Está desnuda sobre la alfombra y no puedo verla. Oigo cómo se arrastra gateando de esquina a esquina en el rectángulo peludo. Las manos y las rodillas se deslizan, es una leona enjaulada, se mueve suave y lento, de un lado a otro, con la espalda arqueada, los ojos entornados, al acecho... La madera de abajo cruje, se deja oír un golpe firme cuando mueve las piernas, pero sus manos son delicadas y miman la tela al caer. Jadea, maúlla, ronronea... levanta la mirada hacia la puerta y susurra, pide alguien cerca para acariciar y ser acariciada, que la haga suya, que le apague el ardor de su vientre con una entrega dulce... Estoy al otro lado, sí, me veo, allí, sentado en la otra habitación, de espaldas a su rostro. La veo, la veo desnuda, sus nalgas frente a mí, ahí delante, y yo escuchando. No quiero entrar... todavía, no, no puedo entrar, no puedo, no debo, ella no es para mí, o sí, no... es una niña... No me responden las piernas, tengo miedo, estoy atado a la silla, no puedo mover ni un músculo, tengo agarrotados los nervios... no siento nada, sólo a ella ahí adentro, al otro lado de la puerta, llamando a un hombre, quizá yo. Se ha acostado, ya no oigo nada, me estiro, no oigo... sí, está larga sobre la alfombra, boca arriba, con los ojos cerrados, muy prietos, para aguantar su deseo, para ahogar el grito, la llamada al hombre de sus anhelos, las manos arriba, más arriba de su cabeza, palmas al techo, dedos agarrotados, como si fuera a lanzar un arañazo, piernas cerradas... y abiertas... cerradas... y abiertas... flexiona las rodillas, adelante... atrás... adelante... atrás... los talones rozan el pelo abundante de su pubis, se deslizan lentamente paralelos al suelo, lo oigo, lo oigo. Y vuelve a susurrar sin abrir los párpados, me llama y no puedo moverme, como si estuviera atado para un suplicio, el respaldo de la silla me va a rasgar la camisa, voy a desencajar las patas traseras con la tensión de mi espalda... y el fieltro del asiento está mojado, siento la humedad entre mis piernas, en el perineo, me sobrepasa las nalgas, se me mete por dentro, me llega hasta el vientre, es una humedad morbosa, llega, llega, la tengo, sensación agridulce, muevo las caderas, me molesta, la quiero, debería estar con ella, una sacudida, qué dolor... Me he lastimado al tirar hacia atrás la cabeza y ni siquiera puedo llevar mi mano a la nuca, ni siquiera puedo mirar a un lugar que me aparte de su figura allá adentro, desnuda, cálida, demandante... Se da la vuelta y gime, levanta el pubis, aprieta las nalgas, está muy excitada y espera un hombre. ¡Oh!, no puedo moverme... y tampoco debo, no. Sus jadeos me envuelven, los oigo alrededor mío, retumban, estoy sudando, no lo soporto, es su calor, es mi calor, su cuerpo, su cuerpo... Otra vez está gateando, se apoya de nuevo en sus manos y en sus rodillas, busca, olfatea con la frente levantada, se está enfadando, sube y baja los glúteos contra sus talones, le chasquean las pantorrillas contra el dorso de sus muslos, una y otra vez, es rítmico, ¡chas!, ¡chas!, ¡chas!, no lo puedo soportar, sus pechos se mueven al compás, unos pechos duros con sus pezones erectos pidiendo mis labios, ¡oh, siento sus pezones en mis labios!, suben, bajan, los lamería, quiero estar ahí, bajo ella, cerca. Está jadeando, otra vez, otra vez, arriba, abajo, la humedad me excita, la siento alrededor de mi falo duro, envolviendo mis testículos, penetrando en mi ano, me está dominando...no puedo moverme... Se ha detenido, sí, se ha detenido, quieta sobre los talones, la punta de los dedos sobre la alfombra y entre el hueco de las plantas de los pies se ve el vello, ¡quién pudiera acariciarlo! ¡Qué fuerte respira!, hacia el techo, los brazos abiertos en plegaria, ruega por un hombre, por mí, y no puedo entrar, no, no puedo entrar, la puerta es sagrada, ahí está, no debo atravesarla, no debo levantarme, está prohibido... ¡Esta silla! ¡Por favor! ¡Ya floto sobre la humedad en el fieltro! Me siento sobre un lago de fluidos, no lo podré soportar. ¿Por qué me ha elegido? ¿Quién soy para ella? La oigo respirar, huelo su transpiración, gime, maúlla como una gata abandonada y sólo yo puedo salvarla. Pero no debo.. ¿y por qué no debo? ¡Oh!, ha vuelto a acostarse, da vueltas sobre sí, una, dos, tres... se ha quedado quieta, hacia abajo... vuelve a rodar, las manos en sus ingles, los brazos aprisionando sus pechos uno contra otro, está rígida, una mueca de dolor, no lo puedo soportar, jadea, jadea, jadea, las rodillas flexionadas, las piernas abiertas, unidas las plantas de los pies, su pubis frente a la puerta, las nalgas tensas, el sexo abierto y húmedo... ¡ah, mi humedad!... su melena bajo el rostro ladeado para dibujar su perfil, la cara rígida... no.. no... se relaja, se transforma, tierna, los ojos cerrados, labios entreabiertos, respiración calmada, los brazos caen, las piernas se estiran... oh, ya está, ya está, duerme, duerme, mi niña, yo te arrullo, puedo acunarte, descansa y duerme... y sueña dulce, muy dulce, se ha dormido... Y esta humedad, mi sudor, la camisa, el pantalón, el fieltro del asiento, el respaldo, estoy mojado de ella, mi paraíso, siento frío... está bien, desnuda, se ha dormido, ya sueña. ¡Qué paz!
Delicado y excitante. Me ha parecido especial, de una tension grande.