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Categoría: Maduras

Rosa y yo

Me llamo Iván tengo 31 años y desde hace 4 años resido en Madrid por motivos laborales. Mido 1.76, peso 74 kilos, en mi tiempo libre practico natación y considero que tengo un cuerpo normal tirando a bien. Los fines de semana los suelo pasar en mi tierra natal Asturias y todavía me gusta salir por la noche a tomar algo con los amigos, aunque ya no lo hago con la asiduidad de años atrás y dedico el tiempo a otras actividades.



 



Mª Rosa es mi vecina de abajo, es una mujer de 58 años que cuando coincidíamos en el portal siempre me daba conversación, se quejaba del cambio climático, la falta de lluvia, de la ultima avería en la antena comunitaria, o me preguntaba si iba a ir a pasar el fin de semana a mi tierra. Ella siempre buscaba conversación. Otras cuando la comentaba que había estado en tal sitio me hacia saber la suerte que tenia y se quejaba por no poderlo hacer ella. Yo la animaba a que si podía como se hace en estos casos, ella se escudaba en su trabajo para ocultar la monotonía en la que estaba instalada su vida como fui descubriendo posteriormente. Alguna vez posaba su mano en mi brazo mientras hablaba y otras notaba alguna mirada especial. Podía notar en su cara que cada vez que coincidíamos se alegraba del encuentro.



 



Nunca la vi acompañada de un hombre y después varias charlas a pie de escalera y en el portal me enteré de que estaba separada y que había pasado media vida casada con un hombre que no la hizo feliz. Su independencia económica y la indiferencia de su marido hicieron el resto. Tenían una hija en común de mi edad que se había casado hace 6 años y vivía ahora en Girona con su marido. Rosa pasaba allí las vacaciones en verano desde entonces. Hablaba de sus deseos de jubilarse y pasar más tiempo con ellos. Y de sus ganas de que la hicieran abuela.



A veces sus ojos la delataban y empezaba a pensar si aquella mujer me miraba de esa manera pidiendo guerra.



Tengo que decir que con el resto de vecinos no mantengo mucha relación reduciéndose esta al saludo y poco más, pero con ella se fue desarrollando una cierta amistad. En el tiempo que llevo viviendo en ese edificio siempre la había visto como un vecina más sin levantar en mi interés pero aquel comportamiento que mostraba conmigo junto con una racha de sequía en mis relaciones sexuales consiguió que empezara a verla como una mujer.



 



Me empezó a gustar el primer día que me fijé en su culo, estaba sujetando la puerta del ascensor para que ella metiera el carro de la compra y pude hacer un fichaje sin peligro de ser descubierto, Vestía un pantalón de loneta amplio de color negro que se le pegaba en el trasero debido a su tamaño, y una blusa blanca que dejaba al descubierto toda la superficie y forma de sus nalgas, nada caídas para su edad. Un culo grande pero, en consonancia con su anatomía, mide 1.70 y pesa unos 65 kilos, ancha de caderas pero no se puede decir que sea una mujer gorda, ni siquiera gordita porque no la cuelga carne de ninguna parte. Se la veía femenina, parecía siempre venir de la peluquería, con el pelo teñido de color cobrizo, las uñas pintadas, aunque rara vez se la veía maquillada, La cara refleja su edad y es portadora de pequeñas arrugas en la comisura de los labios pero se puede decir que es una mujer atractiva para tener 58 años.



 



Coincidimos de nuevo en una reunión de escalera, después de tratar los puntos de la misma y llegar a un acuerdo sobre una obra que había que realizar la gente se fue retirando, quedándonos Rosa y yo hablando sobre el tema. Sin prisa por parte de ninguno de los dos por terminar, la conversación se prolongó en el portal durante dos horas hablando sobre la avería, pero también sobre el trabajo y la vida. En ese momento ya me mostraba con ella más amable que en el pasado, en el sentido de que no cortaba la conversación para marcharme. Ella empezó a notarlo ese día, me mostraba más atento y la miraba a los ojos de una forma especial como hacia ella a veces. Cuando terminamos subimos y entré en su casa con la excusa de comprobar si la fuga de la tubería de calefacción que había que cambiar había afectado a su piso, no encontré nada pero la visita sirvió para que se quitara la trenca que llevaba y permitiera dejar a la vista la forma de sus curvas. Tomamos un cafe y charlamos sin mirar el reloj, al despedirnos nos miramos fijamente durante un par de segundos que parecieron eternos. Aquella mirada desprendía olor a sexo pero en ese momento nos separaba la distancia de la edad y el miedo a dar un paso en falso.



 



 



Con el tiempo las visitas se hicieron frecuentes, si necesitaba ayuda para alguna cosa subía a mi piso, me la pedía y yo amablemente la ayudaba, otras subía por alguna tontería con claras intenciones de charlar o de ¿ligar? Por mi cabeza ya rondaba la idea de follar con ella y veía posibilidades así que acepté el juego y decidí hacerla ver que me gustaba. La lanzaba alguna pequeña mirada a sus labios cuando sabía que se daría cuenta, si posaba su mano en mi brazo, después posaba yo la mía en el suyo. Se daba cuenta de la nueva situación y al principio se ruborizaba un poco pero la gustaba sentirse deseada y a mi que lo supiera. La dije que apuntara mi número de móvil para cuando necesitara cualquier cosa y pudiera ayudarla o cuando necesitara hablar. Iba con doble intención y Rosa lo sabía perfectamente pero a esas alturas yo había perdido ya la verguenza. Ella me agradeció el gesto y entre miradas penetrantes nos dijimos adios. Esa noche me envió en un mensaje "gracias cariño. Voy acostarme ya" la respondí "de nada cielo, que duermas bien", me envío otro "un beso", la respondí "un beso"



 



Al día siguiente era viernes, después de almorzar con unos compañeros de trabajo me lancé a la piscina y la envié un mensaje "voy a ir a las 8 al cine si te animas avísame". A los 10 minutos me llamó y aunque dudaba no me costó convencerla, acordamos ver Mr. Brooks. Quedamos en la entrada porque ella quería aprovechar para ir a una tienda y yo no podía ir a buscarla a tiempo. Aparqué el coche y fui a comprar las entradas. Rosa apareció puntual, la recibí con un cariñoso saludo y con una mirada complice entre ambos entramos a la sala. Vestía pantalón de loneta marrón a juego con unos zapatos de medio tacón, y un jersey fino de color verde claro que se la ajustaba lo suficiente para permitir ver la sensual forma de sus tetas, un abrigo 3/4 negro a juego con el bolso completaban su vestuario. Clásica y sin llamar la atenciones a su estilo habitual. La dije al oído que estaba muy guapa. Se la veía complacida por sentirse deseada aunque sospechando mis intenciones me susurro que no hiciera tonterías, la dije que me lo pensaría. La sala estaba medio llena y en nuestra fila había sentadas varias personas. Poco después el cine acabó llenó y perdí toda esperanza de que algo pudiera suceder. Nuestras manos entraban en contacto en el apoyabrazos, a ratos posaba mi meñique sobre el suyo y a veces buscaba ella el contacto de nuevo. Sin decirnos nada disfrutamos de esos momentos y contemplamos la película.



Al terminar marchamos a buscar mi coche y cogimos rumbo a nuestra calle. En el trayecto hablaba de la película y de una obra de teatro que había visto la semana pasada, tratando de obviar lo que estaba sucediendo entre los dos. Tampoco me extrañé de ese comportamiento, su forma de ser la obligaba a obviarlo y se limitaba a dejarse llevar. Le dolían los pies y acabó quitándose los zapatos, la pregunté que si luego necesitaba que la diera un masaje, me preguntó que si no me importaba que se lo diera. La respondí que al contrario que lo haría encantado.



 



Llegamos al garaje, se calzó y subimos a su piso. Entramos en la cocina y me ofreció café, la dije que primero se sentara para darla el masaje. Se quitó el abrigo y luego los zapatos, se sentó y me agaché. Los tenia cubiertos por unas medias marrón claro y se podía apreciar que llevaba pintadas las uñas de rojo. Se remangó las perneras del pantalón y se las quitó, le llegaban hasta poco más abajo de las rodillas. Tomé uno de los pies y empecé con el masaje y luego con el otro intercalando algunas caricias. La clara de placer de Rosa mostraba lo que estaba disfrutando. Cuando terminé la coloqué de nuevo las medias terminando con unas caricias descaradas en los gemelos. Acabé medio empalmado cosa que pudo apreciar al levantarme, pero no hizo comentarios al respecto. La noté en la voz que se había puesto algo nerviosa, la dije que estuviera tranquila y la pregunté que si quería que me marchara, dijo que no, y me cogió las manos mientras me decía que lo había pasado muy bien y que había que repetirlo, dándome a continuación un beso en la mejilla. Nos miramos fijamente a los ojos y la di un pico. A continuación empezamos a besarnos en la boca, comenzando un excitante roce entre nuestros labios. Me dijo con voz poco convincente que no siguiera pero no la hice caso y seguí comiendo esos labios con suavidad, mi lengua juguetona empezó a pedir pasó dentro de su boca, la batalla la ganó la lengua y logró penetrar los labios, las lenguas entraron en contacto acariciándose con suavidad, nuestros cuerpos se pegaron, podía notar sus tetas aplastadas contra mi pecho y Rosa notaba ya una polla muy dura contra su pubis. El deseo se convirtió en pasión, nuestras lenguas hicieron el amor, en mi boca y en la suya, bailando entre una mezcla de dos salivas. Nuestros pubis se movían buscando la mejor posición para aplastar mi polla contra ella. Mis manos en su cintura se despegaron para explorar nuevos horizontes y se deslizaron por encima de su pantalón por toda la superficie del culo, haciendo paradas en sus nalgas para ejercer presión contra mi cuerpo. Cambiamos la posición, me puse detrás de ella aplastando mi bulto contra la raja del culo por encima de su pantalón y empecé a levantar su fino jersey dejando al descubierto un sujetador blanco, acaricié y bese toda su espalda hasta la cintura, solté el enganche del sujetador y este cayó al suelo. Con las tetas al aire me pidió apagar la luz. Encendí la del pasillo y apagué la de la cocina quedándonos los dos en la penumbra. La pregunté que si así estaba bien y me dijo que si, nos besamos y la dije que se relajada y que disfrutara. Mis manos empezaron a buscar sus maduras tetas en la semioscuridad y no tardaron en localizarlas, se las acaricié, y a ratos las estrujé. Los pezones mostraban ya una dureza considerable, los chupe y los froté y se los excité con las yemas de los dedos, terminando duros como escarpias. Solté los botones de su pantalón y colé la mano en busca del tesoro. La froté primero por encima de las bragas, y en el primer contacto mis dedos percibieron el calor que desprendía lo que guardaban. Cansado de frotar algodón metí la mano dentro y empecé a frotar de nuevo. No estaba depilada aunque tenia muy poco bello, no tardé en meterla el primer dedo dentro del coño que ya rebosaba una notable humedad, Rosa se estremeció en ese momento. Me besó en la boca y me ordenó que siguiera.



Con su bendición y mi dedo hice una exploración a fondo de aquella cavidad que había estado cerrada al público durante tantos años como luego me contó. Encontré el clitoris y se lo excité empezando ella a soltar algún gemido sin poderlo acallarlo. Las manos de Rosa se apartaron de mi trasero y empezaron a buscar el bulto de mi pantalón y a palparlo con timidez. Puse mi mano sobre la de ella guiándola en los movimientos que debía realizar, desabroché el botón de mi pantalón y me bajé el boxer liberando de su prisión a mis 19 cm de carne dura. Tome su mano y la puse en contacto con mi polla por primera vez, la exploraba con una mano comprobando su dureza, bajaba a los huevos y volvía a subir realizando torpes movimientos en la semioscuridad.



La di un beso en la boca y la abrí más los pantalones dejando que cayeran al suelo, me puse de rodillas y la bajé las bragas en dos movimientos. El perfume embriagador de su coño invadió mi cara, separé sus piernas para que tomarán la distancia suficiente para dejarme trabajar. En la oscuridad y sin avisar la di el primer lametón y probé por primera vez el sabor de su rajita. Separé con los dedos los labios vaginales y metí la lengua dentro, Rosa mostró su aprobación con un gemidito. Describía circulos con la lengua buscando de nuevo su botón y supe que lo había encontrado cuando se estremeció de nuevo. Realicé mi labor en el clitoris y por los sonidos que hizo cuando tuvo un orgasmo no necesitó decirme lo que había disfrutado.



Me incorporé y me dio un soberano morreo. Me quité el jersey y la camisa en la oscuridad quedándome desnudo ante ella. Empezó acariciarme la polla de nuevo, la tomaba con las manos y realizaba con ellas un movimiento tratando de masturbarme. Cogí sus nalgas con las dos manos empujando hacia mi, nuestros cuerpos quedaron pegados con la polla aprisionada entre su pubis y los muslos, con pequeños empujones de mi cintura contra la de ella la indiqué lo que quería hacer. Rosa lo entendió y separó una distancia suficiente las piernas cogiendo con la mano el trozo duro de carne frotándolo contra los labios del agujero. La ayudé con un pequeño empujón y la cabeza entró en la húmeda cavidad produciéndonos a los dos un sonido de placer. Nuestras cinturas se pegaron aún más y comenzaron a chocar con suavidad. La posición era incomoda pero el placer compensaba al dolor. Cambiamos y me coloqué contra la pared poniendo a Rosa de espaldas a mi, su culo se acopló con mi pubis empezando un baile entre ambos con una serie de impulsos del uno contra el otro aplastando mi polla contra ella. La coloqué en la entrada del coño y sin esperar le metí la punta de nuevo, ella inclinó la espalda y presioné mi cintura contra ella consiguiendo que entrara entera, una sensación de calor y humedad recorrió mi cuerpo, ella presionó contra mi y yo contra ella para asegurar una perforación completa, empecé a mover mi cintura con un pequeño movimiento circular mientras seguíamos pegados y realizando entre los dos impulsos de presión para comprobar que continuábamos bien pegados. Deslicé mi mano hacia sus tetas mientras seguiamos en esa posición y tras un masaje hice una comprobación con los dedos de la dureza de los pezones, me gustó y deje de hacer presión contra ella con mi cintura dejando una distancia a la polla para poder ejercer la primera envestida, puse las manos sobre su cintura y empecé bombearla. Al cabo de unos segundos nuestros cuerpos cogieron el ritmo y empezaron acompasar los movimientos y empecé a envestirla más fuerte empezando a inundar la oscura cocina un sonoro ruido de carne golpeando. Bajamos el ritmo y acabamos pegados de nuevo presionando un cuerpo contra el otro. Se la saqué y se la volví a meter dando un par de envestidas volviendo a quedarnos pegados. Ella empujaba el culo contra mi pidiendo más y empecé a envestirla más fuerte, de menos a más intensidad y viceversa. Nuestro placer era máximo y sonaron gemidos que se mezclaron con el ruido de los choques entre nuestros cuerpos. Después de un rato de ejercicio intenso faltaba poco para correrme y dejamos de follar.



 



 



Encendí la luz y salimos de la penumbra, se apreciaba olor a sexo en la cocina, su madura desnudez se mostraba ante mi, solamente llevaba las medias calcetín, se veía un cuerpo delicioso y se lo hice saber. Mi polla estaba tiesa y ella la pudo contemplar por primera vez. La dije que me gustaría que se la metiera en la boca. Rosa apagó la luz comenzando a acariciarme el pecho y el torax con ambas manos, se agacho y cogió con la mano el nacimiento de la polla, empecé a notar que algo rozaba el glande y después lo aprisionaba, yo acariciaba con la mano su cabeza mientras me la empezaba a chupar con suavidad. El placer que me producía con su tímida mamada me hacía aullar. Deslizaba su lengua por la punta, me daba suaves pasadas con los labios por el glande limpiando el líquido preseminal. Presioné su cabeza contra mi para indicarla que deseaba mas profundidad, y fue chupando mas carne en cada pasada, acabó con ella en la garganta. Se la sacaba de la boca para que empezara un nuevo ciclo desde el glande. Después de unas cuantas pasadas tenía la polla a punto de estallar y la avisé de que iba a correrme. Ella se apartó y exploté dando un gemido de placer.



 



Encendimos la luz y la di un morreo de agradecimiento por el buen trabajo realizado. Nos besamos en los labios con pasión y con la polla todavía dura rozando su ingle quedamos en llamarnos al día siguiente prometiéndome con su dulce voz luces encendidas y yo a ella nuevas sensaciones.



 



Me puse la ropa y ella cogió las bragas que andaban perdidas por el suelo y se las colocó. Preparó el café que había quedado pendiente y nos lo tomamos mientras la daba otro masaje en los pies y hablamos de nuestra relación.



 



Nos despedimos con un beso y unas caricias. Subí a mi casa y al rato recibí un sms de Rosa "buenas noches cariño, un beso" recibiendo ella a continuación "buenas noches cielo, un beso"



 



Esta es la historia de nuestro primer encuentro. Espero que os haya gustado.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 7
  • Votos: 1
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