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Aunque hace ya tanto tiempo de aquellos sucesos en mi mente aún están frescos como si hubieran ocurrido apenas hace unas horas. El placer es de esas cosas que no se olvidan tan fácilmente, aunque se rememoran intensamente algo falta y, es que ¿Por qué son tan pocos los momentos así en esta vida? Un día de tantos Lora y yo nos tuvimos que ir por un corto tiempo a la casa de la abuela porque papá estaba remodelando la casita, iban a hacer un baño y una recámara más y eso hizo que fuéramos a dar con la abuelita, Lora su bebé y yo. Nos quedamos en el cuarto junto a la cocina, estos estaban al fondo de la casa junto a un patio donde había una fuente vieja y con agua verdosa. Lora llevó muchas ropa y cosas para ella y su bebé, yo solo algunos pantalones vaqueros y playeras sin cuello de varios colores y casi todas estampadas, unas trusas y calcetas.
La abuelita que era muy tierna también muy ingenua y se acostaba muy temprano no parecía sentirse incómoda con nosotros en su casa, mi abuelo (no era el padre de mamá) iba y venía por su trabajo de camionero, casi nuca estaba y era mejor porque era algo agresivo e intolerante con los gays, imaginaba que se pondría furioso si me veía “vestidita de niña” por eso solo lo hacía en la noche cuando él no estaba, aunque era obvio para mí que el señor Manolo si sabía de mi afeminamiento pero disimulaba por mi abuela. Cierta noche como a las 10, me puse a escuchar la vieja radio que había en ese cuarto, una radio del “abuelo” como era muy grande tenía varias bandas de onda corta y yo buscaba estaciones de países lejanos para imaginar que podía estar en ellos al menos por la radio. Lora, decía: “Apaga esa madre y déjame dormir”
La apagué resignadamente, y me acomodé en la única cama matrimonial donde dormíamos los tres apretados y el bebé en medio. Esa noche hacía mucho frío y de broma le puse un pie helado mío a Lora ¿Hija de puta qué te pasa? Lorita tengo frío, pues mete las manos entre tus huevos de joto y déjame descansar que al ratito le tengo que dar el pecho a mi nene. Me acosté dándoles la espalda e intenté dormir, aunque me era imposible por la cantidad de café que estuve tomando horas antes. Así que me levanté sigilosamente y abrí la maleta de Lora, alumbrada solo por la lamparita de plástico que a manera de veladora le servía a Lora para no despertar al bebé. Comencé a buscar una minifalda y una blusita para ponerme algo de ropa de mujer y salir al patio, sentarme junto a la fuente y echarme un cigarrillo viendo las sombras de las nubes delante de la Luna y poder pensar un poco. Esa noche no llegaría el abuelo, andaba por Chiapas, eso lo sabía bien. Fumando estaba cuando llegó a mi lado Lora, en pantaletas y solo con una camiseta de tirantitos. Se sentó junto a mí y me pidió un cigarrillo. Pinche puta ya me quitaste el sueño. Es que tomé mucho café. Cabrona en un rato despierta mi niño y luego ando toda con hueva. Lorita no tenemos nada que hacer no mames. ¿Julis te gusta estar aquí? La neta si por la abuela, no me gusta cuando llega su viejito ¿Crees que papá conserve esta casa cuando la abuela ya no viva? ¿Por qué lo dices? Pues no se, es que papá es infeliz aquí, quiero decir en la ciudad ¿Y tú no? Me gustaría conocer otras ciudades o ir con papá a Tijuana aquí es muy aburrido, no hay nada. Lora cruzó sus piernotas y la Luna generosamente se abrió paso entre las nubes negras para que pudiera yo verla bien. Hermana, que buena estás ¡De verdad! ¿Soy guapa? ¡Mucho! ¡Ven tonta, besémonos! Ni tardo ni perezoso obedecí dándole un largo beso metiendo mi lengua en su preciosa boca. Era experta Lora en besar. Me puso su mano izquierda entre las piernas empujando la minifalda que yo llevaba puesta y acariciando mi paquete.
Yo luego luego le metí mi mano derecha entre sus piernas buscando con desesperación su rica y húmeda vagina, separó un poco sus piernas y de dejó dedear a gusto. Luego se hincó enfrente de mí que me hallaba recargada en el filo de la vieja fuente, me mamó mi pene con delicia y le dije. Lora… Déjame metértelo por favor. Mejor vamos para adentro y seguímos en la cama, no sea que se despierte mi nene. La seguí, nos acostamos uno frente al otro en los pies de la cama, suspirando Lora me dijo… Anda métemelo… Se bajó rápidamente su pantaleta y yo mi trusa y mi pene erecto quedó frente a su vagina, así de ladito cuando ella separó su pierna izquierda hacia arriba le empujé de un jalón mi pene, se giró quedando hacia arriba y levantó esas hermosas piernotas abriéndose como nunca pensé que se podía abrir una mujer. La bombeé una y otra vez hundiéndome en ella y besando su cuello y sus hombros desnudos, sus pechos llenos de leche y nos venimos al mismo tiempo… Lora me vine, sí puta madre… voy a lavarme. La acompañé a la fuente es que no podíamos ir al baño sin despertar a la abuela. Otra vez allí en la fuente Lora se recargó en la fuente y con la mano se lavó la vagina.
Madre ¡Esta bien fría el agua y verde! Tráeme agua limpia tonta, ordenó, fui a la cocina y tomé un trasto con agua limpia y se lo llevé, el bebé comenzó a llorar y me acosté junto a él arrullándolo, Lora entró y le dio de mamar, recosté mi cabeza en sus húmedas piernas y en cierto momento al separarlas le metí la mano, aún estaba ella sin pantaletas, comencé a acariciarle la vagina y luego me acomodé mejor para besársela, ella alzó las piernas abierta y se vino mojándo mi cara, creo que se orinó de placer. ¡Ay Lora… qué tiempos aquellos!
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