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Salto generacional

Salto generacional



A mis cuarenta y pico años estoy viviendo una excepcional experiencia de sexo y complicidad con una maravillosa mujer madura.



Mi nombre es Fernando, vivo y trabajo en una pequeña ciudad del norte de España;  actualmente tengo cuarenta y cinco años, divorciado, sin hijos y hasta hace poco sin pareja fija, lo que no quiere decir que me haya dado de baja del sexo, sino todo lo contrario.



Debo de situar mi historia desde el inicio.



Me casé bien joven, con solo veinticuatro años, y tan solo dos años mas tarde ya estaba divorciado de mi mujer. 



Habíamos sido novios desde el instituto, y el paso de casarse fue algo normal, y ocurrió justo cuando acabe mi carrera e inicie mi vida laboral en la empresa de mi suegro.



Durante los cinco años de la carrera volvía poco al pueblo, pero mantenía el contacto con Sonia, mientras ella que decidió no estudiar simplemente se dedicó a vivir.



Desde bien pronto también nos iniciamos en el sexo, Sonia era muy fogosa y cada fin de semana que volvía al pueblo me exprimía del todo y me dejaba bien para aguantar hasta la próxima visita, que a veces podía retrasarse hasta uno ó dos meses.



Sonia me prometía que casi no salía y me echaba mucho de menos, y yo por supuesto me lo creía, aunque luego cuando tuve toda la información, comprendí que era una cabra loca y se pasaba el día de fiesta, y también supe que no me fue fiel en absoluto, y se paso por la piedra a quien quiso, y entre ellos a muchos de mis colegas y amigos del alma, que por supuesto nunca me dijeron nada.



Total que el día de la boda, yo llevaba ya un montón de cuernos encima.



El tiempo que estuvimos casados, fueron de puro tormento, pues era súper caprichosa, y cuando yo me negaba a alguno de sus caprichos inmediatamente llamaba a su papá que me exigía que la atendiese, a lo que yo debía de transigir; y ello llevaba que no llevase adecuadamente mi trabajo, lo que me implicaba a tener malos rollos con mis compañeros y a tener que trabajar a deshoras e intentar así sacar mi trabajo adelante.



Y también a tener horarios largos y trabajar fuera de jornada, que Sonia aprovechaba para despendolarse por ahí.



Pero una mañana que debía de salir de viaje, al salir de la oficina tuve una avería en el coche, y como solución y para ganar tiempo se me ocurrió que el mecánico que vino a buscarme con la grúa me acercase a casa y así poder coger el coche de mi mujer, que ella casi no usaba.  



Estuve llamando por teléfono pero no me cogía, supuse que estaría en la cama, y no oía; así que yo con la grúa y mi coche estropeado encima pasé por casa; al llegar entre al piso y cuando abrí me sobresaltaron unos extraños ruidos, enseguida comprendí que venían de nuestro dormitorio, y como llamé en voz alta, salió Sonia desnuda y como una loca preguntando que hacía en casa. Comprendí que había alguien con ella, pero como me conozco y para no tener que matar a nadie, cogí las llaves del otro coche y me fui.



Ese día no pude centrarme en nada, pero a la noche al volver a casa, todo estaba como siempre, Sonia no hizo mención de intentar justificarse ni de hablar del tema, simplemente hizo como que nada había ocurrido.



Yo no sabía que hacer, simplemente estaba destrozado y me deje llevar. Pero mi actitud cambió, y pasé a controlar a Sonia muy de cerca, lo que no le gustó nada.



De poder disponer de su tiempo y poder golfear a discreción ahora estaba yo llamando a cada poco y controlando su tiempo, pero duró poco pues enseguida fue con el cuento a su papa diciéndole que yo era tal, que era cual. Total que primero empezaron mis problemas en la empresa y se sumaron a los de casa.



En tres meses me quedé sin trabajo, sin matrimonio y sin nada.



Los ahorros de toda mi vida de esfuerzo, de trabajar los veranos y lo poco que mis padres me aportaron, se quedaron como reformas que se hicieron en la casa, casa que era del padre de Sonia y que por supuesto se quedó ella.    



Su padre, un empresario con posibles del pueblo y con buenos contactos me hizo firmar en blanco para el divorcio, y me quedé sin nada, tan solo pude recuperar unas pocas cosas personales y eso porque Sonia no tenía ningún interés en  quedárselas, aunque estuvo tentada de hacerlo, solo por molestarme, pero todo lo susceptible de algún uso se lo quedo, por ejemplo mis libros (ella jamás había leído uno en su vida fuera de los obligatorios del instituto) y mis discos, por supuesto todas las fotos de nuestra vida en común y recuerdos y regalos de boda.



Además como mi suegro tenía cierto poder en la zona dejó muy claro que iba a presionar a todo el mundo para que no me ofreciesen un trabajo de mi cualificación profesional, y que lo mejor que podía hacer era  marcharme y no volver.



Lo primero que tuve que hacer a mis veintiséis años, fue volver a casa de mis padres y buscarme la vida con el curro.



En unos pocos meses volvía a trabajar en una entidad financiera en la capital de la provincia, allí alquilé un piso y rehice mi vida.



Al pueblo volvía lo justo, lo que relajó la presión sobre mi familia, pues en el primer año el círculo de mi exsuegro presionó contra todos ellos. Pero como ellos intentaron seguir su vida y yo aparecía solo en fechas muy especiales al poco se olvidaron de nosotros, pero mi venganza seguía dormida a la espera de una oportunidad.



En mi nuevo trabajo, a base de muchas horas, de mucha formación y de apuntarme a todo lo que salía y a poder ser de todo lo más novedoso y complejo, me hice un experto en temas societarios que luego me han permitido ampliar mis posibilidades profesionales.



Mi vida sentimental era prácticamente nula, salía algún sábado con algún compañero de trabajo que estuviese soltero, pero nunca ligue, y no porque sea mal parecido, ni sea tímido, simplemente no entraba en mis prioridades.



Deje el sexo de lado, casi ni me masturbaba, ocasionalmente en la ducha y cuando me sentía muy lleno, me hacía una paja, más para vaciar depósitos que con un fin placentero.



No pensaba en mujeres y supongo que alguna oportunidad si que se me presentó pero ó no supe verlo o simplemente por pereza lo dejaba ir.



En el banco me ofrecieron volver a mi ciudad como director de la sucursal, y ahí fue cuando hablé con el superior directo de toda la zona norte y le conté mi pasado y que a mi suegro no le iba a hacer gracia que volviese, y que iba a presionar para que nadie trabajase con nosotros, me dijo que no le importaba, pues de hecho la sucursal era un desastre, y no había conseguido nada de cuota de mercado en la zona, y que por tanto tampoco tenía mucho que perder, y si conseguía levantarla sería algo que me tendrían muy en cuenta.



Así que de nuevo volví a casa.



Los primeros meses fueron muy duros, de mis antiguos amigos nadie me hablaba, supongo que se les juntaba varias cosas, primero vergüenza por los desprecios infligidos y porque casi todos ellos se habían follado a la que fue mi novia, y luego ya de casados muchos lo siguieron haciendo. De hecho varios de ellos, casados, siguen follándose a mi ex, que sigue divorciada y sin sentar cabeza. Lo gracioso es que cambia de novio cada poco y pese a tener pareja se sigue acostando con cualquiera que se le cruce, para su familia es una mujer moderna, libre y liberada, aunque siga viviendo del dinero que le pasa su padre y pese a que no haya trabajado en su vida.



Me centré en el trabajo, y fui empresa por empresa ofreciendo unos servicios que sabía que otros bancos no lo hacían. Mi exsuegro se dedicó a avisar a todo al que conocía que no trabajasen con nosotros. Y eso a la larga me ayudó, pues esa actitud caquicil molestó a mucha gente y por llevar la contraria conseguí unos pocos clientes, y luego nuestro buen hacer ha hecho el resto, y ahora somos los que mayor cuota de mercado tenemos de banca de empresas. Además me he preocupado de que desde la central me envíen gente experta en temas fiscales y societarios y todos mis compañeros saben que conmigo pueden crecer y que cuando haya posibilidades de subir les voy apoyar a muerte. Es por eso que mucha gente que ha trabajado conmigo  está muy bien situada tanto en mi banco como en otras de la competencia e incluso en empresas privadas.



Como apoyo a ciertas empresas yo mismo pedí permiso para poder participar a nivel personal en algunos proyectos que nadie quería apoyar y que yo por conocer a sus promotores y ver su posibilidad de negocio veía con mucho futuro.



Desde la central me dejaron las manos libres, pero siempre fui consciente de la situación y cuando había que solicitar algo para una de estas empresas en las que yo tomo parte siempre pedimos una supervisión a nivel mas alto, y nunca hemos tenido problemas; de hecho a casi todos mis clientes preferenciales le avisé que el ciclo se acababa y el ladrillo se estrellaba, hubo quien hizo caso y salvó los muebles.



Apoyo esas empresas con la posibilidad de conseguir financiación, (yo también arriesgo mi propio dinero y mis contactos), todas ellas hoy en día y pese a la situación de crisis están en situación más que saneada y trabajando bien. Yo participo en la gestión, lo que me lleva a tener que trabajar muchas horas que quito de mi tiempo libre.



Los primeros meses viví con mis padres, pero decidí que debía de independizarme y buscarme la vida.



Mi madre tenía un piso en un bloque de viviendas, con cuatro pisos. El piso de mi madre era el tercero y el cuarto era de una tía que tampoco vivía allí.



Es una casa antigua muy bien situada y céntrica, pero a falta de muchísimas reformas, así que llegue a un acuerdo con mi familia, cerré el trato con mis hermanos y compre el piso de mi madre e inmediatamente hice lo mismo con el cuarto piso que era de mi tía.



Esto fue justo al inicio de la recesión tan brutal, así que todavía están contentos del precio que les pagué, sabía que podía haber esperado un poco y haberlo negociado más, pero no me parecía ético regatear con la familia.



Un conocido que tiene una pequeña empresa de construcción y con serios apuros económicos fue al que elegí para llevar a cabo la reforma, lo que le dio trabajo durante unos cuantos meses y además yo le permitía que si salía otra cosa la hiciese, lo que me permitió conseguir un buen precio y a la vez un defensor para toda la vida, porque creo que eso es lo que ha posibilitado que no tenga que cerrar su pequeña empresa.



Actualmente tengo un duplex, recién reformado, con todo detalle y precioso.



En esta casa el segundo piso pertenece a una prima lejana de mi madre, que vive en Madrid y que solo vienen de visita quince días en verano y cuatro fines de semana sueltos.



Y en el primer piso una viuda que es prima lejana de los primos de mi madre pero por la otra rama, por lo que no tenemos ninguna relación de parentesco, aunque si nos ha unido una gran relación de confianza entre las familias.



Raquel, se quedó viuda hace casi diez años y ahora tiene sesenta, es una mujer muy discreta y que prácticamente ha criado a sus dos hijas con su solo esfuerzo.



Su historia es difícil, hija única se quedó huérfana muy joven y pasó a vivir con unos tíos que se quedaron con todos los bienes de sus padres, y que no le trataban nada bien. Cuando cumplió dieciocho años le ofrecieron la posibilidad de casarse con un vecino mucho mayor que ella, y ni se lo pensó pues era la oportunidad de dejar de vivir con sus tíos y escapar de esa casa. Su marido le llevaba más de veinte años, pero a su forma siempre la quiso, siempre la respeto y siempre se preocupó por ella, tuvo la mala suerte de tener un accidente al poco de casarse y quedar casi imposibilitado, lo que dejó a Raquel muy joven, con dos hijas pequeñas, y un marido imposibilitado para trabajar.



Se tuvo que multiplicar, trabajó en todo lo que pudo, nunca dijo que no a nada, y tuvo que soportar muchas presiones, muchos malos modos para llevársela a la cama, pues a parte de una voluntad de hierro era una real hembra.



Yo he visto fotos de cuando era joven, y era guapísima.



Hubo muchos hombres de bien que intentaron aprovecharse de su situación, y ella nunca accedió, dejo de comer para poder alimentar a su familia y si tenía que trabajar veinte horas lo hizo, si había que andar dos horas para trabajar por unas pocas pesetas pues lo hacía, y siempre con el mejor talante.



Acabo viviendo en esta casa, porque era de sus padres, y como sus tíos no habían hecho bien los trámites la vivienda revertió a su propiedad, esa fue una de las pocas veces que le sonrió la vida.



Su hija mayor es sólo un poco más joven que yo, la recuerdo también muy guapa, pero ella y yo jamás fuimos amigos, estábamos en grupos muy distintos, y como yo desde el instituto salía con Sonia pues no hubo contacto alguno.



Se que se casó también joven y por “el sindicato de las prisas”, el afortunado fue el hijo de un comerciante del pueblo, que luego heredó el negocio y que gracias al empuje de su mujer, y mucho trabajo por parte de los dos tienen un buen negocio. Hay que reconocer que en el carácter ha salido a su madre.



Cuando me mude a vivir a mi nueva casa, decidí que no tenía ningún sentido que yo me dedicase a meter un montón de horas a la limpieza y mantenimiento de la casa, pues había muchos días que cuando volvía era tarde, y siempre tenía papeles y documentación que revisar,  solo podía dedicar a la casa los domingos y eso suponía renunciar al poco ocio del que disponía.



Así que me propuse buscar una asistenta.



Tuve varias, pero ninguna me satisfizo, supongo que no es que fuera muy exigente, sino que como yo iba muy tarde a casa, poco a poco se fueron relajando y cada vez hacían menos de su trabajo,



Cuando ya había despedido a la tercera asistenta, y estaba buscando una nueva, un domingo me cruce en la escalera con Raquel, yo la veía poco pues mis horarios no tenían nada que ver con los suyos.



Se me ocurrió preguntarle si conocía a alguien que me pusiese ayudar con mi problema y que solo buscaba seriedad y hacer bien las cosas.



Me dijo que si se enteraba de algo me lo diría.



Yo evidentemente seguí buscando y ninguna candidata me parecía bien, supongo que no quería cometer los mismos errores de nuevo.



Una noche que estaba súper concentrado en  mi despacho preparando una documentación, sonó el timbre de la puerta, eso me descolocó, porque nunca había tenido visitas. Supuse que tenía que ser Raquel, porque la puerta de entrada a la finca estaba siempre cerrada y los únicos vecinos éramos ella y yo.



Yo estaba con un pijama corto y un batín y así le abrí. Efectivamente era Raquel, que me dijo que quería hablar conmigo, así que le hice pasar al salón y nos sentamos.



Le ofrecí tomar algo y me dijo que no quería nada, que sólo había subido por lo que habíamos hablado el domingo sobre una persona para limpiar la casa.



Cuando me lo dijo, se me alegró la cara, y le pregunté si conocía alguien adecuado, y que estaba dispuesto a probar.



Raquel, estaba muy seria y me dijo que realmente había pensado en hacerlo ella, si a mi me parecía adecuada, cuando me lo contó me brillaron los ojos, y le dije que nunca se me hubiese ocurrido ofrecérselo por que no quería que pensase que la hacía de menos.



Raquel se rió con mi comentario y me dijo que desde que tenía catorce años no había hecho otra cosa que trabajar y que de hecho seguía buscándose la vida, porque con la pensión de viudedad malvivía, y no le parecía justo tener que vivir de sus hijas.



Le dije que por mi no había problema, sino todo lo contrario, que como a ella la conocía y tenía una confianza total y absoluta en ella, que estaría encantado.



Debo decir que ella tiene llave de mi casa y también del otro piso, ella en su momento me ofreció que guardase una de su propia casa y le dije que con mis horarios no era necesario, que mejor la tuviese su hija.



Le dije que no tomábamos ningún acuerdo ni de dinero, ni de horarios, ni de nada, que ella tenía las llaves de mi casa, que esta primera semana hiciese lo que tuviera que hacer porque hacía unos días que no había limpiado más que por encima yo mismo, y que en la segunda semana se organizase, y que entonces me dijese lo le parecía que  debía de pagarle, ella no quería y le dije que no quería poner un precio demasiado bajo y que luego se arrepintiese y me volviese a quedar sin nada.



Creo que le convencí,  además le dije que mi horario era amplio, y que llegó tarde a casa, así que ella misma decidiese hacer las labores según su propia conveniencia.



Ya al día siguiente note su mano, y en unos pocos días todo estaba inmaculado.



Pasados quince días una tarde que regresaba un poco antes de lo normal, llamé a su casa. Me abrió Raquel y me hizo pasar a su casa, su casa se nota que es antigua pero pese a ello esta como la patena de limpia. Pasé al salón y me ofreció algo para beber, aunque me dijo que como ella no bebía casi no tenía de nada, quizás algún licor de las navidades pasadas. Rechace su invitación y le dije que venía a hablar de cómo tenía que pagarle por hacer el trabajo en mi casa. Pues que creía que ahora tendría claro cuanto tiempo le iba a llevar, y todo lo demás.



Por no extenderme ella me sugirió un precio, y no estuve de acuerdo, porque pensé que era bajo y de hecho a las anteriores dependientas les había pagado más y por un trabajo mucho más deficiente. Tomando como base lo que me pidió, le hice una contraoferta bastante superior, con la salvedad de que yo no iba a controlar ni el tiempo, ni lo que hacía, que solamente esperaba que todo estuviese bien y con eso era bastante. Acordé que en un bote de la cocina dejaría siempre dinero para pagarle y un extra por si tenía que comprar cosas para su trabajo, y que creía que era mejor que lo comprase ella misma, y que no necesitaba ni tickets, ni nada, que tomase lo que ella considerase y que estaba muy conforme como me había dejado la casa, y que además era muy importante la confianza que tenía en ella.       



De esta forma mi casa a partir de ese día estaba perfecta, y jamás note su presencia, cuando dejaba el dinero del pago de la semana miraba si había dinero para comprar productos y solía dejar mas cuando quedaba poco. En medio año solo hablamos un par de veces que nos cruzamos en la escalera y le recordé lo satisfecho que estaba.



En este tiempo poco a poco iba haciendo mas cosas que yo no le había pedido, como plancharme ropa si veía que la lavadora estaba llena, y cosas así.



Todo cambió una mañana de un miércoles de febrero, yo llevaba varios días con una gripe terrible, y no me quedó más remedio que quedarme en la cama, porque tenía mucha fiebre y no me podía casi ni tener en pie.



Yo no me acordaba de Raquel, y ella supuso que yo estaría trabajando, a media mañana subió a mi casa, empezó a hacer sus cosas por el piso inferior, mientras yo en mi cama estaba totalmente dormido y ni me enteré de que estaba ella por la casa.



Cuando subió al piso de arriba se dio cuenta de que estaba en la cama, y yo no la oí. Supuso que estaba enfermo, así que se replegó e intentó hacer el menos ruido posible, tanto que ni me enteré. Pero a mediodía volvió a subir con una cazuela y un caldo y un guiso para que comiera algo, supongo que vio que en la nevera tenía lo justo, pues habitualmente no como en casa y por la noche siempre es algo muy frugal.



Me despertó y me dijo que había subido para que comiese algo, se lo agradecí y como pude me puse un batín y baje a la cocina.



Raquel se encargó de calentar la comida, esperó a que comiese, y me tomase la medicina, y me dijo que a media tarde volvería a subir con un zumo y luego con algo para que cenase.



Yo no protesté, pero estaba encantado porque realmente no me podía ni tener en pie.      



El siguiente jueves tampoco fui a trabajar y Raquel siguió cuidando de mi, el viernes estaba un poco mejor pero tampoco me moví de la cama, aunque si que me traje el portátil y cuando Raquel lo vio me echo una gran bronca así que seguí descansando.



El sábado ya me levanté un poco y me noté mucho mejor.



Raquel subió pronto para seguir cuidando de mi, pero yo ya estaba mucho más despierto y entonces descubrí a otra Raquel.



Me hizo levantar para cambiar las sábanas y hacer la cama, yo me senté en un butacón en la misma habitación y mientras charlábamos, cuando se puso de espaldas a mi para recoger ese lado de la cama vi su culo.



Raquel llevaba un chándal muy viejo, posiblemente heredado de una de sus hijas, estaba muy usado y le quedaba algo pequeño, eso hacía que la braga se le marcase entera, y como se le había metido un poco por entre las nalgas la sensación era de poder imaginarme aquel culo como si lo viese desnudo.



En muchos años no había tenido, ni sentido la llamada del sexo, pero entonces me llegó de repente y todo a lo que había renunciado se me presentó de golpe.



Tuve una erección de caballo, y por primera vez sentí el deseo de masturbarme.



Me sentía ridículo e incomodo, por haberme excitado con una mujer de casi sesenta años, y que si es cierto que conservaba cierta belleza de cuando fue joven, supongo que por no ir arreglada no era para nada una imagen de lujuria.



Pero aquel culo que se adivinada en aquel viejo chándal me puso como un berraco.



No lo pude resistir, y para no cometer una locura dije que mientras ella acababa de recoger la habitación me iba a dar una ducha y quitarme el olor a tigre.



Me metí bajo la ducha y por primera vez en muchos años, me hice una paja gloriosa pensando en una mujer. Me quedé roto pero satisfechos después de soltar una buena dosis de semen que llevaba retenida unos cuantos días.  



Me puse mi albornoz, y cogí el pijama para echarlo a lavar; Raquel ya había acabado de recogerlo todo y estaba en la cocina preparándome un zumo de naranja. Al entrar volví a verla de espaldas y su culo consiguió excitarme de nuevo. Para mi era impensable, pues ya me había echo una paja y todavía me sentía excitado.



Disimulé como pude y me dedique a fijarme en Raquel, es una mujer mayor con una belleza serena, cuidada, limpia, pues de hecho creo que nunca la he visto maquillada, y huele fenomenal, a algo que no sabría definir, a limpio, a madre, a mujer, a eso todo junto y el conjunto era estupendo.



Si he de describirla diré que no es muy alta, andará por el metros sesenta y cinco, cuando yo mido un poco más de uno ochenta, no es delgada pero no le sobra casi nada de peso, tiene el pelo caoba tapando las canas, un culo precioso y unas tetas que entonces adiviné no muy grandes pero tampoco pequeñas.



Estuve un rato observándola y ella lo notó, y como no hablaba me preguntó que era lo que estaba pensando, y yo no pensé lo que decía simplemente me salió que de joven tuvo que ser una mujer hermosísima. Raquel me miro entre mosqueada y extrañada por aquel comentario, pero no dijo nada. Se quedó callada y tuve que improvisar un comentario que la tranquilizase, no se que historia me inventé de fotos antiguas, etc.



Total que ella me dijo que en su casa guardaba varias cajas de fotos antiguas y que era posible que en alguna estuviese yo y el resto de mi familia, porque creía recordar que en su momento mi abuelo le había entregado algunas copias.



Le dije que si  no le importaba preparase algo de comida y subiese a comer conmigo y aprovechaba a subir las fotos y me las enseñaba. No le pareció mal y se fue a su casa.



Yo aproveche para revisar correo, y un montón de cosas que se me habían quedado pendientes, pero a las dos en punto sentí que Raquel venía, llamó al timbre para avisar que entraba y vino con una bolsa, unas cazuelas y algo de comida.



Le  dije que sintiéndolo mucho no iba a abrir vino, porque con toda la medicación que estaba tomando no podía beber pero que a cambio y para agradecerle todo lo que estaba haciendo por mi, el siguiente fin de semana la iba a llevar a cenar fuera a mi restaurante favorito, me dijo que no era necesario y ahí quedo.



Comimos de lo mas animado, y ella me contaba cosas de todo lo que había pasado en su vida, pero siempre con alegría, sin resentimientos.



Acabamos de comer y le dije que pasase al salón que preparaba unas infusiones para los dos, aunque yo soy mas de café, supongo que me iba a venir mejor.



Sentados en el sofá, me estuvo enseñando las fotos que había subido.



Raquel se había cambiado de ropa, el chándal que tanto me había “puesto” dejo paso a una blusa y un pantalón negro bastante holgado que no le marcaba nada, estaba discreta y nada sexy. Pero mi cabeza no paraba y debajo de aquella imagen tan discreta veía a una mujer que me estaba excitando.



Hablamos de muchas cosas, de su familia, de sentirse solos, y ella me dijo que no suponía que una persona joven como yo y con tantas posibilidades no encontrase una pareja para convivir, y dijo pareja y no una mujer. Cuando yo contesté que después de mi divorcio tan sonado no confiaba en ninguna mujer, ella puso cara rara, y me vi preguntando de que se extrañaba, con mucha vergüenza me dijo que no me había conocido ninguna pareja ni chico ni chica, por ese comentario supuse que Raquel pensaba que yo era “gay” y se lo pregunté directamente, y ella me comentó que cuando me separé, la familia de mi ex había comentado que yo era “homosexual” y que por eso me había dejado.



Raquel me lo contó sonrojándose, y yo me estuve riendo un rato, mientras ella me miraba alucinada, y más cuando le conté lo que realmente había ocurrido y que nada más lejos de la realidad el que me gustasen los hombres, que me gustaban mucho las mujeres y mucho, pero que en mi situación no había querido complicarme la vida. 



Seguimos hablando un rato hasta que dijo que se iba, yo me quedé en casa y me volví a la cama, y allí con el recuerdo de Raquel me volví a hacer un pajote, quedándome dormido como un niño.



El domingo me levanté tarde, me duché y decidí que ya era tiempo de salir a la calle, compre el periódico, pan y unos croassants, al volver llamé a casa de Raquel y le dije que ya estaba mejor y que le había traído un poco de bollería. Me dijo que no era necesario, y me hizo pasar a su cocina donde me preparó un café y estuvimos desayunando juntos aunque ella ya se había tomado un café antes. Me dijo que no le convenían esos excesos que luego iba todo al mismo sitio, y al hacerlo se dio un pequeño cachete en el culo, ese pequeño gesto me puso a mil, y solo le pude decir que no me lo creía porque yo la veía estupenda. Se puso colorada como un tomate y cambiamos de tema.



Cuando volví a casa lo primero que hice es desnudarme y entrar a la ducha donde bajo el chorro del agua caliente me hice otro pajote, llevaba en dos días más pajas que en medio año y eso era un record para mí. Ya mas tranquilo me convencí a mi mismo que tenía que intentar irme a la cama con Raquel, porque me estaba poniendo malo y no podía dejar que se convertirse en una obsesión.



Y pensé que debía aprovechar la promesa que le había hecho de llevarle a cenar el fin de semana.



El lunes de vuelta al trabajo con tantísimos problemas pendientes y por resolver se me hizo muy tarde y no pude pensar en Raquel hasta la vuelta a casa, al llegar llamé a su piso y le dije que solo era para saludarla y darle las gracias por cuidarme. Ella agradeció el detalle y no pude sino disfrutar de Raquel con su viejo chándal y una camiseta también vieja y sin sujetador que me dejó a la imaginación unas tetas algo caídas pero de buen tamaño.



No me masturbe pues decidí mantenerme en forma para intentar un acercamiento a Raquel ese sábado, el resto de los días seguía muy liado, pero todos los días al volver llamaba a su casa, ya sin excusas, simplemente para que supiese que ya estaba de vuelta y así pude disfrutar de su sonrisa y a la vez de sus viejos pijamas de dormir.



El viernes cuando llamé le dije que mañana sábado estuviese preparada a las ocho porque tal como le había prometido íbamos a salir a cenar por ahí y cumplir mi promesa, Raquel se asustó y decía que no, que no era necesario, se cerraba en banda y yo simplemente dije que no aceptaba su negativa que estuviese lista a las ocho y sino esperaría hasta que se preparase.



El sábado no coincidimos, pero a las ocho en punto y como un pincel yo estaba llamando a su puerta, Raquel tardó en abrir, y estaba sin vestir, me miró asustada, al verme tan bien vestido, me dijo que ella no iba a salir, así que me colé en su casa, me senté en el salón y dije que se pusiese lo que se pusiese estaría muy guapa, así que tardase lo que hiciera falta, que yo esperaba. Ella estuvo un ratito de pie como evaluando la situación, hasta que desapareció dentro de la casa, a los veinte minutos volvió vestida con un discreto vestido negro, unas medias negras y un abrigo de paño también negro. Estaba magnifica, sin maquillar y sin joyas. Pero guapísima.



La tomé del brazo, la hice girarse y le dije que iba a ser la envidia de muchos hombres, ella callada y roja con tanta vergüenza que no sabía donde meterse.



Cenamos en el mejor restaurante de mi pueblo, al que voy habitualmente por asuntos de negocios, y en el que como buen cliente que soy me dan un trato “VIP”; la cena no muy copiosa pero excelente, un buen vino y me cuide de que Raquel pese a sus reservas también probase, y de colofón un postre que a Raquel encantó, pedí una botella del mejor cava. Realmente el cava a mi no me gusta, porque no me sienta muy bien, pero a Raquel aparentemente le encantaba, así que fue ella la que entre charla y charla fue dando cuenta de la botella.



Según pasaba el tiempo y supongo que el cava también ayudaba, más se relajaba Raquel, que me iba contando cosas de su familia, de la mía, de los años duros, vamos que al final era ella la que llevaba el peso de la conversación mientras yo la oía encantado.



Después de cenar y como no era muy tarde, poco mas de las doce de la noche, le dije que nos íbamos a tomar un café antes de volver a casa.



Estuvimos en un café pub, de ambiente maduro, sentados en una mesa y seguimos con la charla, mientras yo me tomaba un par de whiskys de mi marca preferida.  Raquel tomó otro par de copas de cava.



Para las dos de la mañana ya empezábamos a dar muestra de cierto cansancio así que volvimos a casa. Fue un pequeño paseo de poco más de diez minutos, y en ese poco trayecto casi ni hablamos.



Cuando entramos al portal, cedí el sitio a Raquel y gracias a ello en el corto espacio de subir las escaleras hasta el primer piso pude admirar su culo pese al abrigo. Al llegar al descansillo y después de abrir la puerta se volvió hacía mi y me dio las gracias.



Yo solo pensé que era entonces ó nunca, y me acerque con la intención aparente de darle un beso de cortesía y despedida, pero lo que hice fue pegarme a ella y acercar mis labios a los suyos y darle un ligero beso.



Raquel estaba como anestesiada, no dijo nada, se quedó quieta; así que volví a la carga y volví a acercar mis labios a los suyos, esta vez Raquel cerró los ojos y no rechazó mi beso, así que envalentonado por su no negativa comencé a besarla con más afán, y en poco Raquel dio muestras de actividad y empezó a colaborar en el beso.



Fueron varios besos, o quizás uno continuado, lo que sé es ya hacía un poco que la luz de la escalera se había apagado pero allí seguíamos pegados el uno al otro y besándonos.



Poco a poco nos íbamos estrechando y los besos se hacían más intensos, mientras mi lengua luchaba con la suya.



Cuando paramos un poco, allí a oscuras, Raquel tomo conciencia de la situación y sentí como que quería huir, pero le tomé de la mano y la volvía a apretar contra mí, a la vez que sentía que lloraba.



De la mano entramos a su casa, con la luz apagada.



Parados en medio del pasillo, a oscuras la tome de los hombros y me puse frente a ella, hablando bajito le dije que había sido una noche maravillosa, con una mujer increíble y que para mi sería un honor poder compartir la noche con ella, que sería como si fuese mi primera vez, pues desde casi veinte años que me divorcie no había estado con ninguna.



Me dijo que estaba loco, que era una vieja, que estaba viuda, me dijo todo lo que pasaba por su cabeza. Conozco más o menos la distribución de la casa, así que a oscuras la lleve hasta su cuarto, le dije que encendiese la luz de la mesilla, que sino nos íbamos a descoyuntar.



Raquel encendió una pequeña lamparilla y pude ver como unas pequeñas lágrimas corrían por sus ojos, besé sus lágrimas y besé sus labios, y apoyando estos en su oído le dije que quería hacer el amor con ella y sentir el placer junto a una mujer tan excepcional como ella.



Los dos seguíamos vestidos, con mucha ropa, así que fui yo el que empezó a quitarse ropa, quedándome tan solo con la camisa y pantalones.    



Ayude a Raquel a desprenderse del abrigo y seguí besándola, pero como no hacía demasiado calor le sugerí que apagase la luz, que nos desvestíamos rápido y podíamos seguir en la cama, para no quedarnos helados.



Raquel no hablaba pero sopesaba que hacer.  Así que deshice la cama, me descalce y me desnude quedándome solo con el slip, metiéndome a su cama. Raquel me miraba con los ojos como platos, pero viendo que no quedaba otra, apago la luz de la mesilla y se quedó tan solo con su ropa interior y se metió bajo las sábanas conmigo.



Me apreté a ella para darle calor, y seguimos besándonos y seguimos hablando.



Raquel me decía y me repetía que estaba loco y que no estaba bien lo que estábamos haciendo, que luego nos íbamos a arrepentir, para enseguida confesarme que hacía casi veinte años desde la última vez que tuvo sexo con su marido, pues su enfermedad y su edad le impedían practicarlo, y ella con todo lo que trabajaba tampoco lo echaba de menos.



Yo le confesé que estaba igual de desentrenado que ella, pero que íbamos a recuperar el tiempo perdido.



Seguimos hablando, mientras yo la apretaba a mí y la besaba y la acariciaba, pero poco a poco sentía como Raquel se dejaba ir y se quedó dormida.



Podría contar una batallita y decir que estuvimos toda la noche follando, pero no fue así.



Serían las tres pasadas de la mañana cuando nos quedamos los dos dormidos, bien juntitos, pero no llegamos a más.



En la mañana nos despertó la luz que se colaba entre las persianas, los dos poco a poco íbamos espabilando pero sin movernos casi. Hasta que me pegué a Raquel y abrazándola la pegué a mi, la besé en el cuello y le dije que debía aprovecharse de mis durezas mañaneras, porque a mi edad cada vez costaba más que ciertas cosas se pusiesen en su sitio. Ella rió mientras mi rabo solo cubierto por el slip pegaba en su culo.



Entonces  se dio la vuelta y me besó. Me dijo que había dormido estupendamente, pero también que le había dado tiempo a pensar en lo pasado esa noche y que no se arrepentía de nada y que estaba dispuesta a darse una alegría, pero que de ninguna manera me atreviese a reírme de ella ni a contar nada a nadie pues la podía destrozar la vida.



Le mire a los ojos, y le dije que mi intención no era hacerle daño, porque yo mismo había sufrido en mis carnes lo que era sentirse blanco de todas las miradas.



Le dije que esperase un momento que iba al baño, tal cual estaba con el slip, fui a vaciar la vejiga, aclaré mi boca para quitar el mal aliento y volví a la cama, entonces fue Raquel la que dijo que era ella la que iba al baño, cuando volvió antes de que se metiese a la cama me levanté, y me abrace a ella, y dándole un beso le dije que la quería desnuda, y la desabroché sus sostén dejando sus tetas al aire. Mientras la besaba y apretaba contra mi pecho, con una de mis manos fui bajando sus bragas, a la vez que aprovechaba para acariciar su culo que me tenía loco.



Como tampoco era plan de quedarnos helados, le dije de meternos a la cama de nuevo.



Ya desnudos, nos abrazamos, nos besamos, nos comimos, nos rozamos, y Raquel sentía mi rabo totalmente erecto pegándose a su vientre.



La hice estirarse, y poco a poco fui besando y lamiendo desde su cuello, pasando por su pecho hasta llegar a su sexo, debajo de las sábanas solo podía intuir aquella maravilla, con un olor fuerte pero increíblemente excitante, sin recortar, con pelo, vamos un coño como Dios manda, y allí me amorré; chupé, comí, lamí y me harté de acariciar aquel coño tan increíble.



Raquel no podía parar quieta, movía las caderas, el culo, chillaba, gemía, hipaba y hablaba sin sentido, hasta que se corrió con un grito agudo y unos fuertes espasmos.



Yo relajé un poco el tratamiento en su coño, y ella se quedó inmóvil, aproveché para incorporarme y tomándola en mis brazos abrazarla y darle calor.



Raquel al poco comenzó a llorar a moco tendido, y tuve que apretarla más fuerte para que se sintiese más arropada, hasta que poco a poco se fue tranquilizando.



Cuando lo hizo se volvió a mi y me dijo que nunca había tenido un orgasmo como aquel, que había disfrutado de pocos, que cuando se casó y que pese a que su marido era un buen hombre, era mayor y nunca se preocupó de darle gusto a ella, y que luego cuando tuvo él tuvo el accidente la cosa se estropeó casi del todo, y muy ocasionalmente la buscaba para un desahogo rápido e insatisfactorio.  



Me abrazó, me besó y claramente notaba pegada a su vientre mi polla en plena potencia.



Raquel no decía nada, así que besándola le dije si estaba preparada para dejarme entrar en ella, me miró y dijo que era lo menos que podía hacer por mí, se acomodó en la cama y abrió sus piernas, mientras yo poco a poco me subía encima.



Gracias a su corrida y la cantidad de saliva que había dejado en su coño Raquel estaba más que lubricada y por eso mi polla entro sin dificultad, cuando ya había entrado la cabeza, deje que el resto poco a poco fuese entrando también, y aunque no se quejaba era evidente que aunque no le hiciese daño, la sentía entrar y era algo a recordar.



Cuando conseguí entrar hasta el fondo y mis huevos rozaban su peludísimo coño, la abracé y nos besamos ansiosos, le pedí que usase sus piernas y muslos para sujetarme y mientras seguíamos comiéndonos comencé a bombear, primero despacio, luego más rápido y fui alternando fuertes embestidas con otras más suaves.



Raquel se dejaba hacer, hasta que empezó a reaccionar de nuevo y a gozar.



Sentí que se acercaba a un nuevo orgasmo y entonces me deje ir en unas fuertes embestidas y me corrí dentro de Raquel mientras ella se agitaba y se corría también un poco después de hacerlo yo.



Nos quedamos reventados los dos, sudorosos y adormilados. Pasaron un par de horas en las que seguimos bajo el calor de las sábanas, abrazados y callados.



Cerca del mediodía Raquel dijo que debía levantarse pues tenía cosas que hacer en su casa y también que sus hijas estarían llamando por teléfono y se iban a preocupar si no la localizaban. Con desgana la deje levantarse y vestirse, mientras yo continué en la cama todavía un buen rato, hasta que me desperecé, me vestí y volví a mi casa, no sin antes darle un suave beso mientras ella trasteaba en la cocina.



Pensé en bajar a su casa e invitarla a comer fuera, pero no lo hice, pensé que tampoco debía forzar la situación y que para los dos había sido algo fuera de lo usual y que debíamos de asimilarlo; así que comí algo que tenía por la nevera y estuve trabajando buena parte de la tarde.



Cuando ya había anochecido hacía un buen rato, llamaron al timbre. No podía ser otra que Raquel y como tiene llaves no salí a abrir, pasado un poco volvieron a llamar y ahora si que dudé y salí a la puerta. Era Raquel y cuando le pregunté que porque no había abierto con su llave me dijo que no le parecía apropiado y que después de la locura que habíamos cometido venía a devolvérmela y a decirme que no iba a volver a hacer las cosas de la casa.



La hice pasar y le dije que no iba a permitir que la confianza que teníamos se perdiese por lo que ella llamaba una locura; que para mí era una persona de absoluta confianza y que de ninguna manera iba a permitir que eso se quebrase. Que si nuestra relación no le parecía adecuada yo lo asumía aunque no lo comprendía y que muy a mi pesar jamás la volvería a tocar un pelo y que jamás le haría un comentario al respecto. Por supuesto nadie sabría nada de aquello, y que pese a lo que pensase nunca la iba a incomodar ni en privado y mucho menos en público.



Creo que me puse muy serio y no le di opción, así que se despidió y volvió a su casa.



La semana fue intensa en trabajo, volvía tarde y para no importunar no llamaba a su timbre, pero el miércoles al volver aunque era tarde si lo hice, me abrió Raquel y un poco extrañada por ello, solo le dije que había estado volviendo tarde toda la semana porque tenía muchísimas cosas pendientes y por eso no quise molestarla, pero que ese jueves y viernes iba a estar fuera por asuntos de trabajo y creía que debía saberlo. Me dio las gracias y yo subí a mi casa.



Pasaron varias semanas, yo si volvía a una hora adecuada llamaba y le daba las buenas noches, sino directamente a mi casa, que para no variar estaba impoluta.



Creo que Raquel se dio cuenta que no era un farol lo de no volver a tocare el tema de nuestra noche en común, y creo que agradeció no verse presionada, ni que le pusiese en situaciones incómodas.



Cuando estábamos a punto de entrar en pleno verano, un sábado a la tarde llamé a su casa y le dije que tenía que hablar con ella, se puso muy seria pero me dejo entrar.



Sentados en el sofá de su salón le dije que suponía que en verano ella pensaría tomar unas vacaciones para estar con sus hijas y nietos, y que quería saber cuando pensaba hacerlo para organizarme yo también, pues a mi las vacaciones me daba igual cogerlas en unas fechas que en otras pero debía coordinarlas con el resto de compañeros.



Cuando vio que mi asunto era puramente domestico, creo que se tranquilizó y me dijo que generalmente no salía en verano y a lo sumo acudía casa de sus hijas a ejercer de abuela cuidando a los nietos, así que no había problemas por las fechas. Entonces me reafirmé y le dije que tendría que pagarle por esas fechas de más y ella se negó en redondo.



Estábamos muy serios los dos, y me atreví a decir que si no me aceptaba un extra por su trabajo, y no podía invitarla a cenar fuera, por lo menos esperaba que aceptase un regalo por todo ello, pero que no se preocupase que de ninguna forma sería incomodo para ella. No dijo nada, así que me volví a mi casa.



Estuve un tiempo estrujándome la sesera pensando en un regalo lo suficientemente adecuado y que no fuese incorrecto, deseché joyas por ser algo demasiado personal, por supuesto no podía regarle ropa, no tenía referencia de sus gustos musicales ni si le gustaba leer, y por supuesto un ramo de flores era poca cosa para dejar constancia de mi interés en complacerla.



Entonces me enteré que en unos días iba a ser su cumpleaños y se me ocurrió que si yo no podía llevarla a comer fuera si podía regalarle una comida en un restaurante para que ella invitase a sus hijas, yernos y nietos. Era una cantidad lo suficientemente importante como para que ella jamás se la gastaría por ella misma pero que de esa forma su familia iba a agradecer muchísimo.



El día de su cumpleaños, un jueves de Junio, aparecí en su casa a última hora de la tarde con un espectacular ramo de flores, creo que la deje asombrada, por una parte por haber sabido que cumplía años y luego por las flores. En su casa todavía estaba su hija mayor con su nieto, por lo que estuve un rato hablando con ellos y le hice saber a la hija que estaba encantado con que su madre cuidase de mi casa y que era lo menos que podía hacer. Además le hice saber que tenía otro regalo, me inventé que tenía un bono del restaurante para cuatro personas, que yo no podía ir y que pensaba regalárselo a su madre para que les invitase a toda la familia para que así lo celebrasen, que aunque fuesen cinco adultos y dos niños, como yo era buen cliente que me encargaba de todo para que no les cobrasen la diferencia. Raquel me miraba alucinada y la hija no sabía que decir pero le pareció buena idea. Así que las deje y me volví a casa.



Ese viernes al mediodía y aunque yo no suelo comer en casa me acerqué y le lleve un tarjetón hecho por mi con una invitación para el restaurante donde cenamos la otra vez y en el que se especificaba que tenían una comida disponible para ese domingo.



Llamé a su puerta y le entregué el sobre, sin decirle que era exactamente, solo que fuese con su familia y no se preocupase de nada más que de ser feliz con los suyos, que se lo merecía, y que lo del restaurante estaba todo arreglado, Raquel quiso protestar pero no le deje, simplemente le dije que yo marchaba ese fin de semana y no volvía hasta el Domingo noche, y que si no acudía la invitación se perdía, así que no lo dudase y que lo pasasen bien.



Yo para entonces había hablado con el dueño del restaurante y le explique que preparase una buena comida y que yo pagaría el lunes cuando fuese a comer. El dueño es buen amigo mío, aparte de que soy cliente más que habitual, así que supuso que tenía un interés muy personal en quedar bien y me dijo que no me preocupase que iba a quedar muy bien con mis invitados.



Ese fin de semana yo lo pasé con unos socios repasando unos asuntos para la compra de una empresa en una provincia cercana y había que ver en el terreno todos los temas aparte de estudiar toda la documentación.



Yo me despreocupé de Raquel porque esperaba que todo fuese correcto.



Cuando volví el domingo, como era tarde no quise llamar a su casa, pero creo que ella estaba esperando a oírme para subir porque al poco llamó a mi puerta.



Todavía estaba vestida como había salido, discreta y guapa como siempre, me preguntó si me importaba que entrase, a lo que contesté que me ofendía su pregunta y le cedí el paso.



Nos sentamos en el salón, callados un rato, creo que se había preparado lo que quería decirme pero no acababa de decidirse a soltarlo, yo no decía nada, me limitaba a mirarla con total tranquilidad.



Y se arrancó, me dijo que lo del restaurante había sido una encerrona, que como su hija fue participe de la invitación no pudo negarse, pero que le había parecido mal, porque tenía que haber costado una fortuna y no quería tener que deber nada a nadie.



Me limité a preguntar si les había tratado bien, y me confesó que sus hijas y yernos salieron encantados, no solo de la comida, sino también del trato exquisito.



Entonces le corté y dije que cual era entonces el problema, me dijo que aquello valía mucho dinero y que ella no podía permitírselo, y que iba a tardar en devolvérmelo.



Creo que me enfadé y se me notó mucho. Le dije que había sido un regalo de buena voluntad para alguien de mi absoluta confianza que prácticamente llevaba mi casa, que ese regalo no intentaba comprar nada ni pasado ni futuro. Y claramente recalqué que una vez le dije que lo que una noche pasó en su casa aunque nunca podría olvidarlo sino que lo recordaría siempre con mucho cariño, nunca jamás sería un tema de conversación. Y que por supuesto jamás, y lo dije muy serio, jamás pensaba importunarla ni incomodarla haciendo referencia a ello.



Raquel se vio desarbolada y comenzó a llorar, yo no sabía que hacer, e hice lo que me dictó el sentido común, me acerqué y la abracé para consolarla. Estuvo un buen rato llorando hasta que poco a poco se calmó. Y entonces empezó a hablar.



Me dijo que había sido un caballero, y que no estaba acostumbrada a que la tratasen tan bien, que lo habitual era que la halagasen y al fin intentasen seducirla, que así había sido siempre y siempre había conseguido librase del montón de aprovechados que solo veían a una mujer sola y una buena pieza para llevar a la cama.  



Que conmigo había cedido, y paso lo que nunca le había pasado y tuvo miedo, pero que al ver que no intenté acosarla y que mi relación volvió a ser normal se confió, pero con el regalo del cumpleaños vio que le ponía contra la espada y la pared.



La tomé de los hombros e hice que me mirase a los ojos, le dije que el regalo era para ella por ayudarme y que nunca jamás intentaría comprar ni su cariño ni por supuesto su sexo, que tanto uno como son demasiado importantes como para ponerles precio.



Y le dije que lo único que me preocupaba era el hecho de no haberla hecho lo suficientemente feliz como para que confiase en mí, pero que aún así nunca rompería su confianza.



Raquel volvió a llorar a  moco tendido, y yo la abracé, cuando levantó los ojos la miré fijamente y entonces hizo algo que yo no esperaba, se incorporó un poco y me besó.



Y dejó su boca junto a la mía, y ya el tímido beso dio paso a que nuestras bocas se enroscasen. Raquel parecía desesperada, me comía a besos a la par que me apretaba bien fuerte. Yo la besaba y la apretaba a mí, pero sin forzar para no incomodarla.



La situación después de un buen rato de besos, no daba más de sí, y fue ella la que tomó la iniciativa, se levantó y tomado mi mano me llevó a mi dormitorio. En un instante se quedó en ropa interior y se metió debajo de las sábanas. Yo evidentemente también me apresuré a hacerlo. Cuando estábamos los dos acostados siguió besándome y me dijo muy despacito que quería disfrutar como la otra vez, que la hiciese gozar.



A partir de ese momento hablamos poco. El silencio solo lo rompía el ruido de nuestros cuerpos retozando, nuestros besos y el suave traqueteo de la cama al movernos.



Disfrute de Raquel en todos los sentidos, literalmente degusté de toda ella, porque creo que no deje nada de su cuerpo por lamer, o recorrer con mi lengua.



Su primer orgasmo le llegó con mi lengua repicando en su clítoris, chilló y se dejó ir mientras cerraba los muslos aprisionándome entre ellos, y pese a ello no deje de acariciar aunque mucho mas suave sus labios, su pubis y todo el contorno de sus muslos.



Me atreví a explorar con la lengua en su pequeño agujero trasero, para ella fue una sorpresa, pues aunque el sexo oral nunca lo había practicado con su marido si lo conocía por lo menos de oidas, pero cuando mi lengua buscó y jugó en su culo, creó que fue cuando se abandonó definitivamente. La estuve lamiendo, y lubricando, y acabé volviendo a su coño mientras primero un dedo y luego ya tres acababan enterrados en su culo.



Raquel daba bandazos como un barco en pleno temporal, chillaba, berreaba y babeaba diciendo incoherencias, se corrió al menos dos veces mas, y en cada una de ellas iba creciendo su descontrol, quedando ida entre un orgasmo y otro.



Cuando vi que empezaba a relajarse, me incorporé y me situé entre sus piernas abiertas, puse mi polla a la entrada de su coño que estaba encharcado, y le pedí que abriese los ojos, cuando lo hizo trasmitía una mirada de placidez y de tranquilidad que me gustó y fue cuando le dije que iba a follarmela. Cerró los ojos, se mordió los labios y dejo escapar entre estos una sola palabra “Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”



Y entonces empecé a meter y sacar mi rabo de aquel coño tan apretadito.



No estaba yo para muchas florituras de lo caliente que estaba, pero intenté aguantar lo máximo posible que no fue mucho, pues al poco mis embestidas se hicieron más profundas y acabé vaciando toda mi leche en su coño



Ambos quedamos derrotados, me salí de Raquel y me tumbé boca arriba a su lado mientras la atraía hacia mí y nos tapábamos con la sábana.    



En la habitación olía a sexo, a puro sexo y los dos allí tirados nos quedamos dormidos.



Supongo que fue Raquel quien primero despertó bien entrada la noche, intentó levantarse sin molestar para no despertarme, pero lo hice, así que no la deje escapar y volví a besarla y abrazarla, mientras con mis manos recorría su cuerpo desnudo.



Ella intentaba escurrirse diciendo que ya estaba bien, que estaba sucia, y no se que más.



Yo me reía y le dije que estaba preciosa y como pude me baje a su coño de nuevo, ella no quería pero mi lengua volvió a buscar su placer.



Sabía y olía muy fuerte pero no lo dude y me comí otra vez aquel precioso coño, y Raquel al poco volvía a ponerse en órbita, moviendo las caderas y el culo al compás de mis mordiscos, volví a visitar su culo que me comí con fruición y babeé hasta dejarlo dispuesto para que mis dedos la fuesen abriendo.



Se corrió gritando otra vez, y sin tiempo a dejarle reaccionar tome una almohada y la puse debajo de sus caderas para levantarla un poco y me puse a follarmela de nuevo, pero por mi cabeza rondaba la idea de tomar su culo, pues suponía  que iba a ser algo nuevo para ella.



Cuando llevaba un buen rato entrando en su coño y ella se acercaba a otro sonoro orgasmo, apunté como al descuido mi polla en su culo e intenté entrar, Raquel se quedó quieta pero como con mi mano busque su clítoris y me dedique a acariciarlo se relajó.



Al poco mi rabo entraba y salía de su culo cada vez más deprisa mientras Raquel ya no se cortaba y a la vez que chillaba decía todo tipo de cosas que yo no entendía.



Y me corrí llenando aquel culo virgen de leche y dejándolo abierto y rosado.



Raquel no se si se corrió entonces, pero cuando me salí, la deje abierta y volví a bajar a comérmela, volvió a hacerlo. Para algunos será una guarrada pero mi lengua buscó su clítoris, recorrió su coño juntando el sabor de mi leche y todo tipo de sabores y se que simplemente se fue, se corrió tan fuerte que se quedó despatarrada y desmayada mientras yo la abrazaba.   



Ahora sí que dormimos un buen rato, de mañana y pese a que tenía que irme a trabajar dedique un rato a abrazarla y besarla, y aunque mi cabeza quería repetir con otro polvo, mi polla ya no daba más de sí.



Aún así con mis dedos y a base de caricias conseguí que Raquel se corriese de nuevo.



Le deje dormitando en la cama mientras me duchaba y luego me vestía, no pude desayunar y me fui pitando al trabajo.



Fue un día complicado porque había que dejar preparado todos los asuntos del fin de semana, y por eso llegué tarde a casa, pero llamé a su puerta, Raquel me abrió y solo ver su sonrisa fue el mejor recibimiento del día. Me hizo pasar y me dio dos besos, y se retiró. Pero yo la tome de la cintura y le di un morreo en condiciones, al que ella no se negó.



Me invitó a cenar, y mientras lo hacíamos estuvimos de charla intrascendente de la jornada de cada uno, al acabar fuimos al sofá, y allí con la tele puesta en menos de cinco minutos me quedé dormido. Tuvo que ser patético yo con mi traje y corbata medio desabrochada todo tirado en el sofá y dormido.



Raquel me dejo hacer y cuando medio espabilé un poco me dijo que lo mejor era que me fuese a casa.



Pedí perdón, le dije que había sido un día muy duro y estaba derrengado.



Sonrió, me ayudó a levantarme y me llevó a la puerta, allí me dio uno de los besos que más recordaré en mi vida. Una sensación de bienestar que me llegó directamente al alma.



Aquella noche dormí como un niño, de un tirón, y gracias al despertador porque sino no  habría llegado a la hora al trabajo.



Aquel día también fue complicado y no volví a casa  a comer, pero a media tarde, poco más de las seis dije que ya estaba bien y me fui.



Era muy pronto para lo que acostumbro, y cuando llamé al timbre de Raquel me abrió su hija. Dije que llamaba para saber como había ido la comida del domingo, y se le abrieron los ojos, diciendo que todo perfecto, que de parte de toda la familia muchas gracias. Yo me limité a decir que era lo menos que podía hacer para compensar la especial dedicación de su madre para conmigo. Fue un rato de agradable charla con madre e hija en el salón, y me despedí.



Pasadas un par de horas, que pasé dormitando en mi sillón preferido con un poco de música, Raquel llamó a mi puerta. La reñí diciendo que tenía llave y que podía utilizarla, a lo que se negó diciendo que podía estar acompañado y crear algún inconveniente.



La entrar acerque mi cara para darle un beso, que no rehusó; solo que no acercó la cara sino su boca bien abierta buscando la mía.



Nos abrazamos en el pasillo sin dejar de comernos los morros, en cuanto paramos para respirar nos dejamos ir hasta el sofá.



Raquel venía vestida con su ropa vieja de estar por casa, y yo estaba con mi pijama y bata, pero antes de dejarnos caer al sofá ya estábamos yo en calzoncillos y ella tan solo con una enorme y vieja braga blanca que tapaba todo su culo y su pubis. Raquel se reía diciendo que lo podía haber previsto y haberse puesto un poco más presentable.       



Le dije que me gustaba así, que estaba tremenda. Acurrucados en el sofá nos metimos mano, y conseguí su primer orgasmo mientras no dejaba de besarla.



Tumbándola a lo largo del sofá me bajé a su coño, reconozco que es algo que me vuelve loco, tiene un sabor y una mezcla de olores que para mi son esencia afrodisíaca, me alteran y excitan.



Con mi lengua buceando en su coño se corrió de nuevo, entonces me fui arriba y tal cual le di un pollazo metiéndole todo el rabo de una tacada, estaba tan mojada que simplemente entró. Me dedique a mover mis caderas y a embestirla hasta que no pude más y me corrí dentro de su coño. Raquel me aprisionó entre sus tetas mientras me besaba.



Medio descansamos un poco hasta que un poco repuestos fuimos a la cocina a picar algo y coger fuerzas. Yo no tengo una nevera muy surtida pero siempre se encuentra algo. Era una maravilla ver aquella mujer madura desnuda moviéndose por allí. Cuando había preparado un poco de embutido, abrí una botella de mi mejor vino (todavía recuerdo que era un Roda I del 2001) y sentándome en la mesa la atraje hacía mi y la senté encima de mis rodillas.    



Comimos y dimos cuenta de la botella pero sin dejar de besarnos y hacer arrumacos.



Raquel estaba guapa, radiante, simplemente impresionante.



Y mi polla poco a poco iba cogiend

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