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Me encontraba de espaldas sobre una mesa bajita y mi esposo Alberto junto con Josefa, me acomodaban para ser cogida por un semental mansueto, yo quería experimentar en la posición del misionario, sentir esa culebra equina introducirse por mi choro excitado era mi intención y un regalo de mi marido, él soñaba con todas las vergas de caballo que me habían follado antes y después de nuestro matrimonio, yo moría de ganas de ser bañada entera en la lefa de algún semental.
Mi marido acariciaba mis tetas tironeando y masajeando mis duros pezones, Josefa había terminado de ubicar al potro casi atravesado a la mesita y con las dos manos había aferrado el enorme pene de caballo y lo refregaba sobre mi almejita lubricada y dilatada, mis piernas estaban abiertas de par en par, el contacto con esa verga gigante me hizo estremecer, mi esposo me beso tranquilizándome, era delicioso el roce de la rugosa pija con mis delicadas carnes, Josefa con gran habilidad introdujo un par de centímetros y me hizo chillar de placer, sentía como los músculos de mi vagina envolvían y succionaban esos pocos centímetros intentando de engullir unos centímetros más, la cabezota ancha y esponjosa del potro ocupaba todo el boquete de mi chocho.
El semental sintiendo el apriete de mis exigidas paredes vaginales dio un empellón, me dolió y grite muy fuerte, pero a la vez ese fue el inicio de mi primer orgasmo, Josefa me ayudo a sobreponerme y mantuvo la pija del potro dentro mi chuchita, con ese empujón, cerca de veinte centímetros de caballo estaban en mi interior, parecía que me iba a destrozar, había dolor y un tremendo goce, Josefa me pregunto si quería detenerme y yo le respondí que por ningún motivo.
Cuando mire hacia abajo y vi la tremenda polla forzando mi delicada hendedura, se me pusieron los pelos de punta, pero el potro se volvió a mover arrancándome grititos de lujuria, de un momento a otro me volvería a correr, mis tetas estaban durísimas y Alberto estaba hipnotizado viendo como su esposita se revolcaba de placer con esa verga ecuestre, mis gemidos, jadeos y quejidos guturales se habían prolongado y el caballo había iniciado un rítmico y suave movimiento de follar, mi esposo había tirado fuera su polla y se masturbaba como un adolescente, Josefa asistía al potro en la cogida de mi chocho.
Repentinamente un chorro gigantesco comenzó a inundar mi vagina, Josefa sintió el raudal de semen descendiendo de los cojones del potro y lo saco de mi chocho apuntándolo sobre mis tetas, algún litro de lefa equina salpicó sobre mis senos, mi barbilla, mi torso, mis piernas y finalmente bañando el suelo, los borbotones hicieron que mi chuchita se contrajera en un magnifico orgasmo, sentía como si la tierra entera temblase bajo la mesita donde estaba recostada, chorritos de semen cayeron sobre mis cabellos, Alberto se estaba corriendo lanzando su semen al aire.
El falo equino continuaba a expulsar semen blanquecino, Josefa había tirado fuera sus tetas y masajeaba sus pezones con lechita de caballo, su mirada salaz me sonreía y guiñándome un ojo se llevó la cabezota del pene a su boca y lo succionó con avidez, luego paso su lengua rosada por sus labios, saboreando la esperma equina, me hizo sentir celos esta yegua.
Por un rato y un poco perpleja por la cachondez de Josefa, me quedé inmóvil espalmándome la abundante lefa que humedecía toda mi piel, Josefa retiró al potro de nuestro corralito e hizo entrar al segundo animal, este era justo como me gustan a mí, un animal con pelaje de ébano bruñido, su crin recortada como para presentación ecuestre, una mirada gallarda y altanera de macho potente, dos cojones como melones, y a medio salir unos treinta centímetros de pija rugosa, negro-rosada, que latía ya en excitación.
Josefa acomodo al corcel longitudinalmente a mi mesita-cama, lo amarró al poste y me invitó a masajear su verga para prepararlo, mientras yo refregaba el enorme pene, ella me acarició el vientre y hurgueteo con su manita mi intimidad haciéndome gemir, poco a poco inserto su puño en mi chocho y comenzó a follarme con la mitad de su brazo, luego lo extrajo, lo baño con humores de yegua en celo y volvió a follarme el coño y espalmar un poco sobre mis labios mayores y menores, el potro daba patadas al suelo y relinchaba sintiendo la esencia de hembra equina caliente, giraba su cabeza y miraba mi chocho reluciente y emanante el aroma de sexo equino femenino, su ojeada era evidente, quería follar mi chocho y su pija alcanzada los 50 centímetros.
Alfredo vestido solo con polera y sandalias, vino a alentarme, acariciarme y besarme, me dijo … tú puedes … yo lo acerqué a mí y por unos instantes le mamé su verga dura como palo, ahora estábamos todos listos para la segunda fase de la jornada, Josefa masajeaba la inmensa polla del caballo y la refregaba por mis muslos, abrí mis piernas y las levante tocando el suave pelaje negro del animal, le provoqué algunos tiritones y otros relinchos, él a mí me hizo estremecer con deseos.
Josefa presento la gruesa y esponjosa punta a forma de hongo en mi boquete vaginal, un escalofrío recorrió mi espina, ingeniosamente inserto unos diez centímetros de pija en mi chocho, sentí un inmediato placer, alcé un poco más mi zona pélvica para ser penetrada más, Josefa lo entendió al vuelo y empujó más y más verga dentro de mí, el potro se encabritó un poco y sus movimientos bruscos me mandaron en un salto al vació de sensaciones maravillosas que nunca terminaban, eran oleadas de estremecimientos orgásmicos, me revolcaba en esa verga fantástica, dura y prodigiosa, gordota y palpitante, en sollozos, gritos y gemidos mi cuerpo se sacudía una y otra vez, estaba empalada en ese órgano equino viril que ensanchaba mi vagina en modo increíble causándome increíbles vibraciones orgásmicas, cerré mis ojos y me dejé llevar por esa nebulosa caleidoscópica de colores que estallaban en mi cerebro.
Josefa muy atenta administraba la penetración del caballo, los movimientos rudos, pero no violentos desataban olas de micro orgasmos, mi ano se contraía decenas de veces, mis pies restaban encorvados y mis piernas tremaban sin parar, todo mi cuerpo exquisito y delicioso se estremecía en un concadenarse de sensaciones placenteras, obscenas y lujuriosas, mi marido se había corrido otra vez presenciando mis agónicos orgasmos.
Sentí cuando Josefa arrancaba de mi interior la majestuosa verga que comenzaba a lanzar verdaderos chorros blanquecinos de esperma equina, apunto a mi cara y mi rostro fue bañado por ese tibio líquido seminal, me entro hasta por las narices, pasé mi lengua por mis labios saboreando la lefa equina y limpié como pude mis ojos para contemplar el resto de mi cuerpo impregnado de semen del poderoso potro, Josefa se cercioró de que yo estaba bien y lengüeteándome una gotas de semen de mis mejillas, se despidió meneando su increíble culo con sus tetas cimbreantes.
Nos quedamos solos mi marido y yo, Alberto estaba otra vez con su polla dura como el granito, así que volví a recostarme en la mesita, alcé mis piernas y le ofrecí mi culo, con una sonrisa de oreja a oreja, prontamente inserto su pene y me cogió por el trasero, bastaron pocos minutos para que se descargara en mis acogedoras vísceras, nos entramos en nuestra cabaña para un reparador baño.
Alberto y yo visitábamos por segunda vez esta estancia con muy buenos caballos para follar, la primera vez resulto tan bien que una vez casados, nos propusimos de pasar nuestra luna de miel aquí en Algeciras, recordando lo romántico y agradable de nuestra primera estadía, además, ya conocíamos al personal, que siempre fue muy atento a nuestras necesidades y la privacidad de nuestras perversiones no corría peligro.
Esta vez mi sueño era bañarme en lefa equina, hacerla entrar a raudales en mi chuchita trajinada por los sementales del lugar, Josefa estaba muy contenta de vernos de retorno y hacía de todo por complacernos, he notado sí que ella se acerca más a mi marido, la muy yegua.
Habíamos llegado antes de ayer a la granja equina y nos aprestábamos a dar inicio a un programa concordado con Josefa, nosotros le dábamos a conocer nuestra fantasía y ella se preocupaba de cómo hacerla realidad, mi marido me follaba por el culo mientras estábamos de vacaciones, ya que mi chochito ensanchado por las pijas de caballo perdía el apriete necesario para poder hacerlo gozar como se debe, pero a mí me encanta una buena vergota gruesa en mi trasero y espero prender una vergota de estas gigantes en mi potito durito y redondito.
Después de la ducha le pegue una buena mamada como aperitivo antes de ir a almorzar, él se bebió mis zumos íntimos y con ligero sabor a lefa de caballo, pero no se quejó para nada, me besó apasionadamente me juro su amor, me hizo tanto cariñito, me mordió un poco mis pezones y lengüeteó mi senos y me puso muy cachonda otra vez, el sonido de la campana que anunciaba el almuerzo lo salvó, porque casi le pido una enculadita, así como rapidito, literalmente lo salvó la campana.
Almorzamos una frugal comida a base de pescado fresco y moluscos, el vino blanco un tantito espumante y frio era lo que se requería para este menú marino, nos fuimos a caminar para bajar el festín ingerido y a admirar y disfrutar de las magníficas imágenes que nos regalaban las caballerizas con sus esplendidos ejemplares equinos, algunos con la mitad de su polla pendiendo de sus barrigas, mis calzoncitos se empaparon rápidamente, le pedí a mi amoroso marido de irnos a nuestra cabaña porque mi deseo era incontenible, si hubiese estado permitido, ahí mismo le habría pedido que me enchufara su verga, pero Josefa nos había advertido que toda actividad sexual debía ser en los lugares preparados para ello.
Una vez que llegamos a nuestra cabaña le tironeé los shorts a mi marido hasta sus talones y me tragué su pija semi erecta, me aferré a sus nalgas no me podía contener, mis instintos animalescos era más fuertes, se lo chupé ávidamente, sin pudor alguno, viendo a mi marido apoyado a la puerta y con su pelvis hacia mi boca que lo succionaba con fuerza y voracidad, gemía y follaba mi boca agarrando mis cabellos y hundiendo su verga en lo profundo de mi garganta, la saco enterita de mi boca y veo gotitas perladas apareciendo por el pequeño orificio de su glande, me abro mi blusa y me saco el sujetador, empiezo a bañar mis pezones con esa grumosa lefa.
Luego limpio su glande a medida que otras gotitas van apareciendo, me divierto con la tortura de mis tetas refregando su polla desde la punta hasta sus cojones, él se quiere correr pero yo no lo dejo, aprieto su pene y lo mantengo en ascuas, me lleno mis tetas de sus gotitas y me alzo para que él me las chupe y pruebe su propio semen, lo repito una y otra y otra vez, estoy jugando con mi chocho mientras él muerde mis pezones y me implora que lo haga correrse en mi boca, aumento el movimiento de mis dedos en mi chochito, siento que las azulinas venas de la verga se hinchan y palpitan, sus chorros comienzan a inundar mi boca y me corro junto a mi marido como una loca, respirando por mis narices y resoplando me voy tragando toda su lechita caliente.
Alberto jadeante espera unos segundos antes de tomarme entre sus brazos y besarme con la pasión de un esposo profundamente enamorado de su mujer, comparto con él el sabor de su esperma, su lengua y mi lengua son los testigos de este placentero y lascivo trueque de flujos seminales. Abrazados nos vamos a recostar hasta la cena.
Me desperté boca abajo y mi marido lengüeteándome el culo, me encanta cuando me lubrica antes de encularme, estaba en la gloria sintiendo sus lamidas y dentelladas a mis nalgas, sus poderosas manos una en cada glúteo, forzaban tan minúscula rendija que se negaba a abrirse más, su sabionda y hábil lengua escarbaba cual minero en una mina de oro.
Mi cuevita se contraía esplendorosamente como suplicando a esa lengua invasora de no detenerse, de continuar buscando la recompensa, mi ano placentero y estimulado pedía más y más, mis piernas estaban tiesas hacia atrás y mi culo bien en alto, sentí dos dedos en mi ojete que me hicieron estremecer, tres dedos deformaron la entrada redonda de mi culito pero abrieron un camino que la lengua astuta aprovechó y en un instante esa lengua recorría los bordes internos de mi ano haciéndome gemir guturalmente, quería implorar, quería suplicar pero de mis labios salían solo chillidos de lujuria.
Fue entonces que sentí sus musculosas piernas juntando las mías y la cabezota de su glande hinchado entrando en mi canal anal, sin mucho esfuerzo su polla se enterró profundamente en mi ano, mordí las sabanas para no gritar, pero no pude evitar las sacudidas de mi trasero empujando más hacia atrás, me follo como por diez minutos haciéndome acabar revolcándome casi como una estrella porno, mi corrida fue de película, un poco exhausta acompañé sus embates hasta que se corrió llenando mi intestino de sus secreciones masculinas.
Nos refrescamos un poco y nos dirigimos al bar para una aperitivo antes de cena, había una parejas mucho más joven que nosotros que nos miraban y charlaban, el chico, muy buen mozo, se dirigió a Alberto y le pidió compartir la mesa con nosotros, Alberto le dio una mirada a la chica y asintió con un gesto, ofreciéndoles sentarse con nosotros, se presentaron como Javier y Mirta, ambos de un pueblo norteño.
La cena fue maravillosa a base de carnes blancas muy bien lograda, una mezcla de pavo, pollo, conejo y corderillo, el vino blanco un txacolí, de los países vascos, formidable, quedamos todos fascinados con el banquete.
Conversamos sobre el lugar, que bien sabíamos todos de que se trataba, pero nadie quería abrir ningún tema específico, así que fui yo la que abrí el debate preguntándole a la chica directamente … ¿has mamado ya la pija de un caballo? … se ruborizó y tomó un trago de vino, el muchacho un poco inquieto intervino … no hemos venido por los caballos, sino por un Rottweiler, a Mirta le fascina esa raza y tenía una fantasía con ellos, como en el lugar donde vivimos no se admiten animales, pensando en la privacidad del lugar, decidimos venir aquí y se ha comportado muy bien … la chica muy tímida rehuía mi mirada y solo asentía con su cabeza los comentarios de su novio, yo tratando de entrar en confianza le dije … no dudo que debe ser una bonita fantasía de satisfacer, pero nosotros estamos aquí por los caballos … esta es nuestra segunda visita, estamos en luna de miel, nos casamos hace dos semanas y mi marido me sorprendió con este regalo de noche de bodas … la chica pareció interesarse … ¿están recién casados y lo celebran aquí?… preguntó ella … ¿porque no? … nos conocemos hace muchísimos años, nos comprometimos el año pasado aquí, en este lugar … ¿qué mejor lugar para una luna de miel? … respondí, ella sonriendo dijo … cuanto me gustaría ser como ustedes, porque los hemos observados y se nota el amor que se tienen … me estaba comenzando a gustar esta chica tan inocente y quizás llenas de tabúes atávicos que se portaba encima y por mí misma yo sabía cuánto era difícil luchar contra creencias y costumbres ancestrales.
Afortunadamente y con la ayuda del dulzor del vino, terminamos con toda hipocresía y nos comenzamos a recontar nuestras perversas historias como si fuera lo más normal del mundo, a ella le encantaba follar por el culo igual que a mí, se deleitaba mamando la pija de su hombre y la del perro, su chochito todavía pequeño sufría mucho con la enorme verga del Rottweiler, pero más con su bola que no siempre lograba metérsela toda, pero el deseo y la perversión eran más fuerte y hasta tres veces al día se dejaba follar por su Rottweiler preferido, yo le conté acerca de mis peripecias detalladas con los caballos y de cómo era bello sentir la potencia con esas vergas enormes y la descarga descomunal de esperma dentro de mí, me di cuenta que a Javier casi se le caía la baba, Alberto no dejaba de admirar los senos enormes de ella, mientras Mirta había colocado su mano entre sus muslos, así que nos pusimos de acuerdo en ir nosotros como invitados a su cabaña al día siguiente y ellos serían invitados nuestros el día sucesivo.
Nos fuimos con pasos inciertos a nuestra cabaña, nos desnudamos y me acurruqué con mi mano en la verga de mi esposo, apoyé mi cabeza en su vientre, me adormecí en esa posición mientras mi marido dormía ya, había sido una jornada extenuante.
Al día siguiente nos desayunamos temprano y a eso de las 09:30 vino un carrito para llevarnos a la cabaña de Javier y Mirta, ellos nos estaban esperando, Javier con polera y pantalón corto, al igual que mi marido, Mirta con una bata tipo kimono que no cubría sus nalgas blancas y redondas, yo también estaba cómoda con un vestidito a flores amplio y corto, mi marido estaba muy interesado en ella, tanto como Javier en mí.
Justo a las diez trajeron un magnifico ejemplar de Rottweiler, era mucho más grande que la muchacha, o al menos a mí me dio esa impresión, Mirta se mordía su labio inferior entre caliente y nerviosa, trajeron un pequeña pero robusta mesita de centro, Mirta sin su bata, nos hizo ver sus fabulosas tetas juveniles, ella fue acomodada con sus tetas sobre la mesita y luego amarraron sus muñecas a la parte delantera de la mesita y sus muslos abiertos fueron ligados a las patas opuestas de la pequeña mesa, Javier explicó que a ella le gusta ser forzada y sometida.
Mi marido extasiado con el cuerpo de la bella muchacha, sus redondeces exuberantes y su almejita lampiña, Javier se acercó a Mirta y puso un hueso de fantasía en su boca, como una perrita, el enorme perro se fue directo a su rostro y comenzó a lengüetear su cara, Mirta abrió su boca y cedió su lengua a las caricias del Rotty, el perro dio un par de giros alrededor de ella para luego oler la vagina de ella y probar el exquisito néctar de la chica, Mirta con sus ojos cerrados gemía y había apoyado su cara sobre la mesita, su boca entreabierta y jadeante delataban su cachondez, de un salto el Rotty la montó y comenzó a buscar la rosada abertura de la joven, después de dar cuatro o cinco punteadas la desmontó y volvió a lamer la chuchita excitada de ella.
El Rotty se ensaña lamiendo el culito de Mirta haciéndola chillar y gemir, una vez más monta a la muchacha y busca la penetración al estrecho chocho de Mirta, con renovados bríos el perro entra con su polla dentro la pequeña vagina de la chica, pero no logra meter su bola dado la estrechísima vulva de ella, los labios hinchados de la muchacha envuelven la gruesa bola del Rotty que no puede superar la barrera estrecha de su boquete, igualmente el perro se corre dentro de la muchacha pero por un breve periodo, la desmonta chorreando semen por todo el piso, sus chorito burbujea expulsando resto de lefa canina que descienden por sus blancos muslos.
La muchacha viene liberada de sus ligaduras y se lanza desesperadamente a chupar la gruesa verga que segundos antes alojaba en su interior, con gusto salaz, traga esa verga roja repetidamente, el Rotty lengüetea sus cabellos, Mirta disfruta lamiendo la verga reluciente de su amante canino, luego lo deja reposar para intentar luego otra penetración, me pareció muy poco como disfrute sexual, mis sesiones con los caballos eran más extensas y mucho más placenteras, con una penetración prolongada y mucha más lechita para deleitarse.
Me acerque a mi marido y toque su polla, tampoco estaba durita, creo que el opina lo mismo que yo, mejor con los caballos, pensé.
Nos ubicamos detrás de la muchacha de pechos opulentos, justo en el momento en que el Rotty comienza a danzar alrededor de ella y a lengüetear su rostro, Mirta con un semblante lujurioso se pone en cuatro y se da unos golpecitos en su nalga, el Rotty no pierde tiempo alguno y salta sobre su espalda, con inusitada facilidad de dos clavadas inserta toda su gruesa pija en el chochito minúsculo de ella, Mirta grita e intenta gatear alejándose del Rotty, pero el agarré de las patas de éste es fuerte e inicia a pistonear su miembro frenéticamente dentro la chuchita de ella, la joven grita, gime y de su rauca garganta salen guturales quejidos, su cara esta ceñuda, sus ojos cerrados y su labio inferior viene mordido repetidamente.
Mirta se abandona voluntariosa a la furiosa follada, se pliega sobre sus codos y arquea sus caderas para permitir al Rotty una penetración profunda, esta vez la bola del perro esta enterita dentro de su chochito, desde nuestra posición, la vista privilegiada nos permite observar el todo, vemos como sus pechos enormes rozan el piso de la habitación, grititos y chillidos exaltan lo salaz de la cogida, meto mi mano en los shorts de mi marido y placenteramente descubro su pene durísimo.
Mientras masturbo a mi consorte, él pellizca mi pezones enardecidos y protuberantes, él sabe cuánto me gusta que se ocupe de mis tetas mientras yo le hago una paja, mientras tanto Mirta se retuerce conectada firmemente a la pija del Rotty, sus orgasmos son elocuentes, sus piernas tiritan y ella estiran una y luego la otra como si fuera afectada por calambres, su quejidos son acompañados por continuos temblores, se está corriendo en esa verga gorda y palpitante, como enajenada mueve su culito refregándolo contra los peludos cuartos traseros del perro, está gozando como una perrita.
Siento los jadeos de mi esposo y me doy cuenta que está por venirse, rápidamente me quito mi vestido y quedo completamente desnuda arrodillada ante mi amado esposo, aferro su miembro majestuoso y lo chupo enérgicamente y dos chorritos se disparan en mi boca, lo pongo entre mis tetas y lo hago acabar en medio de esas suaves y blancas colinas, él se sostiene un poco en mi cabeza y desliza su miembro gimiendo y tremando, su semen fluye y cubre completamente mis senos, como la corriente de un rio baja hacia mi vientre.
Javier con su miembro erecto folla la boca de Mirta y noto sus ojos fijos en mis tetas relucientes de esperma, sus movimientos frenéticos indican que está por venirse dentro la boca de su novia, Mirta tose casi ahogándose con el flujo de semen que llena su boca, algo desborda por la comisura de sus labios que ella magistralmente recoge con su lengua, en tanto el Rotty que ya no la folla con frenesí, se coloca longitudinal a su espalda y leves contracciones de su cola recortada, indica que está bombeando su lechita caliente dentro el coño de Mirta, ella todavía saborea la lefa de su novio pero ahora coloca su cara sobre el piso y agarra con fuerza las patas traseras del perro y enarca su espalda alargando sus rodillas para refregar mejor sus chochito rebosante de esperma canino, contra los cojones de su macho perruno.
Termino de espalmar el semen de mi marido por mi barriguita y muslos, luego me coloco el vestido, mi esposo diligentemente toma una silla se sienta y me hace sentar con mi culo desnudo sobre su pija flácida y húmeda, acaricia mis tetas sobre la tela del vestido provocándome una placentera sensación de cachondez.
Esperamos que Mirta se despegara del Rotty y nos despedimos de ellos, recordándoles de que eran nuestros invitados para el día siguiente, llegamos a nuestra cabaña y mi esposo se arrodillo ante mí y su lengua termino sobre mi botoncito que me hizo tremar, caminado hacia atrás lo conduje hacia nuestro dormitorio, caí de espalda sobre la cama y levante mis piernas, en algún modo desabroché mis sandalias las que volaron por el aire, Alberto no cesaban de lengüetearme por todos lados, yo me abrí mi almejita y se la di a degustar, mi marido enterró su rostro en mi chocho para alimentarse de la abundancia de zumos que genera mi vagina, como un sediento del desierto llegando al oasis, así mi consorte bebía desde la fuente acuosa de mi coño.
Alberto apretaba mis senos y acariciaba mis caderas y mi vientre, su lengua se mantenía lamiendo el interno de mi chuchita, mis murmullos, susurros y grititos varios lo hacían acometer con más energías, haciendo un ruido de chapoteo en mi fosa vaginal que rebosaba sin límites de su néctar preferido, a un cierto punto se pegó como una lapa a mi clítoris, yo gritaba, pataleaba, me revolcaba, le decía amorcito rico, después lo insultaba y no hacía más que temblar y sacudirme en agónicas oleadas orgásmicas.
Después de unos cuantos minutos y mientras yo refregaba mi chocho contra su cara, él se enderezó con su miembro grueso como un bate y duro como el granito, lo apuntó hacía mi chuchita empapada y fácilmente lo sumergió hasta que sus cojones golpearon mis glúteos, ahí comenzó una lucha sin cuartel, mi delicado sexo estaba siendo abusado sin piedad, me costó un tiempo someterme a su forzamiento, luego mi naturaleza caliente comenzó a responder a su violencia y me lo estreche a mis tetas y le mordí el cuello y le enterré mis uñas y lo golpeé con mi pelvis y me colgué de sus cabellos para que me follara con más fuerzas, abrí mis piernas y aprisioné su torso con ellas para no dejarlo ir en este momento que mi cuerpo se sacudió y estremeció con otra andanada de ondas que acompañaban mi clímax, mi chochito succionaba los chorritos de esperma que explotaban en mi vagina, nos adormecimos agotados, satisfechos y más enamorados que nunca.
Almorzamos y luego nos fuimos a disfrutar de la piscina, tomé un poco de sol topless obteniendo la admiración de varios de los hombres presentes y también de algunas mujeres que me miraron en modo salaz, mi marido se dedicó a disfrutar de mis tetas espalmando abundante protector solar y dándome uno que otro pellizco a mis pezones, mientras espalmaba mis glúteos sus resbalosos dedos se metieron en mi culito haciéndome enarcar mi espalda y contraer mi pequeño orificio.
Concertamos con Josefa que en el día de mañana nos proporcionara un potro adulto y un pony con todos los accesorios para disfrutar ambos animales, Josefa entendió nuestros requerimientos y con una astuta sonrisa nos aseguró que no nos preocupáramos de nada y que ella organizaría el todo para una satisfactoria y placentera sesión.
Decidimos cenar en nuestra habitación ya que necesitábamos reponer energías, la cena fue generosa como siempre y muy sabrosa, pedimos nos trajeran dos botellas de txacolí y nos relajamos lo suficiente, luego no dimos muchos arrumacos, ligeros toquecitos, hartos besitos, pero no quisimos ensalzarnos en otra maratón de orgasmos, nos acostamos a cucharita y sintiendo nuestro calmados y monótonos respiros, nos adormecimos.
Alberto me despertó apretando mis pezones, me levante y me lo llevé al baño, necesitaba que me afeitara mis entrepiernas, lo sé que a él le encanta y para mí es más reconfortante el ver el efecto de mi chocho en mi hombre y marido, me siento más hembra y más mujer cuando él disfruta de mi femineidad y sexualidad, me gusta sentirme deseada y amada por mi macho, sentir como rasura mi chocho acompañado con lamidas sostenidas a mis labios mayores y clítoris, me divierte cuando escupe la espuma de barba y hecha puteadas por el sabor a jabón, sin cejar en su acción, en una demostración más de su amor hacía mí.
Desayunamos un desayuno continental y puntualmente sentimos a Josefa y un par de operarios que llegaban con un magnifico alazán blanco-carmesí que ya venía con un buen trozo de su verga pendiendo de su barriga, se me hizo agua la boca y sentí una cosquillita en mi barriga, el pony era muy hermoso y tierno de ver, parecía como un caballito de peluche.
Javier y Mirta llegaron en perfecto horario, así que nos fuimos todos a nuestro corralito, Mirta acariciaba el pony caminando a su lado y miraba con grandes ojos la inmensa verga del potro, Josefa me ayudó a colocar la mesita bajo el potro y me recosté de espalda con mi marido acariciando mis cabellos y dándome besitos y mucha ternura, todo contribuía a que mi chocho incrementara la generación de flujos, estaba bañada entera, Josefa admiró mi coño fresco rasurado y me acarició mis labios mayores engrosados por la excitación, poco a poco insertó sus cuatro dedos en mi chorito estirando la entrada de mi boquete, su puño forzó mi chocho y entró causándome un chillido entre dolor y placer, Mirta estaba con una mirada lasciva mirando el puño de Josefa que entraba y salía de mi chocho ensanchado.
Mis quejidos y gemidos delataban mi calentura, Josefa me roció con la esencia de yegua y puso casi longitudinal al alazán, con las dos manos aferró la verga del potro y la apoyó en mi muslo mientras lo pajeaba un poco, Mirta se había acercado y no se perdía nada de lo que estaba sucediendo, sus ojos estaban ardiendo, Josefa se aseguraba la erección plena del potro e iniciaba un sondeo a mi chuchita posando la cabezota a forma de hongo sobre el boquete de mi chocho, un gemido contenido escapó de mi garganta, ansiosa de sentir más de esa pija, me retorcí toda, mis fluidos se deslizaban por la división de mi cachetes mojando el estrecho hoyito de mi culo, mi excitación me hacía respirar cada vez con más afano.
Abrí los ojos justo cuando Josefa comenzaba hundir más de la verga equina en mi vagina dilatada, me lleve una mano a la boca para aplacar mis gritos de lujuria y placer, observé por el rabillo del ojo a mi marido con sus shorts a los tobillos pajeándose sin remordimiento alguno, Mirta acariciaba sus pechos y Javier se había colocado detrás de ella y tomaba su cintura, Josefa se había desnudado completamente y aceleraba la penetración, estaba sintiendo los peludos cojones del semental golpeando mis muslos, la verga de caballo era dentro de mí y palpitaba de propia voluntad.
El animal se movía con movimientos largos, salían treinta centímetros, entraban treinta centímetros, como una maquina bien coordinada, mi chocho venía horadado con esa inmensa asta equina, agarré una teta de Josefa y la tiré hacía mí … más fuerte … más rápido … le supliqué, me estaba contorsionando al borde del orgasmo, pero había como una barrera que me impedía correrme como una yegua caliente, sentí mi marido que me tironeaba un pezón y ponía su pija a centímetros de mis labios, era como si hubiese adivinado que lo quería a mi lado para correrme como una loca.
Cuando mis labios envolvieron su verga, recibí la descarga de billones de voltios que inflaron mi cuerpo entero y lo desinflaron en un nano segundo, todo repetido millones de veces y mis poros y mis manos y mi cabeza y mis piernas y mi vulva, todo me temblaba, todo desaparecía y volvía a aparecer, un lago de lefa equina bañaba mis tetas y Josefa con una sonrisa condescendiente apuntaba esa pija escupidora en todas las direcciones, un chorro cayó en el brazo de Mirta que estaba con sus shorts a mitad de sus muslos y su novio follándola desde atrás, mi esposo me cubría con su tibia esperma, era como una bien afinada orquesta con una partitura que incluía los relinchos del caballo que continuaba a expulsar su semen sobre todos nosotros.
Si duró horas, minutos o segundos, nadie podría haberlo dicho, estábamos todos aturdidos y con nuestras respiraciones entrecortadas, los enormes pechos de Mirta habían saltado fuera de sus vestiduras quien sabe cómo ni cuándo, todavía se cimbraban con los violentos embates que su novio le daba a su culo, llenando su intestino de lechita cálida.
Nos regocijamos de seguir todos bien, la joven pareja recomponía sus vestiduras, mi marido subía sus shorts y yo bañada entera en lefa equina, observaba la escena como si se tratara de un dibujo antiguo, una pintura ancestral, los movimientos de Josefa y el potro me trajeron a la realidad, Josefa con su voluptuoso cuerpo desnudo, retiraba al animal y me hacía señas … ¿qué hacemos con el pony? … quiso saber.
Limpie mi rostro y mi cuerpo, me acerque a Mirta y le dije … hay una sorpresa solo para ti … ella me miró un poco desconcertada, le hice señas a Josefa, quien hizo entrar el caballete falso y al pony … ¿quieres probar que se siente? … el novio no la dejó contestar, le bajo sus shorts hasta los tobillos, Josefa no necesito más y tomándola del brazo, la acompaño para acomodarla dentro el caballete de madera, pronto el blanco culito de Mirta asomaba por la parte posterior del caballete, Josefa la roció con esencia de yegua y acercó al pony, éste tan solo olerla se encaramó al caballete con la mitad de su pija fuera, Josefa lubricó el chocho de Mirta y acerco la verga equina al chocho de ella, apoyo la punta de la verga e introdujo la cabezota, el pony empujo varias veces penetrando a la chica que gritaba y gemía, movía sus caderas que indiscutiblemente delataban sus deseos lascivos por engullir toda esa pija en su chocho, su novio a su lado, acariciaba su espalda y senos.
El pony la follo por casi diez minutos antes de empezar a descargar borbotones de semen en su vagina, Josefa tan profesional como siempre, oportunamente extrajo la verga de caballo y bañó su culo, espalda y muslos con esa lefa caliente, Mirta se había plegado hacía adelante exhausta de su corrida salvaje, otro orgasmo al galope.
Javier no terminaba de hacerle cariño y susurrar dulces palabras en sus oídos, me hizo recordar a mí y mi marido cuando nos conocimos.
Josefa se retiró con animales y accesorios, le cedimos nuestro baño a Javier y Mirta, luego fue el turno nuestro, después nos tomamos un café y decidimos encontrarnos a la hora de cena.
Mi marido y yo regresamos a nuestra cama para relajarnos y solazarnos con nuestros cuerpos aún vivos y excitados.
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