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Categoría: Maduras

¡Quiero dejarte panzona!

Resumen: Soy secretaria en una empresa. El día previo a las vacaciones, luego de una fiesta muy pasada de alcohol, tres jovencitos, ex compañeros y amigos de mi hijo, se aprovechan de mi borrachera y me violan. Uno de ellos, enamorado de mí, me busca nuevamente, para dejarme panzona y que le regale un bebé.



++++++



Resumen:



Soy una mujer madura, divorciada, con un hijo, secretaria en una empresa fabril. El día previo a las vacaciones de diciembre, luego de una fiesta muy pasada de alcohol, tres jovencitos, ex compañeros y amigos de mi hijo, se aprovechan de mi borrachera y dan mi regalo de navidad: una violación navideña. (Buscar con ese nombre el artículo anterior, ya publicado, desde el pasado 19 de enero del 2013, en “No consentido”).



Uno de mis violadores, sin embargo, decide buscarme: me confiesa estar enamorado de mí y me pide que lo deje “hacerme una panza”, que le regale un bebé, el cual, de inmediato, y en muy repetidas ocasiones, nos dedicamos a procrear.



+++++



Luego de asearme en el baño, me puse mi ropa interior: unas pantaletas blancas, coquetas, con encaje, lo mismo que el brasier: blanco, calado, elegante, coqueto.



Me empecé a cepillar el cabello y al momento de estarme maquillando me miré: ¡tenía una cara bonita, increíblemente tranquila, satisfecha, plena!, a pesar de lo que me había sucedido. ¡Me gusté a mí misma!.



Me terminé de vestir: me puse mis zapatillas, unas blancas de tacón alto, mi blusa, una blanca y luego mi falda, una recta, negra, a las rodillas.



Al salir yo del baño y regresar a la sala de juntas, ahí me los encontré, a los tres, compungidos, con cara de regañados, cabizbajos, en silencio: ¡culpables!. ¡Se estaban acusando solos!, ¡reconociendo su culpa!, pero ninguno de ellos pronunció ni media palabra.



Tomé mis cosas y me dirigí a la salida. Ninguno de ellos se movió, simplemente me observaban, hasta que yo tuve que decir:



            + ¿Van para la casa?,



pues ellos viven en la misma Unidad Habitacional, cerca de nosotros, de ahí es que fueron compañeros de mi hijo, con tanto tiempo de conocernos.



Sin decir nada, los tres se levantaron y me siguieron, a unos cuantos metros de distancia, siempre en silencio, rumiando su culpa.



Me subí; se subieron. Arturo iba adelante, a mi lado; los otros dos iban en la parte trasera del auto. Todo el viaje, casi 40 minutos, nos fuimos en silencio, hasta llegar a la Unidad Habitacional en donde vivíamos todos.



Al llegar a mi estacionamiento, en cuanto apagué el auto, todos se bajaron de manera inmediata, y esperaron a que yo me bajara.



Me bajé, cerré el auto y, volteando a mirarlos les dije:



            + ¡Nunca pasó nada de esto…!. ¿Entendido…?.



¡Los tres dijeron que sí, de manera inmediata!, y también, de manera inmediata se despidieron y se fueron a toda prisa de ahí.



La verdad…, sentí algo de satisfacción el ver a esos chicos, culpables, que en el fondo eran buenos muchachos. Me sonreí hacia el interior de mi ser y…, con paso seguro, me dirigí hacia mi depa.



Subí las escaleras; llegué, abrí y entré. Ahí estaba mi hijo, en su compu, chateando, quizás. ¡De inmediato se levantó y se acercó a saludarme!, de beso en la mejilla, como siempre lo hacemos:



            = ¡Que guapas estás hoy…!. ¡Te ves muy bien con esa combinación…!, aunque se



               te transparenta un poco la blusa, se te alcanza a ver tu brasier.



¡Eureka!. ¡Bingo!. ¡Ya supe porqué se habían emocionado los chicos conmigo!. ¡Yo había sido, de manera inconsciente, la que los había provocado!, ya que se me transparentaba el brasier que llevaba, que hacia juego con las pantaletas que llevaba ese día, era blanco, calado, elegante, coqueto.



            + ¿Deveras…?,



le pregunté yo a mi hijo, algo incrédula, por lo que mi hijo, tomándome de los hombros, me condujo hasta donde estaba el espejo de mi recámara y prendiendo la luz me hizo mirarme al espejo: ¡se me transparentaba el brasier, y algo de mi piel por debajo de mi brasier, que era calado y permitía traslucir algo de la piel de mis senos, sobre todo las areolas y mis pezones, morenos!.



            + ¿Porqué no me lo dijiste antes de irme al trabajo?,



le pregunté a mi hijo, reclamándole al mismo tiempo:



            = Ni siquiera te vi cuando te marchaste…,



me contestó con toda tranquilidad, y luego de eso añadió:



            + ¿Vas a irte así a la posada…, o te vas a cambiar?. Ya son casi las 8,



hora en que comenzaba aquella posada, que organizaban los vecinos de la Unidad, en una explanada que se encontraba relativamente cerca de nuestro edificio.



            + Yo creo que me voy a cambiar…, no quiero andar “enseñándole” a todo mundo,



le dije a mi hijo, tratando de tranquilizarlo y que olvidara mi blusa.



Busqué qué ponerme. Seleccioné unos mallones negros, hasta la cintura y un sweater gris obscuro largo, de manga larga, que me cubría hasta por debajo de la cintura.



Me quité la ropa que llevaba; me quedé solamente con la ropa interior. Estaba por ponerme los mallones cuando entró mi hijo y me descubrió solamente en paños menores, aunque él andaba “mensajeándose” con alguien en su celular (móvil).



No me inmuté ni se inmutó. Terminé de ponerme los mallones y mi hijo me comentó:



            = se te marcan tus chones por debajo de esos mallones…



            + ¡Ahhh…, pero me los voy a tapar con el sweater…!,



Y diciendo y haciendo, me puse ese sweater cubriendo mi cuerpo, mi brasier y bajándolo hasta por debajo de la cintura, entonces le pregunté:



            + ¿Está bien así…?.



            = ¡Mmmm…!. A ver…, date vuelta… Pues…, creo que sí…, sí cubre casi todas tus



                pompas.



Me puse unas zapatillas, negras, de tacón bajo y tomé la caja de silbatos que nos había tocado llevar. Mi hijo tomó dos sillas plegables (cada quién lleva su silla) y nos fuimos a la explanada. La piñata ya estaba colgada y ya andaban jugando y tronando cuetes los niños.



Luego de unos 15 o 20 minutos de espera, cuando ya éramos un buen número de asistentes, comenzamos con la posada, con la letanía, con el paseo de los peregrinos. Pedimos posada:




  • ¡Entren santos peregrinos…!,



y entramos.



Luego de eso los niños rompieron la piñata en medio de una gran alegría. A continuación se repartieron los aguinaldos, pusieron música y algunos nos paramos a bailar, entre ellos mi hijo y yo, pues nos gusta mucho bailar.



Empezamos bailando Rock y luego pusieron salsa y la fiesta se puso alegre y bonita, aunque así de rápida comenzó, así de rápida terminó, yo creo por todos los niños que estaban ahí. A las 11 ya todo mundo se andaba retirando a su casa, y nosotros hicimos lo propio.



Pensaba que podría encontrarme a los chicos de mi trabajo (mis violadores) ahí, pero finalmente, ninguno de ellos llegó. Me estaba despidiendo de algunas personas y miraba a mi hijo platicando con otros chicos, de su edad, pero no los amigos que trabajaban conmigo.



Me despedí de esas personas y mi hijo me alcanzó para decirme que lo estaban invitando a una fiesta, a una “posada” de chavos, de las que comienzan a media noche y terminan de madrugada:



            = ¡y probablemente no llego a dormir…!.



¡Ya me la sabía!. En fin. Me avisó y me regresé sola a la casa, a mi depa, llevando las sillas.



Iba caminando hacia mi edificio cuando se me apareció Arturito, uno de mis “violadores”, enfrente de mí:



            & ¡Señora Elvirita…!,



me dijo, acercándose a mí. ¡Sentí que me venía en ese instante, que mi vagina comenzaba a lubricarse de manera terrible, “de a chorro”. Sentí que me temblaban las piernas y…



            & ¿la ayudo…?,



me preguntó.



Sin decirle ni sí ni no, simplemente le extendí las sillas y él se las cargó:



            & ¡Quiero pedirle disculpas…, quiero que me perdone por lo que pasó…!,



me decía, caminando conmigo, hasta llegar a mi edificio, al inicio de las escaleras:



            & Es que…, se veía Ud. tan linda…, y no se si las copas…



Comenzamos a subir la escalera. Mi depa se encontraba en el primer piso, y antes de llegar, solamente le comenté:



            + ¿Qué les dije al llegar?. ¡Nunca pasó nada de esto…!. ¡No se de qué me



                hablas…!.



            & Es que…, me siento…,  de verdad…, apenado…, canalla…, y…



Llegamos a la entrada del depa. Le abrí:



            + ¡Pásale…!.



Me metí y me hice a un lado para que metiera las sillas.



            + ¡Déjalas ahí…, recárgalas en la pared del pasillo!.



El muchacho entró y cerré la puerta, para luego irme a sentar a un sillón de la sala, desde donde le pregunté:



            + ¿No vas a ir a la fiesta del Coque?



(Coque le decían al chico donde se iba a hacer la fiesta a la que estaba invitado mi hijo).



            & No…, quería hablar con usted.



            + Pues ya estamos hablando…, siéntate y dime…,



pues el chico, nervioso, no conseguía sentarse para platicar.



            & Es que… Bueno…, pues ya le había comenzado a decir que…,



               me siento apenado…,



            + Y ya habíamos quedado que eso nunca pasó. ¿Qué otra cosa querías decirme?.



            & Bueno pues que…, ¡pues que yo siempre he estado enamorado de usted…!,



me dijo ese chico, llenándose de valor:



            & ¡pero nunca me había atrevido a decírselo…!. ¡Desde que éramos niños…!.



                ¡Usted siempre ha sido mi novia…, aunque hasta ahora lo sepa…!. ¡Deveras…!.



                ¡No sabe cómo la quiero, Elvirita…!, y allá en la oficina…, pues…,



               ¡me agandallé a la mala con usted!, ¡por eso me siento tan mal…!.



               ¡Yo quería pedirle que fuéramos novios!,



 pero…, cuando me jaló p’al sillón…, no se qué cosa tan horrorosa pasó…,  fueron toditos los diablos los que se me metieron en mí…, y no pude controlar yo mis ansias…, ¡tenía yo tan cerca su boca…, su cuello…, su cuerpo…, que…, le pido de verdad me perdone…, le pido de verdad que me acepte, quiero hacerme su novio…, quiero andar con usted…, a la buena, pa’ nada a la mala, como la tomé en la oficina…



Me decía ese chico, con la voz muy quebrada, hincado ya enfrente de mí, tomándome de las manos y mirándome fijamente a la cara. ¡No se qué cosa me dio!. ¡Me enternecí por completo por mi “violador”!.



Comencé a acariciar sus cabellos, su cabeza, y el chico me clavó su cabeza en mis piernas, por encima de mis mallones:



& ¡De verdad Elvirita…, la quiero mucho…, de verdad…, póngame a prueba si



   quiere…, acépteme como novio…, quiero andar con usted…, a la buena,  



   deveras Elvira…, diga que sí…, por favor…!,



y clavó su cabeza en mis muslos, por encima de mis mallones.



Le seguí acariciando sus cabellos y él continuaba a decirme, lo mucho que me quería y lo enamorado que estaba de mí:



& ¡De verdad…, es a la buena que yo la quiero Elvirita…, quiero que se quede



   preñada de mí…, que se embarace de mí…, quiero que tengamos un hijo…,



   una hija…, un bebé…!.



   ¡Quiero andar con usted…, a la buena, deveras Elvira…, si Ud. quiere hasta



   nos casamos…, diga que sí…, por favor…!.



Y de repente, sin darme tiempo de nada, el chico, como si tuviera resorte, se levantó y tomándome de mi cabeza y mi cara, comenzó a besarme con desesperación:



            & ¡La quiero mucho Elvirita…, de veras…!.



Comenzó a besarme la boca, la cara, mi cuello. Me metía las manos por debajo del sweater, me acariciaba la espalda, me manoseaba las chichis, por encima del sweater:



            & ¡Quiero hacerle una panza Elvirita…, quiero dejarla panzona…, quiero que me



              de un bebecito…!.



Y en ese momento me clavó su cabeza en mi pubis, por encima de mis mallones, y comenzó a besarme mi sexo, repitiéndome de manera alocada:



            & ¡Quiero quiero dejarla panzona…, quiero que sea mi mujer…!.



Mientras que me gritaba todo eso, sus manos comenzaron a bajarme los mallones, hasta llevarlos a mis rodillas, dejando a la vista mis pantaletas, que comenzó de inmediato a besarme, en donde se encontraba mi sexo:



            & ¡Me encanta su sexo, Elvirita…, su chocho…, se le ve rete rico…, gordito…,



               hambriento…, cogible…!. ¡Me gustó mucho hace rato…, que le di de besitos,



               ahí…!. ¡Quiero besarlo de nuevo…, comérselo todo, enterito, Elvirita…,



               ¿le gusta que le besen ahí…?.



Me preguntaba, sin realmente esperar mi respuesta.



Yo ya me encontraba caliente, caliente y batida de mi entrepierna, deseando que de nuevo me la metiera. Bien dicen que el apetito se presenta al comer.



Sentí que subía sus manos a la altura del elástico de mis pantaletas y comenzaba a tratar de bajarlas, por lo que me levanté un poco de aquel sillón y le ayudé a que me deslizara mis pantaletas, cosa que hizo, hasta la rodilla, y luego, tomando de manera conjunta mis pantaletas y mis mallones, comenzó a deslizarlos hasta mis tobillos.



Me enderecé y luego de quitarme las zapatillas, Arturito procedió a quitarme los mallones y las pantaletas, dejándome totalmente desnuda de la cintura hacia abajo, con las piernas abiertas:



            & ¡Se le ve rete lindo su sexo…, con su pelambrera revuelta…, su boquita con



               hambre…, sus labios…, listos para ser besados…, por mí…!,



y se abalanzó sobre de mi sexo, hundiéndome su cara en la mitad de mis piernas, aspirando mi olor, absorbiendo mis jugos, clavándome su lengua en mi chocho, en mis labios vaginales, en mi clítoris muy erecto:



            + ¡Aaaarturitooo…!,



fue lo único que pude decirle, antes de comenzar a jadear, a gemir, a pujar, sometida a unos lengüetazos tremendos, que me llevaban con prisa a mi orgasmo, al primero, al segundo…, al enésimo orgasmo, seguidos, sin darme tregua, a uno tras otro: ¡me estaba viniendo a lo grande!, hasta que ya no pude más y le dije:



            + ¡Vámonos para mi recámara, Arturo!.



Me levanté, completamente desnuda de abajo, descalza, y fui a ponerle la aldaba a la puerta del depa, para luego irme para la recámara, seguida de cerca por ese muchacho.



Me quité mi blusa, el brasier y completamente desnuda me dejé caer en la cama, con las piernas abiertas, ofrecida, invitándolo a que copulara conmigo:



            + ¡Ven…!,



le dije, llamándolo a que se conjuntara conmigo, a lo que el muchacho, desnudándose por completo, accedió, complacido:



            & ¡Ahí le voy Elvirita…, voy a hacerle una panza…, voy a hacerla mi mujer…!,



y sin más comentarios, se lanzó de inmediato por encima de mí, penetrándome con un gran golpe de cadera, hasta el fondo, por lo tremendamente lubricada que me encontraba:



            + ¡Aaaarturitooo…!.



            & ¡Elviritaaa…, voy a hacerle una panza…., voy a hacerle una panza…!.



Me decía, repitiéndolo, emocionado, penetrándome con muchísima fuerza y velocidad, hasta que, luego de un buen rato de estarme bombeando, la eyaculación se le presentó:



            & ¡Elvirita…, me viene…, ya viene…, me vengo…, se los echo…, toditos…,



                mis mecos…!,



y comenzó a terminar y aventarme su semen en el interior de mi vientre, en medio de gritos, de pasión y felicidad:



            & ¡Voy a hacerle una panza, Elviritaaa…!.



Y terminó por desplomarse por encima de mí, completamente rendido por el esfuerzo. Solamente jalé la sábana y el cobertor y nos quedamos dormidos, él por encima de mí.



Me desperté a la 1:17 de la mañana (así lo indicaba mi reloj digital). Arturito aun estaba por encima de mí.



Lo moví y se despertó:



            + ¡Voy al baño…, a lavarme…!,



pero de inmediato se inconformó:



            & ¡No…, déjese mis mecos ahí…,



me dijo, imperativo, pero después me la “suavizó”:



& por favor…, quiero que le cuajen ahí…, quiero hacerle una panza…,



   quiero que me regale un bebé…!,



y se abalanzó nuevamente sobre de mí, “acribillándome” a besos:



            & ¿qué no ve que la amo…, que siempre he estado enamorado de Ud.…?.



               ¡Es más…, quiero seguirla llenando de mecos…, quiero empujarle muchos otros



    ahorita…!.



Se comenzó a acomodar, nuevamente sobre de mí. Sentí su pene muy parado, que buscaba volverse a meter. Empujaba por encima de mi vulva, buscando mi rajadita, que se había cerrado de nuevo.



Arturo comenzó a picotearme, pero no encontraba la entrada, así que, tuve que acudir en su ayuda, tomando su pene, parado, en mi mano y conduciéndolo yo misma a mi cuevita de amor, por en medio de mis labios vaginales.



Costó un poquito de trabajo que entrara, pero finalmente accedió y penetró:



            + ¡despacito Arturito…!, ¡despacio…!, deja que vuela a mojarme, de nuevo…



Arturo me obedeció; se movía muy despacio, me mamaba mis chichis, alternadas, la derecha, la izquierda, le chupaba deliciosamente el pezón, haciendo que me calentara muy pronto y comenzara a mojarme de nuevo.



Arturo lo sintió de inmediato y comenzó a  hacer más profundos sus movimientos, hasta llegarme hasta el fondo:



            + ¡Aaaarturitooo…!,



            & ¿Le gusta Elvirita…, le gusta…?



            + ¡Aaaarturitooo…!,



Le dije, sintiendo el vaivén con el que me acometía ese muchacho. ¡Sentí que me llevaba a las nubes!, ¡sentía que se le agigantaba su pene!:



+ ¡Aaaarturitooo..., que grande lo tieeeneees... me llega hasta el fooondooo…!.



Y así era: ¡sentía cómo me rozaba y estimulaba el fondo de mi matriz!.



Lo abracé y le enrosqué mis piernas en su cintura; él se movía poco a poco, con suavidad, pero cuando embestía…, ¡me lo dejaba ir hasta el fondo, hasta adentro, hasta topar con matriz!.



+ ¡Aaaarturitooo..., me llega hasta adentrooo…!.



Me besaba los pechos, me los mordía; sus manos me acariciaban mis muslos, mis caderas, mis nalgas:



+ Aaaarturitooo…, me vengo…, de nuevo…, me vengooo…!.



El me acercó su boca a mi boca y nos dimos un beso largo y apasionado, durante el cual alcancé un nuevo orgasmo:



+ Aaaarturitoooo..., papitoooo..., papitooo…!.



Arturito se siguió moviéndose, fuerte y rápidamente, sin bajarle a su ritmo, hasta que me sacó un nuevo orgasmo, con los pies hacia el techo, recargándomelos en sus hombros. Yo sentía que me lo empujaba hasta adentro y alcancé otro orgasmo, tremendamente intenso y demoledor:



+ Aaaarturitoooo..., qué ricooo…, papitoooo...!.



Sentí cómo me llenó de leche mi vientre, sentí cómo bañaba mis entrañas con su líquido seminal, con su semen caliente y me vine muy rico, por enésima vez ese día.



+++++



Nos quedamos “enchufados” por algunos minutos, hasta que al Arturo se le bajó; entonces se zafó de mi rajadita y se acostó junto a mí, recostados, yo con mi cabeza por encima de su pecho; él acariciándome los cabellos:



            & ¡Deveras te quiero mucho, Elvirita…, tienes que creerme, te quiero mucho…!,



me dijo, tuteándome por primera vez.



            & ¡Voy a trabajarle bien duro, para poner una casa bonita y tener dos bebés!.



               ¿Crees que ya te haya dejado preñada…, o tendremos que hacerlo otra vez…?,



me preguntaba ese chico, retirando la sábana y el cobertor, dejándome descubierta y desnuda:



            & ¡déjame mirarte tu chocho…, a ver si todavía tienes mis mecos…!,



y me levantó de piernas, clavando su cara en mi sexo, en mi rajadita:



            & ¡los estás aventando p’afuera…, se te están saliendo mis mecos…!.



               ¡Se te ven muy bonitos…, saliéndose por ahí…, toda retacada de mecos…,



               los míos!.



               ¡No los saques…, retenlos…, quiero que te crezca la panza…, quiero que me



               des un bebé…!.



Y luego de ese último comentario entonces lo interrogué:



            + ¿Y…, si quieres que yo sea tu mujer…, para que me entregaste a tus amigos,



               allá en la oficina…?. ¡Ellos también me llenaron de esperma…!.



            & ¡Eeeehhh…, es queee…, bueno…, todos queeeriamos tener sexo contigo…!.



                A ellos les gustas también…, pero yo sí te quiero…, ¡y quiero que me des un



               bebé!.



En ese momento se colocó entre mis piernas y se puso a besarme mi sexo, a recoger ese esperma que se me estaba saliendo y…, comenzó a besarme en la boca, a pasarme el esperma que tomaba de mi panocha: ¡se me hizo tremendamente degenerado y morboso!. ¡Me puse tremendamente caliente de nuevo!.



            + ¡Dámelos todos Arturo…, recógelos con tu lengua y dámelos en mi boca…!,



               ¡tus mecos…, tu esperma…, tu leche…!.



A Arturo seguramente lo calentó, pues de inmediato sentí su “fierro” muy firme y volvió a penetrarme de nuevo:



            & ¡También me gustó cómo te cogieron…, mis dos compañeros…!.



               ¡Me gustó mucho ver cómo te la metían…, como la gozaban contigo…!.



               ¡Tengo muchas ganas de que te cojan de nuevo…!, ¡aunque ya andes panzona,



              de mi bebé…!.



¡Esta revelación me calentó enormemente y ya no puede retrasarlo, me vine de nuevo, sobre el pene de aquel muchacho, incitándolo a venirse de nuevo, en mi vientre, a llenármelo con su leche, con su simiente caliente, para hacerme un bebé!.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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