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Renace el harem (Cap. 3)

Las clientas buscadoras dejaron a las elegidas para ser entrenadas como sus futuras perras, su Majestad ordenó a un par de su sequito se encargara de postrar a sus pies a las nuevas reclutas, las esclavas acataron la orden de inmediato, ya teniéndolas arrodilladas su Majestad ordenó a las esclavas trajeran a sus hijas, ya que les iba a asignar tareas.



En un lapso no mayor de 3 minutos las perritas adolescentes se presentaron ante su dueña, le besaron los pies y preguntaron que se le ofrecía a su dignísima dueña. Después de lamer los pies de su dueña agacharon la cabeza hasta apoyarla en el suelo después de adoptar la pose de adoración, su Majestad les impuso la tarea del entrenamiento de esas perritas que serían devueltas totalmente domesticadas en dos semanas. Las perritas respondieron “si Majestad, lo que usted disponga, aquí nosotras solo estamos para servirle”.



El Ama regaló a esas chicas unos minutos de su tiempo que eran tan valiosos, para dejarles bien claro cuál iba a ser su destino a partir de ese instante, las chicas temerosas apenas pudieron levantar la cara, ya que el miedo que tenían se estaba convirtiendo en terror. Su Majestad les aclaró que desde ese instante iban a estar sometidas a sus pies día o noche según fuera su estado de ánimo, y que aprenderían obediencia y respeto a toda hora, orden que les diera de manera directa orden que se debe ejecutar de manera inmediata y sin reclamo.



El Ama les puntualizó que ella no acostumbra dar una orden más de una vez, y en el caso de tener que repetirla serían fuertemente reprendidas, por lo que les convenía más hacer caso y ejecutar la orden la primera vez. Las chicas temerosas dijeron con voz baja “si señora, lo que usted diga eso se hará al instante”, el Ama les ordenó desnudarse para después ponerse en pose de adoración y besarle los pies.



A las reclutas no les quedó más remedio que obedecer, así que se desnudaron y en menos de 3 segundos después ya le estaban lamiendo los pies, su Majestad comentó, “muy bien mis perritas, así se hace”, las perritas solo guardaron silencio.



Su Majestad les hizo saber que aprenderían todo acerca del arte de servir a un Ama y saber complacerla teniendo su casa brillando como espejo, al igual que sirviéndole en cualquier Momento que ellas fueran solicitadas. Lo primero que deben saber que su mejor amigo siempre será el suelo, por lo mismo solo podrán estar a cuatro patas y de rodillas, clavar su mirada siempre al suelo o a los pies de su Ama y como altura máxima para ver al Ama será solo a los tobillos, más arriba será considerada una falta de respeto que tendrá consecuencias.



En cuanto al horario de comida solo podrán comer una vez al día, ese momento será solo de noche y con una duración máxima de 15 minutos, así que deberán ganarse el derecho. La comida permitida es alimento de perro y el agua solo pueden beberla del retrete, de un charco o de la manguera, esos serán sus únicos lugares permitidos para saciar la sed. Tienen estrictamente prohibido emitir una sola palabra sin permiso o por lo menos respirar más fuerte de lo que normalmente se respira. ¿Están entendiendo las reglas?



Las chicas temerosamente respondieron con voz poco audible y temblorosa afirmativamente. El Ama continuó diciendo su jornada laboral será de 16 horas como mínimo, sin embargo en caso de haber una reunión, su horario se convertirá de 24 horas o más, según el momento en que la reunión termine y hayan dejado todo limpio y acomodado.



El lugar permitido para su descanso será únicamente dentro de una jaula de titanio reforzado, y si están fuera es porque desean estar desempeñándose ¿les ha quedado claro perritas?, ellas agacharon la cabeza y solo asintieron ya que se les tenía prohibido hablar. Una vez que las nuevas reclutas habían entendido el reglamento de su nuevo estilo de vida, su Majestad hizo una seña para que sus esclavas ya adiestradas se acercaran, ya estando las esclavas de rodillas les ordenó les pusieran a las nuevas perras la mordaza con el cepillo para ponerlas a barrer con él en el hocico.



A las nuevas esclavas solo se les autorizaron dos horas para dejar todo el piso impecable. Las nuevas esclavas con miedo de ser azotadas con dificultad aunque con mucho empeño se pusieron a barrer con el hocico, situación que les costó tiempo acostumbrarse, ya que jamás lo habían hecho en cuatro patas.



Al término de las dos horas, las esclavas regresaron a las reclutas ante la presencia de su Majestad para informarle que habían concluido con la limpieza del suelo. El Ama ordeno se les cambiara la mordaza de cepillo para ponerles una mordaza de bola, y así irlas acostumbrando a que el hablar ahora estaba restringido para ellas. El Ama ordeno se pusieran a recolectar toda la basura del reino y que después se pusieran a limpiar cada uno de los baños que tenía la mansión.



Después de un rato de mantener el hocico abierto de manera forzada por la mordaza, las esclavas al no poder tener cerrado el hocico empezaron a babear, lo que provocó les fiera sed. El Ama les permitió ir al jardín para beber agua de un charco que había desde el día anterior por haber estado lloviendo. Las esclavas reclutas tenían tanta sed, que terminaron el agua del charco y siguieron bebiendo de la manguera a lengüetazos, ya que en todo el día no habían probado una sola gota del preciado líquido. Poco tiempo después fueron llevadas a sus jaulas.


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