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Categoría: Maduras

Recogiendo las nueces.

RECOGIENDO LAS NUECES



Aquel viernes se presentaba raro, había llegado a mi casa tras un día intenso, ya que había ayudado a unos familiares a terminar una mudanza. Como la tarde se presentaba larga y además probablemente me tomase después unas cervezas y un bocata, decidí no tener planes para ese día, por si las moscas.  Pero al final se presentó media familia y la tarde fue más corta de lo que creía, pero me quedé sin plan, así que decidí comerme un bocadillo en la nueva zona de bares que habían puesto cerca de mi casa, ducharme y después salir en solitario de “caza”, al pub de Juan.



La verdad es que la zona donde vivía yo no estaba mal, era un bario relativamente nuevo, que por la crisis inmobiliaria habían bajado los alquileres una burrada y me lo podía permitir,  tenía bares cerca pero no en los bajos de mi bloque y además estaban  bien insonorizados, aparte de no ser especialmente ruidosos.



Lo que sí había revolucionado el vecindario era una antigua nave industrial reconvertida ahora en espectáculo de strip boys que había unos cuatrocientos metros más lejos, casi en las afueras. Y ese fin de semana iba a abrir por primera vez.



 Y en ese contexto empecé a darme cuenta de que en el piso de al lado había un extraño movimiento. Muchas  chicas bien vestidas en un piso en el que no vivía nadie desde hace meses, en  que un compañero mío sustituyó a una interina por baja con maternidad. Les estaba enseñando el piso en el que iba a vivir porque la dueña (su madre) me dijo hace tiempo que buscaba un alquiler corto, ya que pronto su hija se iría a vivir, y le busqué un compañero que hacía una sustitución por maternidad en el IES donde yo trabajaba. Así que deduje que uno de sus destinos esa noche iba a ser el espectáculo de los boys del local cercano.



Al salir a la calle, me encontre con una cara conocida. Era Dimitri, que me saludó desde su coche.



A Dimitri lo conocía del gimnasio donde yo practicaba culturismo. Era un ruso que llevaba varios años en España. No era ningún secreto su trabajo.  Había trabajado de todo, recepcionista de hotel, mozo de carga, camarero… Era guaperas y por la crisis trabajaba como stripper-boy algunas noches.  No era demasiado alto, medía 1,77 (quizá el único motivo por el cual no encontró trabajo como modelo masculino), y unos músculos definidos más estilo Cristiano Ronaldo que de un culturista. Pero no eran ni sus bíceps ni sus pectorales lo que más llamaba la atención, sino un prominente paquete que incluso a mis 21 cm parecían escasos al lado de su impresionante falo de casi 25 cm y unos huevos que parecían de avestruz, mientras que yo, siendo más alto y musculoso, mi paquete no destacaba tanto como el suyo a primera vista.  Quedaba claro que pocos humanos había más hechos para este trabajo que él.



-Hola Dimitri.



-Hola Carlos.



-¿Vas a donde yo creo que vas?



-Pues sí, a calentar coños un rato. La primera tanda es en un rato.



-Suerte y al toro.



-Nos vemos.



-Hasta luego.



Dimitri ya me había confesado que lo peor de su trabajo era que tenía terminantemente prohibido el sexo con su espectáculo, por dos motivos, si se pasaba de madre se podría correr la voz, y ser fatal para el negocio, y en segundo, porque hacía hasta cuatro espectáculos por noche, algunos en el único local que quedaba de boys y otros en chalets perdidos sin vecinos, así que supuse que era el primer espectáculo de la noche. No era gay, (de hecho contrataban a muchos homosexuales para evitar líos), pero su paquete era algo que no parecía de este mundo, siendo el principal atractivo de los espectáculos.



Así pues, tras el bocadillo, la ducha y ponerme algo arreglado,  al poco rato me fui al pub de mi barrio.



-Hola Carlos, ¿lo mismo de siempre?



-Sí.-Le respondí.



Aquel sitio era muy tranquilo para tomarse una copa y conversar. El único inconveniente era que me conocía  todo el mundo. La discreción siempre ha sido mi mayor aliado. Pero Juan, el dueño, siempre intentaba picarme.



-Por cierto, me han dicho que en un rato vienen unas chicas del local de strippers, a ver si vas a aprovecharte del calentón o te las van a quitar de las manos.



-Esos tienen prohibido meterle mano a la clientela, son unos calientacoños.



- ¿Y tú como sabes eso?



-Tengo mis servicios secretos, jajajaja.



-Ja, ja, ja. Me los puedo imaginar, así que no te pregunto más.



En un momento dado, entraron las doce chicas, incluída mi futura vecina. Y reparé en ellas. Había una que me llamaba mucho la atención. Aunque parece que ellas también se habían fijado en mí. Pero había una que me volvía loco, era una madurita elegante, sensual, bien vestida, con un cuerpo fabuloso. Ni tenía escotes de calientapollas ni nada. Pero su ropa estaba elegantemente ajustada



Juan, tras servirles las bebidas, volvió a hablar conmigo.



-Tío, creo que los boys les han calentado bien el coño.



-No hace falta que me lo digas, jajajaja.



-Creo que hablan de ti. A faltal de pan  buenas son tortas.



-Tortas las que suelen darse, en estas cosas rara vez alguien lleva cacho. Muchas están casadas o con novio, pero no sé no sé.



 De las doce mujeres, la más joven tendría sobre 25 años, la que se casaba era de mi edad (29), una con más de cincuenta y dos más de cuarenta, el resto, por la treintena andarían. Las más veteranas tenían pinta de ser compañeras de trabajo, ya que no eran familiares.



En un momento dado se me acercó la vecina .



-Oye, tu eres el vecino del 3ºA, no?.



-Sí, y tu supongo que eres la hija de Toñi. A tu madre la conozco porque le mandé a un compañero mío para alquilar vuestro piso. ¿Me equivoco o vamos a ser vecinos?



-Pues sí, vecino. El lunes vengo con mi futuro marido a poner  la ropa, que es lo único que falta y mudarnos.



-Sí, la verdad es que el piso estaba muy bien equipado. Al menos la única vez que lo ví por dentro cuando llevé a aquel interino compañero mío.



Mientras, otra amiga suya insistió en que los presentásemos. Lo fue haciendo una a una. No recuerdo todos los nombres, solo recuerdo de esa noche el de mi vecina y el de Mati. Y ese nombre lo tengo a sangre y fuego por dos motivos, el primero fue que, de todas las presentes, era la que más destacaba con diferencia. A pesar de superar los 40, tenía una figura envidiable, piernas largas, curvas suficientes para dejar sin respiración a un hombre de cualquier edad, pero con una elegancia y sutileza para seducir que no tenía el resto de las presentes ni por asomo.



Conozco algo a las mujeres (decir que las conoce uno del todo es de una  prepotente estupidez). Pero me dio que a esa mujer de bandera le tenían envidia. Y que precisamente por eso yo me iba a quedar a dos velas esa noche. No porque todas tuvieran novio (cosa que desconocía), sino que por sus propias envidias.



No fui el único que se le quedó mirando a esa mujer. Otros hombres se le quedaron mirando. Eso enervó más a las demás. Y la impresión que tuve es que esa noche nadie iba a ligar, ni con solteras, ni con casadas ni por novio. En medio de un ambiente cada vez más enrarecido, en cuanto la calentura del falo de Dimitri se les pasó o quizá porque permanecía y no podían desfogarse por su actitud, los gestos se pusieron serios y apenas hubo acercamientos.



El caso es que las más jóvenes perpetraron un plan maestro. Propusieron irse a un local de ambiente juvenil lejano, hecho para gente joven, y allí era evidente que Mati no iba a estar cómoda. Ni tampoco las dos casadas y con niños pequeños, que fueron las primeras en marcharse, ni la cincuentona compañera de trabajo. Todas ellas se fueron poco a poco. Me fui al lavabo. En sus pasillos choqué con Mati, no sé si intencionadamente o no, pero rozó mi falo contra sus piernas. El baño tenía espera, pero solo quedamos ella y yo en los pasillos.



-Vaya, creía que os habíais ido.



-Bueno, yo no me he ido, me han echado, dijo un tanto resentida. Deben ser los años.



-No es por nada, pero tú pareces un buen vino que mejora con los años. Pocas mujeres he visto tan atractivas.



-Gracias guapo, a ver si se lo dices a mi marido, que no tiene un detalle conmigo desde hace la tira, parece que tiene la pitopausia.



Entré en el lavabo y mientras estaba meando ella se metió de súbito, cerrando rápidamente la cerradura que no había metido antes. Acto seguido me besó, correspondiéndole, metiéndonos mano. No hizo falta ni que me abriera la cremallera, puesto que no me había dado tiempo a cerrarla,  me lo sacudió con el papel higiénico del baño y acto seguido le metió mano iniciando lo que prometía ser un pajote de campeonato.



-Fóllame ahora mismo.



-Lo haría por todos tus agujeritos, pero hay un problema. En este local me conocen, y este es el vecindario de tu amiga ¿Quieres que se corra la voz? Pues escúchame con atención. Voy a salir ahora, voy a comprobar si hay alguien esperando, y luego te espero



-¿Sabes cual es mi bloque, que es el mismo de tu amiga?



-Sí



-Recuerda, es el 3º A. Hazlo discretamente sin que nadie se de cuenta.



-De acuerdo, Carlos.



Por fortuna, la espantada de las amigas sirvió para despejar el local, y no había nadie esperando. Así que pagué las consumiciones



En mi caso. Ella también salió discretamente, uno por uno.



Al rato, llamó a mi puerta, le abrí y ahí estaba, ni siquiera se había arrepentido a pesar de que pudo y tuvo tiempo de hacerlo. Mi pene estaba especialmente duro, no había tardado, cosa que agradecía, ya que en ese intervalo muchas casadas se arrepienten.  Pero no lo hizo. Y me encontré a una mujer desatada.



El desnudarnos incrementó más la temperatura. Su cuerpo era de cine, con unos abdominales que ya quisieran las más jovencitas y unas tetas que desafiaban la ley de la gravedad, su conjunto era de belleza griega.



Por su parte, mi músculos y mi piel depilada le ponían a mil.



-



Al llegar, ella no perdió el tiempo, me sacó el falo, me hizo una mamada tremenda, colocándome el preservativo antes de que chorrease. Me quería dentro de ella.



-Métemela ya, cabrón. No me hagas sufrir. Deja tu pollón ahí y deja que te  cabalgue.



-Ahí la tienes.



Mi polla estaba a punto de estallar, ella se estaba poniendo caliente en tiempo récord, el rato con Dimitri había ayudado a revolucionarla, y yo también lo estaba, su actitud de leona herida me había contagiado, así como su coño que parecía un volcán en plena ebullición. -Ah, ah, ah, Aguanta un poco más que me llega, ah, ah.



Sus ágiles y precisos movimientos me sorprendían, ella sabía lo que quería, llegando al orgasmo, tan brutal que la pantera que me había cabalgado se desplomó de placer.



Yo que había aguantado hasta niveles sobrehumanos, me corrí dos segundos después, llenando el preservativo de leche. Nunca había sido eyaculador precoz, pero aquella calentura no era normal



-Ah, eres una bestia, dame tu leche, dámela.



Se la esparcí como si fuera un bronceador por todo su cuerpo, ya que la corrida había sido particularmente abundante.



Tras la tempestad volvió brevemente la calma.



-Oye, si quieres puedes ducharte, no creo que estés como para que tu marido te vea así.



-Este fin de semana mi marido está de viaje por una herencia, mi hija está estudiando fuera. Así que no tengo hora para llegar a casa.



-Bueno, si quieres puedes quedarte aquí.



-Gracias, aunque posiblemente no te deje dormir, me dijo mientras jugueteaba con mi entrepierna.



-Vaya, esto está duro otra vez.



-¿Otra vez, viciosilla?



-Sí, dame más.



-Por cierto, si no quieres no respondas ¿Cuántos años tienes?



-48.



-Podrías ser mi madre, tengo 29.



-Bueno así que eres el niñito. Carlitos, eres todo un joven machito, pero aquí hay jerarquías. Yo soy la mayor y me tienes que hacer lo que te diga.



Ella jugueteaba con mi polla, me la mamaba, me pegaba tirones, y no la soltaba. Parecía como si se estuviera recreando en su trofeo y en su pretendida jerarquía.



-Venga y házmelo en la postura de perrito, venga.



Volví a empezar, al haber descargado antes, aguanté mucho más.  Y vinieron dos orgasmos, y yo seguía en mis trece en un largo segundo polvo hasta que ya me vino el mío y me corrí.



Ella, tras tres orgasmos, tras acometidas propias dignas de una pareja de bisontes, estaba al borde del desgarro vaginal. Se había corrido tanto que empezaba a faltarle lubricación. Pero el éxtasis le ponía en un callejón sin salida, quería más pero no podía.



-Me has destrozado cabrón, que dolor más delicioso, ahhh. Quiero más pero no puedo, y creo que sí podrías, pero me harías daño salvo que…



- ¿Una mamadita en tu almejita?



-Sí, sí, sí..



-Ahora mismo, jefa.



Le metí la lengua como años y años de experiencia me habían dado, sutil pero inexorablemente la volví loca de nuevo. Después de contener sus gemidos, pegó un grito de orgasmo brutal..



-ARRGGGGGGGGGGGG.



Jamás en mi vida he tenido ni un grito tan desgarrador de placer. Extasiada y agotada, todavía tuvo tiempo de dar su último “recado”



-Eres un auténtico cabrón, me tienes a tus pies, no puedo más. Pero mañana volveremos, no te preocupes.



Caímos rendidos en mi cama.



Al día siguiente, comprobé que no había sido un sueño húmedo. Que era todo real. Ella estaba en mi cama solamente tapada por su sexy lencería.



Primero se fue ella a ducharse, más tarde lo hice yo, y tras el desayuno ella me dijo.



-Oye me he quedado con algo de hambre.



-Ah, sí?



-Si me apetece una… SALCHICHA CON QUESO.



Y me hizo una espectacular mamada, no soy de los que disfruta especialmente con el sexo oral, pero su boca era una auténtica y precisa bomba hidráulica que me corrí.



-Eres un jodido semental, mira que soltaste leche anoche. Pero no te emociones, no te voy a dejar escapar así como así, ¿te enteras?



-Ven cuando quieras y como quieras, déjame tu teléfono y ya veremos.



En esa misma tarde, ella se cambió de ropa, me llamó y luego volvimos a tener sexo ese sábado varias veces, hasta agotar la caja de preservativos. Y volvimos a repetir más días, entre semana y en fin de semana, y sobre todo, cuando su marido iba de viaje nos corríamos auténticas orgías a cualquier hora del día.



Todavía ahora sigo viendo a esa mujer. No es la primera casada con la que estoy, pero sí la primera a la que me he follado y sigo follando antes durante y después de divorciarse.



Antes me quitaba de en medio e incluso esperaba el desenlace, pero no ha hecho falta. No veo el momento. Ella tiene la coartada de ir a ver a su amiga (mi vecina), con lo cual nadie ha sospechado ni la han relacionado conmigo nadie.



 Tampoco hemos determinado exclusividad sexual. Ella ahora ha estado saliendo con otros hombres de su edad, pero de momento tampoco han dado la  talla, o no aguantaban las “comparaciones”. Yo también he tenido otros affairs aparte en estos últimos meses, pero incluso ahora hay semanas que me la follo todos los días.  Y sin visos de parar, al menos de momento, por dos motivos, el primero porque siempre ha sabido ser discreta y el segundo porque es una insaciable diosa del sexo.



Epílogo.   Hace pocos días que Dimitri se fue a Rusia, ya que le dieron un  buen trabajo en un club de Moscú y pudo volver a su tierra. Le regalé un Chivas de 21 años como despedida. El se sorprendió, agradecido por haberle dado una botella de cien euros. Nunca le dije el motivo real, pero es obvio para los lectores, ya que no era para menos después de haberme recogido las sabrosas nueces del árbol que él había agitado.



FIN


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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