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"Viernes tarde. Dos días por delante aguantando a mi esposa. Mi experta secretaria, la de mi socio y él hacen que me olvide del cruel fin de semana que me espera."
Viernes, seis de la tarde. Fin de semana. Llega la hora del relajo. La oficina vacía. Solo estamos Alfonso, mi socio, nuestras dos viciosas secretarias y yo. Salgo al antedespacho y le digo a Elena:
- Llama a Alfonso y le dices de mi parte que hoy me apetece montar un grupito, si no tienes nada que objetar. Mejor en nuestra planta, que está la terraza y hace un hermoso día.
Elena me mira con gesto pícaro y me responde:
- Buena idea jefe. Hay que romper la monotonía. Lo de la terraza promete.
- ¿Alicia?. Ponme con tu jefe. … Que dice Don Daniel que si hoy juntos aquí arriba. … OK.
- Jefe, que de acuerdo. Que en cinco minutos.
- Elena: ¿Estás limpita de ... ya sabes?
- En cinco minutos tengo tiempo. … Además, a la gorda le hará falta mucho más tiempo. Don Alfonso calcula muy mal. No sabe lo torpe que es una embarazada de ocho meses. Si calcula así todo lo referente a la empresa no me extraña que nos vaya tan mal.
- Elena, no seas tan viperina de lengua … anda … a lo tuyo.
Me preparo una copa y al poco llega Alfonso.
- Joder, tío, perdona a Alicia, ya vendrá. Ya sabes … cosas de preñadas …está torpe y necesita tiempo.
- No hay prisa Poncho, anda y toma una copa. Cuanto más nos haga esperar tu gorda más ganas tendré. Además seguro que a mi vieja le encanta empezar con los dos. O si quiere ordeñarte solo a ti yo tendré sumo gusto en ser solamente espectador.
- Oye, a cuento … ¿Qué edad tiene ya Elena?
- En julio cumple los 48.
- Pues chico, no lo parece. Se conserva de puta madre y eso que tiene tres hijos no?
- Si, dos chicas y un chico. Ya en la Universidad los tres. Está realmente apetitosa la madurita. Por eso la conservo, que si no ... es un tanto descarada y levantisca.
- ¿La contrataste tu?
- No, fue Ricardo, mi suegro y antecesor. Al jubilarse me habló de sus "cualidades", las comprobé y me agradaron. En ciertas "labores" es especialmente eficaz y predispuesta.
- Desde luego, a mi también me gusta ese aspecto de ella. Deberíamos intercambiarlas un tiempo. Alicia me está incordiando. No hace más que reprocharme que la panza se la hice yo. No se en que se basa, porque tengo una grabación de la cámara de vigilancia del pasillo en la que se la ve entrar en los aseos con el conserje y no salir en un cuarto de hora.
- La culpa sería suya en todo caso. Si se olvida de tomar los anticonceptivos allá ella …. Y su marido.
Regresa mi secretaria Elena vistiendo ya tan solo sus zapatos de alto tacón, unas medias de malla negras sin liguero, un tanga de hilo dental y un sujetador sin copas que levanta sus medianos pechos dotados de una extensa aréola oscura y unos gruesos pezones bien hinchados. Su largo cuello, sus interminables piernas y el corte de pelo casi de varón le confieren una atractiva elegancia y distinción aún estando en pelota picada.
- Buenos días Don Alfonso. ¿Cómo tenemos esas bolas que voy a vaciar?
- Llenitas Elenita, para que sacies tu sed. Anda golfanta, acércate que sobe ese cuerpazo que Dios te dio.
- A su disposición, Don Alfonso. Para servirle me lo dio el Señor. Toque, toque sin reparo.
Ella se acerca y Poncho le pone las manos sobre sus bien equilibrados y aún levantados glúteos. Me uno a ellos para apartarle a Elena su tanguita, cosa nada difícil dado el ínfimo triangulito de tela que lo compone por delante. La telilla no basta para ocultar que la golfa lleva el chumino depilado totalmente y un piercing en el capuchón del clítoris con un nada desdeñable anillo de oro.
- Anda Elenita, muéstrale a Don Alfonso tu hermoso conejito y el dulce néctar que expele.
- Por supuesto, don Daniel.
Elena se sienta sobre la mesa de mi escritorio y desvergonzadamente abre sus níveos y bien dibujados muslos todo lo que puede. Sujetando a un lado el retalito de tela con una mano, separa sus labios con dos dedos de la otra para que Poncho disfrute de la vista del exquisito manjar. Después se mete el dedo mayor en la húmeda gruta profundizando lo que el largo dedo da de si.
Es subyugador ver como sus finos y largos dedos de perfecta manicura con uñas lacadas en rojo juegan con el grueso anillo de la capuchita y con los suculentos labios brillantes de jugo que ya empieza a manar en abundancia. Recoge un poco del néctar con un dedo y lo ofrece a Poncho, sin decir palabra, pero con una arrebatadora sonrisa entre pícara y lasciva que causa furor en mi socio y le hace acudir a chupar el atractivo dedito mojado.
Después, la lúbrica madurita empuja la cabeza de mi socio hacia su pubis enseñándole la pepitilla que ella saca de su escondite tirando hacia arriba del anillo.
Con la cabeza entre los muslos de mi secretaria encuentra la suya a Poncho cuando llega a mi despacho.
- Vaya, ya han empezado ustedes. Parece que no le hace ninguna falta una gorda preñada y torpona como yo. Si quieren les dejo.
- Oh, por favor Alicita, ¿Cómo puedes pensar eso?. Te estoy esperando ansiosamente. Ya sabes que me gusta mucho tu panza.
Alicia es el polo opuesto de Elena. Alicia es de carnes abundantes incluso sin estar preñada como ahora. Su figura es rechoncha, tetona, jamona y culona, pero resulta divino sumergirse en su acogedora humanidad. Mi Elena es una secretaria eficiente y además subyuga a nuestra clientela, sean hombres o mujeres, en cuanto entran en su despacho. Si tengo algún asunto un poco delicado, solo me basta llamar a Elena para que se siente a tomar notas. Ella se sienta ante el cliente procurando que su exigua falda se suba aún más dejando casi totalmente al aire sus torneadas piernas con sus medias negras y sonríe como solamente ella sabe hacer, entre pícara e inocente. Al cabo de un rato el asunto está resuelto favorablemente. La eficacia de Elena la ha llevado en las raras ocasiones en que no conseguimos convencer, a citarse con el cliente para "tomar una copa". Entonces ya estoy seguro de que al día siguiente no hay ningún problema.
Por el contrario, Alicia es un desastre. Su único mérito para conseguir que Poncho la contratase fue sugerir explícitamente, antes de que él lo mencionase, la posibilidad de atender sus necesidades sexuales al mismo tiempo que su agenda. Menos mal que el papel de Poncho en la empresa es meramente contemplativo. Su única habilidad es haber heredado de su padre una buena parte de las acciones.
Sin embargo, algo tienen en común nuestras dos secretarias aunque ni Poncho ni yo hemos querido indagar: Las dos deben haber tenido –y tienen aún, claro- una vida sexual un tanto licenciosa, no sabemos si con la colaboración o la anuencia de sus respectivos maridos.
Tanto Poncho como yo creemos que sus maridos conocen la conducta de sus esposas pero hacen la vista gorda mientras la pasta entra en casa. En fin, no es asunto nuestro ni nos importa como llevan los cuernos los respectivos cónyuges.
- Anda Alicita, déjame desnudarte, sobar tu hermosa barrigona y degustar la leche de tus fabulosas domingas.
- Empiece usted Don Daniel, para servirle en lo que quiera. Para eso estamos.
No cuesta mucho tiempo desnudar a nuestras secretarias. La ropa exterior suele ser fácil de quitar: Minifalda con cremallera, chaqueta a juego y blusa. No suelen llevar ropa interior, y si la llevan, el sujetador es de media copa dejando los pezones al aire y la braga es un simple hilo dental que se aparta con facilidad.
El abundante cuerpazo de la gorda es todo un espectáculo que me encanta. Tiene tatuada una serpiente cuyo rabo se enrosca bajo su pecho izquierdo, sigue por cuello, espalda, riñonada y glúteos y la cabeza aparece tatuada sobre el depilado monte de Venus con la boca coincidiendo con su agujero y abierta como para tragarse cualquier miembro que lo penetre. Dos barras modeladas adecuadamente y atravesando los labios mayores simulan ser los dientes de la bicha. Ostenta también los pezones perforados por sendas argollas.
Mis manos exploran a la gordi, de pie ante mi y moviéndose muy experimentadamente para facilitar el acceso de mis manos a sus encantos. Ceso un momento el sobeteo para sacar de un cajón de mi escritorio el Analub y algunos juguetes. Poncho me pide el largo y grueso dildo de dos cabezas y deposito también en su mano un poco del Analub.
Yo unto el Analub en el ojete trasero de Alicia y Poncho hace lo propio con el de Elena.
- Vaya, Don Daniel, siempre me quiere trajinar por el culo. ¿No le agrada mi coño?.
- Tu culo me tiene subyugado. Pero lo que dices no es cierto. Alicita, yo te trajino siempre los tres agujeros y el canalillo de esas tetazas tan imponentes. Lo que pasa es que no me fío de dejarte el semen en el coño. Tu negligencia con los anticonceptivos me hace ser cauto.
- Bueno, ya estamos con lo mismo. No es para tanto.
- ¿Cómo que no? Llevas dos años en la empresa y en ese tiempo has tenido un bebé y otro en camino cuando al primero aún lo estás amamantando. Y eso que solo tienes 22 años.
- Fueron accidentes. Y el primero es de mi marido.
- Sabe Dios. ¿Le habéis hecho una prueba genética?.
- Eeer .... bueno eso no importa. Mi marido lo da por suyo y basta. Pero este no. Este es de Don Alfonso.
- ¿Ya estamos? – dice Poncho mientras trata de introducir a fondo un extremo del gran dildo por el ano de Elena. El otro extremo ya está metido en el coño y con el dildo doblado intenta que ambas cavidades se traguen toda la longitud posible- Mira putita, tengo una filmación de la cámara de vigilancia donde se te ve entrar con el conserje a los aseos y salir los dos después de un cuarto de hora. A saber cuantas veces lo has hecho y me has puesto los cuernos. Así que no me adjudiques tu bombo.
Alicia se ruboriza y para disimular su desconcierto se inclina y me ofrece el culo separando sus tremendas nalgas con sus manos para que le unte el Analub. No me queda más remedio que fijarme en esas manos. Aunque son de un basto diseño, grandes y de largos dedos recios y fuertes, de trabajadora manual, son suaves y cálidas, y habilidosas como ningunas para manejar un pene.
Después de untarle el Analub la hago erguirse y comienzo a estrujar sus pletóricas domingas para extraer su leche. No quiero mamarlas directamente porque me molestan las argollas de los pezones. Pronto comienzan a saltar los chorros de leche materna. Como es impredecible hacia donde saltan parte entra en mi boca que la degusta con placer y parte baña mi cara.
Idiota de mi, sigo vestido y me mojo el traje. Tendré que tirarlo y comprar otro. No quiero preguntas de mi esposa cuando lo lleve a la tintorería. Además se ensucia la moqueta. Hoy estoy algo espesito. Si había planeado hacer la orgía en la terraza era por esos pequeños inconvenientes.
Me desnudo dejando a la gordi que se acerca mientras a Elena y Poncho para observar atentamente el doble taponamiento de mi secretaria con el monumental dildo que Poncho mueve adelanta y atrás con gran energía. La escena le calienta, porque veo como se lleva los dedos al clítoris para restregárselo.
La llamo para salir a la terraza y jugar sobre sus mesas de exterior y el césped artificial. Ella me agarra el pene con su suave mano y toma la iniciativa de salir a la terraza. En la terraza nos pueden ver porque hay edificios más altos, pero nunca nos ha importado a ninguno. Ella sale primero sin el menor pudor, orgullosa de sus orondas carnes y de su enorme bombo y tirando de mi verga. Se vuelve hacia mi y me ofrece sus tetas en la copa de sus manos. Tomo las tetas y vuelvo a estrujarlas para obtener el delicioso maná mientras ella frota mi pene.
Cuando me sacio de leche la hago arrodillar y le ofrezco el agujero de mi culo para que lo chupe, cosa que hace sin el menor reparo. Después pasa a mis testículos, que introduce en su boca como si fueran bombones y me mete un dedo por el ano que empieza a urgar dentro y presionar sobre mi próstata. Después dedica su boca a mi polla. Alicia es una mamadora experta. Puede meter toda mi verga, que es de una longitud y grosor francamente respetables, sin que le produzca arcadas. Elena es igual de hábil en eso.
Elena y Poncho salen también a la terraza. Ella sigue con el dildo rojo taponando los dos orificios inferiores. Se arrodilla ante Poncho y empieza a competir con Alicia en la mamada mirándose con gesto de reto entre ellas. No creo que nadie pudiese decidir cual es la mejor mamando pollas, así que el desafío es inútil.
Tras un rato así las hacemos tumbarse en la tumbona con las piernas en el respaldo y la cabeza colgando en el borde del asiento. Poncho y yo simulamos que vamos a decidir quien de las dos folla mejor por la boca.
Esta vez ellas son las pasivas, deben limitarse a mantener la boca abierta para que nuestras vergas profundicen en ellas como si follaran un coño o un ano. De vez en cuando cambiamos de hembra. La saliva comienza a manar de sus obstruidas bocas embadurnando su cara y cayendo al césped artificial.
Las tomamos por la nuca y apretamos a fondo manteniendo el glande en su esófago superando la garganta hasta que sus estremecimientos indican la falta de aire. Después dejamos que sean ellas quienes tomen la iniciativa con el pene que cuelga ante su cara. Nosotros nos dedicamos a juguetear con los otros agujeros que sus abiertas piernas ofrecen descaradamente y con sus tetas caídas a los lados. Me gusta estirar los pezones de Alicia tirando de sus argollas. Poncho hace lo mismo con la argolla del clítoris de la vieja poniendo en serio peligro su integridad. Saca lentamente el enorme dildo y los dos agujeros de mi secretaria muestran una descomunal dilatación de los esfínteres. Observo los obscenos e inhumanos boquetes mientras mis manos soban el bombo que se ofrece indefenso a mis manos.
La amenazadora boca de la serpiente tatuada en el pubis de Alicia me produce una tremenda excitación y aplico mi boca en un hermoso 69 mientras siento su tripón presionando agradablemente sobre mi vientre. Poncho prefiere seguir urgando y follando con cuatro dedos el encharcado y brillante coño de Elena que mantiene, al igual que el ano las holguras producidas por el dildo. Se que Elena mantiene la dilatación a propósito para procurar agrado y facilidad a Poncho en sus lascivos juegos con los dedos. Elena domina muy bien sus esfínteres y es capaz de apretar deliciosamente una polla en su vagina o su ano a los dos minutos de haberle metido un puño dentro.
Abandono la actividad para regresar al despacho a buscar un juguete. Cuando regreso observo que Alicia, incontinente, está chupando el ano de Poncho mientras éste sigue forzando con la palma entera de la mano el coño de mi vieja secretaria que en ese momento alcanza el primer orgasmo de la tarde. Escandaloso como siempre en ella. Cuando Elena alcanza un orgasmo su voz se pone ronca y más que gemidos lo que lanza son verdaderos rugidos de leona.
Separo a Alicita del trío y la tumbo boca arriba sobre una mesa. Ella de inmediato se toma las piernas con las manos y las abre lo que puede para dejarme cómodo acceso a su monte de Venus.
Le aplico a la vulva una burbuja de succión y comienzo a accionar la pera para abultar sus labios. Me mira sonriente.
- Le apetece comerse hoy un coño jugoso y henchido ¿eh, Don Daniel?
- No, un coño cualquiera no. Me apetece comerme tu hermoso conejo bien aumentado.
- Mientras la burbuja trabaja hinchando la vulva meto mi verga en su culo que lo acoge con la habitual facilidad. Bombeo con energía y Alicia se acaricia las tetas jugando con las argollas de los pezones.
Elena y Poncho aparecen a nuestro lado. Elena apoya las manos en la mesa y pone el culo a disposición de mi socio. Él penetra el coño de mi secretaria y ésta observa como se va hinchando la vulva de su colega. Ella ya sabe lo que es, al menos una vez a la semana su coñito liso y blanco lo convierto en un monstruo tumefacto donde alojo mi polla después de comérmelo.
Cuando separo la burbuja de succión del coño de Alicia, Elena echa mano a los deformados labios y los acaricia suavemente. Pero Alicia aparta la mano de su colega y comienza a restregarse furiosamente la vulva y el clítoris, también hiperinflado.
Observo con agrado su actividad mientras bombeo en su culo y por fin la saco para metérsela en la deformada cavidad vaginal al tiempo que ella aprieta entre sus dedos el abultado clítoris. El orgasmo me llega al tiempo que a ella y, sin poderlo evitar, eyaculo en su fertilizado coño. Menos mal que estando preñada no puede serlo otra vez.
La ordeno mantenerse así, tumbada boca arriba sobre la mesa y entro al despacho. Traigo cuatro vasos altos, dos con hielo, una cucharilla y una botella de güisqui. De entre los inflados y enrojecidos labios vaginales de Alicia comienza a escurrir mi esperma. Le digo que expulse y lo recojo con la cucharilla para verterlo en uno de los vasos sin hielo.
Elena observa la operación y me ofrece su típica sonrisa pícara y maliciosa. Ya sabe de qué voy. Mientras Poncho la folla, esta vez por el culo, ella besa y acaricia la barriga y las tetas de Alicita, sin desdeñar el mamar la leche de éstas.
Cuando Poncho avisa de que se va a correr, mi Elena, hecha mano a su propio clítoris y se corre ruidosamente al tiempo que mi socio.
Cuando Poncho saca su verga del ano de mi secretaria, ésta permanece en su postura esperándome. Al acercarme a ella, separa sus nalgas con sus deliciosas manos y noto el esfuerzo que hace para expulsar el semen alojado en sus tripas.
Al poco rato comienzan a salir los mocos del lindo agujero que veo expandirse y contraerse en el esfuerzo y los recojo para verterlos en el otro vaso.
Mandamos a las mujeres a asearse para tomarnos una copa antes de echar otro polvo. Cuando regresan, Poncho y yo nos servimos el güisqui en los vasos con hielo.
Si Alicia presiente que va a beber esperma a secas, se equivoca. Le pido que se autoordeñe los fabulosos pechos para llenar en parte sus vasos y así lo hace. Después yo orino en el vaso donde estaba mi esperma y lo ofrezco a Elena tras batir el combinado. Poncho hace lo propio con el vaso de su esperma para su secretaria.
- Nada mejor para que una hembra sepa quien es su jefe que beberse los fluidos de éste. Salud.
- Salud, -corean- y nos bebemos todos nuestras copas sentados en dos tumbonas, cada cual con su secretaria al lado.
Charlamos de cosas triviales y de los planes para el fin de semana. En alguna ventana hay espectadores y espectadoras a los que les hemos ofrecido un agradable espectáculo. Y aún queda segundo acto.
Elena, desnuda a mi lado juega con mi polla con una mano y con la otra acaricia mi nuca. Ver su hermosa y distinguida mano sobre mi miembro manejándose con gracia, habilidad y suavidad siempre es un espectáculo arrebatador que consigue empinarla indefectiblemente.
Por su parte Alicia ha emprendido similar tarea practicando una paja cubana entre sus enormes domingas a mi socio. Pronto estamos los dos en disposición de satisfacer a nuestras solícitas empleadas.
Me tumbo sobre el césped artificial y pido a la vieja que se acomode cara a mi y acoja mi polla en su precioso, caliente y húmedo agujero delantero, cosa que hace con verdadera diligencia. Empieza a subir y baja con lentitud apretando fuerte mi miembro entre sus labios. Es una verdadera maestra. Hago una seña a Poncho y éste abandona la cubana de Alicia para disponerse a penetrar el ano de Elena, que se detiene en el sube-baja y se dispone con estupenda gentileza a recibir acogedoramente la verga.
Una vez dentro, tras unos titubeos que ella corrige con maestría y autoridad, ordena nuestros movimientos acompasando los ritmos de la doble penetración. Alicia se sitúa agachada sobre mi cabeza y me ofrece a la boca su aún inflamada vulva que yo chupo, lamo y mordisqueo con sumo placer. Su boca se la ofrece a su compañera que la besa e intenta comerle la lengua que generosamente se presta a ello saliendo de entre los labios todo lo que puede.
Elena solicita, y le es concedido, que ambas pollas se alojen en su coño simultáneamente.
- Don Alfonso, si no tiene inconveniente le ruego que meta su estimada verga en mi coño junto con la de mi jefe.
Poco después nos ofrece el espectáculo de su siempre escandaloso orgasmo. Creo oír unos aplausos entre los espectadores del otro edificio.
Nos desenganchamos de Elena y Poncho le dice a su secretaria:
- Ala niña, a bordo.
Alicia, debido a su panza, se ensarta en mi polla por el ano y se tumba sobre mi torso para ofrecer el conejo a su jefe que lo penetra sin compasión. Alicia es más torpona que Elena para este juego. Tiene que ser Poncho quien dirija los movimientos.
Elena ha desaparecido unos instantes pero regresa con un dildo que se afana en meter por el ano a Poncho tras untarle el Analub. Poncho no se opone y la madurita acaba metiendo entero el juguete en las tripas de mi socio que, como reacción acelera el ritmo del follado de Alicia hasta que ésta tiene otro orgasmo.
Colocamos a las dos con las manos apoyadas en el alféizar de la terraza de cara a los mirones del otro edificio y las ensartamos por el ano. Ellas hacen gestos lascivos a los espectadores, alguno de los cuales tiene prismáticos, y nosotros nos intercambiamos los agujeros. Cuando estoy taladrando el culo de la preñada me encanta ver como se mueven y botan con los embates de Poncho las discretas y maduras tetas de Elena que, por efecto de la edad, combinada con la gravedad al estar inclinada, parecen muy largas y con una encantadora forma de calcetín relleno de arena. A veces golpean sobre el alféizar.
Cuando me toca sodomizar a Elena agarro, rodeándolas con mis dedos completamente, sus colgantes y estiradas tetitas por la base y las uso como si fueran riendas mientras cabalgo su culo y observo a mi lado el movimiento circular de los enormes pechos de la preñada, que salpican leche sobre el peto de la terraza y el césped artificial a los golpes de mi socio, al cual por cierto se le está saliendo el dildo que no se ha molestado en sacarse del ano. Porque veo con cuanto afán taladra a su gordi, que si no pensaría que es gay.
Aviso que me voy a correr cuando estoy -en uno de los continuos cambios de pareja- usando a Elena por si quiere acompañarme en la corrida. La golfanta se refriega el chumino y el clítoris con energía y llegamos juntos al orgasmo. Sin duda para complacer a los mirones, la vieja exagera sus aspavientos y rugidos, que deben llegar a oídos de los mirones pues estalla una ovación en la fachada de enfrente.
Elena, impúdicamente, como una actriz en escena, les aplaude a su vez, les hace una reverencia y les enseña el culo de donde brota mi semen.
Poco después se corre la otra pareja. Ahora falta la guinda del espectáculo. Las dos secretarias se arrodillan ante sus jefes y abren la boca esperando nuestra lluvia dorada que no dudamos en entregarles. Beben lo que pueden y el resto baña su cara, su pelo, sus pechos y resbala por el vientre y el pubis hasta mojar el césped. Nueva ovación de los espectadores.
Ellas están tremendamente excitadas por tener público y no pueden aguantar el hacer una tortilla. Se colocan tumbadas una al lado de la otra en sentidos opuestos y se van introduciendo la mano en las cavidades. Elena acoge la mano de Alicia en el coño, pero la gordi, alegando peligro para el bebé, prefiere ser follada por el ano. Elena le dice que el culo después, que ahora el coño y que será cuidadosa con el bebé.
Cada vez se excitan más y el movimiento de sus puños es más frenético y profundo. Se retuercen y llegan a tener convulsiones. Sudan y el sudor se mezcla con la orina sobre su brillante piel, atractivamente acentuada por las sombras del sol de atardecer. Alicia ya no se acuerda de su bebé. Ciega de lujuria, ella misma empuja su pubis contra el puño de Elena buscando que entre más profundamente. Poncho y yo nos vamos vistiendo mientras contemplamos el espectáculo que ofrecen las dos salaces madres y esposas.
Entra el vigilante del edificio, que hace su primera ronda, y ve la escena.
- ¡Ah!. Disculpen, no sabía que .... eeer … yo ... ni imaginar …. Lo siento, no he visto nada.
- No, no se preocupe. Las chicas estaban necesitadas y las hemos ayudado, pero no parece ser bastante. Si quiere aliviarlas se lo agradecerán.
El vigilante duda unos momentos mientras mira a las dos mujeres enganchadas entre si de tan obscena manera. Le alucina aquella mano desaparecida en la boca de una amenazadora serpiente. Por fin se lleva la mano a la bragueta, baja la cremallera y avanza apocado. La sonrisa inquietante de Elena ilumina su cara al verlo y susurra a Alicia:
- Todavía no termina la juerga cariño. Semen fresco.
- ¡Vigilante! ¡Pase y castíguenos por falta de decoro!
. . . .
Entro en casa con la chaqueta plegada bajo el brazo para evitar que mi esposa vea las manchas de leche de Alicia. Después he de acompañarla a la maldita ópera. Como es una meapilas y no está en período fecundo no tendré que ejecutar el "débito conyugal". Vaya mierda de mujer que tuve que quedarme para que viejo vicioso del Opus Dei me legara sus acciones en la empresa. Menos mal que también me legó a su madura y eficiente secretaria y que el lunes tendré de nuevo sus solícitos cuidados.
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