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Tenía años que no veía a mi primo Esteban, pero podía recordar ese rico pene cuando él y su hermano me cogieron en los viajes que realicé a su rancho. Era un joven en ese entonces, muy trabajador, con facciones indígenas y el cuerpo cobrizo, con brazos fuertes y un pectoral marcado y por supuesto, un pene rico que me hizo vibrar tantas veces cuando me penetró.
Pero era mi primo y la vida tenía que seguir. Fui dos o tres veces y en todas ellas me poseyó ricamente hasta dejarse saciada. Posteriormente se casó y yo me entregué a una vida desenfrenada, de mucho sexo, cientos de hombres. Luego me casé y ahora estoy divorciada, ni hablar, pero la vida tiene que seguir como les dije.
Luego de darle indicaciones de cómo llegar a casa. Esteban tocó a mi puerta. Era viernes y unas dos horas antes mi esposo se había llevado a mis hijos a su casa. Volverían hasta la tarde del domingo. No tenía planes de salir y por ello decidí dar hospedaje a mi primo que había pasado unos días difíciles con la enfermedad de su mamá.
Abrí y lo vi. Sólo se habían endurecido sus facciones. Ya era un hombre de 53 años y con hijos de no menos de 20. Seguía viendo musculoso su cuerpo y quizá un poquito de panza, pero era casi imperceptible. Nos abrazamos y nos felicitamos de vernos bien. "No has cambiado nada prima", me dijo. Fue un halago, ya tengo 44 años y la verdad es que en algún momento la edad me alcanzará. Lo único que espero es estar sana y seguir así con este deseo de sexo que no me deja ni un día.
De la plática pasamos al comedor. Le ofrecí ricos platillos y como postre un flan y unas copas de crema de café.
Nuestra plática era interminable y nos relatamos algunas cosas. Conversó que de cuando en cuando tuvo una que otra aventura y cuando me preguntó a mí ni siquiera supe qué decirle. Sólo le respondí que me sentía plena y muy feliz.
Le pedí que se sentara en la sala mientras llevaba los cubiertos a la cocina. Demoré un poco, soy fanática del orden y mi cocina debía estar limpia. Cuando terminé saqué dos cervezas del refrigerador y las llevé a la sala. Él dormitaba, quizá cansado por haber estado en el hospital. Puse las cervezas en la mesita de centro y le hablé y de nuevo se puso a conversar. Tomó la cerveza de a poco y yo por el contrario, la bebí enseguida y fui por otra.
Noté que me miraba caminar hacia la cocina. De hecho me sentía hasta recatada en mi vestir. Traía una blusa cómoda y una falda corta apenas arriba de mis rodillas. Seguimos bebiendo cerveza y platicando.
De pronto, comenzó a recordar aquellas visitas que hice a su rancho y no pudimos evitar reír, pero tampoco pudimos evitar calentarnos al recordar aquellas cogidas mañaneras cuando él y su hermano aprovechaban para emborracharme y después, a cogerme sin parar. La plática se encendió aún más cuando me dijo que no podía olvidar cuando él y su hermano me habían aprisionado entre los dos, tomándome su hermano por la vagina y él rompiéndome el culo...
Ya estaba nerviosa. Necesitaba algo fuerte y me levanté para preparar un brandy con un poco de Coca Cola y agua mineral. Dejé los vasos en la mesa y fui a mi cuarto. Regularmente las cortinas de las dos salas y el comedor hacían que el cuarto se viera a media luz pues el sol da fuerte por la tarde y además, el aire acondicionado siempre está puesto pues hace un calor terrible. Fui al baño y después a mis cajones, a buscar algo sexy. Encontré una tanga pequeñita y una batita de red que al ponérmela no me tapaba nada y mis pezones se veían sensuales. Salí del cuarto y fui descalza a la sala. Esteban dormitaba otra vez. Me senté y bebí de mi vaso. Yo estaba caliente y con tres copas de crema de café, seis cervezas y mi copa de brandy ya me sentía en las nubes. Él no despertaba y decidí acercarme. Me hinqué a su lado y toqué suavemente su pene cubierto por su pantalón. Él medio abrió los ojos y sonrió pero volvió a cerrarlos. Seguí frotándolo y yo iba poniéndome más caliente.
Como no hacía caso -quizá por su cansancio-, le bajé el cierre de su pantalón y saqué su pene. No estaba erecto pero medía unos 12 centímetros. Comencé a chuparlo y poco a poco se fue poniendo grande hasta que estaba duro, completamente duro.
Por fin reaccionó y yo me senté en sus muslos colocando una de mis manos en su hombro y otra frotando su pene. Me besó el cuello y yo sentía lo áspero de sus manos y los pelos de su barba me hacían cosquillas pero me excitaban. Él se veía fascinado y con la punta de su lengua tocaba mis pezones y eso los ponía más duros. Yo no era la chiquilla que se había cogido. Ahora yo era dominante y él se veía un poco impresionado por ello, sobre todo por tomar la iniciativa. Por fin tocó con sus dedos mi vulva apenas resguardada por mi tanga y comenzó a frotarme. Me calentó rápido, no puedo negarlo.
Olía a sudor y eso me excitaba más. Me fascinan los hombres grandes y sudorosos. Una vez llegó un empleado de la compañía de gas y como siempre ando en casa con poca ropa, lo impresioné tanto con mi una faldita y un top cortito que casi le da un infarto allí. Surtió el gas y cuando fue a cobrar lo hice mío. Casi medía 1.90 y tenía un pene enorme pese a que tenía un abdomen voluminoso, pero me apasionó que estaba muy sudado y el cuerpo le brillaba. Me volvió loca.
Esa tarde, mi primo Esteban también olía a sudor y su pito estaba listo para traspasarme. Sin embargo, llevó las cosas lento. Me metió dos dedos en mi vulva y uno en mi ano. Yo estaba completamente excitada y le besaba el pecho, el cuello o donde pudiera. Cuando cambiamos de posición, él lamió mi vulva por un largo rato. A intervalos la chupaba o tocaba con la punta de su lengua. También, metía uno o dos dedos mientras seguía jugueteando con su lengua. Yo casi le rogaba que me penetrara, pero no me hacía caso, siguió metiendo los dedos hasta que me hizo gritar, pues provocó una corrida que salpicó el piso.
Después, me dijo que me hincara y que le chupara su pene. Estaba durísimo. A sus 52 años su macana estaba intacta y completamente dura. Le chupé el ano, los testículos y también el pene. Le volvía loco que le lamiera su enorme pene oscuro con mi lengua húmeda.
Finalmente, se sentó en el sofá y me sentó frente a él, penetrándome con dureza. Yo dí un grito pues me clavó con su pene a la primera y me dolió, pero aguanté, descansé unos segundos y comencé a cabalgar. Él me abrazaba y me pedía que meneara las nalgas mientras me las apretaba. Me atraía hacia él y esa posición me ponía loca pues sentía todo su pito dentro de mí.
Me cambió de posición e hizo que me sentara dándole la espalda y me pidió que me moviera frenéticamente. Yo gritaba de placer y más porque él me rozaba con sus dedos la punta de la vulva. Luego, me puso en posición de perrito y así a cuatro patas me clavó primero por la vagina con fuertes arremetidas y luego cuando ya casi estaba a punto de venirse, me lo metió por el culo. Logró contenerse y luego se lanzó encima de mí, alzando mis piernas hasta sus hombros y penetrándome fuertemente y muy rápido. Tuve un orgasmo fabuloso y él también gritaba y cerraba los ojos cuando sentía que yo apretaba su pito. Finalmente sacó su pene y yo sabía que venía lo mejor, abrí mi boca y recibí la descarga. Lo hizo y mientras él ponía los ojos en blanco yo recibía la rica crema en mi boca. La tragué con placer y bebí hasta la última gota. Le seguí chupando su pene hasta que ya no salió más semen.
Después de la cogida, me pidió que le permitiera descansar un poco y yo gustosa acepté. Le pedí que me llevara cargada a la cama y allí dormimos toda la tarde. Abrimos los ojos alrededor de las 23:00 horas y le invité a cenar. Después, volvió a cogerme. Desde la tarde del viernes y hasta el mediodía del domingo no me puse nada encima. Estuve acostada y dándole el culo a mi primo varias veces y apenas levantándome a asearme, cocinar algo y volver a la cama a seguir departiendo con mi primo que me cogió hasta que se cansó.
El domingo por la tarde se despidió y prometió volver quizá en dos o tres años. Yo lo esperaré, pues fue un gusto gozar de su sabroso pito.
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