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Quería llegar virgen al altar, pero mi tía Virginia no me dejaba en pa

Quería llegar virgen al altar, pero mi tía Virginia no me dejaba en paz y tuve que probarlo, tuve que tener sexo por primera vez y con ella

 

Juana había notado que la última semana su madre se arreglaba más. Creía que se ponía guapa para alguien. Como tenía mucha confianza conmigo, estando en el monte, debajo de un pino manso, sentados sobre la hierba, y estando ella apastando las ovejas y yo la burra, me dijo:

-Creo que mi madre está engañando a mi padre.

Tenía que disimular.

-¿Por qué lo dices, Juana?

-Por que se arregla mucho. ¿No lo notaste?

-Sí, pero es una mujer, normal que se arregle.

-Mi hermano no piensa como tú.

-¡Maricón de mierda! Él se arregla para que le rompan el culo y nadie le dice nada.

-Una cosa no tiene que ver con la otra.

-Ya. ¿Y si tu madre tuviese una aventura, qué?

-¡Sería un escándalo!

-Un escándalo es llevar un año sin follar.

-Yo llevo 19 y no pasa nada.

-Eso es porque nunca has probado una polla. Tu madre estaba acostumbrada a ella.

-¡Tú sabes algo, Quique!

-¡Qué voy a saber yo!

-Dime la verdad. Tú nunca me has mentido, ¿Qué sabes?

-Que tu madre está como un queso.

-Eso también lo sé yo. Me refiero a su amante.

-¿Qué amante?

-¡Vete a la mierda!

Me levanté, Juana, me preguntó:

-¿Adónde vas?

-A donde me mandaste, a la mierda.

-Que sea de vaca.

A unos metros, y dándole la espalda, saqué la polla y me puse a mear.

-Te dije de vaca, no de cerdo.

-¿A qué viene eso?

-A lo que tienes en la mano. ¿No es una mierda?

Miré mi polla. Así, baja, más que una mierda parecía una mierdecilla. Le respondí:

-No sé, no sé, darle categoría de mierda puede que sea mucho.

Mi prima rompió a reír, y después me preguntó:

-¿Por qué nunca has intentado besarme?

-¿Y me preguntas eso teniendo la polla en la mano?

-Fue un pronto. Me salió.

-No fue un pronto, fue el subconsciente. Hablamos de tu madre, de que podría estar follando, después de mi polla y pensaste con el chocho.

Juana, se ofendió.

-¡Serás cabrón!

Guardé la polla.

-Era una broma, mujer. Nunca intente besarte, pero ganas no me faltaron, y si no lo hice fue por no perder tu amistad.

-¿No fue porque somos primos?

-Ya sabes lo que dicen del primo y de la prima.

-¿Cuánto más prima más se le arrima?

Me volví a sentar a su lado.

-Exacto, y ya que estamos. ¿Quieres que te bese?

-¿Ya no tienes miedo a perder mi amistad?

-Puede que después de besarnos acabemos más unidos.

Juana se hizo la importante.

-¡Anda, anda, anda!

-Yo ya andé.

-Anduve.

Acerqué mis labios a los suyos.

-¿Con quién?

-Se dice anduvo, no andé.

La miré a los ojos, después a los labios y le respondí:

-Ya lo sé.

-¿Y por qué lo dijiste?

Giré la cabeza, y con mis labios rozando los suyos, le dije, casi susurrando:

-Por que me gusta que me corrijas.

Juana, giró la cabeza hacia el otro lado, y la besé, pero al meter mi lengua en su boca se apartó de mí, y me preguntó:

-¡¿Qué haces, asqueroso?!

-Besarte.

-Eso no es besarse, es babearse.

-Así es como se besa de verdad. Los besos sin lengua son para los niños.

-¿A quién besaste así?

-Un hombre que rebela el nombre de la mujer con la que tuvo relaciones, no es hombre.

-¡¿Ya no eres virgen?!

-No. ¿Y tú, Juana?

-Yo, sí.

-¿Quieres dejar de serlo?

-¡¡No!! Quiero llegar virgen al altar.

-Y sin saber besar.

-Bueno, eso no me importaría aprender a hacerlo. ¿Me enseñas?

-Echa la lengua fuera.

Juana echó toda la lengua fuera.

-Así no, saca la punta como si quisieras reírte de mí.

Juana la echó, se la caricié con mi lengua y se la chupé, se la metí dentro de la boca y depués de disfrutar de su dolzura, le dije

-Te voy a sacar yo la punta de la lengua. Ya sabes que hacer.

Juana era una buena alumna, una alumna que estaba mojando las bragas. Me besó mejor de lo que yo la había besado a ella. Mi polla estaba tiesa como un palo. Le llevé una mano a ella, y la acarició por encima del pantalón, pero cuando le toqué una teta, se alejó, y me preguntó:

-¡¿Qué haces?!

-¡¿Qué hacías tú con mi polla?!

-¡¿Era tu polla?! Creí que lo que latía era tu corazón.

Eso no se lo creía ni ella. Se debió asustar. Volví al ataque.

-¿Vas a dejar que te coma las tetas o no?

-¡¡Soy muy decente!!

-Y quieres llegar virgen al altar. Pero por comerte las tetas no vas a perder la virginidad.

-Sería una depravación.

-¿Te lo pìde el cuerpo? Sólo lo vamos a saber tú y yo. Quítate la blusa.

La calentura pudo más que la decencia.

-Vale, chúpalas un poquito, y si no me gusta, paras.

-Te va a gustar.

-¡Qué presuntuoso!

-Para nada.

Juana se quitó la blusa y el sujetador. ¡Que tetazas! Eran como las de su madre. Con grandes areolas rosadas y tremendos pezones… y es que Juana era idéntica a su madre, era delgada y guapa como ella, 160, de estatura como ella, morena como ella y con ojos negros y grandes como ella… lo único que ella tenía de menos eran años y de más, su virginidad… Le acaricié, chupé y lamí las tetas y los pezones, suavemente y a conciencia. Mi prima se puso tan cachonda que me dijo:

-Joder, Quique, me estoy mojando tanto que voy a dejar las bragas para tirar.

-¿Quieres que te la coma?

-¿Qué me quieres comer?

-La almeja. Si dejas que te la coma te corres en mi boca, fijo.

-¡Qué guarrada!

La besé con lengua, y después le dije:

-También era de babosos los besos con lengua.

Le voví a comer las tetas, y le dije:

-Y de depravados comerte las tetas. ¿Quieres correrte o no?

-Si ya me estoy corriendo desde que me besaste la primera vez.

Aquello me intrigó. ¿No sabría que era un orgasmo?

-¿Te masturbas, Juana?

-No sé como se hace, pero aunque supiera como hacerlo no lo haría. No me quiero quedar ciega.

-¡Qué daño hacen los curas, coño, qué daño hacen!

-¡¿No te quedas ciego si te masturbas?!

-¿Estoy ciego?

-¡¿Te masturbas?!

-A veces tres veces al día, mañana, tarde y noche. ¿Quieres correrte de verdad? Comiéndote la almeja tampoco vas a perder la virginidad.

-Vale, un poquito, y si no me gusta, paras.

-No vas a querer que pare ni para respirar.

-¡Qué exagerado! Quítame tú las bragas que a mí me da vergüeza.

Le quité las bragas y vi que estaban para escurrir. No le dije nada, no fuera que la jodiera. Lo que le dije, fue:

-Sube la falda. Échate para atrás. Abre las piernas y flexiona las rodillas.

Juana hizo lo que le dije. Metí mi cabeza entre sus piernas. Abrí su almeja con dos dedos. Estaba encharcada. Lamí el jugo. Juana comenzó a gemir. No quise follarle la vagina con la lengua, pero en algín sitio se la tenía que meter. Le metí y saqué la punta de la lengua del ojete. Juana, exclamó:

-¡¡Sigue, sigue, sigue. Ahí puedes, ahí puedes…!!

Con la punta de la lengua le follé el culo bien bien follado, después fui lamiendo despacito del ojete al clítoris. Con el primer lametón en la perla, Juana, comenzó a temblar, y exclamó:

-¡¡Me está dando el mal de San Victor!!

Lamí despacito su pequeño clítoris, ya fuera del capuchón. Juana, al ratito, iba a explotar.

-¡Oh, Dios mío! ¡¡Qué, qué, qué me!! ¡¡¡Qué me muuuuuuuuuuuuuuuuueeeeeeeeeeeeeeeeero!!!

Juana se corrió por primera vez. ¡Y cómo se corrió! Gimiendo, temblando, sacudiéndose y estremeciéndose. Y soltando una corrida que dejó la hierba regada para todo el verano.

Al acabar de correrse, me dijo:

-Casi me muero de gusto. ¿Qué me pasó?

-Que te corriste.

-¿Y masturbándome me puedo volver a correr así?

-Con tanta fuerza, no sé, pero correr te corres, fijo.

-¿Me enseñas?

Oímos la voz de Carlos. Llamaba a su hermana:

-¡¡¡Juaaaaaaana!!!

Le dije a mi prima.

-Se acabó lo que se daba. El maricón de tu hermano siempre tiene que joderla.

-¿Seguimos mañana?

-¿No tienes miedo a perder la virginidad?

-Contigo, no.

Continuará, o no, ¡Qué se yo!

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

Datos del Relato
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