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Categoría: Confesiones

Querido Ricardo (5 de 6)

Los vecinos, episodio uno



 



Ya estoy aquí otra vez. ¿Me habías echado de menos? Hoy toca saber qué pasó con los vecinos, que también tuvieron su ración. Aquí hay dos episodios. El primero relacionado con los estudiantes del 6º, sí, los que arman tanta bulla los fines de semana. Son tres chicos que van a la universidad: Iván, Rubén e Ismael, ninguno de ellos pasa de los 24 años.



Ya te he dicho alguna vez que son unos chicos muy educados y simpáticos, aunque hasta no hace mucho sólo había cruzado con ellos saludos y palabras de cortesía. Esto ya lo sabes. Lo que no sabes es que de un tiempo a esta parte estos chicos me observaban con mayor atención e insistencia y "coincidían" conmigo. Esto fuera de casa.



Nosotros vivimos en el cuarto y aunque nuestro piso es exterior, el cuarto de baño y la cocina da al patio interior, desde donde oímos las juergas de nuestros vecinos, ya que ellos alquilan un interior. Pues bien, he notado que las ventanas de estos chicos suelen estar bastante ocupadas, pues es raro el momento que no están asomados y tratando de espiarme.



Supongo que se debe a que su imaginación se debió de disparar al verme duchándome con las luces encendidas por la noche, que aunque el cristal es opaco las siluetas son bastante claras. O porque un día tuve una sesión de sexo salvaje de ésas que puntualmente salen (esta vez era con el padre de un alumno del colegio de mi hija) y el lugar elegido fue en la cocina, con las ventanas abiertas, mi "papito" dándome por detrás apoyados precisamente en la ventana. Me imagino que ellos fueron testigos de algo.



Así que estos chicos cada vez trataban de prolongar sus frases o de trabar conversación conmigo. Un fin de semana coincidí con dos de ellos en el rellano. Yo venía de tomar unas copas con mis amigas, pero volví antes, no recuerdo por qué. Me preguntaron que qué hacía en casa a esas horas, porque mi marido no me llevaba alguna parte, etc. Yo a su vez les pregunté lo mismo, por qué no salían ellos. Me contestaron que a Ismael le había dejado la novia y no querían dejarle solo.



Yo iba vestida con unos pantalones negros y una camiseta con la espalda al aire, sujetada por cordeles, algo de escote, pero no demasiado. Ni siquiera los pantalones eran demasiado ajustados. Pero los chicos, que también habían bebido ya (de hecho, volvían con bolsas llenas de botellas), no me dejaban de mirar con ansiedad.



Así que, Ricardo, empecé a reflexionar sobre ellos: Iván era el más alto de todos, delgado, con barba y pelo largo. Un pendiente en la oreja y algún tatuaje. Ropa agresiva y moderna. Rubén era más bajito que yo, pero estaba fuertote. Pelo negro, corto, gafas, pero una cara interesante, como sus brazos. Y si mi memoria no me fallaba, Ismael tenía su encanto, con un estilo más cercano al de Iván.



Total, que se decidieron a invitarme a tomar algún trago. Dudé un poco y les dije que a lo mejor me pasaba por su piso. Me fui a mi casa, pero pasó el rato y me olvidé de ellos. Creo que ese día no estaba muy animada. Eran las once y media y me había duchado y puesto el pijama, un pantalón corto y una camiseta blanca de tirantes. Nada debajo, por supuesto. Estaba escuchando música y viendo una peli en el vídeo. Me entró sueño y ya me estaba disponiendo para dormirme, cuando llamaron al timbre...



Me asomé y era Iván, el que se notaba más decidido. Al verme en pijama me preguntó si ya me había acostado. Reiteró su oferta de pasarme por su piso. Al verme no muy animada, me dijo que Ismael estaba muy mal y que no sabían cómo animarle y seguro que yo podría decirle algo. Apenas le conozco, le dije. Da igual, se te nota una tía enrollada. Y el cabrón no apartaba ojo de mis pezones, que debían de apuntarse a través de la camiseta. "Venga, no te vas a acostar a las doce un sábado"... Me desvelé completamente y le dije que subiría en un cuarto de hora, me pondría algo y subiría a darle ánimos.



No tenía muchas ganas de romperme la cabeza eligiendo modelito, así que opté por unos pantalones claros y un jersey de canalé, que me gustan porque se ajustan a las curvas, aunque por el grosor de la tela no hace explícitos los pezones. Ni sujetador ni bragas. Tampoco maquillaje. Y unas zapatillas deportivas. Si los chicos querían guerra, tendrían que poner de su parte.



Llamé al timbre y abrió Rubén. Se alegró mucho de verme, y me dio dos besos. La bebida ya se le había subido a la cabeza, se le notaba más contento que de costumbre, y más lanzado. No lo digo sólo por el beso, sino porque no se cortaba en mirarme por debajo de la barbilla. Llegó Iván y me dio otro beso. Me presentó al triste Ismael, que estaba más despejado que sus compañeros.



Pronto empezamos a charlar y a divertirnos. Ellos trataban a toda costa de emborracharme. Cuando ya teníamos un poco más de confianza me preguntaron por ti, por qué me dejaba tanto tiempo sola, con lo bien que estaba, yo me reía por sus palabras, les preguntaba por qué no me dejarían sola, bebía, les miraba fijamente a los ojos, hasta que por fin se atrevieron a preguntarme por el episodio de la cocina. Lo hicieron con gracia: "Estos días hemos estado haciendo apuestas. Te vimos el otro día en la cocina y éstos dicen que estabas haciéndolo con tu marido. Yo (era Iván) digo que no era él".



Me mostré ofendida porque me habían espiado y ellos se temieron que lo habían echado todo a perder. Intentaron disculparse, pero supongo que habían conseguido su objetivo, marearme un poco con tanto alcohol. Les dije que me daba morbo que me vieran. Hubo un silencio sepulcral y los tres se miraron entre sí. Lo rompí yo al pedir que subieran un poco el volumen porque me gustaba mucho la canción que sonaba. "¿Quién quiere bailar conmigo?". El listo de Iván saltó como un resorte, pero lo rechacé. "Mejor que sea Ismael, que está triste".



Así que nos agarramos (era una canción lenta) y bailamos. El roce hizo efecto en mi acompañante, que de pronto quiso separarse de mí. Yo no lo dejé. Cuando terminamos de bailar, estaba completamente rojo. Los otros dos quisieron bailar conmigo. Pero yo estaba cansada de tanto preámbulo: "Chicos, si me habéis invitado aquí supongo que no ha sido para bailar conmigo, sino para follarme. Así que ya que estoy con el puntito, por qué no os desnudáis para tener la oportunidad?".



Esta vez el silencio duró menos, ya que se hicieron bromas entre sí. Rubén soltó un: "¿veis cómo ésta tenía ganas de guerra?". Las ropas de mis chicos fueron desapareciendo. Tres cuerpos distintos iban mostrándose ante mí. Ismael estaba bronceado y sus abdominales bastante trabajadas; Rubén confirmó mis sospechas de un cuerpazo; e Iván, que era un tirillas. Sus zipotes no estaban mal, aunque la mayor polla era la de Iván. La más gruesa era la de Rubén. Estarían entre 15 y 18 centímetros las tres.



Todos estaban muy cachondos. Iván me dijo que me tocaba a mí. Me acerqué a ellos sin hacer caso a su comentario y me arrodillé. Primero les estuve acariciando y sacando el glande a Ismael, el único no circuncidado. También palpé sus bolsitas colgantes, para acabar lamiendo con la punta de mi lengua sus glandes. Los había acercado a los tres, de modo que sus penes estaban tocándose.



Ya los chicos estaban a tope y me soltaban lo que se les venía a la cabeza. Cosas como chupámela más, puta, venga, guarra, traga, que te gusta tener mi rabo dentro, quieres más?, toma, toma. Mis mamadas alternaban: tres succiones a uno, tres a otro, tres a otro, y así todo el rato. El primero en correrse fue Ismael, al que le estaba pajeando en ese momento, pues tenía la verga de Rubén en mi boca. Eyaculó sobre mi hombro y mi pelo, aunque las últimas arremetidas conseguí que fueran hacia mi cara.



Luego se corrió Iván. Esta vez me pilló con su rabo en mi boca, por lo que el primer chorro impactó en mi lengua. Luego me roció la barbilla, el cuello y el jersey, por lo que decidí quitármelo para que no se manchara más. Al ver mis pechos, Rubén se vació. Le estaba empuñando la verga en ese momento.



Ismael fue el primero en apoderarse de mis senos. Primero con las manos y luego con la boca. Su impulso fue tal que acabó tirándome sobre la moqueta. Después de caernos, Rubén e Iván se lanzaron a por mis pantalones. Con fuerza, me bajaron la bragueta y me desabrocharon el botón. Con la misma urgencia e ímpetu, tiraron de mis pantalones para quitármelos. Gritaron sorprendidos al comprobar que mi coño estaba al aire. "¡No lleva bragas, no lleva bragas!", repetían como si fuera la primera vez que vieran a una mujer sin bragas.



El cabrón de Iván metió tres dedos en mi vagina sin contemplaciones y aunque estaba empapada, me hizo daño. El grito se apagó porque Ismael estaba besándome la boca. Rubén ahora estaba magreándome las tetas. Conseguí librarme de la boca de Ismael a tiempo: "o con condón, u olvídate". Iván estaba preparándose a penetrarme ahí mismo, ya que su pene había recobrado la erección.



Mientras Iván me follaba, Rubén se puso a manosear mi culo, jugando con mi ano. No le oía muy bien, pero decía que me iba a dar por culo. Iván me sorprendió por su resistencia. Me folló muy bien y consiguió arrancarme mi primer orgasmo, aunque no le di coba al presumir de que había disfrutado como una zorra. Rubén fue el siguiente y me colocó a cuatro patas. Como prometió, su verga se dirigió a mi recto.



Aunque le pedí que tuviera cuidado, casi me desgarra al tratar de meterme su polla de un golpe, y eso que me había estado ensalivando el ojete. De nuevo Ismael reprimió mi grito, pero esta vez fue con su polla, que me la hizo tragar. Iván ahora jaleaba las acciones de sus compañeros: "Eso, eso, folladla por todos los agujeros, que se vaya chorreando se leche por todas partes!".



Creía que mi culo no resistiría la brutalidad de las embestidas de la polla de Rubén, pero por suerte el chico alargó su mano y me masajeó el clítoris al mismo tiempo que me daba por culo, con lo que le fui tomando gustillo e incluso cuando Rubén se corrió dentro de mí (no se había puesto condón, el desgraciado) yo tuve un buen orgasmo. Ismael rápidamente ocupó el lugar de su compañero, pero él prefirió follarme la vagina desde esa posición. También sin goma, con lo cual se corrió dentro de mí.



Intenté irme ya, porque estaba molida, pero los chicos hicieron la gracia y me agarraron y ataron a la cama, dejándome con las piernas abiertas. Como me enfadé con ellos y empecé a dar gritos, cogieron un pañuelo y me taparon la boca. Con todo el morro, me decían que querían disfrutar de mí. Fueron a la cocina y volvieron con nata, chocolate fundido y algún pepino.



Te puedes imaginar que estos tres no se conformaron con poco y me metieron un buen pepino por el coño, aunque antes me hicieron varias comidas con nata, chocolate, mermelada y todo tipo de bebidas. Me follaron las tetas e incluso me dieron algún cachete en la cara que me hicieron soltar alguna lágrima (aunque esto fue al principio, pues luego incluso me quitaron la venda de la boca y me dieron de beber).



Uno tras de otro se fueron turnando y no sé cuántas veces me follaron. Sólo sé que me quedé dormida y que cuando desperté estaba desatada, pero cubierta de semen y de todo tipo de porquerías. Lo más limpio era mi coño, pues me lo habían rasurado. Llegué a casa dolorida pero satisfecha. Eso sí, la jugarreta se la devolví, pues incluso me hicieron bajar a casa en pelotas, apenas con las llaves. Pero eso es otra historia, y te he dicho que lo de los vecinos tiene dos episodios. Otro día te cuento el segundo.


Datos del Relato
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