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Categoría: Incestos

Relaciones anormales...

Desde hace unos 10 años, tengo relaciones con mi hermana. Yo siempre digo, en broma, que son relaciones "anormales", justamente por las tres primeras letras de estas palabra... "ano"... que es el protagonista de esta historia. En realidad, tener relaciones con mi hermana para mi es algo normal, pues es una mujer (¡y que mujer!), yo soy un hombre y ambos somos heterosexuales... algunos leerán con escándalo esta historia que voy a contarles, sexo entre dos hermanos, amor filial que le dicen por allí. Pero no, todo esto no es por amor, más allá del aprecio de hermanos que nos tenemos. Y si bien no voy a negar que aún continuamos teniendo nuestras relaciones "anormales" por lo menos una vez a la semana, y que esto nos causa un placer inmensurable... las relaciones sexuales comenzaron por un consulta profesional, y nada más que eso. De hecho, prefiero hacer esto con mi hermana que con alguien desconocido. Y en el fondo, el morbo de hacerlo con la hermana de uno... ¿acaso nunca has mirado a tu hermana y has tenido ganas de follártela?
Pues bien, esta es mi historia.

Para la época que les voy a contar, cuando comenzó todo esto, yo era un joven estudiante de ingeniería en la ciudad de Buenos Aires. Yo tenía unos 21 años y mi hermana 25. Mi hermana se llama Stella, y la verdad, no sé si será por genes o que, pero está buenísima. Es rubia, de tez clara, ojos verdes, contextura delgada y una delantera impresionante. Me refiero a "impresionante" a unos 115 cm de pura teta, y nada de silicona... bien natural, "pechito argentino" como le decían el barrio. No había tipo que no la mirara, ni camionero que no le gritara algo. Para ella, tener tanta teta siempre fue un problema, pues era imposible ocultarlas, aún usando ropa holgada... ni hablar en la playa, era imposible no mirarla, hasta yo me calentaba con esas tetas que rebotaban tan salvajemente cuando caminaba y corría, apenas sujetas por el traje de baño. Recuerdo la vez que se atrevió a usar un bikini (quería tomar sol en la pancita, que por cierto estaba bien planita) y un grupo de hombres cuando la vieron aparecer empezaron a aplaudir... roja de vergüenza, tuvo que ponerse una camisola para tapar esos atributos naturales que el mundo varonil le agradecía sinceramente. Quizás por tener tanta teta (y unos padres como los nuestros, tan castradores) no tuvo mucho éxito con sus novios. Es decir, hombres tenía, y hacían cola, pero la relación se ahogaba al poco tiempo. No quiero decir que se ahogaba por las tetas de mi hermana, pero siempre imaginé que mi hermana estaría exigida sexualmente por sus novios, o al revés, que ella les exigiría a ellos cosas imposibles... yo me ratoneaba con estas ideas y me masturbaba ya cuando era adolescente, pensando en mi hermana y en sus tetas como globos. Más de una vez incluso traté de espiarla por la cerradura del baño mientras ella se higienizaba (vamos... seguro que ustedes ya lo han hecho alguna vez, incluso con su propia madre...) Pero mi hermana, quizás por una cuestión de fobia personal, siempre tapaba la cerradura, por lo que yo nunca había podido ver esas tetas envueltas en jabón y agua, en espuma y en manos que se deslizaban, quizás buscando el autoplacer, quizás masturbándose... yo quería conocer los pezones de mi hermana, saber si eran grandes (apenas podía suponerlo por como se pegaban en el traje de baño cuandoe estaba mojado), si eran oscuros o claros, si eran puntiagudos, si había alguna mordida perdida por allí...

Sí, me imagino que estarán cachondos leyendo esta historia, y que las chicas (y chicos gays) se preoguntarán mientras tanto que había de mí, que tengo que ver en esta historia. Pues bien, cuando hablaba de genes familiares, no me refería precisamente a que yo tuviera pechos o fuese rubio, pues yo en realidad salí con el pelo castaño y los ojos grises. Soy más alto que mi hermana, aunque cuatro años más chico. Lo que tengo común con ella es, además de la relación que nos une, el sexo muy desarrollado. En el club, los muchachos que jugaban al rugby conmigo me apodaban "bolas de toro", ya se imaginarán porqué. Todos hacían bromas sobre el tamaño generoso de mi aparato y sobre todo de mis bolas, que son como dos manzanas. Siempre había algún gracioso que tiraba una pastilla de jabón en medio de las duchas y nadie, por supuesto, se agachaba a recogerlo, pues decían que yo era capaz de ensartar a esa persona y dejarla absolutamente empalada. Y yo me reía, pero la verdad, es que siempre había sido un muchacho muy tímido con las chicas, al punto que había debutado con una profesional y no había tenido muchas relaciones sexuales con otras chicas. Ni siquiera tenía novia oficial. No me sentía muy seguro con las chicas por culpa de mi timidez, más allá que jugara al rugby o estuviese estudiando ingeniería.

Mi hermana, en cambio, ya era médica. Se había recibido hacía poco, con excelentes promedios y mis padres le habían alquilado un pequeño departamento que usaba como consultorio en el centro de la ciudad.

Sucedió por aquella época algo que comenzó molestándome mucho y yo no sabía como solucionarlo. Me daba vergüenza contarlo, y era un problema de índole médica. Por algún extraño motivo, mi vientre estaba muy "seco" y cada vez me costaba más trabajo poder hacer mis necesidades... intestinales. Es decir, me dolía muchísimo el culo cuando estaba cagando, los soretes se quedaban atravesados, vaya a saber que era lo que me pasaba. Si hacía fuerza, el dolor era insoportable, y me asusté cuando empezé a ver restos de sangre en el fondo del inodoro, mezclados con mis excrementos. Al principio, había pensado que era la comida solamente, pero luego de probar dietas, ayunos, laxantes y supositorios... y al ver que nada daba resultado, me agarró pánico. Fuí entonces a visitar a mi hermana, la única persona a la que le tenía confianza.

Le conté a mi hermana, mirando al suelo, rojo de vergüenza lo que me estaba pasando. Tiernamente ella me levantó la cara tomándome de la pera, me miró con sus ojos verdes y me estampó un beso en la frente.

-No debe ser para tanto, chiquito. ¿Te gustaría que te recomiende un médico de confianza?

Mi hermana siempre me había dicho "chiquito", sobre todo desde que se enteró que mis compañeros de rugby me decían "bolas de toro". Yo siempre había respetado a mi hermana y jamás le había dicho algo sobre sus tetas de mastodonte. Pero en el fondo me molestaba...

-No, no quiero ir a un médico, por eso vengo a tu consultorio. Quizás sepas de algún medicamento o alguna dieta, no sé, pero me duele mucho...

-La verdad, chiquito, no sé que decirte. Si te da mucha vergüenza ir a otro profesional, quizás quieras que te heche una miradita...

Dicho Stella, mi propia hermana, esto sonaba muy loco. ¿Me iba a mirar el culo? ¿Me iba a revisar el ojete?

-No, no... no quiero.

-¡Vamos! Prometo no burlarme de lo que vea. Yo siempre te he hecho bromas y nunca en cambio me replicaste con algo desagradable, sobre todo sabiendo lo traumático que es para mí tener estos pechos... (y se tocó una teta mientras decía esto).

-¿Quedará entre nosotros?

-¡Claro hombre...! Vamos, abajo esos pantalones y sobre la camilla, que Stellita te va a mirar un poquito.

Me bajé los pantalones pero no el slip, y me tiré sobre la camilla, tal cual me lo pidió mi hermana. Mi hermana, que estaba con su bata blanca, como toda una médica, me tiró el slip hacia abajo y me dejó con mi culo peludo al aire.

-¡Que lindo culito! -dijo Stella, mientras le daba unas palmaditas cariñosas. ¡A ver hombre, ábrete de piernas, que quiero ver tu esfinter!

Aquello estaba comenzando a excitarme. Tuve que abrirme de piernas y mi hermana tuvo una visión espectacular de mis bolas tamaño de una manzana.

-¡Guau! -exclamó- Tenían razón tus amigos en el club...

Yo estaba con la cara roja de la humillación y a su vez, metida entre los brazos, escondida sobre la camilla. Sentía las manos de mi hermana abriéndome las cachas, con sus manos tibias envueltas en unos guantes de quirófano, manoseándome el culo. Sus dedos rozaban mi esfínter y también, como al descuido, rozaban mis bolas. Calculo que era algo imposible de evitar, inclusive para el más experimentado de los médicos. Ese toqueteo me estaba excitando, y se imaginarán que bajo mi cuerpo y sobre la camilla, el aparatito no tardó en reaccionar...

-No soy experta en este tema, pero creo que estamos en problemas. -comentó mi hermana.

Yo me puse más rojo de la vergüenza. Mi hermana había notado seguramente la erección.

-Vamos, siéntate sobre la camilla, tenemos que hablar seriamente. -me dijo.

Yo estaba resignado a todo, así que me incorporé sobre la camilla y me senté frente a ella. Tenía mi pene en todo su esplendor, hasta el ombligo... parado y duro como una columna. Ahora mi hermana podría contemplarlo todo. Yo ni siquiera quería mirarla, así que miré el piso, contaba los mosaicos del departamento, en fin...

-Por lo que ví, tienes el esfínter inflamado, es decir, el ano muy reducido de tamaño, seguramente es el síndrome de Alka Seizer, para el cual no hay solución descubierta, no aún... decía mi hermana, mientras yo seguía mirando al piso. Hablaba tan natural, tan profesionalmente que me dió algo de confianza y levanté la vista para mirarla. Mi hermana no me estaba mirando, estaba de espaldas. Pero en ese momento se dió vuelta y justo, justo cuando yo estaba mirándola... ella me miró.

-...pero hay tratamien... ¡Dios mío! -dijo mi hermana y se puso roja como un tomate. Se quedó petrificada al ver mi pija de piedra apuntando al cielo, ofreciéndosele como un regalo de los dioses del Olimpo. Ella me miró a los ojos y no pudo despegar la vista de mi aparato, así que iba y venía...

-¿¿Que estás haciendo?? -dijo mi hermana.

-Yo... yo... -no supe que decir.

Mi hermana me miró, miró a mi tubo erecto se calmó un poco.

-No te preocupes, seguramente yo te excité cuando te tocaba... no es para menos, de tal palo, tal astilla. -me dijo-. Yo también tengo el sexo muy desarrollado -dijo, tocándose un poco la entrepierna sobre la bata.

Esas palabras me pusieron peor aún. Mi pija, que había comenzado a bajar, nuevamente estaba al palo. Toda venosa, durísima, con el glande bien afuera, a punto de explotar. Si no fuera mi hermana, le hubiese pedido en ese momento que me la chupe, pero la verdad, mi timidez era muy fuerte... Me quedé mirando a los ojos a mi hermana, sin decir palabra. Estábamos solos, en su departamento consultorio, yo sin pantalones y mostrándole el gran poder de mi aparato, mi hermana mirándome a escaso metro y medio, con su bata blanca profesional... aquello era muy raro.

Y excitante.

-Necesitamos hablar seriamente. -me dijo, sin despegar la vista de mi aparato. Si quieres, puedes vestirte. Yo... me sacaré la bata.

Ella se sacó la bata y no sé, pero su "ropa civil", unos pantalones de gabardina algo ajustados y un pullover de lana oscuro, insinuaban sus tetas... creo yo... más duras y enormes que lo de costumbre. Para mí fue fatal. La pija seguía roja, gigante. Y yo que no podía moverme. Mi hermana se quedó mirándome.

-Necesitamos hablar seriamente -lo repitió por enésima vez.

-Si, si, hablemos... -le dije, aunque yo no me movía, tampoco mi pene ardiente y empalado. Por un momento, la timidez dejó paso a la locura. Me sentía deliciosamente bien mostrándole el sexo, poderoso, gigantesco, nada chiquito a mi propia hermana... que de hecho, es una hembra impresionante. Y eso me excitaba. Ella ya sabía porque me decían "bolas de toro". Ya no me podría decir "chiquito". Y hasta quizás, ella también se estaba excitando.

-Comprendo que no puedas guardar semejante miembro dentro de tus calzones otra vez. Debe ser molesto, lo comprendo. Te perdonaré por esta vez... no solamente tienes las bolas de un toro... tu miembro es... ¡enorme! -me dijo sonriendo.

Sus palabras me pusieron cachondo. Creo que mi mirada estaba encendida de pasión y deseo, porque se puso algo nerviosa, y ya no me miraba a los ojos, tampoco a mi trípode erótico. Miraba los mosaicos del suelo, tal cual yo había mirado antes. Parecía que le había transmitido toda mi timidez, o quizás, una feroz lucha interior, entre el deseo y lo prohibido se estaba debatiendo en su interior. Me excitaba mucho pensar eso, en que mi hermana quisiera agarrarme el pene y mamarlo, cabalgarlo, que me pidiera, me suplicara le acabara entre sus enormes tetas. Yo quería verle las tetas... yo estaba muy caliente. Y el pene seguía ahí, desafiante.

Mi hermana empezó a hablar, sin dejar de mirar el piso.

-Tenemos que hablar en serio... ¿podremos?

-Soy todo oídos. -le contesté.

-Todo oídos... y algo más -me dijo sonriendo. Hizo un chiste tonto y me volvió a mirar a los ojos con una mirada pícara. Nuevamente me transmitió la timidez, miré hacia abajo, a donde estaba antes mirando mi hermana.

-No, por favor, continúa -le dije.

-Es que es una situación rara. -prosiguió mi hermana- Estar ante tanta carne junta... y encima, eres mi hermano. Yo no imaginé nunca que estaríamos así... por un lado me da algo de penita... por otro...

-¿Pena? -pregunté yo, intrigado.

-...si, bueno... por tener que hablar de tu problemas de vientre... quizás no sea el momento oportuno ni yo la mejor persona para hablar de este tema. Pero como no quieres hablar con otro profesional... te daré mi parecer.

-¿Es tan grave? -pregunté más preocupado. Mi erección comenzaba a bajar.

-No, no es grave... bueno, puede serlo. Creo que tienes el mal de Alka Seizer. Es decir, una inflamación del esfínter que hace que las paredes del recto se engrosen y reduzcan el tamaño del orificio anal, impidiendo la salida de la materia fecal. En algunos casos, he leído, las personas afectadas han tenido que recurrir a la cirugía para poder salir de tal situación. En la Edad Media, quizás la gente podía morir al no poder defecar...

-¡Por Dios! -exclamé asustado. Mi erección ya se había reducido notablemente, ante tales palabras.

-Bueno, hoy la ciencia puede solucionarlo pero no es muy agradable. La operación consiste en colocar una segunda salida del intestino, lo que se conoce en la jerga médica como una extracción fecal contra natura. Es decir, te hacen un orificio en la pared abdominal y depositas tus heces en una bolsita descartable...

-¡Es un espanto! -dije yo, con la erección totalmente baja. Aún así mi miembro, flácido, era enorme.

-Bueno... la segunda posibilidad es la de hacer una cirugía estética para ampliar el agujero de tu ano, pero tendrías que estar por un tiempo con el método de extracción fecal contra natura... no creo que te agrade.

-No... por favor, eso no. Prefiero que me digas que existe algún laxante o algo así que disuelva la materia fecal... ¡Algo tiene que existir, Stella!

-Lamentablemente no. La operación es casi inevitable...

-¿Casi? ¡¿Has dicho "casi"?!

-Si... bueno, ahora que lo pienso, podríamos improvisar alguna técnica de masajes que permitirían ampliar la entrada del ano para que puedas evacuar sin inconvenientes... aunque podría ser solo una solución temporal.

-¿Y que es eso? -dije asqueado.

-Bueno... es bochornoso decirlo... te contaré algo, pero quedará entre nosotros ¿vale?

-Vale. -mientras yo le contestaba, me puse los calzones. Ahora podríamos charlar más cómodos.

-Te contaré algo muy íntimo, que no le he contado a nadie. Tú ya sabes mi problema personal con el volumen de mis pechos... yo no sé que piensas al respecto.

-¿Que pienso?

-Si... nunca te burlaste ni dijiste una palabra sobre ellos. Yo, desconociendo el tamaño de tu pene, jamás te dije nada... incluso te decía "chiquito"... ¡prometo no decirtelo más! Me gustaría saber que piensas.

Pensar en los pechos de mi hermana, hablar de esto con mi hermana, ver sus pechos ahora bajo el pullover e imaginar esos días donde se bamboleaban bajo la malla o la bikini húmeda... fué demasiado. Otra vez comenzó a pararse. Y como. El calzón no podía retenerla. Empezó a salirse por el costado.

-Vaya... -dijo mi hermana mirandome el terrible bulto. -¡Otra que detector de mentiras! ¿Que piensas de mis pechos, degeneradito?

-Yo... -yo estaba rojo de vergüenza.

-No importa. Eres hombre... un hombre bien dotado, por cierto. Te agradezco que seas sincero, pero más aún que seas respetuoso por haber callado durante tanto tiempo.

-Quiero que me disculpes, Stella.

-No tengo nada que disculpar... es más ¡ya quítate el calzoncillo nuevamente! Te sentirás más cómodo, y creo que te excitarás más con lo que va a contarte tu propia hermanita.

No hizo falta mucho más, me saqué el calzoncillo y mi pene como un obelisco saltó feliz afuera, mostrando con orgullo todo su esplendor. Mi hermana no dejaba de mirarlo y sonreir un poco. Pero se puso seria. Miró el piso... y continuó.

-Hace seis años, cuando yo tenía 19... estaba saliendo con un chico llamado Claudio. No creo que te acuerdes, pues fue uno de esos noviecitos que duraron apenas mes y medio... era un chico rubiecito. No importa. Pero él si sabía excitarme... me calentó apenas lo ví, y creeme que yo no he tenido relaciones muy felices con los hombres que conocí... con las mujeres en cambio...

Mi hermana se calló y se puso roja de vergüenza. ¿Que acababa de decir?

-¿Con las mujeres... que?

-Nada, nada... -se repuso Stella- El tema es que este Claudio me excitaba notablemente y el estaba delirado con mis tetas... él no dudó en meterme manos abajo de la blusa apenas tuvo oportunidad (ya en el segundo día de comenzar a salir) y la verdad, yo casi no me resistí. Me encantaban sus manos suaves y tibias acariciando mis pechos... me volví loca cuando pudo arrancarme el sostén bajo la blusa y pellizcarme los pezones... -mientras mi hermanita me contaba esto, una de sus manos se refregaba nerviosamente el tejido del pullover, a la altura de uno de sus tetas...- ...en fin, me ponía a mil. No tardamos en amarnos, él era un hombre experimentado y estaba enloquecido conmigo. A mi se me mojaba la que ya te imaginarás como nunca se me había mojado...

-No me imagino -dije suavemente, tratando de no interrumpir a mi hermana. Mi hermana estaba muy suelta de lengua y no se daba cuenta. Miraba el piso y empezaba a pellizcarse sobre el pullover uno de sus pezones... a mi me ponía a mil... con el pene al descubierto... comencé a tocármelo disimuladamente.

-...yo estaba muy excitada, y él no dejaba de tocarme, de besarme cada parte del cuerpo... especialmente mis pechos. Pero no se limitó allí, también fué el primero en lamerme el clítoris, que era una catarata... y creeme que cuando dije hoy "de tal palo, tal astilla", es justamente porque a mi no me da tanta vergüenza el tamaño de mis pechos como mi sexo, que lo tengo de gran tamaño... mis labios son carnosos y salen muy para afuera, a este chico lo volvía loco, me mordisqueaba y me daban orgasmos alucinantes con solo el roce de su barbilla... así que hicimos todo lo que te imaginas, fué también mi primera mamada a un hombre, el me montó, yo lo cabalgué, él acabó en mis tetas, me enseñó a hacer una paja turca... con él, a mis diecinueve añitos, aprendí a ser una auténtica puta, y también a disfrutarlo... en apenas el mes y medio que duró nuestra relación... que calor que tengo...

Stella se sacó el pullover por sobre su cabeza. Su monólogo había calentado el ambiente. Yo me estaba tocando con su relato, ella ahora estaba apenas con una blusa y un corpiño blanco (se transparentaba bajo su ropa)... estaba realmente preciosa, con su melena rubia recogida en un rodete sobre su cabeza. Sus pechos estaban duros como piedras, enormes como globos... me miró tocarme y me sonrió.

-...espera un poco... todavía falta. (Nuevamente clavó la vista en el suelo). Es vergonzoso... y a la vez, excitante contártelo. Yo también estoy excitada...

¡¡¡Eso me puso a mil!!! Con sus palabras comencé a masturbarme lentamente, delante de mi propia hermana. No tenía conciencia de lo que estaba haciendo...

-Querido hermano... te contaré que con este muchacho, hubo solo algo que no pude hacer, y que él lo deseaba frenéticamente... ya me habían desflorado años atrás, y este muchacho Claudio, más allá de haberme puesto su pene en la boca... quería inaugurarme el culo. Decía que lo tenía precioso, rosado... a mi me calentaba muchísimo. Yo sabía que tenía unas tetas que volvían locos a todos los hombres y quienes tienen el privilegio de mirar mi sexo se quedan asombrados por el tamaño de mis labios vaginales y lo excitante de mi clítoris... pero nunca había reparado en mi ano. Mi culo es normal, que se yo, pero mi ano... Claudio no dejaba de meterme la lengua y uno de sus dedos, me lo empapaba todo, quería penetrarme... pero me dolía cuando intentaba ponerme dos dedos... él tampoco había hecho un culo antes, así que ni siquiera tenía experiencia... pero se había obsesionado con este tema. Quería desflorarme el culo, y aún probando con cremas, vaselinas y otras cosas... no hubo caso, nunca pudo. Se puso obsesivo, rencoroso, malhumorado... me reprochaba que yo no hacía lo suficiente para que él me culeara como la vida manda, así que la relación se terminó rápidamente. A mi me dolía cuando él trataba de penetrarme, mi ano era, a diferencia de mis tetas y de mi cuevita, un lugar cerrado... inaccesible. Me costó mucho recuperarme de la pérdida de Claudio, pero también descubrí que fué una calentura pasajera... hasta que un día me la metieron por atrás... pero no fué este muchacho...

-¿Quien fué? -dije, mientras me seguía masturbando suavemente.

-No importa como se llamaba ella... lo importante es que pude vencer ese obstáculo, que es similar al problema que tienes ahora.

-¿¿Ella?? ¿¿Una mujer??

-Hermanito, no creas que soy una santa... puedo ser rencorosa y hasta egoísta en muchos aspectos, puedo haber fracasado con todos los hombres que solo me quisieron para tocarme las tetas... ¿creerías que no iba a probar con una mujer?

-No sabía que eras lesbiana...

-Ni soy lesbiana, que joder. No mezclemos las cosas... ella tuvo muchísimo amor y paciencia como para sacarme ese conflicto que ni siquiera con terapia pude sacarme de la cabeza... ella pudo agrandar el agujerito de mi ano para que yo pudiera disfrutar también por ese lado... y si ella pudo conmigo, tu también podrás tener el ano un poco más grande... solo con masajes... cremas... paciencia...

-¿Tengo que ver a esa mujer? ¿Es doctora también?

-No, ella tampoco tuvo una buena relación conmigo... se puso exigente y quería vivir conmigo... quería oficializar nuestra relación, puramente sexual... y yo no la amaba. No, lo que yo quiero decir, es que podemos intentar remediar tu situación... entre nosotros...

-¿Qué?

-Si tu quieres... si podemos probar haciendo algunos masajes... tratar de ampliar tu orificio anal para que puedas regularizar tu intestino sin problemas.

-¿Te animarías a hacerlo? -pregunté yo.

-¿Te animarías a probarlo? -preguntó ella.

-¿Cuando empezamos?

-Ahora mismo...

Mi hermana se incorporó, se acercó a mí y me ayudó a bajarme de la camilla. Mi pene casi la roza, aún estaba enhiesto y apuntando al norte como una brújula. Luego Stella comenzó a desabrocharme la camisa, dejándome completamente desnudo. Me miró con dulzura. Con calentura. Yo me quedé mirando sus ojos, y mis manos comenzaron a desabrochar su blusa. Se la retiré hacia atrás, y quedé atónito ante sus pechos gigantescos, cubiertos apenas por un sostén de encaje, finamente bordado, por momentos transparentes... tratando de contener esa tonelada de carne que formaba parte de sus enormes tetas. Mi hermana me abrazó. Sentí su pecho latir contra el mío, aún bajo la tela de su corpiño.

-No, hermanito, no por favor... no quiero que me mal interpretes... quiero ayudarte... no quiero tener sexo... no por favor...

Sus súplicas se parecían más a una orden contraria. Sus palabras, suaves, en voz baja sobre mi oído, mientras estábamos abrazados, decían una cosa... pero yo escuchaba los gritos de su alma... que la folle ahí mismo, que la desgarre el corpiño, que le sobe las tetas...

-No hermanita, yo no voy a hacerte daño... pero si estamos en tren de confesiones, quiero decirte que tu siempre me excitaste... y que hasta hace pocos años, yo trataba de espiarte por la cerradura del baño mientras te bañabas... y me masturbaba imaginándote bajo la ducha... y fantaseaba con tus hermosas tetas al verlas bajo el traje de baño... yo...

Yo me contuve. Mi hermana estaba a mil... bajó sus manos de mi espalda, y sin dejar de abrazarme, tomó mis glúteos y los apretó contra sí misma. Mi pene se apoyó totalmente contra su cuerpo... su respiración estaba muy agitada... y mis manos buscaron su espalda, y trataron de desprender su corpiño... no lo lograron.

Mi hermana se alejó un paso hacia atrás... dos pasos hacia atrás... me contempló desnudo... excitado... con el pene hasta el ombligo... se llevó sus manos a la espalda, buscando el broche de su corpiño, y comenzó a quitárselo suavemente.

-¿Te gustaría verlas?

Yo asentí con la cabeza.

Stella comenzó a sacarse el corpiño y lo dejó caer. Sus pechos saltaron libres, como impulsados por un resorte. Eran magníficos. Piel blanca, muy blanca, blanco teta... sus pezones eran grandes, como un puño, de color rosados, muy rosados... y con un botón enorme, en punta... para chupar, para mordisquear, para tomar la leche... si tuviera leche... sería todo un camión cisterna. Ni una venita... a sus 25 años, mi hermanita se me mostraba infernal, como una bestia en celo, dispuesta a todo... de sus ojos salían llamas, de sus tetas parecía colgar un cartel que decía "vuele gratis en Zeppelin... vuele ahora o nunca". Me acerqué a contemplarlas más de cerca, y mi cabeza se hundió en ese canal enorme, jamás había visto unos pechos tan espectaculares, y jamás había estado entre un par así, claro... mi lengua, mi boca, mis labios, mis dientes... se apoderaron de las tetas de mi hermana y empezaron a chupar, lamer, mordisquear cada parte de esos suaves almohadones, tan tibios... por un momento vi el rostro de mi hermana, mientras ella guiaba con sus manos mi cabeza por sus pechos, enseñándome a darle placer... vi su rostro hechado hacia atrás, sonriendo, gimiendo, poniéndose loca, pegando grititos, gemidos de placer máximo cuando mi lengua se apoderaba de sus pezones y giraba en círculos... mi hermanita era muy sensible, era muy puta, le gustaba, ya estaba gozando como una perra... y todavía no se la había metido, todavía no le había tocado su sexo (¿sería tan carnoso y jugoso como me había dicho?), todavía no la había culeado... y ella todavía no me había dicho como pensaba curarme.

En ese momento, mi hermanita me estaba dando una lección inolvidable de placer, yo comenzaba a tener sexo con ella, estaba muy caliente y no pensaba en otra cosa que en eso... de hecho, estoy comenzando a masturbarme cuando pienso en esto... creo que me iré al baño a pajearme en honor a mi hermana, aún cuando este fin de semana la vea nuevamente. Hagan lo mismo por mí, estimados lectores... en el próximo relato, les cuento como sigue esta historia.
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 4.61
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1 comentarios. Página 1 de 1
Elver Gon
invitado-Elver Gon 04-09-2004 00:00:00

culito , y cuando te lo abrieron lo hicieron con las bolas de un Toro

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