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"Las infidelidades de ambos los llevan a un mundo desconocido."
Recuerdo el día que conocí a Samuel, esa mañana me desperté con resaca había sido una noche muy larga con Pedro mi profesor de Teoría e Historia del arte, me despertaron sus dedos recorriendo mi mariposa tatuada en mi omóplato izquierdo, no entendía como a pesar de sus cuarenta y tres años tenía tanto aguante, hacía tres años que habíamos empezado nuestro romance en la clandestinidad, más que nada porque yo tenía veintidós años y él cuarenta y si le sumábamos que era mi profesor pues todo estaba dicho, si alguien se hubiera dado cuenta hubiera arruinado su carrera como profesor, manteníamos la distancia todo lo que nos era posible, él era casado y con dos hijas mayores pero lo más importante era que no buscábamos nada más allá de puro sexo, todo surgió sin buscarlo, unas charlas entre clase y clase, luego un café después de las clases, una comida y al final una cena seguido de una pensión para pasar una noche de puro sexo, a partir de ahí nos veíamos cada vez que el podía sacar tiempo, yo trabajaba en un bar a media jornada para pagarme el piso y algún que otro gasto.
-Buenos días princesa.-Dijo sonriéndome.
-Buenos días Sr. profesor.-Dije riendo, me gustaba llamarlo Sr.profesor era como un juego morboso.
-¿Estás segura que tienes que ir a esa exposición?
-Si, tu compañera Sonia me obligó a ir, tengo que entregar un trabajo sobre la fotografía en blanco y negro, ¡joder! Pedro te la podías follar haber si así se tranquiliza.-Dije cogiendo su empalmada verga.
-¿Y quién dice que no lo he hecho?.
Me lo quedé mirando sin saber si era verdad o no.
-¡¿En serio?!.-Mi mano estaba empezando a masturbar su verga.
-¿Te pone cachonda?.
-Cuéntame ¿dónde y cuándo ?, o paro.-Dije sonriendo.
-Que zorra eres.
-Ya lo sé, pero eso te gusta ¿o no?
-Si.-Su voz salía un poco entrecortada.
-Pues dímelo.- Dije deteniendo mi mano.
-Fue en una fiesta de la universidad, había venido con su marido, nada más llegar me busco con la mirada, yo sabia... ¡oh Dios!, joder.
Me había metido su verga en la boca jugando con su glande, movía mi lengua despacio recorriendo todo su capullo rojo.
-Sabía que hacía tiempo que andaba detrás mío...¡Hostia!.
Disminuía los movimientos de mi boca manteniéndolo excitado pero sin dejar que llegara a correrse, me encantaba llevarlo a aquel estado.
-Después de la cena fuimos a una discoteca, se encargó de que su marido bebiera más de la cuenta, cuando vio que ya no se aguantaba lo sentó en un sofá y empezó a tontear conmigo, la saqué a bailar y sin dudar le metí la mano por dentro de sus pantalones pero estaban los compañeros y nos podían ver, así que salimos fuera de la discoteca y entre dos coches se agachó sacándome la verga.....¡Dios!Dios!Dios!... Aumentaba mis movimientos introduciéndome por completo su verga, la aguantaba notando como mi garganta se acostumbraba a su tamaño.
-Me la estuvo mamando hasta que se cansó, la levanté y apoyándola en un coche le baje los pantalones y se la metí, no hacía más que gemir de lo caliente que iba, me corrí en su coño.....¡Dioooooos!.
Pedro se corrió llenándome la boca, lo mire enseñándole su propia corrida y me la trague.
-Bueno, me voy que no llego.-Le dije con mi boca aún manchada de su corrida.
Me duché riéndome después de escuchar la follada que le metió a mi profesora, algunas veces pensaba si ella no estaba enterada de lo nuestro pues parecía que me odiaba, al tiempo descubrí que su marido la había pillado con otro en su cama y andaban con los papeles del divorcio de ahí su mal genio no sólo conmigo si no con todos mis compañeros.
Escogí mis pantalones negros de cuero, una camisa roja y un abrigo tres cuartos negro de piel, hacía un día asqueroso, estaba lloviendo sin parar con lo cual decidí coger un taxi y así evitarme el trozo desde la parada del metro a la sala de exposiciones, el taxi me acercó prácticamente a la puerta, todavía estaba sacudiendo mi abrigo de las gotas de agua cuando lo vi, malhumorado su taxi lo dejo más alejado que el mío y encima había metido un pie en un charco, no pude evitar reírme.
-Vaya día.-Dije sin poder ocultar mi sonrisa.-Lo siento...pero te he visto...
-Pues si.-Dijo riéndose.
Sus ojos se movieron por todo mi cuerpo sin disimulo alguno.
-¿Vienes sola?.-Dijo sin disimular su cortejo.
-Si, ¿tú también ?.-Me deje cortejar, no sé el porque me agradaba, su traje de corbata lo hacía apuesto, su barba de dos días lo hacía formal e informal al mismo tiempo.
-Que suerte la mía.-Dijo cediéndome el paso.
Un camarero nos esperaba con una bandeja de copas de cava de bienvenida.
-¿Una copa de cava?.-Samuel había cogido dos copas ofreciéndome una, ¡Dios!, sentí una corriente atravesando mi interior al ver aquel gesto, su ropa mojada con el pelo algo revuelto y ofreciéndome la copa.
-Soy más de vino pero venga.
-¡Samuel!.-En ese momento conocí su nombre, un hombre que estaba a unos metros de nosotros lo llamó, el hombre se disculpó de las personas con las que estaba hablando para venir a estrechar la mano de Samuel.
-Hola Jaime.-Me quede apartada pues me sentía una extraña no conocía a ninguno de los dos pero algo me retuvo.
-Viene contigo?.-Dijo repasándome igual que su amigo Samuel.
-Pues....-Samuel dudaba, mostró una sonrisa picarona.-Si ella quiere, si.
-Hola soy Carmen.-Decidí presentarme yo misma.
-Un placer Carmen.-Desde luego que habían ido a la misma escuela de seducción.-¿También amante de la fotografía?.
-Mi campo es más la pintura, pero desde luego que me gusta.
-Seguro que tienes más invitados.- Dijo Samuel mirándolo a los ojos.
-Claro, por supuesto , un placer Carmen, más tarde si quieres te puedo guiar por la exposición.
-Seguro que si.-Dijo Samuel espoleando a Jaime con la mirada, cosa que me hizo mucha gracia.
-Uhm, ¿qué ha sido eso?.-Dije con tono cariñoso.
-Nada, que se despista muy fácilmente y hoy es un día muy importante para el.
-Jaja, bueno pues nos vemos por ahí dentro.-Dije apartándome de el, sin duda si quería algo de mi se lo tenía que ganar.
-Si por supuesto.-Dijo contrariado.
Recorrí los pasillos buscando la fotografía que encajara con el tema de mi trabajo, era encontrar la profundidad de la fotografía en blanco y negro para después intentar transportarla a un lienzo y darle el color, de vez en cuando miraba a Samuel intentando que no me viera, notaba como el a la vez intentaba descubrir mi posición parecía un juego de niños jugando al escondite o al pillo pillo, se notaba que conocía a mucha gente pues lo retenían para hablar con el,seguí intentando concentrarme en mi trabajo aunque me estaba costando entre la resaca y la presencia de Samuel no conseguía centrarme, hasta que llegue a la que sería mi foto, una fotografía de dos metros en la cual había un negro que lo único que llevaba era unos collares tribales,recorrí con la mirada todo aquel cuerpo que daba la sensación que en cualquier momento movería sus ojos para mirarme, sus manos cruzadas detrás de su cabeza hacían que su tórax se marcara más dejando ver lo que hoy en día se dice las tabletas de chocolate, mi mirada fue bajando por su cuerpo hasta encontrar su pubis completamente plagado de vello y un aparato genital exuberante.
-¿Te gusta?.-Me asuste al oír la voz de Samuel, estaba tan metida en la fotografía que ni siquiera me había dado cuenta de su presencia.
-Es maravillosa.
-Sin duda.-Dijo riéndose, por supuesto que sabía el doble sentido de aquella pregunta.-¿Te gustaría ver la colección privada?.-Sus palabras acariciaban mi oído.
-No suena mal.-Mi voz era lasciva sabiendo perfectamente a lo que se refería.
-¿Ves aquella puerta del fondo?.-Samuel señalaba una puerta semi escondida detrás de un panel en el cual anunciaba las siguientes exposiciones.
-Si.-Dije mirando hacia dónde apuntaba.
-Voy a ir primero, te espero en tres minutos.-Dijo mezclándose entre la gente, comencé mi cuenta atrás sintiendo una corriente atravesar mi cuerpo.
Disimuladamente me fui acercando a la puerta como una chiquilla que quisiera salir de casa sin el permiso de sus padres, la puerta daba a una especie de almacén llena de cajas, Samuel estaba apoyado en una de las paredes.
-¿Dónde están las fotografías?.-Dije sonriendo.
-Uf, igual me he equivocado.-Samuel me ofreció su mano para atraerme hacia el.
Nuestras bocas se comieron sin dar tregua, mientras mi manos desabrochaba el botón de su pantalón y el hacia lo mismo con el mío, creo que esa fue la vez que menos tiempo tarde en desprenderme de mi pantalón, Samuel me giro para que me apoyara sobre la pared y después de humedecer mi coño con su lengua me empotró literalmente, los dos mirábamos hacia la puerta con miedo que en cualquier momento pudiera aparecer alguien, por suerte Samuel se concentró en lo que estaba haciendo y consiguió sacarme un par de orgasmos, ¡Dios!, que bien follaba el condenado.
Después empezamos a quedar con la excusa de ir a exposiciones juntos, poco a poco nos fuimos conociendo hasta que empezamos a salir, yo mantuve mi relación con mi profesor hasta el día antes de mi boda,vaqueo diablo complací con una de sus fantasías, era nuestra última noche juntos, me llamó por la mañana pidiéndome que por la noche lo recibiera con un salto de cama transparente que me regaló, deseaba darme una sorpresa como despedida, estuve todo el día nerviosa pensando en la noche sin saber a qué se refería, al llegar las diez de la noche sonó el timbre de casa al abrir la puerta vi una sonrisa en Pedro, venía acompañado de José otro profesor y muy amigo de Pedro, enseguida supe lo que quería, una de sus fantasías era verme con otro hombre, José se le notaba nervioso seguramente jamás hubiera pensado tirarse a una de sus alumnas y esa noche quizás fuera consiguiera realizar su sueño, no lo pensé lo abrace y hundí mi lengua en su boca haciendo que sus nervios desaparecieran, acabamos la noche con un maravilloso trío, aquella noche entre dos maduros cerró mi soltería, por supuesto que Samuel nunca se enteró, pero a partir de ese día jamás volví a ver a Pedro, él lo entendió perfectamente incluso se alegró pues su mujer llevaba tiempo sospechando algo, llevaba tiempo pensando en romper nuestra relación, y desde ese día siempre fui fiel hasta...
Después de sacar mi carrera y un master por fin nos casamos, yo tenía veintitrés años y Samuel treinta y dos, a nuestras familias no les hizo mucha gracia por nuestra diferencia de edad pero tampoco les hicimos mucho caso, nos trasladamos a una vieja masia a las afueras de Barcelona donde teníamos espacio para mí taller de pintura y un pequeño estudio de fotografía.
A los dos años tuvimos una crisis matrimonial, yo quise dedicarme profesionalmente a mi pintura, ese era mi sueño, me pasé muchos años estudiando y recorriendo todos los museos aprendiendo de los clásicos; Estaba preparada para ello, pero bajo mi punto de vista Samuel fue egoísta, no me apoyó en absoluto, su punto de vista era que no me podría ganar la vida con mi pintura, yo entendí en esa afirmación que no me consideraba lo suficiente buena, aquello estuvo a punto de separarnos, después de un duro año en el que incluso creo que Samuel me fue infiel, jamás descubrí quien era ella, pero sé que que había otra, después de ir a una psicóloga de parejas conseguimos solucionar nuestro matrimonio, sobre la pintura cedí y me olvidé de mi sueño, me dediqué a la docencia, pero siempre quedo un poso de resentimiento, desde ese día en mi mente solo estaba el reproche de que Samuel podía dedicarse a su afición que era la fotografía y yo me tenía que conformar con pintar y amontonar mis pinturas en mi pequeño estudio.
Un treinta de junio, estaba dando mi última clase cuando entró un mensaje en mi móvil, era Alejandro, un compañero de la facultad.
13:40 Alejandro
-Tengo una buena noticia que darte
13:42 Carmen
-??
13:45
A qué hora acabas?
-14:00
-Ok, quedamos en mi despacho.
-Ok.
Me quede pensando qué podía ser tan importante, al oír la campana todos mis estudiantes salieron en masa, era viernes y tenían todo un fin de semana por delante, recogí mis libros y salí hacia el despacho de Alejandro.
-Carmen!.-Dijo al verme entrar en la oficina.
-¿Qué pasa?.-Alejandro tenía los ojos abiertos de par en par.
-Te gustaría tener tu galería de arte?
-A ver, repite.-Dije con cara de alucinada.
-Te gustaría tener tu galería de arte?.-Dijo repitiendo la pregunta más despacio.
-Tu estas loco?¿a qué viene esto es una broma?.
-No, no es ninguna broma, conozco a una persona que busca pintores noveles para exponer, y te puedo asegurar que es muy importante en el mundo del arte, tanto él como su mujer son dos de los marchantes más influyentes de Europa.
-A sí, ¿y de que lo conoces?.
-Lo conozco a través de un amigo....pero que más da eso, lo importante es que le he hablado de ti y quiere conocer tu obra.
-¿Mi obra?, ¿Qué obra Alejandro ?, si mis cuadros los consideras una obra creo que le tendrías que llamar para disculparte por tu ignorancia.-Dije enfadada de que hubiera hablado por mí y menos intentando dar un valor a mis cuadros que sin ser modesta no creía que tuvieran.
-Eso no te lo crees ni tú, le he enseñado las fotos que tengo de tus cuadros y en su cara he visto admiración.
-Que no, que no Alejandro.-Dije negando con la cabeza.
-¿Pero porqué no?, mira vamos a hacer una cosa...
-Que no.-Dije sin dejarlo acabar.
-¡Joder!, déjame acabar por lo menos, y si no quieres me mandas a la mierda¡hostia!. -Alejandro para mi sorpresa parecía enfadado.
-A ver.-Dije no muy convencida.
-Hemos quedado en su despacho...
-¿Hemos?, ósea ya has quedado sin saber mi opinión.-Cada vez me estaba irritando más.
-Si, si,si¡hostia!, he quedado con él para esta tarde a las cuatro, hablas con él y luego lo mandas al cuerno si quieres, hazlo por mí.-Dijo poniendo cara de niño bueno.
-¿Qué sacas tú de todo esto?.-Dije frunciendo mi ceño.
-¿Una pequeña comisión?.-Sus hombros se encogieron formando una figura cómica, solo le faltaba la nariz de payaso.
Ese detalle me llegó al corazón, hacia un año que se divorció, Mari su mujer lo pillo follandose a una joven estudiante de apenas diecinueve años, por supuesto que yo lo sabia pero ¿quién era yo para criticarle?, lo malo era que tenía un hijo y eso le costaba mucho dinero cosa que con su sueldo de maestro tenía que hacer maravillas para poder llegar a final de mes.
-Vale.-Dije con desgana.-Pero no te prometo nada.-Dije viendo que Alejandro me quería abrazar contento por mi decisión.
-Me conformo con que hables con el.
-Había quedado con Samuel para comer, me podías habérmelo dicho con más tiempo.-Dije mirando mi teléfono pensando en que le diría a Samuel, tampoco quería contarle nada pues no estaba segura de que como saldría todo aquello, si aquello no funcionaba corría el riesgo de volver abrir nuestra herida.
14:20 Carmen
Cariño se me había olvidado de que tengo una reunión de profesores y no podré comer contigo, lo siento, no te enfadas verdad?.
Cuando comprobé que le había entrado el mensaje guarde el teléfono en mi bolso.
-¿Dónde tiene ese hombre el despacho?.-Dije algo mosqueada por tener que mentir a Samuel, aunque sabía que era una tontería y en el fondo lo hacía por el me sentía mal de hacerlo.
-En Vallvidrera, así que tenemos que coger un taxi si no no llegaremos.
Vallvidrera es la zona donde vive la gente más adinerada de Barcelona.
-Joder! Con tu amigo.
-Esta montado en el dólar.-Dijo Alejandro guiñándome un ojo.
-Más vale que no sea un fantasma y me haga perder el tiempo.-Dije cogiendo mi bolso.
-Ya te aseguro que no.-Dijo Alejandro abrazándome cariñosamente.
-Vamos embaucador.-Dije separándome de él para salir de su despacho.
Mientras el taxi atravesaba la ciudad iba repasando todos los cuadros que tenía amontonados en la bodega de la masia, intentaba recordar los que creía más importantes, podrían sumar entre los acabados y bocetos unos doscientos cuadros, pero en ningún caso creía.
-¿Cómo se llama tu amigo?.-Dije viendo el rostro nerviosos de Alejandro.
-Santiago Contreras, y no es que sea mi amigo, simplemente es un conocido de un amigo.-Dijo algo molesto por mi comentario, no hice caso sabiendo que los nervios hablaban por el, no llevaba muy bien lo del divorcio y eso le pasaba factura, pero es lo que tiene ponerle los cuernos a tu mujer y que te coja con los pantalones en los tobillos, subíamos por la falda del Tibidabo adentrándonos entre los Pinos, al final una gran verja nos dio la bienvenida.
-Sr. Santiago?, ya estamos aquí.-Alejandro había llamado para que nos abrieran las puertas.
Al momento se abrieron dejándonos el paso libre, después de un par de minutos entre la forestación llegamos a una impresionante casa colonial.
-No veas el casoplon.-Dije alucinada al ver aquella mansión.
-Ya te lo dije está forrado.
Alejandro se empeñó en pagar el taxi que por supuesto no le iba a salir barato pero ya que había sido idea suya no lo impedí.
-Buenas tardes!.-Nos saludo Santiago desde la terraza.
-Buenas tardes.-Respondimos levantando la cabeza Alejandro y yo.
-Pasad está abierto, subir al primer piso estaremos mejor.-Dijo ocultándose en la casa.
Al entrar en la mansión me di cuenta que allí se respiraba arte por los cuatro costados, una estatua de cobre nos daba la bienvenida, sin duda era de un autor italiano bastante conocido, seguí a Alejandro por unas escaleras de mármol blanco observando las pinturas que colgaban de la pared, a medida que ibas subiendo podías ir observando toda una colección de pinturas del Romanticismo, Velazquez en lo alto de la escalera Santiago estaba de pie esperándonos, vestía un traje que seguramente no sería muy barato, él se veía en lo alto de la escalera dando la impresión del poder que podía ejercer sobre nosotros, cosa que me molesto pero tengo que reconocer que me impresionó.
-Gracias Carmen por venir.- Dijo besándome en las mejillas, percibí su perfume tan embriagador como el.
-Gracias a usted por invitarme.-Dije sorprendida por aquel recibimiento, yo iba preparada para encontrarme con alguien en un frío despacho.
-Santiago, por favor, aunque parezca mayor solo tengo cincuenta años.-Dijo sujetándome la mano.
-No lo parece. -Y era verdad, tenía un rostro bastante bronceado, su pelo canoso pelo bien peinado y una ligera barba que tiraba a canosa pero que en ningún caso lo afeaba, y sobre todo sus ojos, grises profundos que parecían leerte la mente.
-Ya se ha ganado mi corazón.-Dijo pasando la mano por mi cintura para guiarme por una inmensa galería, me sentía rodeada de arte, seguro que habría museos que no tuvieran tantas obras como en aquella casa.-Veo que le gusta mi casa.-Dijo mientras caminábamos.
-Desde luego,no se para que me necesita a mi teniendo todas estas obras.
-Una buena pregunta Carmen, mi familia lleva más de cien años en el mundo del arte, pero para avanzar siempre es bueno descubrir a los jóvenes artistas es una manera de reciclar el pensamiento, imagínese que se hubieran quedado en el Renacimiento y no hubieran apostado por el Romanticismo, la historia se hubiera perdido tantas maravillas.-Santiago tenía una voz melosa, su mano colocada sobre mi cintura me transmitía el calor de sus palabras mientras me emborrachaba de las imágenes que rodeaban aquellos pasillos.-Por eso siempre mi familia apostó por las nuevas generaciones.-Dijo mirándome profundamente.
Al final llegamos a un salón presidido por una mesa de roble que hacía de despacho, la mano de Santiago había permanecido inamovible en mi cintura durante todo el recorrido y me sorprendí al no sentirme molesta por ello, no busque nada sexual en aquel gesto si no una manera de transmitir un acercamiento al sentido de mi presencia.
-Sentaos.-Dijo señalando dos sillas de madera tallada.
Alejandro y yo nos sentamos observando cómo Santiago se sentaba detrás de la mesa, daba la sensación de que estábamos como dos fríos delante del director esperando sus órdenes, la mesa estaba separada lo justo para que sintieras la diferencia de clase.
-Quiero que sepas que tienes talento.-Fueron sus primeras palabras, había apoyado los codos sobre la mesa para cogerse las manos, en una de ellas sobresalía un anillo con algún tipo de sello en oro.-Se que dudas de ello y por eso existimos nosotros, para abrir los ojos de los artistas que dudan y normalmente son los mejores, nunca apostaría por alguien que se creyera el mejor, si una persona se cree que está por encima de las otras jamás avanzará y su obra ira cayendo como las hojas de un árbol en otoño, por el contrario el que cree que su obra no es importante siempre permanece en lucha consigo mismo para mejorar y exprimirse buscando su obra.-Oía como salían las palabras de su boca suavemente pero firmes, como destilaba conocimiento por cada poro de su piel, me sentía atraída como las muchachas de Hamelín siguiendo el sonido de sus flautas.
-Si eso está bien, pero no creo que sea mi caso.-Dije un poco avergonzada, cosa extraña en mi.
-¿Que te parece si eso lo decido yo?.-Dijo dibujando una sonrisa.-Me enseñas lo que tienes y decidimos juntos lo que quieres hacer, ¿cuántas obras tienes?.
-No se unas cien, bueno no todas están acabadas, pero más o menos esa sería mi colección, pero no...
-Muy bien,¿ cuando podré verlas?.-Dijo sin dejarme acabar.
-No se, que le parece si le llamó para fijar una fecha.
Notaba como aquello se me estaba yendo de las manos, Santiago era tan convincente y seguro que no te daba tiempo a reaccionar que ya te tenía en sus redes.
-Me parece bien.-Dijo levantándose de la silla.
Me di cuenta que Santiago había manejado toda la conversación sin dejarme entrar en ningún momento, había accedido a todo sin rechistar como una niña pequeña delante de su padre.
Hicimos el recorrido a la inversa y volví a sentir la mano de Santiago sobre mi cintura transmitiéndome una seguridad que en aquel momento necesitaba, seguía sin acabar de estar segura de que mis cuadros tuvieran el valor que él y Alejandro le daban, al llegar al principio de las escaleras se detuvo para despedirse con dos besos en mi mejilla, note su fina barba rozando mi piel.
-Espero noticias tuyas, ojalá sea pronto.- Santiago sacó una tarjeta del bolsillo de su americana y me la ofreció, me di cuenta que su mano en ningún momento había abandonado mi cintura, y no es que me sintiera agredida o acosada si no que yo simplemente lo había asimilado sin preguntar el porque.
-Si, no se preocupe.-Mi voz sonó tímida, cogí la tarjeta y Santiago retiró la mano de mi cintura y fue como si me hubiera dejado libre.
-De vuelta a casa iba pensando en qué hacer con Samuel, mi lucha era decirle algo o no, si se lo decía y al final no llegaba a nada habría perdido el tiempo y nos habríamos ilusionado tontamente, saque mi móvil para ver si Samuel me había contestado.
14:35 Samuel
Tranquila como algo en la oficina y nos vemos más tarde en casa, te quiero.
Al llegar a casa lo primero que hice fue bajar al estudio, necesitaba ver mis cuadros e intentar encontrar el valor que Santiago había dicho, allí había quince años de mi vida, me sentía inquieta, decidí subir y tomarme una copa de vino para tranquilizarme, cogí una botella de Cabernet Sauvignon y me llené la copa hasta el borde, sentía como bajaba el vino por mi garganta haciendo desaparecer mis nervios por un segundo, tras beber volví a bajar al estudio con la botella en una mano y la copa en la otra, repase uno por uno todos los cuadros hasta que llegué al favorito de Samuel, era un autorretrato mío, estaba sentada de espaldas en un taburete desnuda, delante de un lienzo en blanco, había sido un regalo que le hice en nuestro primer aniversario, se podía ver el final de mi espalda dejando ver mis nalgas desnudas, me quedé mirando ese cuadro, sin duda que aquel cuadro no iba a salir a ninguna colección, pero me descubrí pensando en Santiago viéndolo, analizando cada línea de el, con aquella ternura de su voz, quizás me pidiera que hiciera otro para el, no sé si era el efecto del vino pero sentí como mis pechos se ponían duros y una sudoración emergía por mis poros, no podía quitar la vista de mi cuadro a la vez que veía la imagen de Santiago delante de él, volví a llenar mi copa para vaciarla de un solo trago, apague las luces y subí las escaleras corriendo como si con ello todas las imágenes se pudieran quedar en el estudio a la vez que mi cabeza decía que de ninguna manera ese cuadro saldría de mi casa.
Sobre las diez llegó Samuel disculpándose por haber llegado tan tarde, normalmente sobre las nueve ya estaba en casa, algo de un cliente...no se la verdad es que entre el vino y el asunto de Santiago sentía dolor de cabeza con lo cual hasta agradecí su retraso, me disculpé y me fui a adormir.
Me pasé la semana nerviosa dándole vueltas al asunto, sacaba la tarjeta de mi bolso la miraba y la volvía a meter, así hasta que un lunes a las dos de la tarde sonó el móvil, el número era desconocido pero algo dentro de mi brincó, no puedo decir el porqué pero supe que era Santiago.
-¿Si?.-No me daba cuenta que estaba apretando con fuerza el móvil mientras que la otra mano apartaba un inexistente pelo de mi cara.
-¿Carmen?.-No me había equivocado.
-Hola Sr.Santiago.
-Esperaba tu llamada,¿ocurre algo?.- Su voz era inconfundible, sereno pero en el fondo autoritario.
-No nada...he tenido mucho trabajo y bueno...no he podido ponerme en el asunto.- Eres idiota, di que no y punto pensé.
-Siento oír eso, pero creo que sería interesante para ti, podemos hacer una cosa, esta noche paso a buscarte junto a mi esposa y cenamos, te va bien sobre las ocho.-Ni tan siquiera espero mi contestación.-Pásame tu dirección.
-Si, esta bien.-Ni siquiera me había dado cuenta que había aceptado.
Cuando colgué notaba como mis manos temblaban, y lo peor era que desconocía el motivo, podía llamarlo y decirle que no quería exponer mi obra, pero por otro lado sentía algo dentro que me empujaba a hacerlo, quizás fuera el momento de perder el miedo y dejar que el público me examinará, pero estaba el problema de Samuel, ¿que hacía?, como si fuera una autómata escribí la dirección de mi casa y se la mandé.
Eran las ocho de la tarde cuando sentí la puerta de casa, era el momento de decírselo y que pasase lo que Dios quisiera, estaba arreglada para salir, me había puesto mi mejor vestido, era de cuerpo entero con un escote palabra de honor, fue un regalo de Samuel por mi aniversario, había estado en esa casa y sabía que no podía ir de cualquier manera, mis zapatos de tacón no me permitirían andar durante mucho rato pero ese no sería el caso.
-¡Carmen!.-Dijo Samuel abriendo los ojos.-¿Qué me he perdido?.-Sentí sus labios besando mi boca.
-Esta noche hay una cena de gala en la universidad para recaudar dinero, no te he dicho nada porque sé que odias estos eventos.-Me sorprendí mintiéndole.
-Si cariño, has hecho bien, los odio.-Dijo separándose de mi.
-Te he dejado la cena preparada encima de la mesa del comedor, no creo que venga muy tarde.-Jamás le hacía la cena pero creo que mis remordimientos influyeron bastante.
-¡¿y eso?!.-Oí decir desde la habitación.
-Me sentía culpable de dejarte solo.-En cierta manera no le estaba mintiendo.
-No seas tonta cariño, no pasa nada.-Decía riéndose cariñosamente.
Sentí el sonido de un claxon, sin duda era mi coche.
-¡Me voy Samu!.-Dije alzando la voz.
-¡Vale!, ves con cuidado.-La voz de Samuel se mezclaba con el ruido del agua de la ducha.
Un Mercedes con los cristales tintados esperaba en la puerta de casa, por un momento sentí pánico que Samuel pudiera ver aquel coche, me notaba idiota de tener tanto secretísimo por una tontería como aquella, sin darme cuenta acelere para alcanzar los escasos Díez metros que me separaban del coche, por suerte Samuel estaba duchándose y desde el lavabo no podía ver la puerta principal, un hombre perfectamente uniformado me esperaba con la puerta abierta.
-Buenas noches Sra. Carmen.-Dijo nada más llegar.
-Buenas noches.-Dije deseando que arrancara lo más rápido posible.
Me sentí más aliviada cuando el coche quedó fuera de la línea de visión de cualquier ventana de la masia, a medida que nos acercábamos a la casa de Santiago un nudo se apoderaba de mi estómago, mi cabeza no dejaba de darle vueltas a todo aquello, me auto convencía de que simplemente esa noche cenaría y buscaría la manera de rechazar la oferta, lo sentía por Alejandro pero tenía que terminar con todo aquel asunto, tenía mis clases y era feliz con ello no necesitaba nada más.
Al llegar a la verja notaba mis manos húmedas, la puerta se abrió automáticamente dejando el paso libre, si de día aquella era bonita de noche se multiplicaba por diez, alumbrada con focos a la inversa resaltaba en la oscuridad del bosque dándole un halo especial, al llegar el chofer se bajó y directamente me abrió la puerta, al momento apareció Santiago en la puerta de la casa, su traje había mudado de color pero seguía siendo igual de elegante.
-Buenas noches Carmen.-Santiago me cogió por los hombros para volver a sentir su fina barba sobre mis mejillas.-Me alegro mucho que hayas venido.-Otra vez su mano en mi cintura guiándome hacia el interior de la casa.
Atravesamos una gran sala en la cual no había un solo rincón que no hubiera algún cuadro o escultura mis ojos se volvían locos intentando admirar cada detalle sin dejar de seguir andando.
-¿Todos son suyos?.-Le pregunté sin dejar de recorrer con la vista cada rincón de la sala.
-Prácticamente todos, más que míos son de la familia, muchos años en este mundo.
Notaba como su mano no sólo estaba apoyada en mi cintura sino que se aferraba sintiendo la fuerza de sus dedos sobre ella, se conocía que era un gran seductor, hacía que te sintieras acunada por su voz transmitiendo una serenidad.-Pero ven me gustaría mostrarte algo.-Dijo guiándome hacia una esquina donde ante mi sorpresa se encontraba "El carro de heno" del Bosco, no me lo podía creer, allí estaba uno de las pinturas más fantásticas que una persona pudiera apreciar.
-¿Es...?.-Dije sin acabar de créeme que fuera cierto.
-El carro de heno.-Dijo afirmando.-Santiago había apoyado sus manos en mis hombros como si quisiera hacerme un masaje, yo estaba hipnotizada admirando la obra de uno de mis pintores favoritos, precisamente mi tesis se basaba en su ostracismo e influencia sobre Felipe II.
-No me lo puedo creer, ¿pero no está en el Prado?.-Dije sintiendo sus manos acariciando mi cuello.
-¿Seguro que el del Prado es el auténtico ?.-Sus palabras salieron muy cerca de mi oreja, eran como susurros.
-Si...no, no lo sé.-Mi piel comenzaba a erizarse por el contacto de sus labios en mi cuello.
-Acércate más y mira su trazado, aquí tú eres la experta.-Dijo acercándome más al cuadro.
Me sentía como una niña pequeña, sus manos acariciaban mis hombros mientras yo estaba en un sueño, los trazos del pincel tan característicos, la luz reflejada sobre los rostros, sin duda eran de el, sentía como mis pezones se erizaban sintiendo los labios de Santiago en mi espalda descubierta.
-Que dice le experta?.
-En un principio si, aunque es muy difícil por la cantidad de imitadores que tuvo.-Dije intentando mantener la cordura.
-Exacto, su obra se conoció después de su muerte, sé que tu obra es y puede ser excelente, maravillosa.-Sebastián hablaba a la vez que acompañaba cada elogió con un pequeño beso en mis hombros, mis manos se cerraban intentando soportar tal tortura, me atraía eso estaba claro, mi cuerpo no mentía, mis pechos estaban duros y la humedad inundaba mi intimidad como el relente de la noche, no me atrevía a darme la vuelta para mirarlo, si lo hacía estaba perdida, hacia mucho tiempo que mi vida cargada de infidelidad había pasado, era una mujer casada...casada...casada, me decía repetidamente como si fuera una vacuna contra la felonía.
-Cariño!.-Me quedé de piedra al oír la voz de una mujer.-No me has presentado a nuestra invitada.
Me giré en redondo para ver a la propietaria de aquella voz, una mujer alta, una blusa abierta prácticamente hasta su ombligo sujetando milagrosamente sus grandes pechos en el interior junto a una falda larga abierta por un costado que dejaba ver sus pierna morena hasta el inicio de sus bragas nos observaba desde la otra esquina de la sala, desconocía cuánto tiempo llevaba allí y lo que podía haber visto.
-Perdona querida, un descuido por mi parte.-Santiago seguía con sus manos en mis hombros sin importar que su mujer lo viera, cosa que me trastocó sintiéndome como un juguete en sus manos.
La mujer se acercó despacio hacia nosotros como tomándose el tiempo necesario para poder observarme con sus ojos color avellana, su melena estaba recogida en un maravilloso moño dejando al descubierto un largo cuello, sus tacones replicaban contra el suelo provocando un estremecimiento desconocido por mi, transmitía poder, seducción, pasión y deseo.
-Hola querida, soy Isabel y tú serás Carmen, la mujer que tiene tan ocupado a mi marido.-Una sonrisa apareció en sus labios dejando al descubierto unos maravillosos dientes blancos, Isabel beso mis mejillas dejando un ligero rastro del carmín en mi rostro acompañado por su perfume que sin dudar era francés.
-Si, aunque creo que su marido da demasiado valor a mis cuadros.-Dije notando como me subían los colores, Santiago había cambiado mis hombros por mi cintura.
-Carmen, no subestimes a mi marido, el tiene buen ojo para el arte aparte de para otras cosas.-Dijo mirando a susodicho.-¿Ya le has enseñado su taller?.-Me quede helada al escuchar aquellas palabras.
-No Isabel, ¿qué te parece si lo haces tú?, yo iré abriendo una botella de champán para brindar por esta nueva etapa de Carmen.-Yo seguía fuera de juego, ni tan siquiera había aceptado y ya lo daban por hecho.
-Me parece estupendo.-Isabel se acercó a su marido dando un beso efímero en los labios.-Ven acompáñame, sé que te gustará.-Isabel cogió mi mano para guiarme otra vez por aquella sala, al salir subimos por unas escaleras de caracol que habían detrás de unas columnas hasta lo más alto de la mansión, un pequeño pasillo nos llevó hasta una puerta.
-¿Preparada?.-Dijo Isabel mirándome a los ojos, yo sentía emoción a la misma vez que una excitación recorría todo mi cuerpo.
Al abrir la puerta unos fluorescentes se fueron encendiendo permitiéndome apreciar la gran sala que se abría ante mi.
-Ven.-Isabel me llevo en volandas al interior.-Esos ventanales te darán la mejor visión de un amanecer que jamás hayas visto, puedes ver nacer la ciudad ante tus ojos, es una lástima que sea de noche y no puedas apreciar la vista, pero ya tendrás tiempo.-¿Te gusta?.-Me preguntó cogiendo mis manos como si fuéramos adolescentes.
-Yo...yo no sé si todo esto es demasiado...no se.-Me era imposible decir una palabra con sentido, todo aquello había sido tan repentino.
-Tranquila mi niña, tú lo vales.-Isabel cogió mi cara como si fuera una niña pequeña y me besó sutilmente los labios.-Y ahora vamos a blindar por todo lo que nos espera juntos.
Baje las escaleras detrás de ella intentando darle sentido a todo aquello, Isabel dejaba un rastro de perfume guiándome hacia un laberinto del cual desconocía si conseguiría salir, todo aquello era un remolino de emociones contradictorias, deseaba hacerlo, pero ¿y Samuel ?, ¿que pasaría después de romper aquel hechizo y volver al mundo real?, no deseaba volver a pelear con mi marido, lo conocía de sobras para saber que no daría su brazo a torcer, y sobre todo le había mentido diciéndole que iba a una cena de la universidad.
Entramos en un salón inmenso donde los frescos luchaban por escaparse de sus paredes, reproducciones de Goya, Velazquez digo reproducciones pues me sería imposible asimilar aquellos cuadros fuera de museos, una chimenea cubierta ayudaba a la escasa luz para poder adivinar entre sombras dos sofás cuyas patas estaban talladas representando garras de águilas atrapando lo que parecía una cabeza humana, la luz crispadura de la chimenea resaltaba la figura de Santiago ofreciéndome una sonrisa triunfadora.
-¿Y bien?.-Dijo Santiago ofreciéndome una copa de champán.-¿Qué te parece tu nuevo estudio?.-Santiago se había despojado de su traje y ahora bestia una larga bata de seda.
-No lo sé, necesito tiempo para decidirme.-Dije aceptando la copa.
-Si me disculpáis quisiera ponerme más cómoda.
Isabel nos dejó a solas, los ojos de Santiago se clavaron en los míos haciéndome sentir nerviosa, unos ojos verdes que parecían introducirse en mi mente descubriendo todos mis secretos.
-¿A qué tienes miedo Carmen?.-Dijo atrapando mi mano suavemente, para llevarla a sus labios.
-Samuel...el..bueno hace años tuvimos algunos problemas acerca de todo esto, y no sé si quiero volver a pasar por lo mismo.-Los ojos de Santiago me miraban a la vez que una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
-Mi querida niña,no puedes dejar que los demás elijan por ti, has de tomar tus propias decisiones, dime si no deseas pintar y exponer tu obra ¿no lo deseas?, piénsalo todo lo que tú quieras, tomate tu tiempo pero en el fondo sabes que tengo razón.-Santiago acariciaba mi mejilla con el torso de su mano, sentía el contacto de su anillo bajando hasta mi barbilla para volver a subir de nuevo, quería atrapar esa mano entre mi cara y el hombro, que se detuviera, sentí unas manos acariciando mis hombros y al momento unos pechos se apoyaron en mi espalda, me tenían en medio de los dos, Santiago llevo mi mano a su pecho entre la bata descubriendo su cuerpo desnudó, Isabel pasó las manos por mi costado sujetando mis pechos como si se los ofreciera a su marido, era como si el tiempo se hubiera detenido e igual que el sonido, una película muda en la cual solo se ven las imágenes descubriendo cada rasgo de los rostros, rostros que hablan sin decir nada, los ojos de Santiago brillaban observando mis pechos desnudos ofrecidos por Isabel,mi mano se deslizaba por su pecho hasta su cintura, me descubrí desatando el lazo, Isabel besaba mi cuello a la vez que acariciaba mis pezones, la bata se abrió descubriendo una magnífica verga semi erecta, a penas tenía vello, mi mano sin preguntar siquiera la atrapó sintiendo todo aquel cuero caliente, intentaba abrir la boca para aspirar una bocanada de aire, el fuego de mi cuerpo me estaba ahogando de placer, notaba mis pechos duros agarrados por Isabel, una mano se posó en mi cabeza indicando el siguiente paso, mis rodillas tocaron el frío suelo, mi mirada clavada en los de Santiago como si esperara el visto bueno para comenzar, sus ojos me confirmaron que tenía el permiso para degustar y complacer mis instintos más primitivos, mis glándulas salivales se llenaron de su sabor, su cuerpo ocupó toda mi cavidad, la mano de Santiago indicaba el ritmo que deseaba llevar, su verga crecía en mi interior haciendo que mi boca tuviera que abrir mucho más para poder acogerla por completo, la cremallera de mi vestido descendía gracias a los dedos de Isabel, mi cuerpo medio desnudo entre ellos dos, Santiago detuvo sus embestidas y alzándome por los brazos permitió que mi vestido quedase arrojado a mis pies, Isabel me giro para entregarme su lengua que admití como parte de mi ser, nuestros labios se humedecían de nuestras salivas sin poder distinguir cuál era cual ya era un solo todo, mi tanga fue una débil defensa para Santiago, las sentí en mis tobillos y mecánicamente levanté un pie y luego el otro para ahora sí quedarme totalmente desnuda ante ellos, Isabel no perdió un segundo para acariciar mi secreto más guardado, su dedos se movían con maestría sobre mi vulva mientras nuestra lenguas ya eran compañeras de viaje, unos dedos separaron mis nalgas dejando mi oscuro agujero a merced de unos labios conspiradores, mi hueco quedo inundado por la lengua de Santiago, una y otra vez la sentía barriendo todo el canal que unía mi ano con mi coño juntando su boca con los dedos de Isabel profanando mi interior, me sentía ocupada por sus cuerpos sin darme tregua a ningún tipo de defensa, Isabel me cogió de la mano para llevándome desnuda tan solo mis zapatos de tacón eran testigos de que estuve vestida, pasamos por un pasillo mientras Santiago iba detrás nuestro seguramente recorriendo mis desnudas nalgas, Isabel me detuvo delante de una puerta apoyándome en ella, sentía el frío en mi espalda, me sujetó por mi cabello como si fueran unas riendas para guiarme al interior de la habitación, una habitación cargada de espejos donde resaltaba una cama redonda, una pobre luz roja era la única iluminación de la habitación, Isabel me llevo de mis pelos hasta sentarme en el borde de la cama, aprecie en sus ojos la lujuria del momento, se apartó su bata para descubrir unos labios hinchados deseando ser untados, poco a poco fue acercando su cuerpo hasta que pude sentir el olor de su coño llenando mis fosas nasales.
-Saca la lengua.-Dijo susurrando, sentí que en mi cuerpo afloraba los fluidos del placer, simplemente la saqué para que ella realizará el acoplamiento, movía su pelvis como si cabalgará una yegua.
-Tus dedos cariño...usa tus dedos...-Su voz emergía de lo más profundo, jamás había estado con una mujer pero sabía lo que quería de mi,Santiago se sentó a mi lado observando mientras se masturbaba, la mano de Isabel me apretó con fuerza descargando todos sus fluidos en mi boca y durante unos segundos contemplé como se retorcía dejando escapar su orgasmo.
Nuestras bocas se volvieron a encontrar mezclando sus fluidos entre estas, Santiago me tumbó en la cama delicadamente como si fuera una muñeca de porcelana, enseguida noté sus labios recorriendo mi cueva, lamiendo cada parte de mi ser, Isabel besaba mis pezones con algún mordisco que otro absorbiéndolos como intentando arrebatármelos.
Necesitaba que me follara ya no aguantaba más aquel estado de embriaguez y por suerte como si me hubiera leído el pensamiento comencé a notar como mi coño se iba abriendo para dejar paso a la verga de Santiago, despacio y sin prisa...parecía que era su estilo pero lejos de eso al momento fue aumentando la velocidad hasta notar como mi cuerpo rebotaba en la cama sintiendo que me llenaba por completo, Isabel se colocó en mi cara de forma que aquellos labios aún mojados por el orgasmo fueran de nuevo invadidos por mi lengua, mis gemidos eran silenciados en su coño,uno...dos orgasmos llenaron mi cuerpo vaciándome por completo y antes de sentir el semen de Santiago inundándome Isabel volvió a correrse, un bufido delató que mi amante estaba por acabar, se salió llenándome mi vientre con su caliente semen.
-Eres fantástica.-Dijo Isabel antes de besarme.
Santiago se levantó sonriendo anudándose la bata.
-Has estado genial, vamos a tomar esa copa de cava.
Isabel y yo lo seguimos simplemente manteníamos los zapatos puestos, Isabel me cogía de la cintura como si fuéramos las mejores amigas del mundo, mi cabeza daba vueltas pensando en lo que acababa de ocurrir pero sería mentira si negaba lo obvio, me había gustado y no tenía ganas de que acabara así que imite a Isabel cruzando mi brazo por debajo del suyo mientras seguíamos a nuestro hombre hacia la habitación.
Nos sentamos en el sillón esperando a que Santiago nos ofreciera esa copa, él se sentó en medio de las dos levantó la copa para brindar.
-Por tu futuro y el nuestro.
Nuestras copas chocaron el aire haciendo que alguna gota cayera sobre mis piernas desnudas.
-Me gustaría que vinieras conmigo a un par de actos, allí hay gente muy influyente que te acabarán de convencer.-Dijo depositando la copa sobre la mesita de Luis XV para pasar su brazo por mi espalda.
-No...se Santiago, no creo que esté preparada para esto...
Sus labios taparon los míos sin dejar que siguiera hablando, instintivamente mi mano se volvió a colar entre su bata agarrando su verga en reposo.
-Eres todo un descubrimiento.-Dijo agachándome la cabeza en dirección nuevamente entre sus piernas, me fui agachando hasta quedarme de rodillas desaté la bata y volví a engullir aquella verga, vi que Isabel se levantó saliendo de la sala, supuse que esa vez solo estaría con el pero al poco tiempo escuché el ruido de sus tacones acercándose, sus manos hicieron que me incorporará lo justo para poder tener acceso a mi coño, su lengua jugo con mi coño primero y luego se dedicó a mi ano,un dedo comenzó a penetrar mientras Santiago me mantenía pegada a su verga totalmente dura en mi boca, un dedo...dos...tres y entonces sentí una verga distinta...en cierta manera sin vida simplemente un cuerpo que peleaba con encontrar la entrada a mi puerta trasera hasta que poco a poco consiguió penetrar, Isabel agarró con fuerza mi cintura dando unas nalgadas primero, me sentía totalmente abierta por aquel cuerpo, Santiago dejó libre mi cabeza e hizo que me clavara yo misma su verga, se detuvieron un momento hasta que estuvimos acoplados y entonces iban intercambiando las embestidas, la habitación se lleno de gemidos por todas las partes, aquellas obras de arte estaban viendo cómo me follaban entre los dos, y todo había sido tan rápido que no tuve tiempo de asimilarlo, Sebastián me apretó con fuerza contra él dejando que su semen me llenara por completo, Isabel continuó perforando mi lado oscuro hasta que sentí como me corría de nuevo.
A las tres de la mañana salía de la mansión con la promesa de que me pensaría su oferta en serio, mi cuerpo estaba baldado después de aquello.
Ahora solo faltaba cómo decírselo a Samuel pues yo ya estaba convencida.
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