron las entradas y como todavía faltaba un rato para el comienzo de la función fueron a tomar un café. Se pusieron a charlar y de pronto se dieron cuenta de que la película estaba por comenzar y salieron rápidamente del lugar.
Como faltaba poco para el inicio la sala estaba casi colmada. Quedaban asientos en las primeras cinco filas y en la última en un lateral. Optaron por esta, que tenía justo cuatro butacas, el lugar justo para ellos. Primero pasaron Euge y Nora y cuando se suponía que al lado de la mujer se sentaría su amiga, Susy hizo ubicar a Juan Carlos para así quedar sentada del lado del pasillo por temor a no ver bien.
Se apagaron las luces, comenzó la publicidad previa a la película y ahí se inició la "otra acción". Susy le pasó una tableta de chocolate a Juan Carlos para que éste convidara a su amiga y el esposo.
Al proceder a devolver la golosina y debido a la oscuridad reinante Nora tocó sin querer el apoyabrazos de la butaca de su amigo y la tableta se le cayó de las manos. Temerosa de que se fuera al piso intentó manotearla pero lo único que logró fue agarrar sin querer el bulto de Juan Carlos pensando que era el chocolate.
Se disculpó de inmediato en voz baja e intentó retirar su mano pero éste actuando rápidamente y de manera algo atrevida con su amiga ya que estaban presentes su esposa y el marido de aquélla, le tomó la mano delicadamente pero con firmeza para que no la sacara y la apoyó sobre su miembro, el que empezó a cambiar abruptamente de tamaño.
Nora se sorprendió por la actitud de su amigo y dudó un instante, quería retirar la mano y a su vez dejarla ahí toda la película. Se le vino de golpe a la mente la vez que Euge le había comentado del tamaño de la verga de Juan Carlos, a quien se la había visto en el vestuario luego de un partido de paddle y era el comentario y la chanza de los otros hombres.
Desde entonces, aunque no lo reconociera en voz alta, la mujer comenzó a ratonearse con ese miembro y soñaba con sacarse las ganas de ver algún día semejante instrumento. De ahí que se jugó y dejó su mano apoyada en la pija esperando que no la descubriera su marido ni su amiga.
Juan Carlos que era todo un experto en estas lides, puso rápidamente su abrigo tapando todo de tal manera que nadie podría percatarse de nada. Así fue que a partir de ese momento, la mano de Nora, guiada por la de él comenzó con las caricias a través del pantalón.
Sin hablarle nada y siempre tomándola de la mano la llevó a bajarle el cierre del jean y a sacarle la voluminosa pija que por ese entonces estaba por estallar. Como si fuera una malabarista, encontró la forma, se agarró fuerte de ese pedazo y comenzó a masturbarlo. El contacto de la mano de Nora sobre su miembro provocó que Juan Carlos emitiera un imperceptible sonido de placer. La mano de ella apretaba con fuerza y subía y bajaba con una lentitud que ponía el hombre al borde del éxtasis.
Ella sabía como hacer su tarea; era toda una experta en la materia. Cuando estaba de novia con su actual esposo e iban al cine lo masturbaba siempre hasta hacerlo acabar. Un vez, en un viejo cine de Flores, hasta llegó al extremo de chupársela en medio de la oscuridad y ante la sorpresa de su entonces novio que no esperaba una gratificación de ese tipo y de la pareja vecina que los miraba sorprendida.
Los cosquilleos en la verga de Juan Carlos lo estaban volviendo loco, quería hacer algo él también para satisfacerla pero no se animaba por la proximidad de su esposa. Temía que si los descubrían se armara flor de lío.
La mano de Nora continuaba implacable, bajaba y subía, le dejaba el prepucio al descubierto y rozaba con sus dedos la cabeza inflamada de deseo. Los testículos de Juan Carlos cargados con semejante paja estaban hinchados de goce y de leche pronta a liberarse. Un estremecimiento se apoderó de él y la mujer que se dio cuenta de ello y a pesar del apartamento que éste intentó, continuó con su tarea con un ritmo más alocado hasta que no pudo aguantarse más y descargó su leche sobre la mano de su amiga, la que continuó masturbándolo por unos instantes más.
Juan Carlos se estremeció de placer tratando de disimular sus movimientos delante de su esposa. Nora le sacudió luego con suavidad la poronga hasta que no le quedó una gota de semen. Jugó con el glande empapado de esperma con la punta de sus dedos hasta estar segura del completo goce de su amigo y se la guardó luego con habilidad dentro del calzoncillo subiéndole el cierre en forma lenta. El solo atinó a pasarle un pañuelo para que se limpiara la mano y a murmurarle las gracias en voz muy baja.
Recién ahí se dispusieron a ver atentamente la película que a esta altura estaba en sus tramos finales. Después fueron los cuatro a cenar, como habían convenido, como si nada hubiera ocurrido.
Tanto Nora como Juan Carlos no dejaron traslucir nada de lo pasado en la sala de cine. Seguro que al acostarse en la noche, los respectivos cónyuges se habrán sorprendido de la fogosidad de esposa y marido, respectivamente, sin siquiera sospechar los verdades motivos de ello.
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