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Quien me iba a decir...

Algun@s me habéis escrito pidiéndome que escriba los relatos en primera persona. Creo que es algo más complicado pero voy a intentarlo. Ya sabéis, dadme vuestra opinión, si queréis. Enviadme un correo. Gracias a tod@s.

* * * * * * * *


Aquella noche había decidido salir a tomar una copa, para olvidar el duro día de trabajo. Mi jefe no me había dado tregua con los expediente a revisar y tuve que salir dos horas más tarde de mi horario habitual. Así que al llegar a casa me desnudé, me duché y me vestí para salir.

Era un viernes caluroso de julio y elegí ropa cómoda y fresca. Ropa interior de color blanco, de encaje. Una camisa blanca de manga corta y una minifalda negra, corta y que se ajustaba a mis piernas suavemente. Medias de verano y zapatos negros con algo de tacón. No era una vestimenta provocativa pero sí elegante- Dejé mi negra melena suelta y me pinté los labios de un rosa muy suave. Un poco de perfume y ya estaba lista para salir. Cogí el bolso y las llaves del coche y me dirigí hacia una de las zonas donde se concentraba la marcha los fines de semana.

Después de aparcar el coche, entré en un local que me pareció bastante animado y en el que sonaba música que animaba a bailar. Estaba dispuesta a divertirme hasta la madrugada y decir adiós al agobio del trabajo hasta el lunes.

Me acerqué a la barra para pedir un cubata y me fijé en que los camareros eran chicos jóvenes, más o menos de mi edad, y que estaban de buen ver todos ellos. Uno de ellos se acercó a mí y a gritos, para hacerse oír por encima de la música, me preguntó que tomaba.

-Un ron con limón- le dije yo. Le miré mientras lo preparaba. Moreno, pelo corto, ojos brillantes y oscuros, sonrisa perfecta, cuerpo cuidado pero sin ser un musculitos. Me gustaba. –Gracias- dije -¿cuánto es?- quise saber.

-Nada. La primera es gratis.- me respondió sonriendo.

Me quedé sentada junto a la barra mientras me bebía el cubata. De vez en cuando le miraba de reojo y más de una vez le descubría mirándome también aunque enseguida apartaba la vista. Estuve un rato allí sentada pero comenzó a sonar una canción que me encanta y fui hasta la pista para bailar un rato.

Mientras bailaba alguien tropezó conmigo. Era el camarero que estaba a mi lado, también bailando. Acabó la canción y aprovechó para decirme que me invitaba a un cubata. Acepté y fuimos hasta la barra. Pidió las bebidas a un compañero y me dijo que había terminado su turno. Nos trajeron las bebidas y di un sorbo a la mía. Estaba algo nerviosa. No me acostumbro a que los hombres me aborden así como así. No soy fea, eso lo sé, pero siempre pienso que tengo demasiado pecho y que ese es el motivo por el que se interesen por mí. Si añado mi culito algo respingón y mis largas piernas, no tendría por qué sorprenderme pero aún así gana mi timidez.

Cuando empezaba mi tercer cubata comencé a sentirme mareada. El camarero, que me dijo que se llamaba Víctor, me acompañó hasta el servicio y esperó fuera. Me miré al espejo y abrí el grifo. Me mojé las manos con el agua fría y las puse en mis mejillas. Tenía mucho calor y el mareo iba en aumento. No debía haber bebido tanto ya no estoy acostumbrada.

De repente se apagó la luz y me sentí perdida. Asustada me apoyé en la pared con las manos. Oí un ruido a mi espalda y sentí un brazo rodeándome el cuello y una mano que me tapó la boca con un pañuelo. Intenté gritar pero fue inútil y mis forcejeos para soltarme del brazo eran cada vez más débiles. Las fuerzas me abandonaban y se me cerraban los ojos. Lo último que pensé era que me habían drogado.

Me desperté en una habitación, tumbada en una cama. Estaba en ropa interior y al querer levantarme me di cuenta de que tenía atadas las manos al cabezal. Miré a todos lados pero estaba sola. Estiré de la cuerda con fuerza pero no me sirvió para soltarme. Entonces se abrió la puerta y Víctor entró en la habitación. Sentí que mi miedo me abandonaba y suspirando dije:

-Menos mal que eres tú. Por favor, desátame y vámonos de aquí.- le pedí muy nerviosa.

El me miró y sonriendo se sentó al borde de la cama. Sin decir nada se quitó la camiseta que llevaba, se puso en pie y se desabrochó los pantalones, quedando en calzoncillos.

-¿Qué haces? ¡Suéltame!- le grité.

Pero no me respondió. Se puso de rodillas sobre la cama y me miró de arriba abajo lascivamente. Intenté apartarme de él pero las cuerdas no me dejaron. Me agarró del pelo y mirándome a los ojos me dijo:

-Me has puesto muy caliente zorrita. Ahora vas a saber lo que es un hombre.

Y me besó en la boca que yo cerré enseguida. Con la mano libre me pellizcó fuerte en un pezón y al gritar aprovechó para meterme la lengua. Sin soltarme el pelo se sentó sobre mi pecho y se bajó los calzoncillos lo justo para dejar libre su polla. Era grande, de unos 28 cm, con la punta roja y para reventar. Se la sujetó con la mano mientras me levantaba la cabeza de la almohada.

-¿Te gusta puta? Pues va a ser toda para ti, pero antes has de conocerla bien. Vas a chuparla y mucho ojo con los dientes o te vas a arrepentir.

A esas alturas las lágrimas rodaban por mis mejillas y mis súplicas sólo conseguían excitarlo aún más. Me resigné y pensé que cuanto antes acabara antes me dejaría marchar, así que cuando la punta chocó en mis labios los abrí para dejarla entrar. Al rozarla con los labios Victor gimió de placer. No me cabía toda y sentía náuseas cuando entraba más de la cuenta. La chupé y la lamí mientras sentía cómo se ponía dura en mi boca. Me sujetó la cabeza con las dos manos y comenzó un mete saca salvaje, se follaba mi boca sin piedad y la metió hasta el fondo cuando se iba a correr. Se me inundó la boca con su semen, espeso y abundante, y tuve que tragármelo para no asfixiarme con él.

-Limpiala... so guarra. Déjala brillante.- me exigió entre jadeos.

La lamí al completo y la limpié con mi lengua hasta dejarla brillante con mi saliva. Entonces él se levantó de encima mío y se puso en pie. Se puso los calzoncillos y se dirigió hasta la puerta.

-¡Espera! ¡No me dejes aquí! ¡Suéltame! He hecho lo que querías, por favor...- le supliqué llorando.

Me lanzó un beso, me guiñó un ojo y salió de la habitación cerrando la puerta. No sé el rato que pasé allí sola, llorando, con la boca pastosa y sintiéndome sucia y humillada. Pero se abrió la puerta y alguien entró en el cuarto. Esta vez Víctor no venía solo. Había dos hombres más con él que me miraban fijamente. Yo no podía taparme, estaba totalmente expuesta a sus ojos.

-Ya veis que no os he mentido. Es toda una puta. La chupa muy pero que muy bien. Seguro que sabe hacer otras muchas cosas- les decía.

Uno de los hombres se acercó a mí y me observó más de cerca. Sin avisar tiró del sujetador y lo rompió quedando mis pechos al aire. Empezó a manosearlos y a estrujarlos con sus manos enormes, pellizcándome los pezones para ponerlos duros. Yo me retorcía por el dolor pero no le importaba. Después se agachó y comenzó a chuparlos, lamerlos y mordisquearlos.

El otro hombre se había quitado los pantalones y los calzoncillos y se acercó a mí. Me obligó a girar la cabeza y sin darme tiempo a protestar me tapó la nariz. No podía respirar y abrí la boca. En lugar de aire entró una polla que comenzó a follármela con fuerza.

-Chupa puta. Chúpala- me dijo. Como no usaba la lengua ni los labios me llegó una bofetada que me dejó algo atontada.

-¡Jorge, no vayas a lastimarla!- le gritó Víctor.

Al ver que Jorge levantaba la mano de nuevo comencé a mover la lengua para acariciar la polla que me violaba. Mis tetas tenían ocupado al primer tipo que parecía no cansarse y seguía chupándolas y lamiéndolas

-Vaya tetas tienes, so perra. Me gustan así, grandes como las tuyas- se dejó oir.

Víctor llegó con una navaja y mientras me la enseñaba me dijo que no me moviera. Se agachó entre mis piernas abiertas y sentí cómo cortaba mis braguitas justo por la raja de mi coño, para hacerles un agujero. Acercándose aún más comenzó a comerme el coño, metiendo su lengua y haciendo que mi cuerpo comenzara a excitarse. Desde luego era todo un experto y sin quererlo me abandoné al placer que me daba. Siguió chupando y lamiendo mi clítoris a la vez que metía un dedo por mi vagina. El tio al que chupaba la polla se corrió en mi boca y tuve que tragarlo todo.

Yo estaba a punto de correrme pero Víctor se apartó al notarlo. Me había dejado tan caliente que ya no pensaba con claridad.

-Toda tuya Carlos. No creo que tengas problemas esta vez. Está muy mojada- le dijo Víctor.

El tipo que me comía las tetas se levantó y me cogió de las piernas para que yo no las cerrara. Se puso entre ellas y apuntó su polla contra mi coño. Empujó y de un solo golpe me la metió hasta el fondo. Grité. La sentía grande y dura y parecía que me partiría por la mitad con sus embestidas. Recuperé la razón y le supliqué que me dejara ir pero no me hizo ni caso. Siguió empujando y empujando, cada vez más fuerte. Sus huevos chocaban contra mis nalgas cada vez que entraba. Mi cabeza tocaba el cabezal con cada empujón. Al cabo de un rato se detuvo y me sacó la polla.

Víctor se tumbó en la cama a mi lado y entre los tres me dieron la vuelta hasta quedar sentada sobre él. Me levantaron en volandas, con las piernas abiertas y me pusieron sobre su polla. Cuando me había metido la punta me dejaron caer sobre ella. Grité por la fuerza de la penetración pero Víctor empezó su salvaje mete saca. A una señal de uno de sus amigos me la metió hasta el fondo y me sujetó así, con fuerza para que no me moviera. Me dí cuenta de que algo iba a suceder pero sólo noté algo en mi culo. La polla de Jorge buscaba mi ano.

-¡No! Por ahí no... por favor. ¡No! ¡No!- le supliqué con lágrimas en los ojos. Pero nada podía hacer. Jorge separó mis nalgas todo lo que pudo y mi agujerito quedó expuesto. Escupió en él. Empezó a empujar y el dolor que sentí fue tan grande que me faltaba el aire. Se detuvo un momento sólo para volver a intentarlo esta vez con un dedo.

-¿Qué pasa? ¡Date prisa que luego voy yo!- le dijo Carlos –Le tengo unas ganas enormes a esta zorra. Quiero darle por culo hasta que se desmaye de gusto.

Tranquilo, antes hay que abrirla un poco más. No querrás reventarle el culo y jodernos la fiesta, ¿no?- le contestó Jorge.

Ya me había metido dos dedos y los movía en círculo para dilatarlo. Yo sentía menos dolor y una sensación nueva que no me resultaba del todo desagradable. Sacó los dedos y el vacío que sentí duró un segundo porque enseguida volvía a atacar mi ano. Esta vez con su polla decidido a metérmela hasta el fondo. Me iban a follar dos tios a la vez y no podía hacer nada para evitarlo. Empezó a empujar, despacio pero sin detenerse y cuando llevaba la mitad dio un golpe seco con las caderas y entró del todo. Grité al sentir como si me rompiera por la mitad. Sólo tardo un momento en meterla y sacarla, cada vez más hondo y cada vez más rápido. También Víctor empujaba en mi vagina mientras chupaba mis tetas.

Cuando Jorge se corrió en mi culo se quedó un momento quieto. Entonces Carlos lo apartó de un empujón y me agarró de las caderas. Víctor seguía tumbado debajo de mí después de haber terminado dentro. Al ver que Carlos tomaba el relevo y me obligaba a arrodillarme sobre la cama salió de debajo mío.

Y Carlos me empaló, de un golpe con su enorme polla. Era más fornido que los demás y aún no se había corrido. Al tener las manos atadas sólo podía apoyarme con la cara sobre el colchón mientras me movía al compás de las fuertes embestidas del que me violaba.

-¿Te gusta puta? Sí... yo sé que sí... Te gustan las pollas grandes y gordas como la mía taladrándote el culo, ¿verdad?- me gritaba.

Como no le respondía me cogió los pechos y los retorció dolorosamente.

-¡Contesta perra! Te gusta que te dé por el culo, ¿eh?- volvió a preguntar. Y me apretó de nuevo las tetas.

-¡Ahh! Sí, si... me gusta que me folles el culo. Soy tu perra.- le dije. Y seguí diciéndole cosas para que me dejara en paz. –Sigue, sigue... quiero que me folles más fuerte. Dame tu leche... más, más.- realmente me comportaba como una puta pero lo único que quería era que aquello terminara de una vez.

Carlos siguió su mete saca sin bajar el ritmo. Parecía como si me fuera a salir su polla por la boca. Mientras me metía los dedos en el coño para que yo me corriera también. Así conseguiría una humillación completa. Dio unas estocadas profundas y lentas; se estaba corriendo. Al acabar retiró la polla. Yo había conseguido aguantar mi orgasmo y no me corrí.

-Muy bien zorra. Has conseguido aguantar, ¿eh? Pero no te preocupes que esto no lo vas a soportar y acabarás corriéndote como la perra que eres.- y dicho esto, empezó a lamerme el coño, los labios de la vagina y el clítoris. Arriba y abajo, despacio, deprisa, izquierda y derecha. De vez en cuando metía la lengua, los dedos... Empecé a retorcerme y cada vez estaba más mojada. Cuando mordisqueó mi botoncito llegó mi orgasmo, grandioso e intenso y me corrí llenando su boca con mis jugos. Me empujó sobre la cama y quedé bocabajo, temblando.

-Esta vez has acertado Víctor. Es una pieza de gran calidad. Nos va a hacer disfrutar de lo lindo. Buen trabajo.-dijo Jorge.

Reían y charlaban mientras se vestían. Hablaban de lo que harían y lo bien que lo iban a pasar conmigo. Salieron juntos, apagaron la luz y cerraron la puerta. Y me dejaron allí, violada, desnuda y a oscuras. Y yo, asustada, sólo podía llorar pensando en la próxima vez que volvieran a verme.
Datos del Relato
  • Autor: Edanai
  • Código: 6356
  • Fecha: 10-01-2004
  • Categoría: No Consentido
  • Media: 5.86
  • Votos: 65
  • Envios: 9
  • Lecturas: 3237
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