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Categoría: Orgías

Querida, te tengo una sorpresa

Conocí a mi mujer cuando terminaba el secundario. Al verla no pude evitar enamorarme. Era dulce, de modales suaves y más bien callada. Era delgada pero tenía muy buenas tetas y el culo bien formadito y unos ojos verdes que me atraían sobremanera.



Cuando empezamos a acariciarnos noté‚ con sorpresa que era una mujer distinta a lo que dejaba traslucir a simple vista. Era siempre la que tomaba la iniciativa cuando empezábamos a "franelear" en la puerta de su casa aprovechando la oscuridad reinante en el lugar. Apenas la tocaba sus manos rápidamente se dirigían a mi entrepierna y me masajeaba de tal manera el bulto crecía de inmediato. Ahí y sin que se lo pidiera lo sacaba afuera y me pajeaba de tal manera que me hacía acabar al poco tiempo. Yo simultáneamente trataba de satisfacerla metiéndole la mano dentro de su bombacha donde me encontraba con su humedecida concha. Cuando mi dedo la penetraba se desesperaba y aceleraba sus movimientos sobre mi verga, de ahí la eyaculación tan rápida.



Al poco tiempo no solo me masturbaba sino que me la chupaba hasta que tuviera un orgasmo y por más que quisiera apartarla se aferraba a mí y no la sacaba su boca hasta que no derramara toda mi leche en su interior. La primera vez que me lo hizo me puse todo nervioso porque al agacharse y quedar en la posición de chuparme la pija podía ser el blanco de las miradas curiosas de los vecinos a pesar de las sombras. Después no me preocupé por nada.



Recuerdo que cuando íbamos al cine y le empezaba a tocar las piernas para luego seguir subiendo hasta su cuevita ella rápidamente me la sacaba afuera del pantalón y me masturbaba primero suave y después frenéticamente hasta hacerme acabar en sus manos. Una vez, recuerdo, me tomó desprevenido y cuando la sacó se inclinó de golpe y comenzó a succionármela ante la mirada atónita de la pareja vecina. Traté de desalentarla porque a pesar de que me gustaba lo que me estaba haciendo creía que no era lugar para ello y pensé que nos iban a echar del cine, pero mi pedido resultó infructuoso y continuó hasta hacerme acabar en su boca una vez más.



A esta altura yo ya me preguntaba dónde había aprendido todas esas cosas. Sus amigas, en apariencia eran igual que ella y me acuerdo cómo criticaban a otras que salían con más de un muchacho a la vez. Decían que eran unas putas y no merecían ser sus amigas, que se ponían a acariciarse en cualquier lado y quién sabe qué cosas harían. (Si supieran lo que me hacía mi novia a mí se morirían de vergüenza, salvo que estuvieran disimulando y fueran todas iguales a ella).



Cuando empezamos a coger era una máquina, me hacía gozar como loco. Primero me la chupaba hasta dejármela bien al palo, cosa que no me resultaba difícil, luego quería que le besara la concha así que nos mandábamos unos 69 increíbles. Acabábamos los dos casi al unísono y luego de un rato se la ponía en la concha y era ella la que me cogía, cabalgándome al mejor estilo. Al poco tiempo me pidió que le hiciera el culo.



La pasaba de maravillas pero siempre una idea fija me rondaba la cabeza. Cómo era que ella sabía y hacía todas estas cosas. ¿Lo había aprendido con sus amigas leyendo libros de sexo? ¿Se lo había enseñado algún otro tipo? ¿Estaría cogiendo con otros además de hacerlo conmigo? Los celos comenzaron a actuar. Pensaba continuamente que si era tan insaciable para el sexo necesitaría a alguien más aparte de mí y eso me volvía loco.



No obstante y como la quería nos casamos con todas las de la ley. En la luna de miel casi no salíamos de la habitación. Cogíamos todo el día y por momentos no me daba respiro pero trataba de recuperarme (era más joven) lo más pronto posible para no fallarle y pasar un papelón.



Una vez instalados en la casa que aún compartimos recuerdo que tuvo una fiesta con compañeros del trabajo y la trajeron a casa el jefe y un compañero. Yo la estaba esperando en la terraza preocupado por su tardanza (otra vez los celos) y cuando el coche paró a unos metros del domicilio conyugal y no en la propia puerta traté de agudizar mi vista para ver qué observaba. No se si fue mi imaginación enfermiza o realmente ocurrió. Me pareció ver entonces que ella, que venía sentada en medio de los dos hombres se inclinó para chupares la jefe mientras el otro se la metía desde atrás. Lo que sí fue cierto es que estuvieron un rato juntos los tres antes de que ella bajara y no se si tuvo sexo o charlaron de cualquier cosa.



Con el tiempo y mientras cogíamos le empecé a insinuar, porque me parecía que con mi pija sola no le alcanzaba y yo no era el de antes, si quería que hiciéramos participar a otro hombre en la cama y ella sonriente y con cierta ironía me respondía que podría ser buena idea, que se lo dejar pensar, lo que me producía calentura y bronca al mismo tiempo.



Entonces me decidí, buscaría un par de tipos para que se la cogieran (eso sí, delante de mí porque así controlaba la cosa y además porque soy medio voyeur), así que empecé a buscar en los avisos de los diarios. Tenía miedo de meter a cualquiera en nuestra casa pero un día un amigo me contó de una agencia, a la que él recurría por mujeres, que era muy sería y tenía tanto hombres como mujeres y que eran muy responsables y de absoluta confianza. Eran discretos y cobrándote el honorario que pretendían se les borraba rápidamente la relación que habían tenido. Es más, era difícil que se repitiera la misma persona aunque uno la pidiera. La agencia lo hacía para que no se entablara una relación estable.

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Así fue que concurrí a ésta y me mostraron el book de los diferentes modelos que tenían y elegí dos que me pareció que a mi mujer podrían satisfacerla. Uno era un tipo rubio de alrededor de 25 años y de acuerdo a lo que se podía observar en la foto tenía un lomo espectacular y un pija de considerables dimensiones. El otro era un morocho tipo caribeño de similar edad y con una verga descomunal. Pensé en las comparaciones pero no le di mayor importancia.



Sin contarle nada a mi esposa los hice venir a casa una noche que ella me había avisado que llegaba un poco más tarde y me había pedido que hiciera yo la comida. Preparé una mesa especial para la cena con mariscos y mucho champagne.



Cuando ella llegó se sorprendió y me preguntó si se celebraba algo en especial. Le dije que tenía una sorpresa y que ya se iba a enterar. Supongo que pensó que pasaríamos una noche especial, con buen sexo, pero creo que no tanto como se la había preparado. Se duchó y se puso un vestido escotado que le resalta las formas y que a mí me calienta mucho.



Comimos liviano y la estimulé para que tomara varias copas. Luego comencé‚ a besarla y a acariciarla y poco a poco fui sacándole el vestido dejándola apenas con su pequeña tanguita de encaje que le sienta tan bien.



Ella pretendía acariciarme la verga pero no la dejaba. Por momentos hasta se puso algo molesta por ello pero no le hice caso. Continué besándole y la fui llevando para el dormitorio donde permanecían los jóvenes dentro del vestidor (se habían ubicado allí luego que ella se cambiaria).



La recosté sobre la cama y continúe besándola al tiempo que le acariciaba sus tetas que tenían los pezones duros como nunca. Le saqué suavemente su tanguita y comencé a besarle las piernas hasta que llegué a su conchita. Ahí me mandé un trabajo sobre su clítoris como pienso que nunca la había hecho y se puso loca. Me pedía que la cogiera y ahí aproveché para decirle si no le gustaría que mientras yo me dedicaba a su conchita ella tuviera otra pija a su disposición.



Estaba tan caliente y pasadita de alcohol que cuando le pregunté si mientras yo le chupaba la concha no le gustaría tener en sus manos dos miembros de buen tamaño. Se excitó aún más y entrecerrando los ojos afirmó con la cabeza.



Entonces le dije que la sorpresa especial que le tenía preparada estaba por concretarse. Me dirigí a la puerta del vestidor y cuando la abrí y aparecieron los dos tipos en bolas ella se quedó boquiabierta. Sus ojos iban rápidamente de mi cara a las pijas de los muchachos y viceversa. Alcanzó a exclamar que no lo podía creer, que estaba loco pero no los rechazó.



Cuando empezaron a acariciarla me miró como asustada, pero ante mi sonrisa cómplice se distendió y empezó a actuar ella también. Recostada sobre la cama comenzó a acariciarle las vergas mientras yo me dedicaba a su conchita tal como se lo había prometido..



Después me retiré por un instante y los dos hombres comenzaron a disfrutarla mientras yo miraba la escena. La besaban por todo el cuerpo y ella me miraba en forma libidinosa (nunca me calenté tanto). Fue penetrada de todas las formas posibles y ella no se quedó atrás y succionó sus miembros de una manera increíble. Gemía y hasta llegó a gritar a raíz de los orgasmos que le producían los muchachos. Realmente eran unos expertos y sabían como satisfacer a una mujer. Actuaban delicadamente y eso a ella parecía que la calentaba más.



Cuando todo termino su cuerpo lucía exhausto y con olor al semen que habían derramado los hombres en esa especie de batalla sexual.



Después de un par de horas los hombres se retiraron y al quedarme solo con ella mientras cogíamos como nunca me agradeció la sorpresa por lo que estoy pensando en repetírsela de vez en cuando porque de ese modo la hago feliz y me saco la idea de la cabeza de que anda acostándose con cualquiera por ahí. Lo hace sí, pero en casa y delante de mí. Yo me ratoneo con ello y cuando se van me echo el mejor polvo de mi vida.



Euge


Datos del Relato
  • Categoría: Orgías
  • Media: 6.33
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